lunes, 27 de septiembre de 2021

EL JARDÍN DE LOS CANDILES


 



          El enorme jardín estaba bellamente iluminado. De las ramas de los árboles colgaban candiles, dándole un hermoso toque en la noche. Parecía una imagen salida de un cuento de hadas. La dueña de la la propiedad era una anciana soltera, heredera de una familia muy bien acomodada. Vivía sola, pues nunca se casó y no tenía familiares vivos.

          Narda, como se llamaba la mujer, deseó con todas sus fuerzas conocer a un hombre bueno que iluminara su vida y a quien entregarle su amor. Desgraciadamente, a pesar de haber sido muy guapa, nadie se fijó en ella. Le temían, pues se decía que era bruja. Ella siempre se comportó muy amable con la gente y era educada y graciosa, mas ningún hombre quiso relacionarse con ella.

          Cuando se dio cuenta de que esperando no conseguiría novio, decidió buscarlo por su cuenta. Iba a fiestas y reuniones y hacía que la presentaran con el hombre que le gustaba, para luego pedirle matrimonio. Ni así consiguió casarse. No hubo un solo hombre en el pueblo que aceptara su propuesta.

          Los años fueron pasando. Narda insistía y los hombres se negaban. Pero además de negarse, se desaparecían del pueblo. La gente decía que los que se negaban tenían miedo a que ella se vengara y por eso se mudaban a otro lugar. Y así, entre propuestas y negativas, Narda fue envejeciendo. Las malas lenguas comentaban que la manía que tenía por colgar candiles en los árboles era por que la oscuridad le daba miedo y como ya estaba mayor y sola, prefería tener iluminado el jardín.

          Una noche, una pareja traspasó la propiedad para mirar de cerca el encantador jardín. De pronto vieron que la anciana estaba debajo de uno de los árboles llorando, mientras acariciaba a varios candiles y hablaban con ellos.

-No me hiciste caso, Carlos. Y mira en dónde terminaste. -le dijo a un candil.

-Y tú, Ernesto, me despreciaste y mírate ahora. -le dijo a otro.

-¿Recuerdas cómo te burlaste de mí? -se dirigió a un candil al que llamaba Eduardo.

          Así fue hablándoles a uno por uno. La pareja estaba extrañada. Habían descubierto algo raro. Empezaron a retroceder para alejarse pero Narda los descubrió.

-Vaya, vaya -dijo sonriendo. -Así que ya lo saben.

-No escuchamos nada -respondió asustada la chica.

-A mí nadie me engaña; todo lo se. Y se que ustedes, un par de jóvenes que solo han escuchado rumores sobre mí, han descubierto que convertí en candil a todo hombre que me rechazó.

-No -insistió la chica.

-¿Olvidas que soy bruja? -La miró fijamente a los ojos. -Yo solo deseaba un hombre a mi lado para que le diera luz a mi vida, pero todos me humillaron y se burlaron de mí. ¡Por eso los convertí en esto! -Señaló los candiles que colgaban de los árboles. -¡Ahora me iluminan eternamente! -Soltó una carcajada.

          Días después se supo que una pareja de novios se había fugado y que los padres de ambos estaban muy tristes, rogando a Dios que volvieran pronto.


domingo, 26 de septiembre de 2021

MOMENTOS



 

          Me dicen que cuando nací lloré mucho rato hasta quedarme dormida, y que desde entonces, lloraba por hambre, frío, dolor o incomodidad. Con el tiempo aprendí a sonreír y luego a reír cada vez que me hacían algo que me agradaba. Cuando caminé por primera vez, un gesto de felicidad adornó mi rostro, pues mis padres y hermanos celebraban mi gran avance por la vida. Y así, pasaron mis primeros años, entre momentos de grandes alegrías. Luego vinieron los tiempos de algunas obligaciones, como estudiar y ayudar en casa. A veces lo primero me causaba algunas dificultades, tales como esforzar a mi mente y cerebro, y la segunda, cansancio y enfado. Me imagino que a todos los niños les disgustan hacer los quehaceres de la casa.

          Con los años vinieron situaciones fisiológicas que, aunque fueran algo muy normal, me causaban cierta vergüenza, mas con el tiempo me acostumbré a vivir con ellas. Y entonces llegó el amor. Se apareció frente a mí con cara de alegría máxima, vestido de rosa y adornado con un arcoíris de brillantes colores. En esos días supe lo que significaba tener mariposas en el estómago y conocí por primera vez, la sensación que regala un beso en la boca. Aprendí a caminar sobre las nubes y descubrí que todo, absolutamente todo, era hermoso.

          Pero como nada es eterno, un día experimenté la caída de mi nube. Sí, ése que llegó a mi vida sin que yo lo buscara, con cara de ilusión, se tornó en una sombra negra que oscureció mi camino. Todo se volvió gris y la tristeza se instaló en mi corazón causando gran dolor a mi alma. Noches de abundantes lágrimas me tocó vivir y días en los que parecía un robot. Mas esto también acabó.

          Con el tiempo, me gradué de la facultad, rodeada del amor de mi familia y amigos, los que fueron seleccionados entre un grupo grande de gente, demostrando ser ellos con los que podía contar en todo momento y ellos conmigo. Llegó el tiempo en que mis responsabilidades crecieron al tener un trabajo y el amor volvió a aparecer frente a mí, aunque esta vez de una forma más tranquila. Me casé y tuve hijos, y con ellos, muchísimas alegrías y también agobios y preocupaciones.

          Y todo esto se vuelve un camino que, de una forma u otra, todos recorremos en la vida. Entonces, ¿qué es la vida? Para mí, la vida es un rompecabezas que vamos armando con los momentos de nuestra vida. Un puzzle que lo terminamos el día de nuestra muerte.



sábado, 25 de septiembre de 2021

BODA SUSPENDIDA





 

          Pedaleaba la bicicleta a toda la velocidad que sus fuerzas le permitían. Ocasionalmente volteaba a mirar atrás. No se detuvo hasta llegar a su casa. Fue directo al baño y al mirarse al espejo vio que tenía los labios mordidos y rasguños en la cara, pecho brazos y espalda, además de llevar la ropa llena de tierra. Se duchó rápidamente y se acostó pensando en lo sucedido. Hacía varios meses que su novia lo provocaba y esta vez no pudo contenerse. Mientras la besaba empezó a acariciarla más allá de lo permitido. Ella se defendió y a él se le encendió aún más la sangre. La tumbó en el suelo, al lado del árbol donde siempre se veían. Ella se defendió lo más que pudo pero él era más fuerte. Cuando empensó a gritar le tapó fuertemente la boca, abarcando también la nariz, hasta que ella murió asfixiada. Los días y los meses pasaron y, aunque las autoridades seguían buscando al violador, él se olvidó del asunto y siguió con su vida.

          Conoció a otra chica muy linda y se enamoró perdidamente de ella, al grado de pedirle que se casara con él. Ella aceptó y pronto empezaron los preparativos de la boda. Cuando faltaba un mes para casarse, cosas extrañas comenzaron a sucederle. Cuando caminaba de la casa de su novia a la suya, pasaba por la iglesia donde celebrarían su boda y escuchaba que alguien lo llamaba desde la oscuridad de ésta, provocándole un intenso escalofrío. Seguía su camino pero sentía que lo miraban. Hasta que la noche antes de la boda, al pasar por ahí y escuchar lo mismo, volteó y le pareció ver a una mujer. Pensando que se trataría de alguna amiga queriendo darle de forma particular una buena despedida de soltero, fue hasta allá.

          La puerta estaba semiabierta y pasó cuidadosamente. Vio a la chica caminando en el pasillo entre las bancas, en dirección al altar. Sonriendo la siguió. Ella siguió hasta la parte posterior. Cuando él llegó allá, no la vio. Entonces escuchó una risita y siguió el ruido de ésta hasta llegar a las escaleras que conducían al campanario. Miró hacia arriba y al verla subió rápido, completamente excitado, lo que le duró muy poco, pues al llegar allá se encontró con aquélla que violó meses atrás. Quedó paralizado por la impresión y ella sonriendo diabólicamente comenzó a acercársele. Él dio unos pasos atrás horrorizado por lo que miraba hasta que ella, hábilmente, con un movimiento le enredó la larga cuerda con que el campanero hacía sonar las campanas en el cuello y lo empujó.

          La gente del pueblo se alarmó al escuchar las campanas a esa hora, pero no reconocían el toque, así que preocupados, fueron a la iglesia para ver de qué se trataba, encontrándose al muchacho colgando ahorcado, de ellas. Nadie supo qué fue lo que sucedió, solo supieron que ya no habría boda.


¿CULPABLE O INOCENTE?

 



 

          Su cabeza era un caos. Por más que le daba vueltas al asunto, la mujer no se explicaba cómo se había ahogado su hermano en la piscina. Caminaba de un lado a otro en la pequeña celda donde se encontraba detenida. La policía la consideró la principal sospechosa de la muerte del joven nadador, pues recibieron una llamada anónima de que una mujer estaba ahogando a un hombre y cuando los encargados del orden llegaron, al no obtener respuesta, entraron por la puerta del jardín que se encontraba abierta y encontraron a la mujer acostada en una tumbona con los ojos cerrados y unos auriculares en los oídos, y a un hombre muerto flotando boca abajo en la piscina.

          La mujer lloraba y juraba no haber matado a su hermano. Los dos salieron a nadar y después de un rato, ella fue a tomar el sol en una de las tumbonas y se quedó dormida. No se percató de nada porque los auriculares sonaban música en sus oídos. Los detectives la interrogaron muchas veces y ella siempre dio la misma versión, pero no lograba convencerlos con su historia. Les resultaba muy difícil creer que no se hubiera dado cuenta de nada.

           A ella también le parecía todo muy raro. Alguien lo había asesinado. Eso era seguro pues el joven era un magnífico nadador. Recordó sus últimas vacaciones con sus padres en la playa. Él se adentró mucho en el mar, al grado de que solo alcanzaban a ver un puntito en la lejanía, siendo, el ahora difunto, quien nadaba excelentemente a lo lejos. Muchas veces nadó en el mar y en varios ríos, siendo un imposible que se ahogara en una piscina casera.  La chica tenía dolor de cabeza y sintió un vértigo que la obligó a sentarse en la fría silla de la celda.

