lunes, 29 de noviembre de 2021

DEFENDIENDO A CONCORDIA

 


         

El reino Concordia, que gozaba de abundantes y ricos recursos

naturales, era habitado por personas nobles y trabajadoras.

Gobernados por un rey y una reina justos, vivían en paz y armonía.

Debido a su riqueza natural, tal reino despertaba la envidia y las

ganas de ser dominado por diferentes grupos. Uno de ellos, el clan

Corredores, decidió invadir el pueblo y, rodeando la ciudad, el

ejército enemigo comenzó a lanzar flechas buscando que ésta se

rindiera. Concordia no contaba con un ejército ya que nunca peleaba

con nadie y, tomados por sopresa, los habitantes no lograban

organizarse para defenderse.


La princesa Dulce, quien miraba todo desde la torre más alta del

castillo, llamó a sus dos mejores amigos, los dragones Fuego y

Candela, y les pidió que ayudaran al reino. Rápidamente, éstos se

acercaron volando hacia el campo de batalla y lanzaron fuego a los

invasores, logrando ahuyentarlos definitivamente del lugar.


El rey estaba muy contento porque los enemigos se retiraron y llamó

a Fuego y a Candela para declararlos héroes de Concordia,

premiando a cada uno de ellos con una medalla de oro que colgó de

sus cuellos.


La noticia de que Concordia contaba con dragones que la defendían,

corrió como pólvora por todos los alrededores y nadie más volvió a

atreverse a invadirla. Ésa fue la primera y última vez que sucedió,

volviendo así los ciudadanos, a vivir en completa armonía por

siempre.



lunes, 22 de noviembre de 2021

EL COMPROMISO

 


          Chocaron las copas y bebieron la bebida burbujeante brindando

por la felicidad de la pareja que se había comprometido. Ambas

familias estaban felices porque pronto serían una sola. Mientras

celebraban, un pájaro llegó hasta una de las ventanas de salón y

mirándolos comenzó a cantar tristemente. Nadie le prestó atención ni

se percató de que el ave cantaba con gran melancolía sin despegar la

mirada de la pareja.


Mientras tanto, no muy lejos de ahí, la bruja del pueblo lanzaba

maldiciones para la pareja, pues ella odiaba a todo aquél que era

feliz. Furiosa, dio vueltas alrededor del lugar donde la celebración se

llevaba a cabo y cuando vio que la pareja recibía la flor del amor,

lanzó un conjuro.


Por la mañana, el novio fue a la playa a nadar un rato como lo hacía

todos los días. Mientras se ejercitaba, un pez lo mordió causándole

una terrible infección que lo postró en cama por varios meses con

dolores muy fuertes y altas temperaturas que lo mantenÍan

inconsciente.


La araña de la maldad tejía lentamente su telaraña sobre las vidas de

aquella pareja que después de estar muy felices, pasaron a una

situación preocupante. La novia salía a caminar y se imaginaba que

el otoño había llegado, pues todo lo percibía muy triste. Miró el

banco donde acostumbraban sentarse para platicar tomados de la

mano y no quiso sentarse.

-No volveré a sentarme ahí, hasta que venga con él.


La flor del amor comenzó a marchitarse y ella, preocupada, iba con

él a platicarle, a decirle que le hacía mucha falta, que por favor se

aliviara para volver a ser felices. Entonces sucedió el milagro. Un

buen día, la flor del amor amaneció radiante. La novia corrió a visitar

a su novio, quien por fin se había aliviado y estaba preguntando por

ella.


Dos meses después las campanas de la iglesia sonaban anunciando la

boda de aquella pareja que a pesar de las adversidades, nunca se

rindió.



sábado, 20 de noviembre de 2021

CASTIGO DE DIOS



 

   

Fernanda lloraba abrazando a su hija que acaba de fallecer en esa fría

cama del hospital. Aquel cuerpo lucía terriblemente maltratado por

los golpes que le propinó Pedro, su esposo, hasta hacerla perder el

conocimiento, el cual ya no volvió a recuperar. El abusador escapó y

las autoridades no lo encontraban.

-Te juro que esto no se va a quedar, hija mía. -Dijo Nelly entre

lágrimas. -Haré que pague muy caro esto que te ha hecho.


Meses después, Nelly recibió el informe del detective que contrató.

En éste le notificaba que el fugitivo se encontraba refugiado en una

cabaña en una zona boscosa de Dakota del Norte. Inmediatamente se

preparó para viajar hasta allá. Hizo una pequeña maleta con dos

mudas de ropa y junto con un rifle armado la subió a la camioneta.


Después de manejar tres horas, llegó al bosque en donde se

encontraba el asesino de su hija. Se estacionó lejos donde él no

pudiera ver el vehículo y siguió a pie. Al llegar a la cabaña, lo vio

salir corriendo por la puerta trasera.

-¡Te mataré! -Gritó Nelly mientras le disparaba.

Pedro siguió corriendo sin detenerse y Nelly, detrás de él. Entonces

escuchó un alarido de dolor. Luego de mucho rato llegó hasta él, que

se encontraba tirado en el suelo y retorciéndose. Uno de sus pies

había pisado una trampa para oso y el dolor era tan fuerte que no

podía ni caminar ni arrastrarse. La sangre corría a borbotones y un

gran ejército de hormigas sedientas de sangre, ya se acercaba.

-Será peor el castigo que la venganza. -Dijo Nelly satisfecha y

mirando al cielo.


Se alejó en paz de ahí mientras escuchaba los primeros gritos de

Pedro al sentir las picaduras de las hormigas en su cuerpo, aunadas al

dolor que la trampa de fierro ya le producía.




viernes, 12 de noviembre de 2021

UN PRECIO ETERNO

 



 


       Un día despertó cansado de no haber conseguido nada interesante durante su trayecto por este mundo. De pronto sintió que la vida se le esfumaba y que había desaprovechado cada segundo que ésta le había dado. Incapaz de quedarse así y tomando nuevamente una mala decisión, buscó el tiempo perdido en el averno. Entregó su alma al diablo a cambio de que éste le regresara cada minuto para poder hacer algo positivo con su existencia.


Cada día que pasaba, el hombre alcanzaba un éxito. Su felicidad era tan grande, que ignoraba las señales que su cuerpo le daba. Comenzó con un dolorcito estomacal que a diario aumentaba, hasta que los dolores se hicieron insoportables. Los doctores no le encontraban nada; le decían que todo estaba bien.


Una noche, desesperado, habló con Dios. Le dijo estar agradecido por los grandes éxitos que últimamente había conseguido y le suplicó que le quitara esos terribles dolores que lo estaban martirizando. Mientras oraba, las lágrimas bañaban su rostro. Entonces una voz  grave se escuhó en la oscuridad:

     -Es a mí a quien debes agradecer tus éxitos. Recuerda que viniste a mí y tu alma me entregaste. El precio por tus logros es éste. Sufrirás en vida una milésima parte de lo que sufrirás eternamente allá, donde fuiste a buscarme.


Así como apareció, el demonio se esfumó, dejando al hombre aterrado por lo que le esperaba por toda la eternidad.


 


 


sábado, 6 de noviembre de 2021

JUSTO ASESINATO

 

 


 

          Nació dentro de una familia adinerada. Nunca sufrió hambre y siempre tuvo todo lo que deseó. Creció con la idea de que los trabajadores de las tierras de su familia debían estarles eternamente agradecidos por darles trabajo a cambio de comida y una pequeña choza de adobe. Aseguraba que esa gente no necesitaba nada más pues además, su esposa, siendo una fiel cristiana muy obediente de las leyes de Dios, les regalaba la ropa que ella y su familia desechaban.

Cansados de vivir en la miseria, los trabajadores se reunieron y acordaron exigirle a su patrón un sueldo  que les permitiera vivir dignamente y un pedazo pequeño de tierra, en donde pudieran construir sus casas y sembrar. Sabían que el hombre contaba con innumerables hectáreas de tierras y muchas las tenía abandonadas. Teniendo todo lo que tenía, no perdía nada con donar un poco de ellas a sus empleados.

Cuando hablaron con él, el hombre soltó una carcajada diciéndoles que no eran nadie para exigirle nada. Les dijo que si se atrevían a volver con sus exigencias estúpidas los mandaría atar a un árbol para azotarlos.

     -No somos esclavos. Esos tiempos ya pasaron. -Dijo uno de los trabajadores.

     -No lo son, pero aún así, no les daré nada. Agradezcan que tienen comida, techo y ropa.

     -Es una injusticia que no nos de un sueldo después de todo lo que hacemos por usted. Y si no acepta lo que le estamos pidiendo, iremos a acusarlo al palacio municipal.

El patrón, lleno de rabia, golpeó con su fuete la cara del hombre que dijo esto último, haciéndolo trastabillar y luego caer al suelo. El hijo del hombre castigado, quien apenas era un chiquillo, se le echó encima, pateándolo, cosa que el desalmado patrón no toleró y golpeó varias veces al chiquillo, también con el fuete. El odio brillaba en sus ojos y a pesar de que la gente le gritaba que se detuviera, continuaba con el castigo, disfrutándolo al máximo, hasta que el pequeño murió.

La gente regresó a las chozas con el cadáver del niño. Después de velar y enterrar a la criatura se armaron con palos y regresaron a la hacienda. En cuanto vieron al hombre, fueron hasta él y furiosos lo golpearon. El terrateniente murió apaleado gracias a su egoísmo e injusta conducta.

