sábado, 28 de agosto de 2021

LA PESADILLA

           



          Lo único que deseaba la joven, era dormir. La fiesta de la noche anterior le estaba pasando la factura y después de las clases en la Facultad de Filosofía y Letras, no tenía ganas de nada más, que de tumbarse en la cama a dormir hasta el otro día. Pero consciente de que el semestre estaba a dos meses de terminar, cogió fuerzas y se dirigió a la biblioteca. Debía continuar con una lectura que tenía pendiente.


          Una vez que consiguió el libro fue a sentarse en una de las pocas sillas que quedaban disponibles. Absorta en su lectura, observó el retrato del autor, que se encontraba enseguida de un párrafo que no lograba entender. De pronto, los ojos de la foto empezaron a parpadear y de ellos salieron unas raíces delgadas de color café. Antes de que se diera cuenta, éstas ya estaban enredadas en su cuerpo y la apretaban con fuerza. La chica miró para todos lados, pero todos, concentrados en sus lecturas, no se daban cuenta de lo que le estaba sucediendo.

          El tic-tac de un reloj antiguo de pared, llamó su atención. Lo miró angustiada y entonces éste comenzó a dar las 5 de la tarde. Mientra sonaban las campanadas, el péndulo se volvió una lengua larga que se extendió hasta donde estaba la muchacha. Las raíces la levantaron en vilo y sin soltarla, usaron la lengua como un puente para llegar adentro del reloj.

          Ahí todo era blanco y silencioso. Las raíces comenzaron a aflojar un poco. La muchacha empezó a hacer esfuerzos por soltarse de las horribles raíces. Lo primero que logró liberar fueron los pulgares y enseguida los demás dedos y manos, hasta por fin desenmarañarse de todas las raíces. Caminó despacio, mirando para todos lados, hasta que encontró rastros de sangre, que mientras más avanzaba, eran más grandes hasta ser éstos, grandes charcos.

          Pronto se vio ante una puerta que decía "LLEGÓ TU HORA". Y al abrirla vio muchas máquinas, cada una de ellas con un letrero que decía "RECICLAR".
-Bienvenida seas -escuchó detrás de ella. Se dio la vuelta y vio al autor del libro que estaba leyendo momentos antes, con una sonrisa amigable.
-¿En dónde estoy? preguntó inquieta.
-En el centro de reciclaje. 
-¿Reciclaje? ¿De qué?
-De sangre.
-No entiendo -dijo nerviosa.
-Aquí es donde llegan todos los que han dejado de entender lo que leen. Extraemos su sangre y la reciclamos para transformarla en tinta para bolígrafos. ¿Entiendes la maravilla? -dijo el hombre. -¡Tu sangre quedará impresa en algunas hojas! ¿No te da curiosidad saber qué escribirán con tu sangre? -le preguntó acercando completamente su cara a la de ella.
-¡No seré un peón más para sus locuras! -gritó huyendo hacia la salida. 

          Mientras corría recordó que estaba dentro del reloj de pared que estaba en la biblioteca. Buscó por todos lados sin lograr encontrar la puerta que la llevara afuera. El hombre se acercó despacio y riéndose a carcajadas, con una jeringa enorme en una de las manos. Cuando llegó con ella la sujetó fuertemente. Ella gritó desesperada y en ese instante miró a mucha gente leyendo en silencio. Se enderezó y entonces se dio cuenta que era una pesadilla. Se había quedado dormida sobre el libro que leía. Recogió sus cosas, entregó el libro y fue a casa a dormir. Al otro día, descansada, regresaría a sus deberes.

jueves, 26 de agosto de 2021

LA ESTÚPIDA GUERRA DE LOS TRES DÍAS

 



          Inexplicablemente, en la pequeña comunidad de El Paraíso, llovía sangre. Este pueblo se encontraba a muchos kilómetros de cualquier otro y estaba habitado por seis personas, todas de edad avanzada. Al no haber nada allí, la gente se mudó a ciudades donde hubiera una mejor calidad de vida. Y es que en un tiempo fue un pueblo próspero, pero la guerra entre dos pueblos que estaban, cada uno en un extremo de éste, acabó con él. Fue la guerra más estúpida de la historia, pues fue a causa de una mujer casada.