          Le permitieron hacer una llamada y se comunicó con su mejor amiga para que ésta llamara a sus padres que estaban de vacaciones en Bélgica. Sufría también al imaginarse a sus padres escuchando la noticia: Su hijo muerto y su hija en la cárcel como sospechosa. Sería un golpe muy fuerte para ellos. En eso pensaba cuando escuchó unos pasos bajando por los escalones que venían de la planta alta, donde se encontraban las oficinas. Entonces vió a una mujer policía que se dirigió hacia ella. Le puso las esposas en las manos y pies, conectadas ambas con una cadena. Luego la hizo acompañarla arriba al cuarto donde ya la habían interrogado varias veces.

          Los detectives la interrogaban de tal forma que parecía que lo único que querían era que confesara el crimen para acabar con el asunto, pero no estaba dispuesta a confesar algo que no cometió. Las preguntas eran insistentes e incisivas. Muchas de ellas eran preguntas malintencionadas, buscándola confundir para que cometiera algún error, pero eso no pasaría pues ella sabía perfectamente lo que había hecho. Varias veces le levantaron la voz, llegándole a gritar y golpearon la mesa tratando de intimidarla. Por un momento se sintió como Andrómeda, cuando la encadenaron a una piedra para que un monstruo acabara con su vida. Pero debía ser fuerte y soportar todo eso hasta que se descubriera la verdad.

          Cuando por fin la devolvieron a la celda se acostó muy cansada en el duro catre y en posición fetal cerró los ojos y siguió pensando en su hermano. Recordó lo mimoso que era con ella. Ambos se querían mucho. Él era el mayor y siempre la cuidó y consintió mucho. Toda la familia estaba muy orgullosa de él, de sus logros como nadador. A ella le decían que debía seguir el ejemplo de su hermano, hacer algo productivo con su vida, pero a ella no le gustaba el deporte, ni las artes, ni trabajar. Lo que le gustaba era ir a las discotecas cada fin de semana, cosa que no les agradaba mucho ni a sus padres ni a ningún familiar. Luego de un rato se quedó profundamente dormida. Entonces empezó a soñar.

          En sus sueños, una mariposa volaba cerca de ella hasta acercarse a su oído y susurrarle: «¿Crees conseguirlo?».

          De inmediato despertó jadeando y sudando. Ya no pudo volver a dormirse. Por la mañana le preguntó a una de las celadoras si habría forma de que le consiguiera un café exprés, a lo que ésta le contestó que no se encontraba en un hotel, sino en la cárcel. La chica guardó silencio, pero en verdad necesitaba un café para seguir pensando y analizando su situación. Al día siguiente llegó su padre. Le dijo que del aeropuerto se había ido directamente hasta con ella, para verla y ver cómo estaba. Le dijo que su madre fue a la morgue y después iría a casa. El hombre se miraba muy preocupado, pues al parecer, la situación de su hija era complicada. Cuando el tiempo de la visita terminó, el hombre se despidió de su hija, prometiendo regresar al día siguiente con su madre.

          Al llegar a su casa, encontró a su mujer sentada en la orilla de la cama, deshecha en llanto.

-¿Qué sucede? -le preguntó su esposo, abrazándola.

-Es un reptil -respondió entre sollozos.

-No entiendo.

- Nuestra hija es una maldita víbora -dijo sin dejar de llorar. -Lee esto -le pidió a su marido, entregándole unas notas.

“Pronto llegará tu final. ¡Me tienes harta!”, estaba escrito en el primer pedazo de papel.

“Mañana será el gran día. Dejarás este mundo y no serás más, el favorito de la familia", rezaba el segundo papelito.

-Es la letra de nuestra hija - dijo el hombre sentándose junto a su mujer, llorando y abrazándola.

          No se explicaban por qué lo había hecho. A los dos los querían por igual. Al día siguiente, al visitarla le dijeron que sabían todo. La muchacha se defendió argumentando que era una trampa de alguien para culparla a ella. Después de largo rato, convenció a sus padres, quienes le pidieron perdón por haber dudado de ella. Le juraron que harían todo lo posible por limpiar su imagen y sacarla de ahí lo más pronto posible. Cuando se retiraron, la muchacha se tumbó en el catre y empezó a cantar en voz baja:

“Si te vienen a contar cositas malas de mí, manda a todos a volar y diles que yo no fuí”.


viernes, 24 de septiembre de 2021

NO TARDES




          En medio de días grises, envuelta en la bruma de la impaciencia aguardo tu regreso, con el alma pendiendo de un hilo tan delgado que puede romperse con la simple vibración de los latidos de mi corazón.

          En la esquina de aquel beso que me diste con sabor a menta, se esconde mi sonrisa recordando la fiesta que con él pusiste en mi alma. Deseando volver a verte, tengo los labios cerrados, descoloridos, tristes, esperando a darte su primer sonrisa.

          Las canciones han dejado de tener sentido, llegan a mis oídos como un sonido opaco, que no me dice nada. Las aves se han vuelto desafinadas en sus cantos. Hoy sus trinos son escándalo sin armonía ni ritmo.

          Mis ojos perciben todo en blanco y negro, sin volumen. Todo es plano y nada tiene gracia. El sol ha perdido su luz, la luna su resplandor y las estrellas su brillo. Las nubes ya no son esponjosas.

          Y es que el mundo se desdibuja cuando te espero. Todo se vuelve frío y monótono, la alegría se desvanece, las risas se pierden en el viento y las flores pierden su aroma.

          Mientras te espero, cuento las palomas que caminan despacio, sin ganas de volar. Y cuento los granos de maíz que cada una come. Pierdo la cuenta entre una y otra, porque tu recuerdo se aparece en mi memoria y recreo las palabras de amor que me dijiste.

          El ritmo del reloj ha disminuido. Su tic-tac se ha vuelto muy pesado, haciendo que el tiempo transcurra lento, demasiado lento, que incluso el péndulo bosteza entre cada uno de sus movimientos.

          Las noches las paso imaginándote a mi lado, dejando salir algún suspiro por pensarte tanto. Noches largas, sin caricias ni besos, sin susurros amorosos, dejando a mi alma sin ese vuelo que tanto disfruta junto a la tuya.

          No tardes, amor y vuelve pronto, que te espero aleteando en la ventana, sumergida en la laguna tibia de mis sentidos, en la impaciencia de mis secretos por ser desvelados por ti.


miércoles, 22 de septiembre de 2021

MÚSICA EN EL SÓTANO




          Muy despacio y tratando de no hacer ruido, el niño bajó uno a uno, los escalones que conducían al sótano. Cada vez se escuchaba más claro el sonido de un piano. Cuando llegó hasta allá, pegó la oreja a la puerta y escuchó la música. Sí, era un piano, pero, ¿quién podría estar tocándolo?, pensó y sobre todo, ¿había un piano en el sótano?

          La curiosidad era algo que a él se le dificultaba mucho controlar, así que abrió la puerta y automáticamente cesó la música. Después de un rato en el que permaneció en la entrada, sin moverse y tratando de ver en la oscuridad, avanzó hasta el centro del cuarto llevando una silla, se subió a ésta y jaló la vieja cadena que colgaba del foco en el techo, logrando así alumbrar el lugar.

          Sí, había un piano café, un poco maltratado y parecía muy antiguo. Fue hasta él y lo observó detenidamente. Era el piano de Doña Violeta, la abuela de su tatarabuelo. Lo supo al recordar la foto que una vez su madre le enseñó. Esa mujer fue ama de casa toda su vida y amaba tocar el piano todos los días, llenando la casa con los bellos acordes que tocaba. Muchas veces, su mamá le contó la historia y también le dijo que después de ella, nadie volvió a tocar el instrumento, pues nunca nadie estuvo interesado en la música.

          Pasó uno de sus dedos por la parte superior del piano y éste se llenó de polvo. Lo sacudió y luego lo pasó por las teclas, que sonaron una a una al sentir el tacto del dedo. Entonces sintió un airecito por su nuca. Instintivamente se llevó las manos a la nuca, tratando de alejar a lo que fuera que le estaba produciendo esa molestia. Salió del cuarto dejando la luz encendida y cerrando tras de él la puerta y cuando iba a mitad de la escalera, hacía arriba, volvió a escuchar la música. Volvió a bajar cuidadosamente. Abrió lentamente la puerta y vio un animalito alado posándose suave y rítmicamente sobre las teclas del piano que desprendía el sonido de una hermosa melodía.

          Absorto quedó niño mirando la escena. A pesar de que el insecto no pesaba nada, tenía el poder de mover las teclas haciéndolas sonar bellamente. Debía ser la abuela Doña Violeta, reencarnada en una mariposa color violeta y disfrutando lo que siempre le gustó: tocar el piano.



DESAPARECIDA


 


          Aquella mañana de verano, caminaba una pareja por la playa. Aunque la temperatura era muy alta, el cielo estaba nublado pues una fuerte tormenta se avecinaba. Las aguas del mar comenzaban a agitarse y las olas empezaban a cobrar fuerza y tamaño. Pese a la alerta de la tempestad, la pareja había decidido salir a hacer su caminata diaria, pues no sabían si iban a poder salir los siguientes días.

          El hombre comenzó a trotar y ella siguió caminando. Las olas ya llegaban golpeando más fuerte. Entonces él alcanzó a escuchar el grito de su mujer. Volteó y al no verla se detuvo mirando en todas direcciones y regresó sobre sus pasos. La chica no estaba por ningún lado. La llamó a gritos sin obtener respuesta y luego al celular sin que lo atendiera. En eso comenzó a llover muy fuerte. Buscó las huellas en la arena pero no había rastro, acaso por la lluvia. Después de buscarla un buen rato volvió al hotel y allí preguntó si había regresado, a lo que le respondieron que no, mirándolo extrañados.

          Después de pasar una noche terrible sin saber nada de ella, se comunicó a la estación de policía para dar aviso de la desaparición de su mujer. Los policías fueron al hotel y le dijeron que no se podía hacer nada hasta después de 48 horas. El chico estaba desesperado. No podía salir a buscarla por la fuerte tempestad que no cesaba así que solo atinaba a dar vueltas por el hotel, mirando una y otra vez su teléfono y llamándola sin resultado alguno. Por la noche, que ya era la segunda, sonó el teléfono de la habitación.

-Ayúdame -la escuchó del otro lado de la línea.

-¿En dónde estás?

-En Hawaii, pero esto es muy extraño -le dijo. -Me dicen que estamos en el año 2018.

-¿Cómo has llegado a Hawaii? -preguntó él.