 


viernes, 5 de noviembre de 2021

RAHUI - UNA HISTORIA ASOMBROSA

 


Desconfiado, Rahui bajó de la sierra y se internó en la gran selva de asfalto. Descalzo, caminaba a toda prisa, mirando hacia todos lados, prestando mayor atención a los altos edificios. La gente se divertía mirándolo pues, además de no llevar zapatos, iba vestido con un calzón de manta y una camisa roja muy llamativa. Casi nunca bajaba a la ciudad; solo lo hacía en casos de extrema necesidad y hoy se trataba de un día de gran preocupación para él.


Muy temprano, al salir de la cueva en donde vivía con su esposa e hijos, se dirigió al campo a trabajar, junto con su enorme e inseparable águila que sobrevolaba por donde él iba caminando. Ya llevaba Rahui trabajando algunas horas, cuando se escucharon unos disparos, asustando a todos los que allí se encontraban. Aparecieron unos cazadores disculpándose y cuando se alejaron, Rahui se percató de que su águila no estaba. Uno de sus compañeros le dijo que la vio volando hacia el norte después de los disparos. Y así fue como se decidió a llegar a la ciudad.


Acostumbrado al ritmo de vida de su tribu, donde todo era muy tranquilo y con sonidos propios de la naturaleza, empezó a sentir desesperación ante la vorágine de tal lugar, aunado a que no encontraba a su mascota. Con la vista puesta en los edificios, pensando que ahí la podría encontrar, no vio el coche que se aproximaba, siendo atropellado fatalmente. Nadie le prestó ayuda, pues era habitual que la gran mayoría de las personas que vivían en el ambiente urbano, solo se preocupaban por sus asuntos.

2


El cuerpo de Rahui llevaba un par de horas sin que apareciera ninguna autoridad a levantarlo y la gente que pasaba caminando por ahí, se limitaba a lanzar una mirada fría. Una chica venía caminando tranquilamente con su dálmata y éste, al mirar aquel cuerpo sobre el suelo quiso correr hasta él. Su dueña, lo detuvo fuertemente con la correa, pero el perro brincaba, ladraba y hacía todo lo posible por llegar hasta el cadáver. Finalmente, ella cedió y lo soltó, mirando cómo el animal llegaba hasta él, oliéndolo y ladrando.

Cuando ella le dio alcance, se puso de rodillas y examinó al desafortunado hombre, comprobando que estaba muerto. Se puso de pie, observando la forma en que su perro trataba de reanimar al hombre. Lo acarició con mucho cariño y le dijo algo al oído, a lo cual, el can le respondió con un ladrido. La chica se marchó de allí y en unos  minutos regresó en su coche. Se bajó, abrió una de las portezuelas de los pasajeros traseros y se acercó al cadáver. Miró fijamente a su perro y entre los dos comenzaron a jalarlo hasta lograr subirlo al auto. Nadie se detuvo a mirar la escena, mucho menos a ayudar. Y era hora que ni ambulancias ni patrullas aparecían.

Una vez que llegaron a casa, la chica volvió a fijar la mirada en el can y éste la ayudó a bajarlo del coche y meterlo al sótano. Era claro que entre los dos habían desarrollado alguna forma de comunicación para entenderse fácilmente. Luego, ella y su mascota volvieron al salón en donde el animal se tumbó sobre un tapete y ella fue a servirse una copa de vino, mientras sonreía mirando al perro que movía suavemente la cola.

3


El sótano estaba acondicionado como un laboratorio. La chica, quien se llamaba Hilda Viveros, había estudiado para ser médico cirujano, dejando la carrera un año antes de terminarla. Hoy se dedicaba a gastar la fortuna millonaria que su abuelo le heredara al morir y a hacer experimentos con todo tipo de seres vivos.

Hilda comenzó a mover la palanca que estaba pegada a la mesa de aluminio, haciendo con esto, que las patas se plegaran y la superficie casi tocara el suelo. Luego la llevó hasta donde Rahui estaba, logrando subirlo en ella con gran facilidad. Nuevamente movió la palanca y la mesa volvió a su altura regular. Desvistió por completo a Rahui y luego se dedicó a hacer unas mezclas de líquidos. Cuando estuvieron listas, se las inyectó a Rahui en diferentes partes del cuerpo. Mientras esto hacía su efecto, Hilda subió a la cocina y se puso a cortar en rebanadas dos sandías que había comprado el día anterior. Luego de comer una rebanada, volvió al sótano a revisar sus experimentos. La mayor parte de la piel de Rahui comenzaba a ponerse dura como una roca, mientras su pelo caía al suelo. Hilda lo recogió y lo puso en un recipiente hexagonal de aluminio.

La chica fue a la nevera y cogió unos parches, los cuales pegó en partes estratégicas del cuerpo de Rahui. Cuando con eso acabó, lo miró sonriendo satisfecha y salió de ahí para irse a descansar.

4


En la madrugada, Rahui despertó con mucho frío. Intentó moverse sin lograrlo. Sentía el cuerpo tan pesado que ni siquiera pudo abrir los ojos. Varias veces trató de moverse y al no conseguirlo, optó por gritar. El dálmata lo escuchó y bajó al sótano donde se encontraba. El joven indígena escuchaba los ladridos pero no lo veía y temiendo que quisiera atacarlo, volvió a gritar por ayuda. Entonces el animal se alejó y el hombre se tranquilizó un poco, pero seguía preocupado por no poder moverse. Entonces volvió a escuchar los ladridos y la voz de una mujer.


Cuando Hilda llegó hasta Rahui y lo escuchó hablar, se llevó un gran susto. ¿Cómo era posible que estuviera vivo? Si ella misma lo había revisado en la ciudad y estaba muerto. O al menos eso parecía.


     -¿Me escuchas? -Preguntó.


     -Sí -respondió. ¿Quién eres? ¿Por qué no puedo moverme?


Hilda se dejó caer en una silla. No entendía cómo pudo darlo por muerto. Rápidamente fue a la nevera y sacó de ella otras botellitas, introduciendo su líquido en unas jeringas.


     -Voy a ayudarte - le dijo A Rahui mientras le aplicaba los medicamentos.


Mientras esperaba el tiempo necesario para que las medicinas hicieran efecto, tomó una percha de plástico que tenía en uno de los gabinetes y empezó a frotar el cuerpo del indígena. Primero lo hizo suavemente, luego, al notar que él aún no sentía nada, lo hizo con fuerza. Descansaba 10 minutos y frotaba 5. Mientras lo hacía, Rahui hablaba en su lengua natal, que por la monotonía en que lo hacía, parecía algún tipo de rezo. Ella continuó con los masajes y el perro fue a sentarse justo al lado de la mesa donde Rahui yacía.


Muy lentamente, Rahui empezó a moverse y fue capaz de sentarse y extender los brazos para coger el vaso de agua que Hilda le ofreció. Fue ahí cuando el joven se percató de que estaba desnudo.


     -¿Dónde está mi ropa? -Preguntó nervioso.


Hilda se la regresó mirándolo a los ojos, para que él se aseguraba de que ella no lo veía. Entonces él le hizo una seña con la mano indicándole que se diera la vuelta. Cuando ya estuvo vestido fue hasta el perro y lo acarició sin que éste se molestara. La mujer se acercó diciéndole que debía pasar la noche allí, pues aún no se recuperaba del todo. Rahui, no respondió nada, pues estaba absorto mirando las largas pestañas de Hilda.


5


El sol iluminaba las montañas y éstas daban sombra a los valles. Norí, la mujer de Rahui trabajaba en los cultivos, para poder llevar comida a sus hijos. Hacía dos semanas que no sabía nada de su marido, excepto que se había ido a buscar a su águila. Muchas veces pensó en bajar a la ciudad a buscarlo, pero se desanimaba con la idea de que si algo le pasaba, sus cuatro hijos quedarían abandonados a su suerte. Así que decidió esperarlo allí, hasta que él volviera.


La vida era muy dura en la montaña y a pesar de estar muy cansada por la doble carga de trabajo y la preocupación, en las noches no podía dormir. El aire frío se colaba a la cueva donde vivía con sus hijos y se le dificultaba mucho mantenerla caliente, tal como Rahui lo hacía. Uno de los campesinos le dijo mientras trabajaban, que se olvidara de Rahui, porque seguramente no iba a volver. Le ofreció juntarse con él mas ella lo rechazó firmemente.


     -Rahui va a volver - dijo ella esperanzada.


Un día, sus hijos dejaron de preguntar por su padre. Habían pasado varios meses y se acostumbraron a no verlo más. Ella, por su parte, lloraba todas las noches angustiada y por las mañanas, antes de ir a trabajar a los cultivos, siendo una buena corredora, salía a hacer ejercicio. Una de esas mañanas, mientras descansaba sobre una roca, una paloma llegó hasta ella. Caminó de un lado a otro, mirándola a la cara y gorjeando. Norí quiso acariciarla, pero el ave se alejó de ella, regresando inmediatamente y gorjeando sin dejar de mirarla.


     -¿Acaso quieres decirme algo, pequeñita? -preguntó a la paloma.


El animalito dio unos pasos y luego volteó a mirarla. Norí se levantó y la siguió pero cuando la paloma comenzó a volar, la mujer regresó a casa, para irse a trabajar.


   6


El coche de lujo se deslizaba rápidamente por la carretera. Hilda, al volante, reía mientas conversaba animadamente con un Rahui completamente distinto al que una vez llegó de la sierra. El indígena había cambiado los calzones de manta por unos modernos pantalones vaqueros y usaba camisetas a la moda al igual que los zapatos. Llevaba un corte de pelo que lo hacía verse muy varonil. Sin embargo, su mirada lucía triste. Muchas veces, Hilda lo sorprendió mirando las montañas en silencio. No importaba la ciudad en la que se encontraran, si había montañas, Rahui las miraba absorto por largo rato.