          Resulta que en el pueblo Río Verde vivía un matrimonio, que según dicen, era muy feliz. Eran dueños de una tiendita de abarrotes y cada semana llegaba el proveedor de mercancía, quien venía del pueblo Laguna Seca. Bien es sabido por todos que la mujer, aún siendo casada, se enredó con el proveedor, algunos años más joven. Cuando alguien le dió la noticia al marido, éste esperó a que volviera el joven proveedor y lo enfrentó. Se hicieron de palabras y cuando estaban a punto de los golpes, la mujer salió y dijo estar enamorada de su amante. Sumamente molesto, el marido ofendido la mandó a callar y a regresar a casa. La mujer corrió hacia su amante y le pidió que la llevara con él y ante el asombro de todos los que observaban la escena, subieron a la camioneta, alejándose de ahí.


          Los hombres del pueblo estaban muy ofendidos e instaron al marido abandonado que fueran varios a traerla de vuelta. Tenían que defender su honor. Y así, por la noche, varios hombres armados llegaron en camionetas a Laguna Seca. Muchos hombres, también armados, ya los esperaban a la entrada del pueblo, les pidieron que se regresaran por donde llegaron y al no hacer caso, se armó la balacera, dejando un saldo de tres muertos de Río Verde. Los fuereños huyeron, abandonando los cuerpos de los caídos y se apostaron en El Paraíso. De ahí mandaron a un emisario por más hombres mientras se reorganizaban en el pueblo intermedio.

 

          Por su parte, los hombres de Laguna Seca, alertados por la mujer en discordia, quien conocía el pensar de sus paisanos, decidieron ir hasta El Paraíso y recibirlos ahí, para evitar que hicieran daños en su pueblo. Desconocían que aquéllos también estaban allá. En cuanto se vieron volvieron a hacerse de las armas y las bajas se fueron dando entre ellos y los de el lugar en el que se encontraban, sin tener éstos nada qué ver en el asunto. Después de tres días de guerra, el marido ofendido y el robaesposas, se reunieron y llegaron al acuerdo de matar a la mujer. Muerto el perro se acababa la rabia y así evitaban que al conocer a otro hombre, volviera a hacer lo mismo. La mandaron traer a El Paraíso y cada uno, al mismo tiempo, la llenaron de balazos. Cada quien tomó rumbo para su respectivo pueblo, dejando atrás los cadáveres de la infiel, muchos hombres de los dos pueblos vecinos y muchísimos más, hombres, mujeres y niños del pueblo cuyo único error que cometió, fue haberse ubicado entre esos dos pueblos.


          Desde entonces, solo llueve sangre, dejando un olor muy desagradable recordándoles a los seis habitantes la guerra que se desató en sus tierras por una mala y desconocida mujer, de la que ni siquiera un retrato existía.



LA MALDICIÓN DEL VAQUERO

 



          La música y el escándalo propios de una cantina se escuchaban hasta la calle, donde un hombre amarraba a su caballo para entrar a beber unas cervezas que le refrescaran la garganta seca por el polvo del camino.

          En cuanto las puertas se abrieron, la gente guardó silencio. El forastero avanzó hacia la barra y pidió una cerveza, lanzando una moneda sobre el mostrador y sentándose de frente al cantinero. En cuanto recibió la bebida, se la bebió de un jalón y pidió otra.

          La gente volvió a lo suyo, al ver que se trataba de un vaquero tranquilo. Después de la primera cerveza, Robert se bebió tranquilo cada una de las bebidas que pedía, observando todo por el gran espejo que había frente a él. Las mujeres del salón se paseaban entre las mesas ofreciendo alegría a los clientes. 

          De repente, una mujer bajó corriendo las escaleras y antes de llegar al piso, un hombre la alcanzó del pelo, llevándola de regreso hacia la planta superior. Ella gritaba y forcejeaba intentando soltarse. Robert se levantó rapidamente y al pie de las escaleras gritó:
-¡Suéltala!
-No te metas en lo que no te incumbe.
-¡Déjala en paz! -Insistió con las manos muy cerca de los revólveres y mirando fijamente al agresor de la chica. La gente comenzó a levantarse de las mesas, alejándose de un posible tiroteo. El atacante, quien solo llevaba pantalones, soltó a la muchacha, dejándola ir. Robert y todos los demás volvieron a sus lugares y siguieron disfrutando de la noche.

          El vaquero salió de la cantina y se encaminó al hotel de al lado, cuando escuchó ruidos en el oscuro callejón.
-¿Quién te crees que eres para meterte donde no te llaman? -Escuchó una voz que comenzó  a tomar forma mientras salía de las sombras.
-Aléjate de mí  y evítate problemas -dijo Robert.
-Me dejaste en ridículo y eso no puede quedar así -dijo el hombre llevando la mano al revólver.
Un disparo se escuchó. La gente de la cantina salió y vio al bravucón tendido en el suelo y al forastero de pie.