-No lo se. Una ola me arrastró. Tuve que nadar con todas mis fuerzas y cuando llegué a la arena, estaba en Hawaii. ¿Me has escuchado que estoy tres años en el pasado?

Una interferencia impidió que siguieran hablando. Se comunicó a recepción para que le dieran el número de donde ella había llamado, pero éste no se había grabado en el identificador. Llamó a la policía, quienes le pidieron que se calmara, que quizás se trataba de una broma de su mujer. Por más intentos que hizo, no logró convencerlos de actuar antes del tiempo que le dijeron que había que esperar.

          Por la mañana volvió a llamar a la comisaría exigiendo que lo ayudaran a buscar a su mujer, dado que ya habían transcurrido las 48 horas. Volvieron a tomar su declaración y prometieron encontrarla. El joven no podía con la angustia y como ya no llovía fue a la playa para buscar alguna pista. Estuvo caminando y poniendo atención a cualquier detalle. Después de varias horas se sentó sobre la arena, exhausto y fijó la mirada en las aguas tranquilas. Éstas se acercaban suavemente a la arena y regresaban de igual manera. De pronto la marea trajo una botella hasta sus pies y dentro de ella había una carta.

“Que alguien me ayude. Me tienen secuestrada en una cabaña en una isla desierta, en algún lugar de Hawaii. Soy americana y mi nombre es Sandy McClannahan.

Julio 17, 2018”.

          El hombre se puso inmediatamente de pie y fue a la estación policíaca. Después de leer la carta, se convencieron aún más de que se trataba de una broma. El muchacho explotó en contra de los uniformados. Ellos no conocían a Sandy. Ella lo amaba y no le iba a gastar una broma de tan mal gusto. Él estaba seguro de que algo raro estaba sucediendo. El jefe de la estación de acercó y le dijo que si no se controlaba lo iba a encerrar en una celda. El joven salió de ahí frustrado y angustiado. Sandy estaba en peligro y no sabía cómo ayudarla. Antes de llegar al hotel sonó su celular.

-¡Ayúdame, por favor! -Alcanzó a escucharla en medio de mucha interferencia. Estos hombre me van... -Se cortó la comunicación.

          Terriblemente angustiado volvió a la comisaría para suplicarles que lo ayudaran y al entrar, vió que todos miraban las noticias en el televisor de la dependencia.

“...El cuerpo cercenado y muy descompuesto, fue encontrado dentro de una bolsa de lona en una cabaña de la playa Wailea, Hawaii. Se trata de una mujer americana de nombre Sandy McClannahan, a quien sus familiares reportaron como desaparecida desde hace tres años, en 2018. Se desconoce el motivo...”

          El joven quedó petrificado. No entendía qué estaba sucediendo. Sin terminar de escuchar las notas de la periodista salió del lugar sin rumbo fijo, descontrolado. A punto de volverse loco gritó fuertemente: ¡No!


lunes, 20 de septiembre de 2021

PASEO POR EL JARDÍN DE LOS DIOSES



          Las alturas siempre me han provocado vértigo. Nunca las he soportado. Ni siquiera soy capaz de subirme a la rueda de la fortuna porque en cuanto estoy arriba me vienen los mareos y el vómito. Sí, lo admito. Soy muy cobarde para las alturas.

          El año pasado, para su cumpleaños, mi esposa me pidió que fuéramos al Jardín de los Dioses en Colorado. Me pareció una muy buena idea. Ella me pidió que le prometiera que no me iba a separar de su lado durante el viaje por nada del mundo, a lo cual accedí sonriendo. Iba a ser un bonito regalo para ella.

          Cuando llegamos al lugar, nos impresionaron las enormes rocas coloradas, todas inclinadas. Inmediatamente comenzamos a tomarnos fotos frente a las maravillosas piedras. Hicimos mucho senderismo, conocimos gente de varias partes del mundo con los que conversamos mucho y dormimos en un hotel muy bonito y elegante, escogido por mi mujer.

          El último día que estuvimos allí, mi esposa quiso que camináramos sobre el puente colgante que estaba a 400 pies sobre el suelo del cañón. Por supuesto, me negué. Mas me recordó mi promesa de no separarme de ella. Así que llegamos, respiré profundamente y me afiancé de las cuerdas. Di un paso y mi otro pie se negó a avanzar. Inspiré por la nariz y obligué a mis pies a caminar. Iba muy despacio, pues el puente se movía mucho. Comencé a hacer ejercicios de respiración, obligándome a pensar que estaba caminando en un parque. Aunque mi mujer iba adelante de mí, escuchaba su voz muy lejos. Entonces se me ocurrió la grandísima idea de mirar hacia abajo. Cuando vi lo alto que estábamos, caminando en el aire, empecé a marearme , al grado de caer de rodillas sobre las tablas del puente. Sentía que daba vueltas alrededor de las rocas y creí que me iba a desmayar. Mi mujer quiso ayudarme a ponerme de pie, pero no lo logró. Despacio, logré calmarme un poco, pero no fui capaz de levantarme, así que a gatas y mirando solo hacia adelante, fui avanzando poco a poco estorbando a los turistas que aprovechaban para detenerse a observar la naturaleza desde las alturas.

          Hoy, después de un año, mi mujer todavía se ríe de mí por el espectáculo que di aquel día. Yo, sonriendo, le digo que no todos tenemos la sangre fría de un reptil para hacer ese tipo de locuras.


AL FINAL DEL ARCOÍRIS

 



          Daniela miraba a su padre trabajar sin descanso a través de la ventana mientras lavaba los trastos. Levantaba la cosecha de la temporada, la calabaza, la cual reunía en varios cestos y luego los subía a la vieja camioneta para ir a venderlos a las tienditas del pueblo. Todo el año era lo mismo. Sembraba pepinos, duraznos, sorgo, sandía, melón, tomate y chile. Se levantaba a las cinco de la mañana de lunes a sábado y dejaba de trabajar hasta que el sol empezaba a ocultarse. El hombre decía que para que el día fuera productivo, se debía empezar a trabajar desde que cantara el primer grillo, pero su hija sufría por él porque a pesar de todo su esfuerzo, no salían de la pobreza.

          Por las noches, después de ducharse, cenaba junto a Daniela y su madre. A su hija le dolía ver las manos de su padre callosas y rasposas por el duro trabajo. El otoño estaba por llegar y las temperaturas bajarían considerablemente. Empezarían los días en que su cara se curtía por el frío tomando un color rosado. A sus ocho años deseaba una mejor vida para ella y sus padres y esa noche, cuando se fue a dormir, no lo hizo por estar pensando en cómo mejorar su vida.

          Un día, cuando regresaba de lavar del río escuchó pasos detrás de ella. Volteó y al no ver a nadie siguió su camino. Volvió a escuchar a la hierba crujir como si alguien caminara sobre ella. Se detuvo y miró a su alrededor con atención. Dejó la canasta con la ropa mojada en el suelo y comenzó a caminar despacio. Vio que una sombra se movió detrás de un árbol. Regresó corriendo por la ropa y aceleró el paso hacia su casa.

-¡Espera! -Escuchó una voz aguda.

Asustada, Daniela volteó despacio. Miró para todos lados sin ver a nadie.

-No temas no te haré daño. -Escuchó nuevamente y de un árbol bajó un elfo.

Daniela permaneció inmóvil en donde estaba parada y el elfo se le acercó.

-Se que quieres ayudar a tus padres, pero no encuentras la forma. Yo puedo ayudarte. Se de un lugar en donde hay un cofre lleno de monedas de oro. Puedo llevarte hasta él para que traigas a casa ese tesoro.

-¿En dónde se encuentra? -Preguntó Daniela, intrigada.

-Al final del arcoíris. -Respondió sonriendo el elfo.

-Eso es imposible. No hay forma de llegar al final del arcoíris.

-Te estoy diciendo que yo puedo llevarte. ¿Acaso no deseas que tu padre deje de trabajar tan fuerte?

Daniela lo miró pensativa y continuó su camino a casa. 

-¡Anda! -El elfo la alcanzó atravesándose en su camino. -¡Vamos por ese dinero! Podemos ir esta noche y estaremos de regreso antes del amanecer. ¡Mañana serán ricos!

-¿Me prometes que no me estás engañando?

-Es totalmente cierto.

          Cuando cayó la noche y después de cenar con sus padres, Daniela fue a su cuarto. Se asomó por la ventana y miró al elfo brincando en la caja de la camioneta de su padre. En cuanto éste la miró fue hasta ella. La niña salió por la ventana sin hacer ruido y se internaron en el bosque. Caminaron unos minutos y comenzó a amanecer. Daniela se sobresaltó preocupada porque sus padres despertarían y se darían cuenta de su ausencia.

-No te preocupes -Dijo el elfo. Es una treta mágica mía, para poder seguir el rastro del arcoíris. Espera. -Se detuvo mirando el cielo.

Entonces cayó un chaparrón muy cortito y el arcoíris apareció. Daniela sonrió emocionada y empezaron su caminata, siguiéndolo. De pronto, aparecieron unos duendes y comenzaron a tirarles tierra y agua. Terminaron completamente llenos de barro, tanto, que Daniela no podía caminar bien con los zapatos endurecidos por el lodo seco.

-¡Quítatelos! -Le dijo el elfo.

-¿Quiénes eran ellos? ¿Los conoces?

-Son los duendes encargados de cuidar el tesoro al final del arcoíris. Su trabajo consiste en hacer todo lo posible por impedir que alguien llegue hasta allá, pero si logramos llegar, nos permitirán traernos el tesoro.

          Continuaron caminando. Sin zapatos era más difícil pues las piedras y ramas lastimaban las plantas de los pies de la niña. Entonces se toparon con un río muy hondo y con una corriente muy rápida. Temerosa, Daniela se metió a las aguas bravas, siguiendo al elfo pero la corriente los arrastró, alejándolos del camino. Cuando por fin pudieron llegar a tierra firme, se dieron cuenta de que estaban muy lejos del arcoíris. Sin desanimarse, retomaron el rumbo. Después de mucho rato de caminata, tuvieron que atravesar un camino pantanoso pisando unas rocas que no se sumergían. El elfo llegó a camino seco y poco le faltaba a Daniela para lograrlo cuando resbaló y cayó a las aguas pantanosas. Empezó a gritar y manotear, sumergiéndose más y más.

-¡Coge la rama! ¡Cógela! -Le gritó el elfo, acercándole una rama larga que encontró.

A duras penas, la niña pudo cogerla y el elfo la arrastró con todas sus fuerzas hasta llevarla a terreno seguro.