A petición de Rahui, la chica se estacionó en un mirador al lado del camino. Se bajaron del coche y él tomó la correa del dálmata para caminar un rato. De pronto el animal empezó a ladrar mucho cuando vio a un águila volando cerca de una montaña. El joven lo sujetó con todas sus fuerzas y el perro siguió ladrando desesperadamente. Rahui miró con atención al águila y de sus ojos negros cayeron lágrimas.


    -Es mejor que sigamos nuestro camino - dijo Hilda con cierto nerviosismo.


Retomaron su viaje en silencio, mientras el dálmata seguía ladrando,  mirando por la ventana trasera.


     -¿Por qué me gustan tanto las montañas? Y sobre todo, ¿por qué siento una sensación de nostalgia cuando las miro? -Preguntó Rahui después de largo rato. -Tal vez algo me sucedió en una montaña antes del accidente -dijo mirándola a los ojos.


   -Mientras no recuperes la memoria, no lo sabemos -contestó Hilda.


   -¿Y por qué lloro cuando veo un águila?
 
Hilda guardó silencio. Antes lo había engañado diciéndole que perdió la memoria en un accidente y que llevaban varios años de novios y estaban a punto de vivir juntos cuando sufrió el accidente.


Durante el camino Hilda trató de conversar, pero Rahuí no hablaba nada. Cuando llegaron a casa, fueron directo a la cocina.


     -No entiendo cómo siendo doctora, no puedas ayudarme -dijo por fin, mientras sacaba dos peras del refrigerador.


     -Nunca he ejercido -replicó ella, antes de morder una de las frutas. -Solo hago experimentos.


     -¡Hazlos conmigo! Necesito recordar mi pasado sin que tú me lo digas.


    7


En una fiesta, conocieron a un traficante de animales exóticos. Inmediatamente, Hilda mostró interés por lo que el hombre conversaba sobre sus adquisiciones. Rahui dejó muy clara su postura en cuanto al tema se trataba. Dijo ser enemigo de tener a los animales en cautiverio alegando que siendo libres era la mejor forma de vivir para ellos. Pese a eso, Hilda hizo trato con el comerciante, acordando la compra-venta de un viejo leopardo.


     -No entiendo para qué quieres un animal de ese tipo y además viejo -dijo el muchacho mientras iban de regreso a casa.


     -Para mis investigaciones -respondió sonriendo.


     -No entiendo tu obsesión con querer cambiar a los animales -alegó él, mirando el paisaje.


     -No se trata de eso -dijo con tono suave. Quiero poder llegar a darle otras capacidades a los animales. ¿Te imaginas un elefante volando valiéndose de sus orejas? ¿O un leopardo caminando como una persona, pero muchísimo más rápido? ¿Qué tal un perro cuidando la casa con la vista de un águila?


     -No. No me lo imagino. Eso es lo más absurdo que he escuchado.


     -Bueno, ¿qué te parecería la clonación de animales?


     -¿Qué utilidad tendría eso? -preguntó volviéndo la mirada hacia ella.


     -Conseguir la perfección para para luego hacerlo con humanos.


     -¿Estás loca? ¡Sí, sí lo estás!


Siguieron en silencio hasta llegar a su destino.


Por la noche, mientras estaban acostados antes de dormir, Rahui miraba en la televisión un programa que trataba de cómo construir un velero e Hilda fingía leer una revista, pero lo que verdaderamente hacía, era pensar. Soñaba con la idea de clonar humanos para tenerlos como donadores de órganos gratuitos. Mientras llegara el momento de la donación estarían encerrados en una granja, sin la capacidad de pensar, donde trabajarían como robots gratis, hasta el día que ya no pudieran seguir por haber donado todos sus órganos. Esta idea no la compartía con nadie, para evitar que se la robaran o la tildaran de loca. Mucho menos se la comentaba a Rahui, porque no la entendería. A veces se arrepentía de haber revertido su experimento con él, aquella noche en que descubrió que estaba vivo. Nunca pensó que se enamoraría de un indígena con el que no tenía nada en común.


   8


Una mañana, Rahui notó que el dálmata estaba muy inquieto dentro de la casa. Ladraba corriendo de un lado hacia otro y lanzaba brincos hacía arriba, como buscando algo en el aire. Decidió sacarlo a dar una caminata; a ambos les caería bien algo de ejercicio al aire libre. Fueron hasta la laguna y Rahui comenzó a trotar sin soltar la correa del dálmata. De pronto, el perro comenzó a inquietarse. Sin dejar de ver a la lejanía empezó a ladrar y a tratar de soltarse. El muchacho lo dejó ir y el animal corrió con fuerzas pero de repente, mientras corría, saltaba como impulsándose. Lo hizo varias veces. Rahui iba corriendo detrás de él. Cuando por fin lo alcanzó, el perro estaba despedazando a unas gaviotas. Pero no lo hacía a mordidas. No. Lo hacía golpeándolas con el hocico. Cuando hubo acabado de matarlas, se las comió tranquilamente. Cuando regresaron a casa, Rahui le comentó lo sucedido a Hilda, quien sonreía emocionada ante el relato y luego bajo al sótano a escribir unas notas. El chico bajó también y le preguntó qué hacía.


     -Hago anotaciones en cuanto al comportamiento del perro.


     -¿Estás experimentando con él? -Preguntó azorado.


     -Así es -contestó mientras seguía escribiendo.


El amanecer sorprendió a Rahui sin dormir, mirando al techo pensativo. Reflexionaba sobre su vida junto a Hilda. No se sentía feliz, le parecía que algo le faltaba y reconocía que la mayoría del tiempo sentía antipatía por ella. La ansiedad lo invadía cuando se esforzaba por recordar algo del pasado. Por más esfuerzos que hacía, no lograba recordar absolutamente nada. Hilda le dijo que no tenía padres ni ningún otro familiar. Salió al balcón a admirar la mañana. Las plantas y el césped estaban bañados de rocío y mientras escuchaba los primeros cantos de las aves, siguió pensando.


     «¿Cómo puede ser que no conozca a nadie?» Se preguntó meneando la cabeza. «Por mucho que trabajara en el extranjero, a alguien debo de conocer. Algún amigo debo de haber tenido aquí.


Mientras desayunaban , le dijo a la chica que quería que lo llevara a visitar a alguno de sus amigos.


     -No tienes amigos -respondió ella.


     -Todo el mundo tiene un amigo -respondió molesto.


     -Tú no. Cuando llegabas de tus viajes me venías a ver y pasábamos juntos todo el tiempo sin hacer visitas sociales.


     -¿Cómo es que tú sí los tienes? Es ilógico lo que me dices.


     -Porque tú siempre has sido muy introvertido, completamente lo contrario a mí.


Rahui se levantó empujando la silla de mal modo, quedando Hilda muy pensativa.


     «Maldito indio. Está empezando a dar problemas».


   9


Norí, como cada mañana, corría por los campos de la montaña. Su cuerpo moreno brillaba por el sudor. Como lo hacía cada día al terminar su carrera, se sentaba en unas rocas que estaban cerca de su cueva. Mientras descansaba, se le acercó la paloma que veía todos los días. La muchacha estaba segura de que el ave quería decirle algo, pero no lograba descubrir qué era. Mientras trataba de cogerla entre sus manos, se detuvo una camioneta cerca de ella.


     -Buenos días -le dIjo una mujer, bajándose del vehículo. -Trabajo para la revista “Conociendo Nuestro País” y estoy haciendo un reportaje sobre esta tribu. ¿Podría hacerte unas preguntas?


Norí asintió con la cabeza. Le dijo cómo y dónde vivía, le habló sobre su trabajo en el campo, que le gustaba mucho correr, que su esposo estaba perdido desde hacía casi un año y ella estaba sola con sus hijos. Entonces llegó una fotógrafa de la revista y le pidieron permiso para fotografiarla para ponerla en la portada de dicha revista. Norí, un poco apenada aceptó y se hicieron las fotos. Entonces llegó un chico en motocicleta diciéndoles a las reporteras que él ya tenía información suficiente. Ella le dijeron lo mismo y se despidieron de Norí, dándole algo de dinero por su contribución a la revista.


Cuando la muchacha se dispuso a regresar a la cueva, escuchó el gorgojeo de la paloma. La miró en una orilla de un barranco mirándola fijamente y luego se lanzó a volar.


     «¿Será que de verdad quiere decirme algo?» Pensó mirándola hasta perderla de vista.


A los pocos días, Hilda llegó a casa con el periódico y varias revistas. Rahui hurgó entre ellas, descubriendo “Conociendo Nuestro País”, y mirando en la portada a una mujer que llamó poderosamente su atención. Le resultaba imposible dejar de mirarla.


     -¿La conocemos? -Preguntó a Hilda, mostrándole la foto.


     -No -dijo ella. -No es famosa, nunca la había visto.


     -¿Entonces hemos estado en este lugar alguna vez? - Insistió agitado.


     -Nunca -respondió nerviosa. -Se trata de una habitante de una tibu a la que están preguntando sobre sus costumbres.


     -Estoy seguro de que la conozco -dijo con voz apenas audible.


  10


 
Rahui despertó a media noche con mucha sed. Se levantó de la cama y vio que Hilda no estaba durmiendo. Fue a la cocina a beber agua y luego fue al sótano para asegurarse de que su mujer estaba allá. No hizo ruido al bajar porque iba descalzo. Al entrar al lugar vio al dálmata tendido en una cama de metal y con varias sondas conectadas, por las cuales entraban algunos líquidos a su cuerpo. Luego vio a la mujer conectando otras sondas al leopardo que acababa de comprar y que al parecer, estaba anesteciado. Tomó el cuaderno de notas que estaba en la mesa donde estaba el perro. Mientras iba leyendo, su cara mostraba incredulidad y asombro.