          Cuando el sherif llegó fue informado de los sucesos.
-Le sugiero que se vaya del pueblo lo antes posible. En cuanto los hermanos de este hombre se enteren de lo sucedido, buscarán venganza. Este es un pueblo tranquilo y quiero que siga así -le dijo a Robert, quien asintió sin objetar, fue por su caballo y se marchó del pueblo.

          Ya en el campo, después de cabalgar un buen rato, buscó un lugar para descansar. Mientras conciliaba el sueño, pensaba en su vida. A pesar de ser un hombre tranquilo, siempre terminaba matando a alguien. Nunca soportó las injusticias y por ayudar a los demás, o lo retaban a duelo o se veía obligado a defenderse. Era una maldición con la que le tocó vivir.


miércoles, 25 de agosto de 2021

UN RELOJ APÁTICO

 


          El reloj marcaba pesadamente las horas. Las manecillas caminaban muy despacio, como no queriendo avanzar y el péndulo se había perdido en su eterna monotonía, moviéndose arrítmicamente. Una gruesa capa de polvo vestía el aparato y el número 4 estaba de cabeza, a punto de caer completamente. El cristal estaba estrellado, haciéndolo parecer muy antiguo y la pintura ya se estaba cayendo.

          Cada mañana el sol entraba por la ventana, iluminando al pobre reloj pero los rayos solares no eran capaces de animarlo para que recuperara su ritmo normal.
-Es como si deseara acabar con nosotros -le dijo el horario al minutero.
-Creo que quiere matar al tiempo -respondió tristemente el minutero. -¿Qué pasará si lo consigue?
Los dos guardaron silencio.
-No lo conseguirá -dijo el péndulo después de un largo rato. -Nos matará a nosotros junto con él,  al tiempo jamás. Éste seguirá su curso a través de otros relojes y a nosotros, ya inservibles, quizás nos den otra oportunidad si nos dan para reciclar.



martes, 24 de agosto de 2021

LA MONTAÑA DEL LAGO DE CRISTAL




           Mientras más nos acercábamos a nuestro destino, más hermoso era el paisaje. La montaña se miraba imponente frente a nosotros, con la cima blanca por la nieve y grandes ríos descendiendo hasta llegar al lago. Era la primera vez íbamos a pasar unos días en un bosque y por lo que estábamos viendo a nuestro alrededor, habíamos acertado al decidir hacerlo en La Montaña del Lago de Cristal. Buscamos un buen sitio para estacionar nuestra casa móvil, debajo de unos árboles grandes y cerca del lago. Fuimos a caminar un rato para familiarizarnos un poco con el lugar y cuando nos dio hambre, regresamos par preparar una buena comida. Mientras iba atardeciendo, los ruidos del lugar eran más fuertes. El agua que bajaba de la montaña se escuchaba armoniosamente y el lago se movía suavemente.

 

          Por la noche, mientras mirábamos el cielo y conversábamos, llegó una camioneta con la música muy alta y un gran escándalo, rompiendo la paz del lugar. Se estacionaron cerca y bajaron tres hombres y una mujer. Entre todos bajaron dos casa de campaña y en un dos por tres, las armaron y sujetaron muy bien al terreno. Acomodaron unas sillas desplegables y uno de ellos bajó una hielera con cervezas. Comenzaron a beber y gritar mientras conversaban, soltando fuertes carcajadas y muchas malas palabras.

 

        Nos levantamos y cuando llevábamos nuestras sillas a la orilla de nuestra casa móvil, uno de ellos nos gritó:

-¿Acaso les molesta nuestra alegría?

-Por supuesto que no - respondió mi esposo. -Que tengan una bonita velada. Buenas noches.

-Sí que les ha molestado -gritó la mujer. -Si no les parece, ¡lárguense!

Sin hacerles caso, nos metimos y cerramos bien la puerta. Estábamos seguros que pronto caerían dormidos por la borrachera que llevaban encima.