-Quiero volver a casa. -Le dijo al elfo. -No quiero seguir con esto.

-Estamos a punto de llegar. Resiste. Eres muy valiente.

          Convencida por su nuevo amigo, siguieron con su recorrido. Entonces vieron frente a ellos un enorme brillo. Tanto ella como el elfo miraban absortos y con una gran sonrisa el bello resplandor.

-¡Ahí lo tienes! -Gritó feliz el elfo. -¡Eres rica!

Daniela apenas dio tres pasos cuando miles de flechas volaban en el cielo aproximándose a ellos dos. Corrieron a protegerse tras una enorme roca donde escuchaban silbar a las flechas al pasar cerquita de ellos. La niña respiraba agitadamente y pensaba que solo había llegado hasta allá para morir. Entonces el elfo le dijo que lo siguiera y salieron de su escondite corriendo muy rápido. Las flechas seguían llegando y ellos las esquivaban corriendo en zigzag hasta que, finalmente, llegaron hasta el deseado cofre. Daniela metió las manos entre las monedas para cerciorarse de que todo era cierto. Cuando sus manos sintieron las monedas, despertó. Había sido un sueño muy real, tanto que respiraba con dificultad.

          Fue a la cocina por un vaso de leche y miró a su padre alistándose para ir a trabajar. Suspiró tristemente, pues aún no encontraba la forma de ayudarlo. Cuando su papá abrió la puerta para salir se encontró con un cofre. Lo abrió y descubrió que estaba lleno de monedas de oro. Rápidamente lo metió en la casa y llamó a su esposa e hija.

-¡Somos ricos! -Dijo lleno de alegría y abrazándolas y besándolas. -Esto es mucho dinero y podremos ayudar a todos los de la aldea.

          Daniela abrió la puerta y vió al elfo sentado en la rama de un árbol. Ella le sonrió y él, con una mano, se despidió sonriente.



sábado, 18 de septiembre de 2021

ENTRE VAMPIROS

 


          Nuestras miradas se cruzaron y nos miramos fijamente. No estaba segura que se trataba de él, así que no sonreí, pero él sí me sonrió y se me acercó. Mi corazón latía a mil por hora, no podía dejar de mirarlo, ni podía sonreír, ni moverme.

     -¡Pero qué guapa, por Dios! -Me dijo mientras me abrazaba efusivamente. -De verdad que estos años te has puesto mucho más guapa, Ojitos. - Me dijo mientras me tomaba de una mano haciéndome girar.

Cuando me llamó Ojitos, comprobé que era él, mi novio del bachillerato. Por fin pude sonreír y nos volvimos a abrazar. Esa tarde la pasamos juntos. Fuimos a comer, a caminar y luego a mi apartamento, donde él me presumió sus dotes de chef. Tiempo nos faltó para decirnos todo lo que habíamos hecho en los ocho años que llevábamos sin vernos. Él no se cansaba de decirme que me encontraba guapísima y yo no pude evitar preguntarle si estaba enfermo.

-No lo estoy. -Respondió sonriendo. Se que te llama la atención mi piel pálida, pero como te dije anteriormente, todos estos años trabajé de noche y dormí de día, por eso no tengo color y estoy tan desacostumbrado al sol que debo usar gafas oscuras.

Esa noche no dormimos. Estuvimos bebiendo y conversando mientras escuchábamos la música de nuestra época. Me dijo que había vuelto para quedarse y no regresaría más a Europa.

Pronto reanudamos nuestro noviazgo y los dos estábamos muy entusiasmados. Lo único que me preocupaba era que él lucía muy joven. Temía envejecer más pronto que él, pero con mucho cariño, me hizo ver que eso no pasaría y si así sucediera, él iba a seguir amándome. Llegó el día que decidimos vivir juntos y todo iba muy bien, aunque empecé a notar que tenía ciertas manías, como preferir estar en la oscuridad y la aversión al ajo. Pero igual yo tenía las mías, como la intolerancia a los gatos, por ejemplo. Y siempre llevaba el pelo muy cortito, no permitía que le creciera.

Por fin decidió presentarme a sus padres. Los invitamos a cenar y preparamos un delicioso menú. Fueron muy amables conmigo y muy conservadores. Noté que la piel de ambos era pálida como la de mi novio. Cuando me dijeron que ellos trabajaban en la  misma compañía donde su hijo y en el mismo turno, comprendí. Les dije que pronto se acostumbrarían al sol y recuperarían el color. Ellos sonrieron y seguimos hablando de otras cosas. Llegó la hora del postre y fui por el pan que había horneado. Tomé un cuchillo para partirlo en rebanadas. De pronto, de la forma más tonta, me hice un corte en el dedo índice y empecé a sangrar. La madre de mi novio comenzó a inquietarse mientras yo me limpiaba la sangre. Como ésta no se detenía, me metí el dedo a la boca para chupar mi sangre y un gemido extraño salió de la garganta de la mujer, quien se levantó y fue al balcón, seguida por su esposo.

     -No soporta la sangre. -Dijo mi novio. -Se marea y le dan ganas de desmayarse.  -Continuó. -Por eso mi padre salió con ella, para cuidarla.

Cuando limpié y curé mi herida fui por ellos al balcón.

     -Ahora entiendo por qué su hijo se pone nervioso cuando ve sangre. -Les dije. -Salió a usted.

     -Cambiemos de tema, por favor. -Dijo la señora.

Después de saborear el pan, nos fuimos a la sala y ahí, me senté junto a ella. La mujer me miraba atenta y empecé a notar que a veces acercaba su cara a la mía. Incluso sentía que me estaba oliendo. Me cambié de sillón y al verla noté en su mirada un extraño brillo. Su respiración era agitada.

     -Me parece que es hora de que nos retiremos. -Dijo el señor.

     -Aún no. -Dijo ella. Estamos teniendo una reunión muy agradable.

Después de un par de horas, decidieron irse. Cuando nos despedimos, ella me dio un abrazo y sentí su boca en mi cuello. Rápidamente me separé de ella, llevándome la mano al cuello. Con el movimiento brusco se me cayó la gasa que cubría mi dedo y la sangre volvió a brotar. Un horrible ruido salió de la garganta de la mujer y se abalanzó sobre mí, buscando chupar mi dedo. Mi novio sujetó a su madre fuertemente, mientras su padre sacaba un frasquito y una jeringa del bolso de su mujer. Lo preparó y se lo inyectó en la vena. Poco a poco, la mujer se fue tranquilizando.

     -¿Qué ha sido todo eso? - Le pregunté a mi novio cuando sus padres ya se habían ido.

Me dijo que, estando en Europa, un vampiro los atacó, convirtiéndolos a los tres en vampiros pero que habían encontrado un doctor que les suministraba una medicina para mantenerlos controlados. Yo estaba muriéndome del miedo, pero él me explicó todo y me convenció de que no volvería a suceder, pues ya habían contactado a un doctor aquí, quien les seguiría suministrando el mismo medicamento. Ellos no eran los únicos con ese problema. Había muchísimos más, miles de casos más que estaban siendo controlados con medicina.

Hoy, después de treinta y cinco años, sigo con mi novio. Yo he envejecido y él no, pero nuestro amor es tan grande que seguimos siendo felices.



EN UN PUEBLO NEVADO


          Montado en un trineo motorizado, el hombre avanzaba a gran velocidad entre el bosque nevado. Disfrutaba al sentir el aire frío golpeando sus mejillas mientras pasaba entre los pinos que parecían espolvorear azúcar cada vez que la nieve caía de sus ramas. Era muy feliz viviendo en Noruega, a pesar de que el invierno era muy crudo con temperaturas extremadamente bajas, con dos días cortos y las noches muy largas bajo un cielo negro.


          Antes de que anocheciera, el hombre, quien era un pescador viudo, armó una casa de campaña e hizo una pequeña fogata. Se acostó sobre la nieve y observó el manto negro, esperando disfrutar del espectáculo que tanto le gustaba. De pronto aparecieron las hermosas auroras boreales danzando en la pista celeste. Luego de un rato el aire comenzó a soplar muy fuerte, apagando la hoguera. Rápidamente regresó adentro para protegerse del frío y se acostó. Cuando estaba a punto de dormirse escuchó un ruido. Se sentó en la cama y volvió a escuchar lo que parecían pisadas en la nieve.


          <¡Un oso!> pensó. Se levantó y cogió su rifle, permaneciendo quieto, en silencio, tratando de no hacer ruido ni con su propia respiración. Entonces escuchó el martillo de una pistola. Con mucho cuidado se acercó a la entrada de la tienda y salió encontrándose con un hombre con el rostro cubierto que estaba a punto de dispararle. El pescador actuó velozmente disparando y matando al intruso. Le descubrió el rostro y vio que era el joven con quien conversó la mañana del día anterior en un restarante del pueblo y quien le dijo que su esposa lo había abandonado.


          Al amanecer subió el cuerpo al trineo sujetándolo con una cuerda, regresó al pueblo y fue hasta las autoridades. Les explicó lo sucedido y les entregó el cuerpo. Les mostró su preocupación, pues no sabía por qué motivo habría querido matarlo. Los policías, al ver de quién se trataba, le explicaron que era un chico que estaba transtornado, que siempre aseguraba que iban a llegar invasores al pueblo, pero que él estaba alerta y se iba a deshacer de cualquier enemigo del pueblo.


          Era refrescante saberse seguro y libre de toda culpa en tan terrible asunto, así que al pasar por la pequeña mezquita, sintió ganas de entrar. Estuvo allí por largo rato meditando en todo lo sucedido, en sus vacaciones en ese pueblo y en toda su vida. Cuando salió de ahí se dirigió a un comercio para surtirse de todo lo necesario para volver a la carpa que había dejado en aquel lugar nevado y solitario. Era un paseo indeclinable que hacía cada año y estaba dispuesto a seguir pasándolo bien.



viernes, 17 de septiembre de 2021

COMPLACIENDO A LOS INTERNOS

     


     Sacaron a todos los internos al jardín del asilo. Últimamente se quejaban de que no había actividades recreativas y se aburrían encerrados en sus celdas. El director, cansado de escuchar sus quejas, decidió complacerlos.


          -¡Inicia el juego en el club fuego infernal! -Anunció el director del asilo.

Los internos sonrieron felices y aplaudieron hasta que vieron que varios enfermeros llegaron con perros embravecidos. Los soltaron y se dejaron ir sobre los internos, que ya corrían despavoridos buscando un refugio.


