miércoles, 11 de agosto de 2021

LA VENGANZA

 


          Las gemelas Santamaría habían nacido tuertas. Uno de los ojos no se le desarrolló a ninguna de las dos, pero fueron dotadas por una gran inteligencia. Siempre les gustó curar a los enfermos y como en esos tiempos no se les permitía estudiar a las mujeres, a escondidas estudiaban las hierbas y algunas sustancias de la época.

          A pesar de hacerlo en secreto, eran muy famosas entre los pueblerinos ya que habían curado a mucha gente de diferentes males. Las llamaban curanderas y siempre las buscaban pidiendo algún remedio.

          Una noche, el terrateniente del lugar fue a buscarlas. Les pidió tener sexo con las dos, pues hacía mucho tiempo tenía esa fantasía. Las muchachas lo rechazaron a pesar de la gran cantidad de dinero que les ofreció. Él se retiró de su casita jurando que se arrepentirían por haberlo rechazado.

          Al día siguiente llegó el cura del pueblo con varios policías y se las llevaron a un calabozo entre los gritos de las jóvenes, quien no recibieron respuesta a sus preguntas y protestas. Una vez encerradas en tal lugar, entró el encargado de la Santa Inquisición con dos verdugos.

          Al principio les hablaron muy tranquilos, con cierta amabilidad. Les dijeron que sabían que el demonio las poseía y las convencía de matar gente con algunas pócimas para que él viniera por sus almas. Ellas negaron todo y ante la presión del investigador, confesaron que sus brebajes eran para curar a los enfermos.

          El inquisidor, al no obtener la respuesta que deseaba, ordenó a los verdugos que las torturaran hasta obtener su confesión. Luego de varias horas de terribles prácticas con sus cuerpos, aceptaron ser mujeres del diablo. El inquisidor dio aviso a todo el pueblo para que se reunieran en la colina y ahí las ejecutaron mientras una de ellas alcanzó a gritar que no se iría hasta acabar con los malditos que les habían hecho tal brutalidad.

          Colgadas en Gallows Hill recibieron la noche. Sus cuerpos no se movían ni con el viento. En la madrugada una de ellas abrió el único ojo que tenía y comenzó a moverse bruscamente hasta lograr zafarse de la gruesa cuerda. Por la mañana amanecieron los verdugos, el inquisidor y el terrateniente en la sala de torturas con la angustia y el dolor reflejados en sus caras que ya tenían el color de la muerte. Nadie nunca se atrevió a volver a la colina a investigar si las gemelas seguían ahí. 



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