“2019.


29 de marzo.


Se le ha aplicado una mínima cantidad de anestecia
para mantenerlo tranquilo mientras se le induce una porción
de ADN del águila real encontrado en la calle.


30 de marzo.


Sin novedades.


31 de marzo.


El perro se ha impulsado varias veces,
mostrando con ello que quiere volar.


2 de abril.


Se le ha aplicado anestecia general y se le ha removido
el ojo derecho para transplantarle el ojo derecho del águila real.


3 de abril.


La vista del ojo derecho es mucho mejor que antes del transplante.


9 de abril.


Se le ha hecho el mismo procedimiento con el ojo izquierdo.


10 de abril.


Se ha logrado el mismo resultado que con el ojo derecho.


3 de mayo.


Se le ha aplicado una nueva dosis del ADN del águila real.


30 de mayo.


Tiene la visión de un águila.”


Incapaz de seguir leyendo aquello, enfrentó a la mujer.


     -¿Has matado a un águila para convertir al perro en uno?


Hilda dio un salto, asustada por la voz de su novio.


     -Sabes que experimento con animales -respondió sin dejar de trabajar con el leopardo.


     -¡Estás enferma! ¿Cómo te atreves a hacerle estas monstruosidades a los animales? -Gritó furioso. -Creo que esto es ilegal.


     -Ocúpate de tus asuntos -respondió sin prestarle mucha atención.


     -Ahora mismo veremos si están permitidas tus prácticas -dijo mientras cogía el teléfono.


     -¡Espera! Hablemos con calma -dijo ella mientras se levantaba.


Rahui suspendió la llamada e Hilda se acercó a él ejecutando una coqueta pirueta. Lo abrazó y le inyectó un sedante en el cuello, con el cual el muchacho cayó rápidamente dormido. Casi amanecía cuando despertó encadenado al barandal de las escaleras y con un pañuelo atado a la boca. Vio al leopardo en su jaula y el dálmata no estaba. Sobre las mesas no había señales de que alguien hubiera trabajado ahí durante la noche, solo había un florero con tulipanes.


   11


     -Buenos días -Rahui escuchó a Hilda mientras bajaba las escaleras con el perro.


La miró que se fue directo a las mesas a trabajar con sus experimentos y luego iba a los cuadernos a escribir notas y después volvía a lo suyo, sin ponerle atención. Él, desesperado, trató de soltarse de las cadenas sin lograrlo y de repente el dálmata puso las patas delanteras sobre su hombro. Como un flashazo, le vino la imagen de un águila sobre su hombro mientras caminaba por un camino de tierra, pero así como le vino la idea, desapareció. Comenzó a hacer ruidos hasta lograr que la mujer le quitará el pañuelo de la boca.


     -Dime quién soy en verdad.


     -Eres la primera muestra para mi gran experimento... El de clonar seres humanos.


     -¿Pero qué dices? -Preguntó completamente descontrolado.


     -A ver, vamos recopilando alguna información -dijo Hilda. -¿Tienes alguna adicción?


     -¡Loca! ¡Te has vuelto loca! -gritó tratando de soltarse.


     -No pasa nada si no contestas a las preguntas -dijo ella volviendo a las mesas de trabajo.


     -¡Dime por favor quién soy! -Insistió. -¿Por qué me haces esto?


Hilda se acercó a él en silencio, con las manos en la espalda, se puso en cuclillas y, mirándolo fijamente, le volvió a inyectar algo en el cuello. Rahui rápido cayó dormido. Entonces con ayuda del dálmata lo arrastró hasta el coche y lo subió. Después de unos minutos, mientras conducía, hablaba con alguien por teléfono.


     -Voy en camino para la granja con otro donador. Allá nos vemos.


Al llegar, un hombre en una camioneta los estaba esperando. Cuando Rahui despertó, se encontraba en una jaula grande.


     -¡Sáquenme de aquí! -Gritó con todas sus fuerzas.


Hilda y el hombre entraron.


     -¿Por qué me tienen enjaulado? ¿Qué van a hacer conmigo? -Preguntó preocupado.


     -Ya te lo dije antes -respondió Hilda. -Vas a ser el primer donador de ADN para la clonación de humanos.


     -Por favor, dime quién soy -volvió a insistir. -Nunca fuimos novios, ¿verdad?


     -Te encontré en uno de mis viajes por África. Te traje con engaños.


Y sin más, salió de allí, dejándolo solo con el hombre.


  12



Varios días pasaron, durante los cuales Rahui permaneció enjaulado. Ahí comía, dormía y defecaba, al igual que lo haría cualquier animal. Todos los días llegaba un hombre vestido con una bata blanca y lo dormía. Cuando el chico despertaba, sabía que le había sacado sangre por las marcas que veía en las venas de sus brazos. Después de mucho pensar, decidió que lo mejor era mostrarse pacífico para ganar tiempo y analizar el lugar donde se encontraba, para buscar la forma de escapar.


No se equivocó al tomar esa decisión. Pronto, el hombre encargado de él, lo sacó de la jaula y no lo encadenó. Seguía encerrado en la bodega, pero al menos podía caminar y contaba con un cuarto de baño y dos tomas de agua: una en dicho baño y otra cerca de la jaula donde estuvo cautivo. Había varias ventanas por donde la luz entraba, pero estaban muy arriba.


Rahui empezó a calcular el tiempo que se tardaba el encargado en volver entre una y otra vez que le llevaba alimentos y trataba de adivinar la hora en que el hombre de bata iba. También agudizó el oído para identificar los ruidos externos y saber si alguien llegaba, se iba, o si alguien entraría o solo pasaba de largo. Con esto, se dio cuenta de que había más personas en el lugar y que además del ruido del coche del hombre de bata, llegaban más de tres autos diferentes. También supo que había varios perros.


Pronto se ganó la confianza de los dos hombres con los que convivía, aunque no hablaban con él. Mientras éstos estaban dentro, ya no cerraban el portón con candado; incluso lo dejaban abierto mientras trabajaban y Rahui caminaba alrededor, sin hacer intentos ni siquiera de asomarse para mirar afuera.


Cuando sintió que tenía los tiempos bien calculados, acercó dos mesas cerca de una ventana, poniendo una sobre la otra; luego puso sobre ellas varias tablas que encontró y una silla. Se subió y aún así, tuvo que dar un salto para poder alcanzar el alféizar y, apoyando los pies en la pared, se impulsó para subir y poder mirar por la ventana. Se encontraban en medio del campo, como lo suponía y había varios guardias armados. Entonces miró un rifle recargado en una pared que estaba enfrente de donde se encontraba. Rápidamente y con mucho cuidado, tratado de no hacer ruido bajó y regresó todo a su lugar.


Al día siguiente, después de que el hombre de bata le sacara sangre, se concentró en hacer sus análisis, aprovechando esto Rahui, para salir cuidadosamente y tomar el rifle que viera la tarde anterior. Regresó con él y lo escondió en el baño. Cuando estuvo a solas lo revisó, decepcionándose al descubrir que no tenía ni una sola munición. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para no gritar por la decepción. Luego se tranquilizó pensando que debía permanecer calmado para lograr huir y no convertirse en una más de sus mascotas.


   13


En la sierra todo seguía igual. Norí y sus hijos estaban comiendo verduras cuando la paloma que últimamente la buscaba, se metió a la cueva.


     -No se muevan dijo el muchachito mayor.


     -¿Por qué? ¿Qué sucede? -Preguntó Norí.


     -Ha entrado una paloma y voy a matarla para hacer un caldo con ella.


     -¡No, no la matarás! -dijo ella levántandose bruscamente y asustando así al ave, que salió de ahí en el acto.


     -¡Mami! -gritaron los cuatro niños. -Era una buena oportunidad para comer carne.


     -Mañana conseguiré alguna gallina y se las voy a cocinar. Pero por favor, dijo suplicante -No quiero que maten a la paloma que siempre anda por aquí. Estoy segura de que quiere decirme algo de su padre.


Al día siguiente los niños disfrutaban felices el caldo de gallina. No conocían mucha comida. Lo único que comían eran verduras y a veces guisados de gallina, cuando su mamá se encontraba alguna y la cazaba. No conocían el jamón ni el salamín.


Cuando a la tarde le quedaban unas dos horas de luz, Norí fue por la ropa que había lavado y que había puesto a secar sobre los grandes girasoles de hermosos pétalos de brillante color amarillo y al regresar se topó con la paloma. Ésta gorgojeaba con insistencia, queriendo llamar su atención.


     -¿Qué es lo que quieres decirme? -Preguntó.


El animalito la miraba fijamente sin dejar de gorgojear.


     -Bien. Te prometo que mañana iré a donde querías llevarme la vez pasada -dijo suspirando.


La paloma echó a volar y en el cielo se perdió.


   14


Antes del amanecer, Norí salió de la cueva y vio que la paloma la estaba esperando sobre la rama de un árbol. Ésta, en cuanto la vio salir, echó a volar y Norí corrió detrás de ella. La paloma se detenía en ocasiones para esperarla, pero eran muy pocas las veces ya que Norí era una estupenda corredora. Pronto se vieron en el camino que llevaba a la ciudad.


     -¿A dónde me llevas, pequeña? -preguntó a la paloma mientras continuaban su camino.


Antes de llegar a la ciudad, la paloma se desvió y tomó un camino de terracería, hasta que finalmente se detuvieron cerca de la finca en donde se encontraba Rahui. La muchacha miró atentamente a la paloma, tratando de entender por qué la había llevado hasta ese lugar. El ave gorgojeaba y aleteaba mirándola a ella y luego a la finca.