          El director y los enfermeros reían y hacían apuestas desde un lugar seguro donde miraban la escena sangrienta, ignorando los alaridos de dolor de los pobres internos.



EL AVISO

    


     
Después de acomodarme en mi nueva casa, la primera noche caí rendida. Un ruido extraño me despertó y me enderecé en la cama silenciosamente. El ruido provenía de afuera y se hacía más intenso, así que me dirigí a la ventana y antes de abrirla, me di cuenta de que era un cuervo golpeando el vidrio con alas y pico. Regresé a la cama pensando que quería entrar para refugiarse del frío y traté de volver a dormir. No lo conseguí pues el ruido era demasiado molesto. Entonces volví a la ventana para asustarlo y cuando la abrí ya no estaba. Lo busqué con la mirada regresé a la cama y volví a escucharlo picoteando y aleteando tan fuerte, que creí que iba a romper el vidrio. Abrí la ventana y lo encontré en el alféizar. Me miró fijamente produciéndome un escalofrío que me recorrió la espalda y sin quitarme la vista de encima comenzó a graznar fuertemente. Cogí el cojín que estaba en mi cama y golpeé al animal para que se alejara, mas lejos de hacerlo, empezó a defenderse picoteando el cojín, el cual se empezó a romper dejando que muchas plumas salieran de él y mientras caían las vi manchadas de rojo. Creí que el cuervo se había lastimado y por temor a que me fuera a atacar, cerré rápidamente la ventana. El animal volvió a golpear el vidrio insistentemente. Desde el centro de la habitación lo miraba y él seguía golpeando la ventana. A ratos dejaba de hacerlo para graznar mirándome fijamente. El miedo comenzó a invadirme. Me acerqué nuevamente, esta vez despacio, y el animal se quedó quieto y en silencio, pero sin dejar de mirarme. Con mucho cuidado volví a abrir la ventana. El cuervo, que estaba agitado, volteó hacia el pozo de agua que estaba en medio del jardín y luego volteó hacia mí, como queriendo decirme algo. Entonces me decidí. Por ahí mismo, por la ventana salí. El cuervo voló y se detuvo en la orilla del pozo, esperándome. Fui hasta allí y el animal comenzó a graznar otra vez. Me asomé para ver dentro y una niña que se ahogaba, extendía los brazos hacia mí, suplicando ayuda. Rápidamente regresé adentro con el cuervo graznando detrás de mí, provocándome un terror que nunca antes había sentido. Cogí el teléfono para llamar a la policía mientras el ave casi rompía mi ventana a picotazos.

          Cuando las autoridades llegaron, encontraron los restos de una niña que viviendo, en mi ahora casa, había desaparecido extrañamente hacía más de cuarenta años.

-¿Cómo es que nadie descubrió esto, antes? -Pregunté a uno de los policías.

-Esta casa ha estado deshabitada desde entonces. Nadie vivió aquí en todos estos años. -dijo el detective Pérez, un hombre de edad avanzada. -¿Qué otros misterios resolverá usted mientras aquí viva? -Me preguntó con un dejó de suspenso en la voz.

          Una sensación de temor me invadió completamente, haciéndome dudar en si quería seguir viviendo en esta casa.



miércoles, 15 de septiembre de 2021

SANACIÓN

 


 

          Sentados en sillas alineadas, se encontraban cinco personas en deplorable estado de salud. Con la promesa de acabar con el sufrimiento que les causaban las diferentes enfermedades a cada uno de ellos, unos sacerdotes los llevaron al Templo de La Sanación Final. Esperaban en silencio a que los llamaran mientras observaban el gran salón en el que estaban. Las paredes, el techo y el suelo eran completamente negros. Enfrente de donde se encontraban sentados, había una mesa con algunos objetos que no alcanzaban a distinguir.


          De pronto, la luces comenzaron a apagarse y unas luces rojas se encendieron dando un aspecto tenebroso al lugar. Varios sacerdotes entraron al lugar y se detuvieron frente a la mesa, mirándolos en silencio y luego apareció otro de ellos.


-Bienvenidos sean todos ustedes al Templo de la Sanación Final, lugar donde, después de largo sufrimiento, partirán para siempre completamente sanados, sin volvería sufrir ni una sola molestia -dijo el sacerdote con una sonrisa en el rostro. Volvió la mirada hacia sus compañeros y éstos asintieron con un movimiento de cabeza. -Bien -continuó - ¡Inicia el juego en el Club Fuego Infernal!


          Los enfermos se miraban unos a otros desconcertados. No entendían lo que sucedía. Se suponía que iban a atender sus males, no a jugar. Entonces, los  sacerdotes que estaban en silencio, llamaron a las persona y les hicieron preguntas referentes a los versículos de la biblia. Ninguno supo contestar su pregunta. El sacerdote que diera inicio al juego, cogió unas pinzas y les arrancó la uña del dedo meñique a cada participante, quienes gritaron de dolor. Uno de ellos, agarrándose la mano del dedo ensangrentado, corrió tratando de escapar, pero la puerta por donde entraron estaba con candado. Entre dos sacerdotes lo llevaron de regreso a donde se encontraban los demás gimiendo de dolor. Luego, el interrogatorio siguió. Ninguna de las cinco personas pudo contestar  correctamente ninguna de las preguntas, así que, después de arrancarles las uñas, les fueron cortando uno a uno los dedos con un machete, y luego las extremidades.


          Luego de una noche de terrible tortura para las cinco personas que fueron llevadas hasta ahí con engaños, los dejaron desangrarse, para que partieran y se acabara su sufrimiento.



ASESINO EN SERIE

 


          Cuando el conserje llegó al mercado, a las cinco de la mañana, encontró una cuerda ensangrentada amarrada al portón que iba a abrir para entrar a hacer el aseo. La cogió y la llevó al basurero pensando que alguien había matado a algún animal con ella. Sin darle más importancia al asunto, empezó con sus labores cotidianas. En un par de horas el mercado abrió sus puertas a la clientela y éste cobró vida un día más. Los gritos de los vendedores y el bullicio de la gente que iba y venía, ambientaban el lugar. Uno de los locales no se abrió ese día, causando asombro entre todos los comerciantes, pues don Tobías siempre, de lunes a domingo, tenía abierto su negocio. Al día siguiente tampoco fue y a media mañana, se supo que lo habían asesinado. Al parecer, lo azotaron varias veces con una cuerda, haciéndolo sangrar mucho y luego, con la mis a cuerda, lo ahorcaron. El conserje, al enterarse de tan terrible noticia, se presentó en la estación de policía y les dijo que el día anterior encontró una cuerda ensangrentada y todo lo que sucedió. Los policías fueron al mercado y encontraron la cuerda que aún estaba en el basurero. Después de un interrogatorio, desecharon al conserje como sospechoso.


          Días después, al llegar a su salón de belleza, Rita encontró una cuerda ensangrentada colgando del candado que estaba en la puerta del local. Como ya se había corrido la voz de lo que le pasó a don Tobías, la mujer decidió no tocar nada y llamó a la policía. Cuando éstos llegaron, ya estaba ahí dos de las estilistas que trabajaban con Rita. Solo faltaba Daniela. Los policías se mostraron preocupados y le pidieron a la dueña del salón que se comunicara con ella, para saber por qué no había ido a trabajar. La hermana de Daniela atendió la llamada y le dijo que ella y sus padres estaban muy preocupados porque Daniela no había llegado a dormir. Rápidamente, la policía emitió una orden de búsqueda para la chica, a quien más tarde encontraron en el kiosko de la plaza en las mismas condiciones.


          El pueblo entero estaba consternado. Nunca había sucedido nada igual. Eran un pueblo pequeño, muy tranquilo y ahora todos estaban temerosos de que algo malo les sucediera. La gente empezó a andar acompañada unas recogían temprano. Entonces, una mañana, cuando el director y otros maestros llegaron a la escuela primaria, encontraron una cuerda amarrada en la reja. Ésta ocasión hicieron un moño con ella. Completamente alarmados, avisaron a las autoridades. Los detectives les pidieron a los maestros que pasaran lista y les notificaran si había faltado un niño. En poco rato, se supo que faltaron once niños. Los detectives fueron a las casas de los niños que ausentes, corroborando satisfactoriamente que salgo algún catarro o alguna flojera, todos estaban bien. En el auto se preguntaban qué estaba pasando. En esta ocasión cambiaba el asunto, pues no habían matado a nadie de la escuela. En eso estaban, cuando recibieron la llamada del director de la escuela. La secretaria no se había presentado. Pronto hallaron su cuerpo maltratado en la mis a forma que los otros dos, cerca del lago. Estaban ante un caso de un asesino en serie. Solo faltaba encontrar la secuencia entre el sedo de sus víctimas. Primero fue un hombre, luego una mujer, después otra mujer. ¿Qué seguiría?


          Por las noches, las calles del pueblo, antes muy alegre y con vida nocturna, estaban vacías. El miedo habitaba en cada uno de los habitantes. Pasaron algunos días de calma, en los que nada malo sucedió y llegó el domingo. La gente fue a misa muy temprano para pedir por qué todo lo malo se fuera y regresara la paz al lugar. Mientras el padre daba su sermón, una cuerda, igual de ensangrentada que las anteriores, cayó desde arriba, a un lado del sacerdote. La gente comenzó a gritar asustada y muchos salieron corriendo de ahí. Otros subieron para tratar de atrapar a quien hubiera hecho tal cosa, sn lograr encontrar a nadie. Con las averiguaciones policíacas, se encontró el cuerpo de un miembro del coro, en las afueras del pueblo.


          Pasaron muchos meses en los que los mismos actos ocurrieron pero no lograban dse con el asesino. La gente no hallaba la paz pues vivían atemorizados.


          Un día, Román, un niño de unos ocho años, jugaba con una pelota. La pateaba y la seguía hasta donde había llegado ésta. Estaba tan distraído en su juego, que no se dio cuenta que se alejaba de su casa. Siguió pateando y caminando hasta que llegó a una cabaña cerca del lago. Miró que la puerta estaba abierta y, olvidándose de su pelota, entró en la cabaña. Vio a un hombre de espaldas enrollando una cuerda que luego colgó en una pared. Y entonces vió la mesa llena de muchas cuerdas. Comprendiendo que ese hombre era el asesino, dio un pasó atrás golpeando un mueble y alertando al señor. Éste volteó y le sonrió.