 

          De pronto escuchamos unos golpes Sobre la lámina del vehículo y éste empezó a moverse. Mi marido se asomó por una de las ventanas y vió que eran eLos, los cuatro, golpeando con unos bates de béisbol. Luego de un rato dejaron de golpear y todo estaba en silencio, pero a los pocos minutos escuchamos que una ventana se rompía. La estaban rompiendo a batazos y entonces, por ahí se metieron dos de ellos gritando maldiciones. Sujetaron a mi marido a una silla y les abrieron la puerta a los otros dos. Cuando entraron, ella pasó a mi lado, empujándome muy fuerte, llegó al refrigerador y al no encontrar cervezas, se acercó a mí amenazante y gritándome improperios. Uno de los hombres comenzó a golpear a mi esposo mientras los demás reían. Lo hacía por el placer de hacerlo y pronto, los demás se unieron a la golpiza olvidándose de mí. Cuidadosamente, tratando de no hacer ruido, me acerqué a dónde estaba mi bolso y cogí la pistola que llevaba en él.

 

          Disparé al aire, logrando así que dejaran de golpear a mi marido, quien ya sangraba mucho de la cara. Les apunté a los cuatro, obligándolos a permanecer contra la pared, con las manos en la cabeza y muy juntos entre ellos. Cuando consideré que tenía controlada la situación, cogí mi teléfono, sin dejar de apuntarles, y marqué al 911 pidiendo ayuda. Dejé la llamada corriendo y fui a soltar a mi esposo. Aunque estaba muy golpeado, tuvo fuerzas para levantarse e ir a traer el hacha que teníamos en la cocinita. Armados los dos, nos sentamos sin dejar yo de apuntarles y atentos a sus movimientos hasta que llegaron los policías.

 

          Teníamos planeado pasar una semana allí, pero con esto qué sucedió la primera noche, preferí regresar a la tranquilidad de nuestro hogar y pasar ahí nuestra semana de descanso.



EL REENCUENTRO




          Esta historia trata del rencuentro de dos árboles gracias a sus raíces.

 

          En una finca muy grande y bonita había dos árboles pequeños frente a la fachada principal de la casa. A pesar de ser muy jóvenes, ya contaban con abundante follaje y el verde de sus hojas era muy brillante. A la dueña no le agradaba mucho tenerlos a los dos juntos, pues decía que cuando crecieran iban a obstruir la vista de su hogar. Como los dos le gustaban mucho, no quiso deshacerse de ninguno y pidió al jardinero que moviera uno de ellos hacia la parte trasera del jardín. Con la ayuda de algunos trabajadores y con mucho cuidado, sacaron uno de los árboles y rápidamente lo plantaron donde la patrona indicó.

 

          Pronto, la mujer se dio cuenta de que el árbol que movieron empezó a entristecerse. Las hojas de las ramas estaban palideciendo. Supuso que no resistió que lo sacarán de la tierra y luego volvieran a plantarlo en otro lugar, pero cambió de idea cuando vió que el otro arbolito, el que habían dejado en su lugar, también estaba triste. Con mucho esmero, la dueña del lugar los regó, les puso tierra nueva y fertilizante, más todo fue en vano. Una mañana, en pleno verano, los dos amanecieron casi pelones, con muy poquitas hojas que ya estaban casi secas y aunque cada primavera reverdecían un poco y seguían creciendo, nunca se pusieron tan bonitos como cuando estaban juntos.

 

          Una ocasión, el jardinero les comunicó a sus patrones que algunas partes de las raíces de los árboles en cuestión se estaban extendiendo al ras del suelo y que ambas estaban por llegar a la casa, lo cual podría causar daño al inmueble. El patrón le pidió que los cortará de tajo, de una vez por todas, antes de que dañaran la casa, más la mujer le pidió que esperara; que primero analizaran en qué dirección iban y que actuaran en base a ello. La decisión de la señora fue acertada, pues las raíces solo pasaron a un lado de la casa y no había ninguna probabilidad de que se desviaran. Con el tiempo, las fuertes y gruesas raíces se encontraron en medio del camino, se enlazaron y ahí suspendieron su recorrido.

 

          Cuando la primavera llegó, ambos árboles empezaron a reverdecer magníficamente. Las hojas eran de un verde precioso y estaban fuertemente afianzadas a las ramas. La sombra que daban era muy grande y fresca y a partir de entonces, siempre crecieron hermosos y muy sanos. Mientras la mujer los miraba de lejos complacida, vió que su esposo iba caminando hacia ella, mirando a los árboles y luego volteó a verla levantando ambos pulgares, con una sonrisa de aprobación.


lunes, 23 de agosto de 2021

JUSTICIA DIVINA

 



          la joven se le fue la respiración cuando, después de cabalgar por varias horas, se encontró frente al puente de carrizo colgante. Si no quería que la alcanzara la pandilla de bandidos que la iba persiguiendo, debía cruzar el puente. Éste atravesaba un río que además de ser muy caudaloso era muy peligroso por las piedras filosas que contenía. Espoleó a su caballo pero éste solo emitió un sonido de desconfianza. Volvió a espolearlo y lejos de avanzar, dio unos pasos hacia atrás. Sin desmontar, acercó la cabeza a la oreja del animal y le habló suave, con mucha calma. Le pidió que por favor avanzara mientras le daba palmaditas en el cuerpo. Poco a poco y no sin miedo, el caballo empezó a caminar. Lo hacía muy despacio y cada vez que el puente se mecía, escapaba de su hocico un ruido nervioso.