Desde donde estaba alcanzaba a ver el movimiento externo. Había varios hombres armados cuidando todo el perímetro de la finca. Norí avanzó un poco por el camino y vio a varios hombres trabajando, que al parecer estaban cosechando verduras, custodiados por más hombres. Uno de ellos fumaba un habano.

     -¿Rahui está aquí, pequeña? -Preguntó a la paloma.

El ave gorgojeó con fuerza y fue volando hacia la finca. Norí no se movió del lugar.

     «Si hay muchos hombres armados, es que algo no está bien aquí» pensó.

Estuvo observando detenidamente, esperando a ver si lograba ver a Rahui, aunque desde donde estaba, no creía lograrlo. Debería acercarse un poco más, pero debía hacerlo cuidadosamente. Entonces vio que una camioneta se acercaba a toda prisa levantando una nube de polvo a su paso. Al acercarse, disminuyó la velocidad, hasta detenerse frente a ella. La ventanilla bajó dejando ver a una mujer muy guapa.

     -¿Quién eres y qué haces aquí? -preguntó la mujer, quien era Hilda.

     -Me llamó Norí y me detuve a descansar. Estoy haciendo ejercicio desde el amanecer.

     -¿Qué tipo de ejercicio?

     -Estaba corriendo. Lo hago todos los días.

En eso estaban cuando regresó la paloma y se detuvo en el césped. Hilda perdió interés en Norí y sin dejar de mirar al animalito, abrió la guantera y buscó algo. Entonces se bajó de la camioneta con una jeringa y tratando de no hacer movimientos bruscos, se acercó y cogió al ave entre sus manos, inyectándole algo hábilmente. Cuando éste dejó de moverse, Norí se puso furiosa.

     -¡La mató! ¿Por qué lo ha hecho?

     -No la he matado. Solo la dormí.

     -¿Por qué lo hizo? -Insistió Norí.

     -No es de tu incumbencia.

Pronto levantaron la voz y se empezaron a gritar. Norí le dijo que la paloma era de ella e Hilda le dijo que por haberla encontrado en su propiedad, era a ella a quien le pertenecía. Las dos estaban alegando tan fuerte y de manera tan brava que parecían dos leonas enfrentadas.

     -Lo mejor es que te alejes o llamaré a la policía -dijo Hilda.

Norí se alejó en silencio y muy molesta por lo que le hizo a la paloma. Se prometió a sí misma regresar para investigar si Rahui estaba ahí.

   15


Una mañana en que el hombre de bata trabajaba con las muestras nuevas de ADN y sangre de Rahui, éste caminaba alrededor del lugar y entonces salió de ahí caminando despacio, como si no supiera lo que estaba haciendo. Escuchó algunas voces y las siguió hasta llegar a ellas. Entonces vió a varios hombres trabajando, recogiendo la cosecha de cebolla y a varios guardias armados. Se quedó paralizado al ver la escena, pues parecía que los hombres trabajaban monótonamente, como si fueran robots. De pronto escuchó la voz del hombre de la bata, quien había llegado corriendo, buscándolo, al darse cuenta de que no estaba en el cuarto.

     -¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó enojado.

     -Estoy cansado de estar encerrado sin hacer nada -respondió Rahui. -Quería ver algo diferente.

     -Regresemos antes de que Hilda se de cuenta -dijo el hombre.

Apenas dieron el primer paso, llegó un camión de redilas y de él bajaron más hombres. Todos caminaban en fila, muy ordenados y callados y se fueron directamente a otra sección del campo.

     -¿También son trabajadores? -Preguntó Rahui como si lo viera normal.

     -No hagas preguntas. ¡Vamos!

Cuando Rahui se quedó solo, armó la escalera con las mesas y silla y se asomó por otra ventana. Según sus cálculos, por ahí podría ver a los hombres que acababan de llegar. Cuando logró asomarse los vio. Éstos estaban empezando a levantar la cosecha de chile.

Mientras tanto, el hombre de la bata hablaba con Hilda.

     -Creo que tenemos un problema -le dijo a Hilda. Y le contó que Rahui se había salido y descubrió a los hombres trabajando en el campo y que también había visto el camión que llevó a los nuevos.

Hilda se molestó mucho y fueron al cuarto donde estaba Rahui, descubriéndolo mirando por la ventana.

    -¿Pero qué es esto? -Preguntó furiosa.

Rahui bajó rápidamente.

     -No me dejas otra opción más que empezar a trabajar contigo -dijo Hilda.

Tomó el teléfono de su bolso e hizo una llamada.

     -Ven con lo necesario. Vamos a iniciar a Rahui.

     -¿Qué van a hacer conmigo? -Preguntó nervioso cuando miró que entraron dos hombres vistiendo batas azules.

Entre los dos lo sujetaron mientras el hombre de la bata le inyectaba un sedante en el cuello. Cuando se tranquilizó lo acostaron sobre una mesa. Todavía no se dormía del todo. Podía escuchar lo que hablaban y podía ver todo, aunque en cámara lenta y un poco distorsionado. Le parecía como si estuviera viviendo un momento de fantasía, porque además todo le daba vueltas y los colores de las cosas volaban en el aire, como si fueran pintura líquida que alguien había tirado al aire.

     -Tendremos que empezar a adormecer parte de su cerebro; solo aquélla que le permite pensar. Hay que tener mucho cuidado con no tocar el cerebelo para evitar dañar sus funciones motoras y que pueda servir en el el trabajo del campo.

Esto fue lo último que escuchó pues el sedante había hecho su efecto, haciéndolo dormir.

   16

Un ruido insistente y molesto se escuchaba en el cuarto. Rahui hacía esfuerzos por despertar sin conseguirlo. El ruido empezó a escucharse más claro y por fin abrió los ojos. Todo lo miraba borroso. Despacio se enderezó y poco a poco logró visualizar al dálmata que se encontraba dando golpes con el hocico a una víbora, la cual ya estaba muerta.

     «Éste sí que es tonto» pensó. «Ni que tuviera pico para estar haciendo esto».

Sintió una rara sensación, como si hubiera recibido un golpecito en la cabeza y luego se le vino la imagen de un águila. Inconscientemente extendió un brazo, esperando que el águila se posara en él.

     -¿Qué me está pasando? -Dijo en voz alta mientras volvía a la realidad.

Quiso salir para ver qué novedades había y se encontró que nuevamente estaba encerrado con candado. Iba a comenzar a gritar pero el recuerdo de la noche anterior le volvió a la mente.

      -Dijeron que me harían algo en el cerebro para que deje de pensar -dijo en voz alta, llevándose las manos a la cabeza. -¡Me quieren idiotizar para mantenerme trabajando mansamente como a los otros! ¿Pero por qué sigo pensando? -Se preguntó cerrando los ojos. Con esos pensamientos estaba cuando oyó que alguien estaba abriendo el candado de la puerta.

Esta vez entró un hombre que no habÍa visto antes. Llevaba un bigote muy delgado y por los ojos rasgados, seguramente era de Japón o de cualquier país oriental. Dejó una charola con comida y se retiró cerrando por fuera con el candado.

     «Debo mantener la calma» pensó. «Esto debe ser la granja que Hilda mencionó el día de la discusión. La granja donde están clonando humanos».

Se acercó a una de las ventanas para asomarse pero se dio cuenta de que la silla y las mesas ya no estaban y no había nada más para poder subirse a ver.

     «¿Pero por qué los esclavos?» siguió pensando en el asunto. «¿Será que los explotan mientras donan sus órganos? ¡Esto es mucha maldad!».

Fue a sentarse en un rincón y el dálmata recargó sus patas delanteras sobre uno de sus hombros, igual que la vez anterior.

     -¡Yo tuve un águila! -dijo casi gritando. -¡Sí, tuve un águila que se me perdió!

   17


Un camión rojo llegó a la granja. De ella se bajó un matrimonio, ambos con sombrero y después de saludar a los guardias y conversar un rato con ellos, se dispusieron a trabajar. Bajaron varias jaulas de distintos tamaños con diferentes animales; desde ratones y víboras hasta perros y gatos. Lugo bajaron con mucho cuidado varios refrigeradores. Todo lo metieron en otro cuarto del edificio. Rahui escuchaba todo, pero no sabía qué estaba pasando exactamente.


     «¿Por qué tanto ruido de animales?» pensó. «Seguramente también están clonando animales. Lo que no entiendo es por qué no he dejado de pensar, si me hicieron algo en el cerebro para impedierme que lo hiciera» se preguntaba mientras caminaba de un lado a otro.


Llamó al dálmata, el que imediatamente fue hasta él y lo miró directamente a los ojos. Entonces se percató que éstos eran iguales a los de su águila. El globo ocular era amarillo con una pupila negra grande. Un escalofrío recorrió su espalda y el estómago se le sumió al recordar las notas que descubrió aquella madrugada en el sótano de la casa de Hilda.


     -No puede ser -dijo en voz alta, llevándose las manos a la cara, y mirando fijamente al dálmata.


En eso estaba cuando entraron Hilda y un hombre que llevaba un barril pequeño con tapa. Lo colocaron sobre una mesa, diciéndole que debía tomar el líquido que había dentro.


     -De ahora en adelante, no tomarás agua de la llave -le dijo el hombre. -Ya no saldrá más agua de las tomas que hay en este cuarto. Es muy importante que te tomes todo el líquido del barril durante el día. Todas las mañanas te traeré un barril lleno.


     -¡Vámonos! - Le dijo Hilda al perro, aplaudiendo. El animal volvió a poner las patas delanteras sobre el hombro de Rahui.


     -Las notas que leí aquella noche, se referían a este dálmata, ¿cierto? -Preguntó Rahui calmadamente.