          Por la mañana, al salir de su casa para barrer la calle, la mamá del niño lanzó un grito al ver una cuerda en su puerta. Rápidamente entró a revisar que sus hijos estuvieran bien, encontrando al pequeño Román muerto en su cama. Todo estaba fuera de control. Durante el velorio, la madre lloraba desconsolada por su pequeño hijo y entre los asistentes estaba el hombre que Román descubrió en la cabaña. Era el pescador que surtía a las pescaderías del lugar, un hombre al que todos conocían por ser muy bueno y devoto y al que nadie le notó el extraño brillo de sus ojos y la sonrisa tétrica que su boca esbozaba.


martes, 14 de septiembre de 2021

MÁS ALLÁ DE UNA AVENTURA - CAPÍTULO I - EL MARROQUÍ

 


Bella estaba dando las últimas indicaciones a sus alumnos de prekinder cuando sonó la campana que anunciaba que era la hora de salida. A sus treinta y nueve años tenía varios años trabajando como maestra. Adoraba a los niños y su pasión era trabajar con ellos. Los niños también la querían mucho. Era una mujer muy sencilla y cariñosa y se le facilitaba enormemente enseñar a los chiquillos. Todos los niños se formaban para despedirse de su maestra dándole un beso en la mejilla. Cuando por fin quedó sola, fue a ordenar su escritorio y antes de apagar el ordenador, buscó un video de música árabe que le gustaba mucho. No entendía una sola palabra en ese idioma, pero un día lo encontró en una página de internet y le gustó mucho la música, la voz del artista, y sobre todo, le gustó mucho el artista. Le encantaba ver ese video y se recreaba la pupila viendo a ese hombre tan guapo cantando con mucho sentimiento. Bella suspiraba a pesar de que no tenía idea de qué se trataba la canción, pero estaba segura de que era una de amor, lo podía percibir.


Más tarde iba conduciendo hacia la escuela de sus hijos. Tenía tres hijos, dos varoncitos y una mujercita que eran su adoración. Una vez que los recogió, se dirigieron a su casa. Ahí, Bella se convertía en ama de casa. Cocinaba y limpiaba la cocina. Era muy rápida y organizada en sus labores domésticas. Cuando Adolfo llegaba del trabajo encontraba todo listo para comer en familia. La hora de la comida era la favorita de Bella, porque mientras comían, todos platicaban lo que les había sucedido durante el día. Sus hijos eran muy desenvueltos y siempre tenían algo interesante que platicar. Adolfo también platicaba mucho. Eran una familia muy unida en la que siempre reinaba el amor y el respeto entre todos ellos. Se habían conocido en una fiesta. Los había presentado una amiga en común. A partir de ese día, comenzaron a salir hasta hacerse novios y después de un año, se casaron. Tenían varios años de casados y su matrimonio era lo más cercano a lo perfecto. Tenían problemas y discusiones como cualquier matrimonio, pero siempre los arreglaban de buena manera.


Por la noche, él estaba acostado leyendo el periódico mientras Bella se sentaba frente al ordenador que ambos tenían en su dormitorio.
-¿Vas a ver de nuevo ese video?- le preguntó, sin despegar la vista del periódico.
-Ya sabes que si no lo veo, no me duermo a gusto- respondió soltando la carcajada. -No sé porqué, pero este hombre me hace suspirar- dijo ella mientras abría el video.
-¿No te has puesto a pensar que puede ser una canción con majaderías en árabe?- le dijo él mientras ponía el periódico en el buró. -Cabe la posibilidad.
-¡Por supuesto que no!- exclamó ella. -Fíjate en el sentimiento que pone este hombre al cantar. Lo escucho y luego voy contigo.
Adolfo sonrió mientras escuchaban la canción. Le gustaba mucho ver la cara de Bella, embelesada viendo a ese artista árabe. En realidad, a él también le gustaba la canción. «Cuando menos la música es bonita» pensó.
Cuando terminó el video, Bella apagó la computadora y se fue a acostar junto a Adolfo. Él la abrazó y besó.
-Creo que estoy celoso- le dijo.
-No tienes porqué. Él me gusta solamente. En cambio tú, me gustas y además te quiero- le dijo viéndolo a los ojos.
-¿Sabes que me encantan tus ojos? Ese color verde me vuelve loco- dijo Adolfo mientras le acariciaba el cabello besándola en la boca.


El matrimonio de Adolfo y Bella iba por muy buen camino. Estaban mejor que en un principio. Los dos estaban muy enamorados todavía. Bella decía que no necesitaba nada más. Su esposo era muy cariñoso con ella y con los niños. Era muy hogareño. Los llevaba a pasear y siempre los hacía reír. Trabajaba mucho para darles todo, aunque a veces él tenía que salir de la ciudad por una o dos semanas.


Una tarde no tuvo tiempo de ver el video de su artista árabe, porque tenía muchas cosas qué hacer. Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Adolfo salía para Fort Worth, en Texas y Bella lo llevaría al aeropuerto.
-¿Estás seguro que no quieres llevarte más ropa?- le preguntó, mientras ordenaba la maleta.

-Con eso está bien, amor. Sólo voy a estar cinco días allá- respondió abrazándola por detrás y besándole el cuello.
-Todavía no me acostumbro a estas salidas tuyas.
-Yo lo sé, amor. Pero regreso pronto. Yo también te extraño mucho.


Muy temprano, en la terminal aérea, se despedían entre arrumacos.
-Te portas bien, mi amor- le decía Bella mientras lo abrazaba y besaba en el aeropuerto.

-Claro, cariño. Vas a estar en mi mente todos estos días. Voy a tener tus ojos siempre en mi memoria. Cuida mucho a los niños, por favor.
Cómo era sábado y muy de mañana, los niños se quedaron en casa al cuidado de Irene, la niñera que los cuidaba cuando la necesitaban. Cuando por fin Adolfo se fue hacia la sala de abordar, ella se retiró pensativa. Estaba abriendo la puerta de su coche, cuando notó que alguien se acercaba.


-Hola, ¿conoces dónde pueda ser a comer allá cerca?
-¿Cómo?- respondió sonriendo.
-Bien. ¿Tú decir a mí un lugar yo ser comer?- insistió el muchacho.
-¿Buscas un lugar en dónde comer? ¿Un restaurante?
-¡Sí! Perdón, pero mío español no muy bueno- dijo el muchacho avergonzado.
-No te preocupes. Sí, conozco un lugar, pero está un poco retirado. Tienes que seguir esta calle hasta llegar al primer semáforo y...- Bella notó que el muchacho no entendía y comenzó a darle las indicaciones en inglés.
-No conozco inglés- dijo él. -Hablar un poco mejor el español.
Bella sonrió y comenzó a decirle otra vez cómo llegar a un restaurante. Esta vez lo hizo muy despacio en español, para que él pudiera comprenderla. El sólo movía la cabeza negativamente y sonreía con un gesto de frustación en su cara.
-¡Ay! me da pena no poder ayudarte. ¿Qué idioma hablas?
-Árabe. Pero creo yo sí haber una forma en tú me ayudar.
-Dime, entonces- lo animó ella.
-¿Puedes tú ir delante nosotros? Él y yo seguir tu coche a llegar a restaurante.
-¿Vienes con un amigo?- volteó ella hacia todos lados.
-Es primo de mí. Es en ese carro negro. ¿Ves lo?
Bella lo alcanzó a ver, y asintió. Poniendo las manos sobre su cintura, bajó la cabeza pensativa y suspiró. Iba a negarse cuando, al verlo a la cara, el muchacho le guiñó un ojo y a modo de súplica le dijo:
-¡Por favor! Mucha hambre y no conocer nadie allá.
Bella soltó la carcajada. Le causaba mucha gracia la forma en que él hablaba.
-Está bien. Los guiaré hasta allá.


Se orilló al legar al restaurante y ellos hicieron lo mismo detrás de ella. Descendieron del vehículo y fueron hacia ella.
-Bueno, aquí es un lugar bonito y no muy caro- les dijo sonriendo, al bajar la ventanilla.
-Pero, ¿cómo? ¿No seas con nosotros a comer?
-No, gracias. Tengo que irme.
-Por favor, acompáñanos. Tenemos nosotros que pagarte el favor.
-¡Oh! no, por favor. No es nada- respondió sn dejar de reir.
-Si tú no comer con nosotros, nosotros estar con pena. Por favor.
Bella tomó aire, se retiró unos cabellos de la cara mientras pensaba: «¿Porqué no? Tengo hambre y este muchacho está muy guapo. No pasa nada por darme un gustito inocente.»


Mientras desayunaban, platicaban animadamente. A pesar de que no dominaban el español, casi todo lo entendían. Y hacían grandes esfuerzos por darse a entender.
-Me llamo Yassine, y él es mi primo Salim- dijo el muchacho.
-Yo soy Bella.
-Bella- repitió él. -Bella es nombre hermoso- dijo él, y un poco entre dientes: -Igual que tú.
Ella fingió no escucharlo.
-¿Son árabes?- preguntó intrigada.
-Marroquíes ¿Molestar tú?
-¿Por qué ha de molestarme? No soy racista- sonrió. -¿Viven en Marruecos?
-Así es. Hemos venido de vacaciones.
-¡Qué bien! ¿Ya habían venido antes?
-No a Miami. Hemos ido a Denver y a Los Ángeles. Ésta es la tercera vez que venimos.
-¿Les gusta viajar?
-A mí me encanta conocer lugares nuevos- dijo Yassine.
Bella no dejaba de mirarlo, aunque discretamente. Lo encontraba muy joven y muy conversador. Él era muy alto, delgado, de tez morena y ojos y cabello muy negros. Le gustaba su cabello; era abundante y muy cortito. Se veía muy varonil.
-Tienes unos ojos hermosos- le soltó él, de repente. -¿Lo sabías?
-Gracias- respondió bajando la cabeza.
-¡Oh! No debes avergonzarte por eso. Solo digo la verdad. Es un verde precioso el de tus ojos.
-Eso dicen- respondió ella.
-¿Eres casada?
-Divorciada- Se sorprendió ella misma por su propia respuesta.
-¿Tienes hijos?
-Tres- respondió orgullosa.