 

          Mientras tanto, no muy lejos de ahí, cinco jinetes avanzaban en dirección al río. Solo con verlos se adivinaba que eran maleantes. El gesto hosco, la apariencia sucia y los revólveres, los delataban. Los caballos corrían lo más rápido que podían. Los hombres los azotaban con los fuetes para que aceleraran el paso. Llevaban meses planeando asesinar a la familia Wallace para quedarse con el rancho que estaba asentado sobre tierras ricas en petróleo.  Si no fueran por la hija de los dueños, todo habría salido a la perfección, pero se había escapado y ahora iban tras ella para acabar con el problema. No les convenía dejar cabos sueltos.

 

          Por su parte, el caballo de la joven avanzaba muy despacio. Apenas habían recorrido la mitad del trayecto entre una orilla y otra, cuando la chica volteó hacia atrás. Vio que una polvareda se levantaba no muy lejos de allí. Supo que se trataba de sus perseguidores. Volvió a hablarle bonito al animal. -Vamos - le dijo bajito. -Un poco más, hermoso, tú puedes. El caballo negro, muy tenso, siguió avanzando lentamente. Los truenos, que desde hacía rato se escuchaban, cada vez eran más fuertes y el cielo empezó a cubrirse de nubes de lluvia. El viento empezó a soplar fuerte y el puente se mecía cada vez más peligrosamente. La muchacha, quien ya empezaba ponerse mucho más nerviosa, respiró profundamente y continuó hablándole al animal con mucha calma y cariño, tratando de no transmitirle su nerviosismo. El cuadrúpedo siguió hacía adelante y cuando por fin llegaron a tierra firme, ella escuchó los gritos de los maleantes que ya se encontraban a punto se atravesar el puente.


         -¿Creíste que escaparías, niña tonta? -gritó el que parecía el jefe de la banda, al tiempo en que comenzó a llover y fuertes ráfagas azotaban al puente. -¡Vamos! -ordenó a sus compinches. Obligaron a los animales a subir por el puente que se movía muy fuerte de un lado a otro. Los caballos relinchaban de miedo y se paraban en dos patas tratando de no continuar avanzando, pero los malvados hombres los espoleaban con fuerza exagerada. La joven, aterrada, quedó paralizada, mirándolos incapaz de moverse. Los hombres gritaban y el viento rugía entre la furia de la lluvia que ya caía fuertemente. El puente parecía un columpio con el movimiento causado por el aironazo. Entonces, sin que nadie se lo esperara, y ante la mirada atónita de la muchacha, las amarras del puente se rompieron haciendo caer a jinetes y caballos.

 

          Cómo por arte de magia, pasó la tempestad. La muchacha Wallace, se acercó a la orilla del río y vio cómo los cinco jinetes con sus caballos eran arrastrados por la corriente. Respiró aliviada, pues nadie podría sobrevivir a una caída en un río rocoso. Acarició a su caballo y siguió su camino para buscar ayuda y dar aviso a las autoridades sobre lo que les habían hecho a sus padres, pero con una imagen fija en su cabeza... la de los malhechores cayendo del río como si cada uno de ellos fuera una pluma.



domingo, 22 de agosto de 2021

UNA NOCHE MUY DIFÍCIL

 



          Los escalofríos eran cada vez más intensos. Empecé a temblar de frío pese a que estaba ardiendo en calentura. Mi esposo me dio unas pastillas y me puso fomentos de agua helada en la frente y vientre, los cuales me hacían brincar al sentir la frialdad en mi cuerpo, pero en minutos los calentaba pues la fiebre que tenía era muy alta.


          De pronto me vi sobre una flor gigante volando a una velocidad exageradamente rápida. Me aferré a los pétalos rosas para no caer. Llegué a un centro comercial que estaba lleno de gente y la flor, cómo si supiera por dónde avanzar, se abría paso entre las personas que sorprendidas me miraban. La flor aceleró aún más la velocidad, al grado de que solo alcanzaba a ver rayas de colores a mi alrededor. La sensación en mi pecho y estómago era horrible, pues sentía una especie de vértigo debido a la rapidez con que volaba.