     -¡Sí, hombre! -Respondió molesta.


     -Mataste a mi águila para experimentar con el perro, transplantándole algunos de sus órganos.


     -¿Tú águila? -Preguntó riendo.


     -He descubierto que es mi águila que estaba perdida.


     -¡Vámonos! -Se dirigió al dálmata.


El perro no obedeció otra vez. Entonces, Hilda cogió la cuerda y la colgó el collar y lo arrastró con fuerza, saliendo del cuarto y seguida por el hombre, que cerró la puerta con candado.


     -Diles a los doctores que necesitan hacer algo más agresivo con este indio -la escuchó decir detrás de la pared. -En lugar de ir olvidando, está recordando cosas y al parecer, el águila que me encontré y maté hace meses, era de él. ¡Maldita sea! -Alcanzó a escuchar mientras se alejaban.


18


Rahui despertó con los ladridos y maullidos de los animales que estaban en el cuarto vecino. Se acercó y pegó la oreja para oír mejor y descubrió un hoyo en la pared. Acercó uno de los ojos, pero solo veía a los animales. Unos enjaulados y otros no. También había un mapache. Luego pudo ver la silueta de alguien que se acercaba a los animales. Entonces vio a uno de los hombre de bata azul que iban dario a sacarle sangre para sus maquiavélicos experientos.


Se retiró de allí y comenzó a caminar alrdedor del cuarto.


     «¿En qué momento vine a caer en todo esto?» Se preguntaba una y otra vez.


Regresó a mirar por el hoyo y miró al hombre trabajar en una mesa con líquidos y algunos utensillios. Entonces le vino a la cabeza la imagen de una mujer morena, de figura atlética, preparando comida. Mientras miraba esa escena, las voces y risas de niños se escuchaban al fondo de la escena. De un salto se alejó del hoyo y se sentó en el suelo, cerrando los ojos, tapándose los oídos con las manos y moviéndose para atrás y para adelante. De repente, como una gran ola de lava hirviendo, cayó sobre él un río de recuerdos.


     «¡Tengo esposa y cuatro hijos! ¡Dios mío! Norí ha de estar muy preocupada por mí»


     -¡Hilda! ¡Hilda! ¿Qué me has hecho? -Gritó casi llorando. -¡Ven aquí, maldita!


19


Norí observaba la granja a prudente distancia. Estaba escondida detrás de un árbol mirando todos los movimientos. Miró que la cerca tenía un candado y cuando llegaban coches y camiones, un guardia armado los dejaba pasar después de inspeccionar el vehículo. También se percató de que todas las puertas de los cuartos que alcanzaba a ver, tenían un candado.


     Estaba muy preocupada porque no encontraba la forma de entrar para investigar si Rahui estaba ahí. Se fue acercando poco a poco y entonces se dio cuenta de que venía la misma camioneta de la vez anterior. Ésta disminuyó la velocidad y cuando estuvo cerca de Norí, se detuvo. La ventanilla trasera se abrió y miró a Hilda, la mujer con la que discutió aquella vez.


     -¿Otra vez por aquí? -dijo Hilda. ¿Qué es lo que buscas?


     -Quiero saber si necesitan a alguien para el aseo -Improvisó.


     -¿Necesitas trabajar?


     -Sí. Me hace mucha falta un trabajo. Soy muy ordenada y puedo hacer cualquier tipo de trabajo.


     -Sube. -Le dijo señalando la otra portezuela.


Cuando llegaron a las instalaciones, Hilda le dijo que se ocuparía de alimentar a los animales y de asear el lugar donde estaban.


     -Se que te gustan los animales. Me lo demostraste cuando dormí a la paloma aquel día.


     -¿La durmió? ¿No la mató?


     -Sí quieres trabajar aquí, hay tres reglas fundamentales. No encariñarte con ningún animal, no hacer preguntas y no hablar con nadie de lo que aquí sucede. De lo contrario, puedes meterte en problemas muy graves.


Norí asintió con la cabeza. Entonces la llevó a los cuartos donde estaban algunos de los animales y luego de darle explicaciones de su trabajo e indicaciones, se retiró dejándola sola. Comenzó a limpiar y a darles comida a los animales. Cuando iba de un cuarto a otro, observaba todo con discreción. Cuando vio a los hombres que trabajaban recogiendo la cebolla, se dio cuenta de que algo no estaba bien.


Cerca de finalizar la jornada del día, miró muchas partes de cobre apilado en la esquina de un cuarto. Cogió una buena cantidad y la metió en la bolsa de plástico que llevaba. Lo vendería en algún puesto del mercado y seguramente le darían un buen  dinero por eso.


20


Norí dejó su trabajo en la montaña para trabajar todos los días en la granja y le pidió a Hilda que la dejara dormir ahí, aunque fuera en un cuarto de los animales para no tener que viajar desde el pueblo todos los días, a lo cual ella accedió, dejándola dormir en un cuarto con cama, baño y agua. Los hijos de Norí quedaron al cuidado de su madre, a quienes iba a ver todos los fines de semana.


Hilda estaba muy contenta con ella pues era muy buena y rápida en sus labores y no hablaba con nadie. No se imaginaba que estaba al pendiente de todos los movimientos en la granja. Norí era muy inteligente y pronto descubrió la clase de experimentos que hacían con los animales. Todos actuaban de forma anormal. Había un borrego que ladraba con ronquera, pero ladraba. Y varias ratas que daban leche dieciocho horas al día. Y así como ellos, todos hacían cosas que no harían de forma natural.


También descubrió que los hombres que trabajaban en el campo no hablaban y todo lo hacían sin chistar y sin detenerse, como si fueran muñecos con pilas. Algo muy grave estaba sucediendo en ese lugar. Todos los días observaba sus caras, buscando encontrar a Rahui. Había decidido estar unas semanas y si se aseguraba de que ahí no estaba, se iría definitivamente. Mientras tanto ponía mucha atención y cada viernes se iba a la montaña con una gran cantidad de cobre para venderlo.


En cambio Rahui pasaba los días encerrado y cuando Hilda iba a verlo con el dálmata, el perro saltaba sobre él y se recargaba en su hombro, dejándole la seguridad de que era su águila.


     -Es tiempo de que te despidas del animal -dijo ella.


     -¿No lo traerás más?


En eso entraron dos hombres vestidos con bata azul y con unos maletines. De ellos sacaron medicinas, sondas, jeringas y más cosas.


     -¿Qué me van a hacer? -Preguntó asustado.


     -Pronto serás un portador de órganos para donación -contesto Hilda, sonriente.


     -¡Y me tendrán idiotizado trabajando como a los que están en el campo! -dijo tratando de alejarse de ellos.


     -Antes que nada, obtengan lo más que puedan de su ADN para su clonación y luego siguen con lo demás -les ordenó Hilda a los hombres.


     -¡No, no!¡No me toquen! -Gritó Rahui, que ya estaba en una esquina tratando de evitar que le hicieran daño. -¡Auxilio! No me hagan daño!


Desde el cuarto donde Norí tomaba un descanso, saboreando unos pepinos, escuchó los gritos. Salió y escuchó con claridad los gritos.


     «¿Rahui? ¡Sí, es él!» pensó.


Rápidamente se dirigió al lugar de donde provenían los gritos y entonces se topó con Hilda y el dálmata, que salían del cuarto.


     -¿A dónde vas? -Le preguntó mientras el perro daba vueltas alrededor de Norí.


     -Escuché a alguien pidiendo ayuda -dijo nerviosa.


     -No es nada -dijo Hilda sonriendo. -Recuerda que las preguntas están prohibidas, así que no te entrometas en nada que no sea tu trabajo. ¿Entendiste? -Le dijo con tono de advertencia.


     -Sí -dijo dándose la media vuelta y seguida por el dálmata.


     -¡Vámonos! -Llamó al perro que se mostraba muy a gusto y sin ganas de separarse de Norí.


Una vez a solas en su cuarto, Norí empezó a dar vueltas por toda la habitación. Habia escuchado la voz de Rahui y estaba en peligro. Tenía que encontrar la forma de descubrir en qué cuarto estaba y ayudarlo.


21


Por la noche, cuando todos dormían, Norí estaba parada en la puerta de su  cuarto, mirando hacia el campo. Quería ver cuántos guardias había cerca y cerciorarse de que no la vieran. Temblaba de miedo, pero estaba dispuesta a todo por ayudar a su esposo. De pronto escuchó un aleteo y miró a una paloma acercarse. ¡Era la paloma que la había llevado hasta ese lugar!


     -¿Qué te han hecho, pequeña? -dijo mientras la levantaba en sus manos y miraba las grandes orejas que tenía. -¿Acaso quieren convertirte en un conejo?


La paloma se removió en sus manos hasta liberarse de ellas, voló un poquito y luego, desde el suelo volteó a mirarla.

     -¿Sabes dónde está Rahui? -Preguntó al tiempo que la seguía.

La paloma la condujo por un pasillo lleno de herramientas y polvo. Tuvo que ir con mucho cuidado porque estuvo a punto de caer al tropezarse con unas botas viejas que estaban atravesadas. Entonces, el ave se detuvo en la puerta de un cuarto que, para su sorpresa, tenía el candado abierto.

     -Rahui... Rahui... -susurró. -¿Estás aquí, mi amor? -Preguntó en voz baja al escuchar ruidos en el suelo. -¿Estás aquí, Rahui?

     -¡Acá! -Se oyó la débil voz del muchacho. -Junto a la pared, debajo de la ventana.

Norí llegó hasta él y se abrazaron llorando. Estaban felices de verse.

     -¿Cómo has llegado hasta aquí? -Preguntó él.

     -Es una larga historia. Lo que debemos hacer, es irnos de aquí inmediatamente.