-Me da gusto haberlos podido ayudar pero ahora tengo que irme- les dijo después de conversar un largo rato. No quería despedirse de él.
-No me hagas esto, mi Bella- dijo Yassine, mientras la miraba a los ojos. Ella sentía que el negro de sus ojos la envolvía por completo y sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo.
-Tengo que irme. Mis hijos me esperan en casa.
-¿No hay forma de que te comuniques con ellos?
-Sí, pero no puedo quedarme más tiempo. En serio. Además... creí que no sabías hablar español- le dijo mirándolo frunciendo el ceño.
-Bueno, si he de ser sincero, sí lo hablo bien. Pero tenía que ingeniármelas para logar que almorzaras conmigo. ¡Con nosotros!- corrigió sonriendo.


De regreso a casa, sonó su celular. Era Adolfo. Le avisaba que ya había llegado a Fort Worth. Bella le dijo que apenas iba de regreso, pues le había dado mucha hambre y decidió ir a almorzar algo. Cuando terminaron de hablar, se lamentó haberle dicho esa mentira.
«Debí haberle dicho la verdad. O mejor aún, no debí haber aceptado almorzar con estos muchachos. Y sobre todo, no debí darle mi número telefónico. He cometido error tras error» pensó mientras se aferraba al volante del auto.


Por la tarde salió con sus hijos a caminar por un rato. Fueron a Kidsville, un parque en el cual había una réplica de un fuerte. Ahí podían jugar, brincar, correr y gritar. Bella era muy activa y corría con sus hijos. Se subía a todo lo que podía, se lanzaba de todos lados. Pasaron una tarde muy bonita. Una vez que empezaba a oscurecer, fueron a comprar helados y volvieron a casa.
-¿Qué estás haciendo, amor?- le preguntó Adolfo más tarde, del otro lado de la línea.
-Ya voy a acostarme. Los niños ya duermen. Jugamos mucho toda la tarde, y creo que estamos cansados los cuatro- soltó la carcajada. -¿Qué tal te fue a ti?
-Bien, gracias. Empezamos bien. A ver cómo transcurren estos días.
Después de un rato se despidieron. Bella fue al ordenador y puso su video favorito. Mientras lo veía, nuevamente sonó su celular. Como no reconoció el número, no contestó. Instantes después volvió a sonar.
«¿Quién puede ser? ¡Oh no! ¿Será este muchacho?» recordó a Yassine. Rápidamente contestó, antes de que se perdiera la llamada.
-¿Bueno?- la voz le temblaba.
-Hola, mi Bella.
-Hola, ¿cómo estás?
-Pensando en ti.
Bella sólo rió. No podía hablar muy bien. Sentía que le faltaba el aire.
-¿Qué haces?- preguntó él.
-Nada. Ya me iba a acostar. Tengo un poco de sueño. ¿Y tú?- Se sentía ridícula. No encontraba un tema de conversación.
-Estoy viendo la luna. ¿Sabes que la luna es lo que más me gusta del cielo?
-Qué bien.
-¿Ya la viste?
-No.
-Asómate por tu ventana. Véla. Está preciosa.
Bella fue hacia su ventana y la vió. Sí, estaba preciosa. Era luna llena. Nunca le había puesto atención. «De verdad que es hermosa» pensó.
-¿La ves?- insistió él.
-Sí, es preciosa. La luz que emana de ella transmite mucha paz.
-Después de hoy, ya no me parece lo más bello de esta tierra- dijo Yassine.
-¡Oh!- Bella se quedó sin respiración.
-¿Sabes por qué?
-No.
-Porque ahora tú eres lo más hermoso que mis ojos han visto.
Bella no podía creer lo que estaba escuchando. Empezó a ponerse muy nerviosa y optó por terminar con aquéllo.
-Yassine, me da mucho gusto que estés bien. Pero ahora tengo que ir a dormir.
-Lo entiendo, mi Bella. Que tengas dulces sueños.


Después de dejar a sus hijos en la escuela, Bella iba conduciendo hacia la escuela en la que trabajaba. Iba pensando en Yassine. Toda la noche había pensado en él. Nunca le habían gustado los hombres menores que ella, pero él era diferente. Todo en él era diferente. No sabía su edad, pero sí sabía que era menor que ella. A pesar de eso, desde que lo vió se sintió atraída por él. Era muy alto, tal y como a ella siempre le gustaron los hombres. Tenía un cuerpo delgado, bien formado; su espalda era ancha. También le gustaba el corte de cabello que llevaba. Muy corto, muy varonil. Y el negro de sus ojos era tan profundo, que la hacía sentirse en medio de su mirada.
«Por favor, deja de pensar en él» se dijo, mientras se soplaba un mechón de cabello que caía sobre su ojo derecho. «¿Qué edad tendrá? Es muy atractivo y me gusta su conversación».
En eso sonó su celular y descubrió que era el mismo número de la noche anterior.
-Hola- respondió sumamente nerviosa. -Creo que te llamé con el pensamiento- dijo soltando una ligera carcajada.
-Hola, mi Bella- respondió él. -¿Pensabas en mí?
-Bueno, me estaba acordando de tí. Es decir, de cómo fingías hablar mal el español- corrigió rápidamente.
-Por lo menos me estabas dedicando un pensamiento, mi Bella. Yo también he pensado en tí, pero no sólo ahorita, sino toda la noche.
-¡Oh!- solo atinó a decir.
-¿Cuándo volveré a ver esos hermosos ojos verdes?- le preguntó con un dejo de ruego.
-No sé. Tengo mucho trabajo, y...
-No me digas eso, mi Bella- la interrumpió él. -¿Qué te parece si desayunamos juntos hoy? Por favor- suplicó él.
-No me es posible. Justamente estoy llegando a mi trabajo.
-¿Qué tal si comemos? Te lo ruego. Necesito verte.
Bella sentía su corazón latir agitadamete. Un muchacho joven y guapo le estaba rogando salir con él. Ella también estaba deseando volver a verlo, pero le daba miedo. No podía permitirse un juego absurdo que la podría comprometer en una situación peligrosa. Demasiado peligrosa, debido a la fuerte atracción entre ellos dos.
-No sé- dudó ella.
-¿A qué hora sales de tu trabajo? Te doy hasta entonces para que lo pienses. Y te vuelvo a llamar, ¿te parece?
-Está bien. Llámame a las cuatro de la tarde.


El día transcurrió como cualquier otro. Ella era feliz trabajando con niños. Le causaba gran satisfacción enseñar a los chiquillos a escribir, a leer, a colorear. También le gustaba mucho hacerlos pensar, razonar... defender sus ideas. A pesar de que estuvo muy ocupada con sus clases, no dejaba de pensar en Yassine. De pronto, decidió en aceptar su invitación a comer. Después de todo, no hacía ningún mal a nadie. Dejaría a sus hijos al cuidado de Irene. Le pediría que los recogiera de la escuela y los llevara a casa. Ahí estaría ella hasta que Bella regresara. Le diría que tenía una junta de profesores.


Mientras más se acercaba la hora en que Yassine le hablaría, Bella sentía un cosquilleo en la boca del estómago debido a los nervios que tenía. Se sentía como una adolescente, en espera de la llamada de su primer novio.
-Hola, mi Bella. ¿Qué has decidido?- escuchó del otro lado de la línea.
-¿Dónde nos vemos?- sólo atinó a responder eso.
Mientras él le daba la dirección del restaurante en el que la esperaría, ella podía imaginar sus ojos negros viéndola fijamente. Una vez que colgó el teléfono, terminó de organizar su salón para retirarse de allí. Antes de dejar la escuela, pasó al baño a acomodarse el cabello. Ya no su coche, mientras se dirigía al lugar de la cita, llamó a Irene para estar segura de que no había olvidado ir por los niños.
-No te preocupes- le dijo. -Van a estar bien. Atiende tus asuntos con calma.


Cuando Yassine vio que Bella iba acercándose hacia su mesa, no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. La encontraba simplemente hermosa con ese vestido blanco, con flores rosas estampadas, holgado y de suaves líneas. Con un ligero escote y los brazos al descubierto lucía muy sexy. El cinturón marcaba su cintura dejando adivinar unas caderas bien formadas. Bajó la mirada y admiró las piernas bien torneadas; una de ellas adornada con una pulsera dorada en el tobillo. Por último, vió las uñas de los pies pintadas de color rosa que salían de las sandalias de piel. Una vez que ella estuvo frente a él, le extendió la mano a modo de saludo.
-¿Llego tarde?- preguntó todavía nerviosa.
-Llegas puntual, mi Bella- respondió llevándose la mano de ella a la boca y besándola suavemente. -No creí que pudieras ser más bella de lo que te recordaba.
-Eres muy amable. ¿Y tu primo?- fue lo primero que se le ocurrió decir, para cambiar el tema.
-Fue a pasear con unas amistades.
Después de ordenar la comida, siguieron hablando. Bella descubrió que estaba pasando un rato muy agradable con él. Hablaba de cualquier tema con facilidad, y sobre todo, nunca dejaba de adularla, sin caer en el hostigamiento. Yassine tenía buenos modales y era un hombre educado.
-Me vas a perdonar, mi Bella, pero no puedo evitar hacerte esta pregunta. ¿Cómo es posible que no tengas esposo o novio? ¿Acaso están ciegos los hombres de Miami?- le dijo mientras la veía como él solía hacerlo; directamente a los ojos.
-Bueno... así es la vida. Pero prefiero hablar de otras cosas- respondió bajando la mirada.
-Platícame de tus hijos, entonces. ¿Qué edades tienen? ¿Se parecen a tí? ¿Qué les gusta hacer?
Bella le dijo toda la verdad sobre sus hijos. No mintió en decir que eran su adoración y que eran unos niños muy inteligentes. Le platicó que los dos varones estaban en un equipo de béisbol y la nena en uno de baloncesto.
-Se nota que estás orgullosa de ellos.
-Por supuesto. Pero dime tú- continuó ella tratando de verlo a los ojos, aunqu era tanta la fuerza que los ojos de ese hombre transmitían, que ella desviaba la mirada. -¿Eres casado? ¿Tienes hijos? ¿A qué te dedicas?- preguntó sonriéndole.
-Solamente porque me has sonreído de esa forma, voy a responder a todas tus preguntas- dijo sonriendo él también, y acomodándose en el respaldo de la silla, continuó. -Soy soltero, no tengo hijos, y soy ingeniero civil- No dejaba de verla entrecerrando un poco los ojos. -Cuéntame más de ti, por favor. Necesito saber todo de ti, mi Bella.
-¿Vives con tu primo?- insistió ella en que la conversación girara en torno a él.
-No, mi alma. Vivo con un hermano y una hermana. Casados los dos.
-¿Vives con tus hermanos casados?- preguntó ella sorprendida.
-Así es, mi Bella. La casa era de mis padres ya fallecidos y nos la heredaron a mí y a mis tres hermanos. Cuando Hayat, la menor de todos se casó, se fue a vivir con su esposo. Mohamed, el mayor, trajo a su esposa a vivir a nuestra casa. En cuanto a Fátima, ella sólo tiene un año de casada y trajo a su esposo también, a vivir donde nosotros.
Bella debía tener una cara de sorpresa, porque Yassine sonrió hasta llegar a soltar una pequeña carcajada.
-¿Te sorprende que a mi edad viva con mis hermanos? La casa es grande y los cuartos son separados. Para ir a un cuarto tienes que salir a un patio. Nuestras casas no son como las de acá. Y lo más importante, es que la familia está unida.
-En eso tienes mucha razón- aceptó Bella. -Acá hay mucha soledad debido a que las familias siempre están separadas- dijo suspirando. -En mi caso estamos separados físicamente; pero muy unidos espiritualmente.
-Eso es lo importante- dijo él. -¿Qué te parece si vamos a caminar un rato a la playa?
-Oh, no. Creo que ya debo irme- respondió ella, mirando su reloj.
-Vamos, no es tan tarde. Una hora de caminata, ¿te parece? No es mucho lo que te pido.
-Está bien. Sólo una hora- No sabía por qué, pero le era muy difícil separarse de él.