          Entonces me di cuenta de que la flor empezó a encogerse. Cada vez me era más difícil mantenerme sobre ella, hasta que caí al vacío. Recuerdo que la caída no terminaba nunca. Caía y caía dándome tumbos con unas piedras muy suaves como esponjas. Quería afianzarme de una de ellas para no seguir cayendo por ese túnel infinito, pero cuando me agarraba de una, ésta de desintegraba. Entonces la velocidad disminuyó drásticamente. Me sentía una pluma cayendo muy, pero muy despacio. Cuando toqué el piso, lo hice muy delicadamente.


          Mas esto no acabó ahí. Me di cuenta que aunque no me movía, avanzaba. Muy despacio, pero me movía. Lo que creí que era el suelo, era una tortuga gigante. Empecé a ver animales que nunca antes había visto, con dientes y cuernos afilados y al parecer muy hambrientos. Quieta me quedé sobre la tortuga, esperando que me llevara lejos de esos animales, cuando vi un lago enorme del cual salían hierbas acuáticas. Éstas, como si fueran manos, buscaban presas y las agarraban sumergiéndolas, en el agua. Al ver qué la tortuga empezó a meterse al lago, quise bajarme de ella, pero una sustancia viscosa me impedía despegarme del caparazón.


          Ante mi desesperación, la tortuga seguía entrando en el agua y de pronto varias hierbas se enredaron al rededor de mi cuerpo. Grité con todas mis fuerzas pero no salía ningún sonido de mi boca. Me hundieron en el agua y empecé a ahogarme. Cuando estaba a punto de morir, me vi tendida sobre las arenas secas que bordeaban el lago. Comencé a sentir que mi respiración y corazón volvían a la normalidad y abrí los ojos.

-¿Cómo te sientes? -Me preguntó mi marido, acariciándome el cabello.

-¿Qué sucedió? -Le dije débilmente.

-Has pasado la noche con una fiebre muy alta. Gracias a Dios, ya ha terminado.

Suspiré tranquila al enterarme de que solo había alucinado.




sábado, 21 de agosto de 2021

EL CONFLICTO

 



         Dora llegó varios minutos antes a la compañía aseguradora que la acababa de contratar. Estaba realmente emocionada, pues pasó diez años trabajando en Canadá, y volver a México, la tierra donde nació, era un sueño hecho realidad. Gratamente se sorprendió al ver llegar a Alicia, su amiga de juventud. Se abrazaron con mucho gusto. De jóvenes habían sido amigas inseparables, pero por cosas de la vida, habían perdido contacto. Se pusieron de acuerdo para ir a un café después de la jornada laboral. Tenían infinidad de cosas qué contarse.

 

          Ya en el café, hablaron de todo. Dora le dijo haberse casado con un francés en Vancouver, pero desgraciadamente no lograron entenderse y al año se divorciaron. Desde entonces se dedicó a trabajar y viajar con amigas. Por su parte, Alicia le dijo que llevaba quince años casada y tenían tres hijos varones. Le dijo que casi no viajaban pues estaban juntando dinero para la universidad de los muchachos, pero le aseguró que eran muy felices y su relación era muy sólida. Alicia la invitó a una barbacoa el fin de semana para que conociera a su familia.

 

          Dado que el fin de semana hacía mucho calor, Dora se presentó a la barbacoa con unos shorts muy chiquitos y una blusa de tirantes con un escote muy pronunciado. Alicia la recibió encantada y la llevó al patio donde Santiago estaba cocinando, para presentarla con él y sus hijos. Durante todo el rato conversaron y rieron mucho. Discretamente, Santiago le echaba miradas a los pechos y piernas. La mujer tenía un cuerpo muy bien formado. Al anochecer, Dora se fue después de aceptar otra invitación para el próximo fin de semana. La reuniones entre ellos se hicieron costumbre, pero algo había surgido entre Dora y Santiago.

 

          Los coqueteos dejaron de ser inocentes juegos cuando Dora llegó un día en que Alicia había ido con sus hijos a visitar a su padre. Mientras conversaban hubo roces y de pronto, mientras ella se servía una copa de vino, él la enlazó por la cintura, y la besó. Lejos de oponerse, ella correspondió al beso, terminando en la cama de su mejor amiga, con su esposo. Los encuentros entre ellos se hicieron muy frecuentes, aunque eran en la casa de ella. Dora dejó de visitar a la familia, pues ahora se encontraba en un gran conflicto. Por un lado apreciaba a su amiga, y por el otro, le gustaba muchísimo hacer el amor con Santiago.