     -¡Espera! -Le pidió Rahui. -Estamos entre gente muy peligrosa. Tenemos que planear muy bien las cosas. ¿Cómo has podido entrar a la granja?

     -Aquí trabajo.

     -Bien. Cuando regreses a la montaña, antes de llegar allá, debes ir a la comisaría de la ciudad y decirle a la policía que me tienen secuestrado junto con más hombres. Debes decirles -dijo con la voz temblorosa -que están haciendo experimentos con humanos, anulando su capacidad de pensamiento y los mantienen como esclavos, y que además están clonando humanos. ¿Me entendiste?

     -Sí. He entendido todo. Pero faltan dos días para que salga de aquí y no quiero que te hagan daño -dijo Norí muy preocupada.

   -No te preocupes - dijo él. -Conmigo no han logrado mucho. Y ahora que se que tú puedes ayudarme a salir de aquí, fingiré que están consiguiendo lo que desean. Ahora vuelve a tu cuarto, mi amor -le pidió su esposo. -Debes descansar para estar alerta y que todo nos salga bien.

Con extremo cuidado, Norí salió de ahí con el corazón acelerado, dejando detrás de ella una estela de miedo, dudas, alegría, ansiedad, tristeza y muchos sentimientos encontrados.

22

Norí estaba muy nerviosa. Faltaban dos días para salir de ahí y poder ir a pedir ayuda a la policía. El tiempo se le haría muy largo. Mientras tanto tenía que trabajar como si nada para no despertar sospechas. Y por su parte, Rahui fingía que había dejado de pensar. Uno de los hombres de bata azul entró junto con Hilda para revisarlo. Le dijo que se subiera a una de las mesas y que se acostara, lo cual lo hizo sin chistar. Luego, con una lamparita revisó sus ojos. Rahui, hizo su mayor esfuerzo para parecer insensible. El hombre le dio varias órdenes, entre ellas brincar, caminar, sentarse en una esquina y todo lo hizo inmediatamente y sin protestar.

     -Todo ha salido a la perfección -dijo mirando a Hilda. -El muchacho está listo.

     -¡Por fin! -exclamó la mujer. -Mañana temprano lo llevan con los demás para que empiece a trabajar -ordenó Hilda.

Por la noche, Morí preparó un jugo orgánico para llevárselo a Rahuí. Cuidándose de no ser vista, caminaba cautelosa, pero en el camino se encontró con la dueña del lugar.

     -¿Qué estás haciendo por aquí? Preguntó la mujer sumamente molesta.

     -Camino para hacer ejercicio -dijo nerviosa.

     -¿Y ese jugo?

     -En realidad venía a ofrecérselo a la persona que está trabajando en ese cuarto.

     -¿Eres estúpida? -Dijo Hilda levantando la voz. -¿No entiendes que no puedes tener contacto con nadie? ¡Me tienes harta!

La mujer la tomó de un brazo y la encerró en un cuarto cercano a donde Rahui estaba. Ya afuera, hizo una llamada.

    -Necesito que vengas con lo necesario para preparar a una nueva. Es la muchacha que hace el aseo y está a tres habitaciones de la de Rahui. Tengo un asunto que debo atender, así que no voy a estar aquí, pero te encargo que la atiendas.

Rahui, que había escuchado hablar a Hilda con Norí, se acercó a la puerta y escuchó todo. Desesperado, estuvo dando vueltas pensando en cómo evitar que le hicieran daño a su mujer. Nuevamente se acercó a la puerta para tratar de escuchar algo y se dio cuenta de que no le habían puesto candado. La abrió con cuidado y fue hasta el cuarto que escuchó decir Hilda.

     -Nori, ¿estás aquí? -preguntó en voz baja, pegando la boca a la puerta.

     -¡Rahui! Aquí estoy. ¡Ayúdame! Me quieren hacer algo -contestó ella muy asustada. 

     -Tranquila -dijo Rahui. No permitiré que te hagan daño. Confía en mí.

El muchacho volvió a su cuarto y esperó hasta que escuchó ruidos en el pasillo. Espió por la puerta y vio a uno de los hombres que lo durmieron a él. Cuando aquél  estaba abriendo la puerta del cuarto donde Norí estaba, se acercó sigiloso y saltó sobre su espalda rodeándole el cuello con sus brazos y apretando fuertemente. El hombre se resistió y caminó hacia atrás golpeando al Rahui contra la pared, pero éste no se soltó de su cuello. El hombre luchaba por zafarse de Rahui estando a punto de lograrlo, pero él muchacho apretó con más fuerza , dando un fuerte tirón, rompiéndole así el cuello.

     -¿Está muerto? -Preguntó Norí, tremendamente asustada.

     -No me dejó otro remedio.

     -¡Vámonos! Dijo ella.

     -Yo volveré a mi cuarto. Fingiré no saber nada. Mientras tanto, tú trata de esconderte entre las sombras de la noche y huye. Ve a pedir ayuda a la policía.


23

Norí salió de ahí rápidamente, caminando entre las sombras, pero mucho antes de llegar a la cerca de alambre, vio las luces de una camioneta. Seguramente era Hilda.

     -Buenas noches, señora Hilda -escuchó al guardia. -¿Tan noche por aquí?

     -Le he llamado toda la tarde al doctor y no me contesta. He venido a buscarlo. Ponte alerta. Si lo ves por aquí, no lo dejes ir. Dile que necesito hablar con él.

Norí se quedó quieta. No había contado con que había guardias alrededor de toda la granja. Estuvo debajo de un árbol pensando cómo escapar cuando de pronto escuchó la voz de Hilda en el radio del guardia.

     -Todos alertas. ¡Todos alertas! Han matado al doctor y la muchacha del aseo no está en su cuarto. Búsquenla y me la traen.

Se retiró a toda prisa de ahí y entonces se le ocurrió trepar a uno de los árboles que estaban junto a los cuartos; de ahí saltó al techo y ahí pasó toda la noche, soportando el frío, mientras abajo todo era un caos, buscándola.

Por la mañana, cuando despertó, se asomó y vio todo tranquilo. Luego, cuando los trabajadores salieron al campo, vio que llevaron a Rahui y lo integraron a uno de los grupos. El corazón se le encogió cuando lo vio trabajar sumisamente, como todos los demás. Ahí permaneció todo el día, bajo el sol, sin tomar agua ni probar bocado, al pendiente del guardia que había llegado temprano para el cambio de turno. Éste parecía parche pegado a la puerta. La muchacha se estaba preocupando porque no encontraba la forma de escapar.

Por la tarde, poco antes del anochecer, llegó un camión conducido por una rubia, quien bajó varias jaulas con animales y cuando entró a la oficina, Norí se subió atrás del camión. Cuando la mujer salió, ya estaba oscuro, se subió y arrancó hacia la salida. Al llegar a la cerca, el guardia se acercó con una lámpara para revisar, pero alguien lo llamó al radio y regresó a abrir, dejando salir a la camioneta sin problemas. Norí suspiró aliviada al darse cuenta de que iba en camino hacia la ciudad.

24

Ya estaba oscuro cuando el camión en el que iba Norí llegó a la ciudad. Iba atenta buscando una comisaría. Le pareció que ya había transcurrido mucho tiempo sin ver una. Así que cuando se detuvieron en un semáforo se bajó y comenzó amcaminar por las calles llenas de gente. Le preguntó a un matrimonio dónde estaba el lugar que buscaba. Ellos le explicaron, pero como no entendió bien, les explicó que habían secuestrado a su esposo. Entonces ellos decidieron acompañarla hasta allá.

     -¿Clonación de humanos? -Dijo el policía que la atendió sonriendo burlonamente.

     -Se lo juro, señor. -Respondió ella. -Secuestraron a mi esposo y lo llevaron a una granja donde tienen personas como robots y animales raros.

     -No tenemos tiempo para este tipo de bromas -dijo el policía levantándose de su asiento.

     -¡No es una broma! -Insistió ella. -Le estoy diciendo la verdad.

     -Haga el favor de retirarse y no quitarme más el tiempo.

Norí salió llorando de la oficina y en el pasillo vio otra oficina con la puerta abierta y un policía dentro.

     -¿Me puede usted ayudar, por favor?

     -Claro que sí. Adelante. -La invitó a pasar mientras acomodaba una botella vacía de sake en una mesita que estaba a un lado de un librero. -Dígame que no puedo hacer por usted?

Norí le comentó lo mismo que al policía anterior. Haberle pedido ayuda a este último fue lo mejor que hizo, porque el hombre, quien era el comandante de la dependencia, la escuchó con respeto y le tomó toda la declaración prometiendo ayudarla. Cuando terminaron la envió en una patrulla hasta donde fuera posible llegar en auto, encargándoles a los policías que la acompañaran a pie hasta la cueva donde vivía.
 
Después de haber saludado a sus hijos y madre, salió un rato para ver las luces de la ciudad. A lo lejos se veía la luz del faro de la comisaría. Le pidió a Dios que hiciera que el policía cumpliera su promesa y rescatara a Rahui.

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Al día siguiente, el comandante analizaba toda la información que Norí le dio la noche anterior. Mientras leía, se imaginaba la historia, viéndola como una película surrealista. Le parecía increíble que algo semejante estuviera ocurriendo. Pero algo en los ojos de aquella mujer le decía que no estaba mientiendo. Dio una mordida a la hamburguesa que había dejado la noche anterior en un cajón de su escritorio y, mientras batallaba para comerla, pues estaba dura y fría, salió al pasillo. Caminó a lo largo de éste, de ida y vuelta varias veces, hasta que salió por las puertas principales. Miró hacia la montaña y suspiró.