Con las sandalias en una mano, Bella disfrutaba sintiendo la tibieza de la arena en sus pies. Yassine también llevaba los zapatos en una de sus manos y se había arremangado los pantalones para no ensuciarlos de arena. Era tan agradable sentir la brisa del mar sobre su cara. Él no dejaba de verla mientras caminaban. Le gustaba ver cómo su cabello se movía con el viento que soplaba. También le gustaba cómo sonreía. Tenía los dientes muy parejos y muy blancos. Su boca era pequeña pero bien delineada. Era una mujer bella, sin duda.
-Quiero verte todos los días que me quedan por acá, mi alma. ¿Será posible?- preguntó mientras se detenían un momento.
-No sé. Siempre estoy ocupada. Sinceramente, hoy dejé de hacer cosas para poder verte- respondió mirando hacia el infinito del mar.
-¿Y no podrías dejar de hacer cosas, para poder verme otra vez?- le dijo tomándola de la mano que tenía vacía.
Ella volteó a verlo y regresó la mirada hacia el mar. Respiró profundamente, con la sensación de estarse ahogando con mucho aire.
-Esta ocasión dejé de hacerlas, porque así lo quise, pero...
-¿No vas a quererlo nuevamente?- la interrumpió él.
-Sí, sí quiero verte otra vez- respondió sin dejar de ver el mar. -Siempre me ha gustado ver cómo se juntan el cielo y el mar- soltó sin más, mientras suspiraba profundamente otra vez.
-¿Has estado en la playa de noche?
-Nunca.
-Quedémonos hasta que anochezca. Te va a encantar ver esto de noche- le dijo mientras apretaba su mano que aún no había soltado.
-Imposible. Tengo que ir a casa. Mis hijos me esperan.
-Está bien, mi Bella.


Más tarde, en su casa, después de haber platicado un rato con sus hijos y acostarlos, Bella tomaba un baño caliente. No podía dejar de pensar en Yassine. Se preguntaba qué edad tendría. Definitivamente era más joven que ella; pero ¿qué tanto? Después de todo, para la amistad no importaba la edad. Era un muchacho muy agradable y muy centrado. Al menos así lo parecía. «¿Qué más da? El sábado se va y nunca más voy a saber de él. Así que mejor aprovecho estos dos días que quedan» pensaba. Al salir del baño se percató de que tenía una llamada perdida de Adolfo. «¡Dios! Hoy no hemos hablado» se dijo, mientras lo llamaba.
-Hola, mi amor. Ya estaba enojada contigo- fingió reprocharle.
-¿Porqué, mi vida?
-No me llamaste en todo el día. Y yo no quise llamarte, porque pensé que podría interrumpirte.
-Estuve muy ocupado. Pero gracias a Dios, todo va de maravilla. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día? ¿Cómo están los niños?
-Ellos están muy bien. Irene tuvo que cuidarlos hoy, porque tuvimos una reunión con los jefes del distrito escolar. Ya sabes cómo es eso- le dijo, mientras se mordía el labio inferior del lado izquierdo.
-Está bien, mi vida. Extraño tus ojos. Te extraño toda.
-Yo también, mi amor- le dijo sintiéndose muy mal por haber salido con Yassine.


Después de hablar largo rato con él, se quedó profundamente dormida. De pronto escuchó entre sueños que su celular sonaba. Creyó que era un sueño y solo se volteó en la cama. Al poco rato volvió a escucharlo. Entonces estiró la mano y lo levantó del buró.
-Hola- dijo somnolienta.
-Hola, mi Bella- escuchó la voz que tanto la hacía estremecerse. Se enderezó rápidamente y vio el reloj. Eran las tres de la mañana.
-¿Yassine?- preguntó sorprendida.
-Así es, mi Bella. Siento mucho despertarte a estas horas. Pero no me resistí a invitarte a que vieras la luna. ¿Ya la viste?
Bella se levantó y fue hacia su ventana. Abrió las persianas y se quedó mirándola. Sí, hermosa como la noche anterior. El tenía razón. La luna era lo más bello del cielo. Suspiró y volvió a su cama.
-¿No te has dormido o despertaste de repente?- le preguntó intrigada.
-No he dormido. Es culpa tuya.
-¿Mía? ¿Por qué?
-Te tengo en mi pensamiento. Por eso no puedo dormir.
-¡Oh!- No sabía qué decir. -Yassine.... es tarde y...
-Te entiendo, mi Bella. Disculpa que te haya despertado.
-No te preocupes. En realidad, me ha gustado. Hasta mañana.


-¿Quién de ustedes me quiere contar una historia de su familia?- preguntó Bella a sus alumnos. Todos los niños, al igual que Bella, estaban sentados en el suelo, en el centro del salón, formando un círculo. Muchos de ellos, levantaron la mano para contar sus historias. Bella los motivaba para que se expresaran tal y como ellos querían hacerlo. Después de escuchar varias historias, llegó la hora del almuerzo.
Bella almorzaba siempre con Sonia, también maestra de la misma escuela. Eran buenas amigas desde que estudiaron en el colegio.
-Gracias a Dios solo queda un mes de clases. Me muero por disfrutar mis vacaciones. Aunque este año no vamos a salir, pero tengo ganas de levantarme tarde y descansar de todo esto. ¿Y tú?- le preguntó a Bella. -¿Van a salir?
-No, tampoco. Adolfo tiene mucho trabajo y no vamos a tener tiempo para salir- respondió mientras revisaba su celular. Ya lo había hecho un par de veces antes.
-¿Estás esperando que te llame?
-¿Quién?- respondió, sin dejar de ver su celular.
-¿Cómo quién? ¡Tu marido! Ya me tienes nerviosa con tanta revisada de tus llamadas- dijo riendo.
-¡Oh, sí! Quedó de llamarme temprano y no lo ha hecho.
-No te preocupes, ha de estar ocupado. Más tarde te llamará. ¿Van a jugar tus niños durante el verano?- le preguntó para distraerla.
-Todavía no se. Pero me imagino que sí. El año pasado...- ya no siguió, porque sonó su celular.
-Hola- dijo tratando de controlar su nerviosismo. -¿A las cinco te parece bien?- Se levantó de su asiento para ir a tirar la basura. De regreso iba muy sonriente y solo le hizo una seña a Sonia, despidiéndose. Ella la siguió con la mirada hasta que la perdió de vista.
«No... no creo» pensó Sonia.


A la hora de la salida, Bella les daba un beso a cada uno de sus alumnos, que esperaban formados para despedirse de ella como todas las tardes. Cuando todos se hubieron ido, corrió a poner orden en su salón.
-Hola, ¿me invitas a ver tu video preferido?- le dijo Sonia mientras entraba al salón.

-Será mañana, porque tengo prisa- respondió sin levantar la vista de los papeles que guardaba en el escritorio.
-Vamos, amiga, solo son unos cuantos minutos. Vamos a verlo.
-De verdad, no puedo. Busca en Youtube....
-¿Quién es?- la interrumpió tratando de que su voz no sonara agresiva.
Bella volteó a verla sorprendida. -¿Perdón?
-¿Con quién te vas a ver a las cinco? ¿Lo conozco?
-No es de aquí- dijo avergonzada, bajando la cabeza. -Y no es lo que tú crees, es solo un amigo.
-¿Solo un amigo?- preguntó Sonia llevándose las manos a la cabeza. -Por Dios, Bella, ví tu cara cuando hablabas con él. Era su llamada la que esperabas y no la de Adolfo.
-No es lo que tú piensas. Lo conocí el día que se fue Adolfo; y solo lo voy a ver hoy y mañana. El sábado sale para Marruecos; allá vive.
-No puedo creer lo que estoy escuchando- dijo Sonia caminando de un lado a otro. -¿Me estás diciendo que se trata de alguien que no conoces y que vive del otro lado del mundo?- Regresó hacia Bella y la tomó de los brazos. -¿Lo conociste por internet? -casi gritó.
-¿Cómo crees?- respondió. -Siéntate. Voy a platicarte cómo sucedieron las cosas. Te lo voy a decir tal y cómo pasó.
Bella suspiró profundamente mientras también se sentaba. Le contó cómo lo había conocido y cómo había llegado hasta este punto. Le dijo que solo se trataba de pasar un buen rato, platicando de cosas triviales y sintiéndose al mismo tiempo halagada. Eso era todo. Sonia la veía y sonreía mientras ella le daba todos los detalles. Cuando Bella terminó su relato, Sonia se recargó en el asiento de su silla, se llevó las manos a la cara y movió las piernas pataleando mientras gritaba emocionada.
-No te lo creo. Esto es tan... ¿romántico?
-No lo sé. Pero estos dos días los he pasado de maravilla. Es algo diferente que me ha sacado de la rutina diaria- dijo suspirando. -Es más, hacía tanto tiempo que no suspiraba tan profundamente- dijo mientras sonreía.
-Ten cuidado, amiga. ¿Estás segura de que solo se va a tratar de platicar, sin llegar siquiera a un beso? Por lo que me dices, te gusta el muchacho.
-No va a pasar nada- dijo mientras se acomodaba sus rizos atrás de las orejas.