 

          Una ocasión, Alicia le comentó que sospechaba que su marido la engañaba con otra mujer, pues ya no la tocaba y su relación se estaba tornando muy fría. Dora se sintió la peor persona del mundo. Por la noche estuvo reflexionando y decidió verse con el hombre que la volvía loca en la cama. Cuando se vieron, no dejó que la besara y terminó con él. Santiago le pidió que reconsidera más ella se mantuvo firme argumentando que prefería mil veces perder a un amante que a una amiga. Cuando él se retiró, ella inspiró profundamente y sonrió al sentirse liberada.



viernes, 20 de agosto de 2021

LAS HIJASTRAS BUENAS

 






          Los tonos amarillo y naranja adornaban bellamente el cielo cuando empezaba a atardecer. El escándalo de los pájaros que empezaban a llegar a los árboles se escuchaba en toda la colonia. Solo era cuestión de que el sol se metiera para que oscureciera por completo. Miguel, quien miraba por la ventana de su casa, empezó a ponerse nervioso. Por alguna razón, la noche le provocaba ansiedad. Fue a la cocina y buscó en el gabinete donde guardaba las medicinas. Al no encontrar las pastillas que lo tranquilizaban, buscó en los demás gabinetes y cajones. La angustia empezó a invadirlo. Volvió al primer lugar donde buscó. Con las manos temblorosas por el nerviosismo, comenzó a tirar los demás medicamentos. Fue al baño y buscó en el botiquín. Tampoco estaban ahí. Al cerrarlo, vió en el espejo que detrás de él estaba una de las hijas de su esposa sosteniendo el bote ansiado. Rápidamente volteó y se le fue encima tratando de arrebatárselo. La chiquilla lo arañó con todas sus fuerzas y Miguel le dio un puñetazo haciendo que dejara caer el bote. Cuando estaba a punto de recogerlo sintió un golpe muy fuerte en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.

 

          Cuando despertó se dio cuenta que tenía las manos y los pies atados y la boca llena de trapos que le impedían hablar. Entonces vio a la pequeña y a su hermana, quien ya era adolescente, y que llevaba una pala en la mano. Terriblemente espantado, Miguel solo atinaba a abrir los ojos desmesuradamente, entre gemidos casi imperceptibles. La jovencita, sin decir absolutamente nada, se puso a la tarea de escarbar. A pesar de tener una figura muy delgada, su cuerpo era atlético; tenía los brazos y las piernas muy fuertes. La hermanita miraba la escena en silencio, con una tranquilidad que verdaderamente causaba miedo. Una vez que la fosa tuvo el espacio necesario, entre las dos arrastraron al hombre y lo lanzaron dentro de él. La mayor fue adentro por todas sus pertenencias y también las lanzó al hoyo, sin importarle la desesperación de su padrastro. Luego empezar a echar la tierra de regreso.

-El maldito y todos sus objetos quedarán bien cubiertos y todo el mundo creerá que se largó para siempre -dijo mientras paleaba.

 

          Habían comprado varias orquídeas para justificar la tierra removida con su mamá, cuando ésta llegara de su trabajo al amanecer, pero una idea loca se les ocurrió antes de sembrarlas. Invitaron a varios de sus amigos a bailar un rato y lo hicieron sobre la tumba, zapateando muy fuerte. Una de las invitadas, quien era una chica pelirroja muy guapa, pero algo despistada, se dedicó a dar vueltas y vueltas alrededor del jardín hasta caer muy mareada. Ya en el suelo, se encontró unos pantalones de hombre y cuando pudo levantarse regresó a donde todos bailaban, con ellos en la mano. La niña pequeña la alcanzó a ver antes que todos y en un segundo, sin que nadie se diera cuenta, la llevó entre jalones hasta un árbol frondoso.

-¿Con quién tuviste sexo? -Preguntó la pequeña.

-Con nadie -respondió la pelirroja.

-¡Claro que sí! -Insistió. -Por eso traes esos pantalones de hombre. ¿Lo dejaste desnudo?

-No seas tonta. Me los encontré..

-¡Tú no te has encontrado nada! -le dijo enérgicamente mientras le daba un jetazo. -¿Te quedó claro?