     «La ayudaré, Norí. Claro que la ayudaré»

Regresó adentro y al pasar por donde la recepcionista, le dio el nombre de tres de sus mejores subalternos, pidiéndole que los mandara a su oficina. Reunido con ellos, les dijo todo sobre la denuncia recibida la noche anterior y se pusieron a la tarea de planear una investigación cuidadosa, en la que involucrarían a dos policías, hombre y mujer, para que se infiltraran en la granja y así poder comprobar lo que Norí había dicho. Todo tenía que ser de forma rápida y segura para evitar que les hicieran más daño a los secuestrados y a los animales, en caso de que éstos existieran.

Mi esposo se quiere deshacer de un caballo, una cobra y una cacatúa, porque ya no tiene tiempo de atenderlos. -Escuchó Hilda en el teléfono.

     -Sabemos que usted tiene una granja en la que acepta animales en adopción y quisiéramos saber si está interesada en ellos.

     -Ya no tengo espacio disponible, lo siento. -Respondió.

     -Cuánto lo lamento. -Dijo la oficial. -No queremos sacrificarlos, pero no tenemos otra salida.

     -¿Cómo me dijo que se llama?

     -Raquel Castillo.

     -Mire, Raquel, no me gusta que sacrifiquen a los animales sin haberles dado un oportunidad. ¿Pueden traerlos esta noche?

     -Por las noches nos es imposible. Podríamos llevarlos mañana por la mañana.

Después de darle la ubicación de la granja, lo notificaron al comandante y esperaron al día siguiente.

Cuando llegaron a la granja, dos guardias armados los revisaron a ellos y al camión antes de dejarlos entrar. Lo único que encontraron fueron las herramientas que todo vehículo lleva y los tres aimales. Una vez adentro se percataron de que los trabajadores del campo parecían robots y actuaban como por inercia. Luego, al dejar a los animales, vieron a una gallina tratando de cazar a un ratón y cuando éste se escapó, la gallina maulló mientras se sentaba en un rincón. Los infiltraros, pese a la sorpresa, fingieron indiferencia. Conversaron un poco con Hilda, quien hasta entonces había estado observando el cielo con un telescopio. La felicitaron por la noble causa de cuidar y proteger animales indefensos y se retiraron.

     -Todo lo que declaró la denunciante es cierto, jefe. -Le dijo el infiltrado al comandante.

     -De todos los trabajadores, solamente uno volteó a mirarnos disimuladamente, porque todos los demás parecían máquinas de trabajo. -Complementó la infiltrada el reporte de su compañero.

     -Seguramente era Rahui, el esposo de Norí. -Dijo el comandante. -Organicen a sus hombres par actuar está misma noche.

26


Ya estaba oscuro cuando la redada comenzó. Los policías fueron rodeando  la granja estratégicamente. Por detrás pasó un tractor seguido de un camión de redilas, ambos con policías encubiertos y autoridades de la asociación protectora de animales. Por los laterales se escurrieron por el campo varios más y por el frente, otro camión de redilas que también llevaba policías y era conducido por el líder de la misión del rescate. Todos iban preparados para acabar con la banda delictiva.

     -¿Todos en posición? -Preguntó el líder por radio.

Después de que todos afirmaron, el líder dio la orden de que todos procedieran y éste llegó hasta la entrada principal. En cuanto los guardias se acercaron para revisar el camión fueron sorprendidos por los policías. Los amagaron y taparon la boca con vendas para después subirlos al camión y entraron. Sometidos todos los guardias y vigilados por varios policías, otros oficiales fueron a revisar cada cuarto de cada nave de la granja, mientras el líder iba a la oficina, en donde encontró a Hilda.

     -¿Quién es usted? -Preguntó al verlo entrar.

     -Hilda, está usted arrestada por...

El oficial no pudo decir más, pues un golpe en la cabeza lo hizo caer. Un hombre, el que lo había golpeado se le fue encima con la intención de patearlo, pero el líder reaccionó velozmente, jalando una silla de una pata y lanzándosela al pecho, haciendo caer a su atacante. Tomó sus brazos y lo colocó sobre su espalda y cuando casi lo esposaba sintió otro golpe en la cabeza haciéndolo desmayar, mientras sus ojos miraban una pintura de un paisaje, antes de perder el conocimiento.

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Cuando el líder despertó estaba acostado en un sofá con las manos y los pies atados. El escándalo que provenía de afuera lo hacía suponer que la redada continuaba. Hacía esfuerzos para desatarse, pero no lo conseguía.

 Mientras tanto Rahui, que escuchaba todo desde su cuarto, como pudo logró que sus compañeros, los cuales no se enteraban de nada por su condición robótica, lo ayudaran a trepar hasta la ventana para ver qué sucedía. Al ver que la policía estaba allí, rompió con la mano el vidrio y pidió auxilio. En cuanto uno de los oficiales lo escuchó pidió refuerzos por radio y pronto llgaron hasta allí. Al no contar con ninguna llave, abrieron a balazos la puerta y rescataron a todos los que ahí se encontraban.

Cuando de ahí salían, Rahui escuchó a alguien pedir ayuda desde la oficina. Rápidamente se separó del gupo y con extremo cuidado fue a ver de qué se trataba y así fue como el líder de la operación fue rescatado.

     -¿Quién le hizo esto? -Preguntó Rahui.

     -La dueña de esto y alguien más. ¿Usted quién es?

     -Me llamó Rahui. Hilda y sus hombres me secuestraron.

Dado que Rahui ya llevaba tiempo ahí, más o menos conocía las instalaciones y con un dedo le señaló al líder una puerta, indicándole que tal vez Hilda y su hombre estaban detrás de ella. El policía quense encontrAna desarmado, sacó una pistola de una de sus botas y abrió la puerta. Un disparo pasó al lado de él y éste, reaccionando, disparó dando muerte al hombre.

     -¡No me mate! - Gritó Hilda saliendo del escondite con las manos arriba.

Pronto salieron al campo con Hilda esposada y la llevaron a donde estaban sus hombres sometidos.

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Cuando Hilda entró a la comisaría en calidad de detenida, se sintió como nunca antes. Su seguridad y prepotencia se le habían caído hasta el suelo. Un sabor amargo llevaba en la boca, como si hubiera comido mucho limón. La mirada de los oficiales le molestaba mucho, porque sentía que la miraban con repulsión, con desaprobación.

Cuando estuvo frente al comandante del recinto supo que estaba perdida. La mirada fría de ese hombre la hizo sentir incómoda.

     -¿Cuál era su intención? -Preguntó él comandante. ¿Qué pretendía perjudicando a tantas personas?

     -Un bien para la humanidad. -Respondió Hilda.

     -Explíquese.

     -Algunas de estas personas fueron clonadas por mi abuelo hace 20 años. Durante este tiempo se han desarrollado sanamente y hoy son portadores de órganos para donación. Si alguien necesita un transplante, en mi granja lo podrÍa conseguir fácilmente, sin esperar largos períodos de tiempo. De un solo clon -continuó -se pueden obtener todos los órganos el mismo día, ayudando a varias personas.

     -¿Por qué hacerlos trabajar como esclavos?

     -Dado que no piensan ni se dan cuenta de nada, pueden ser útiles en cualquier trabajo supervisado.

     -¡Vaya! Yn una vez que no sirvan más se deshace de ellos -dijo el comandante. -No le parece tremendo sacrificio?

     -Los éxitos se logran con sacrificios.

     -¿Y los animales? ¿Para qué darles funciones que no les corresponden?

     -¿Y por qué no han de corresponderles? -Preguntó Hilda. ¿Qué hay de malo en querer que nuestro perro vuele, si no nos gusta tener aves en casa, por las plumas?, por dar un ejemplo.

     -Aquí lo que yo veo muy mal es la capacidad que usted tienepara pensar monstruosidades. -Dijo el comandante levantándose de su asiento y haciendo una seña a los oficiales para que se llevaran a la mujer.

     «Se le cayó su castillo» pensó mientras encendía un cigarrillo.

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Los trabajadores estaban siendo revisados minuciosamente. Todos, excepto Rahui, estaban en condiciones preocupantes. A la mayoría se le tendría que aplicar la eutanasia, pues estaban tan dañados que en realidad eran más robots que personas. Algunos de ellos, con mucho esfuerzo y tratamientos los sacarían adelante y los ayudarían con terapias psicológicas. Por su parte, Rauhi estaba bien. Pero aún así lo seguirían monitoreando para ver si tenía secuelas de algún tipo. Aunque ya en libertad, los colores de su cielo se estaban aclarando. En cuanto a los animales, a todos los iban a sacrificar. Todos estaban descontrolados en un mundo que se les había inventado y sufrían.

Unos policías fueron a avisar a Norí de que Rahui estaba bien y la iban a llevar al hospital en donde estaba par que lo viera. En cuanto llegó y se vieron, se abrazaron llorando de felicidad. Las anclas de su amor seguían bien firmes a pesar de todo el tiempo que había pasado y todas las cosas que sucedieron.

30

Cuando Rahui y Norí por fin pudieron volver a su casa, en el camino pasaron por una tienda de electrónicos vieron a través de una ventana a Hilda en la pantalla de un televisor. Estaban dando las noticias del desmantelamiento de la banda liderada por ella, que secuestraba gente para clonar y esclavizar y que además de eso, hacía experimentos, también ilegales,  con animales.

Siguieron su camino y al llegar a la cueva, sus hijos y suegra lo recibieron felices por tener de regreso a Raúl.

Las dunas de aquel horrible episodio en sus vidas que se habían ido acumulando alrededor de aquella familia, habían desaparecido. Aunque eran muy pobres, eran muy felices por el simple hecho de estar juntos.

FIN