-La pelirroja asintió con la sorpresa y el miedo reflejados en el rostro.

Las dos regresaron a dónde estaban los demás, después de haber dejado los pantalones en el cesto de la ropa sucia.

 

          Las hermanas decidieron que era tiempo de despedir a sus amigos y cuando todos se fueron, plantaron las flores y luego se fueron a dormir tranquilamente. Por la mañana, cuando su madre llegó le mostraron las plantas y desayunaron las tres juntas. Cuando ella les preguntó por su esposo, dijeron que estaba durmiendo y siguieron conversando muy dulces y lindas con su madre.



miércoles, 18 de agosto de 2021

LA VISITA DE SATANÁS

           





          Como cada noche, Olivia despertó con un olor a azufre que le molestaba mucho, pero esta vez, se levantó a averiguar qué era lo que despedía tan desagradable olor.  Al salir de la habitación se llevó un susto, pues ahí, en el pasillo estaba el Diablo. ¡Sí, el mismísimo Belcebú! Se talló los ojos y volvió a mirar. ¡Ahí seguía! Sonreía sensualmente y la miraba con obscenidad mientras la desvestía con esos ojos rojos. Se sintió muy atraída cuando se percató del buen cuerpo que lucía ese ser, a pesar de tener cuernos y cola, acalorándose por los bajos instintos que el Demonio le estaba provocando. Seguramente la estaba hipnotizando o controlando mentalmente, pues aunque sabía que debía huir de ahí, estaba paralizada, deseando intensamente ser poseída por él.

          Él se acercó sin dejar de sonreír y le pasó la lengua por el cuello. Un calorcito bajó desde su vientre hasta su íntimo vértice. En un breve momento, en que la razón tocó una campanita en su cerebro, regresó corriendo a su habitación, cogió la cámara que recién había estrenado hacía unas horas e intentó fotografiar a Satanás, pero el aparato cayó al suelo, pues éste la tumbó sobre la cama. Olivia se olvidó de todo y se dejó llevar por la diabólica pasión que sentía y se entregó a la lujuria. Por la mañana despertó sola y muy cansada, con una rara sensación que, a pesar de todo, le causaba alegría. Se levantó y vió la cámara en el suelo, y una nota en el espejo que decía: "Desde hoy, tu alma y cuerpo me pertenecen".


martes, 17 de agosto de 2021

ANGUSTIOSA CARRERA



 

          Jadeando de cansancio, una anciana corría despavorida después de haber encontrado unos pantalones semienterrados junto a un zapato sobre la tierra. Al principio se quedó mirando, pero cuando vio que un hombre con un machete y la ropa ensangrentada se aproximaba, se retiró de ahí a toda pisa. Se encontraba en medio de un maizal y en su carrera, las hojas de los elotes golpeaban su cara y cuerpo; aún así no se detuvo. Estaba a punto de anochecer y temía por su vida. Con el miedo a flor de piel, no se fijaba en el suelo, solo miraba al frente de ella y ocasionalmente volteaba para asegurarse de que nadie la seguía. La oscuridad, que ya se hacía presente, no estaba ayudando y pisó un hoyo, lastimándose muy fuerte el tobillo.

 

          Caminaba lo más rápido que el dolor le permitía y mientras avanzaba, no se cansaba de arrepentirse por haber decidido regresar a pie a su casa. De pronto se sobresaltó al escuchar que los elotes se movían. Rápido se puso en cuclillas y esperó quieta, sin moverse. Estaba aterrada y tenía miedo de que los latidos de su corazón la delataran, pues ella los escuchaba a todo volumen. Volvió a escuchar el mismo ruido, descubriendo que era un cuervo el que estaba sobre una de las plantas y lo estaba picoteando. Como pudo se levantó y siguió caminando. El pie se le estaba hinchando y cada vez le dolía más.

 

          Empezaba a cojear cuando escuchó un ruido horrible detrás de ella y sintió que algo le movía el pelo. Un escalofrío recorrió su espalda haciéndola estremecer y cayó al suelo. Había sido una lechuza que pasó volando sobre de ella, acabando con la poca cordura que le quedaba. Empezó a llorar y gritaba de miedo cada vez que escuchaba algo. Entonces, un conejo se le atravesó haciéndola caer nuevamente. Esta vez escuchó tronar los huesos del pie y el dolor fue tan intenso que comenzó a gritar. Como ya no podía caminar, empezó a arrastrarse mientras rezaba para que Dios se apiadara de ella y cuando creía que todo estaba perdido, llegó a la carretera.

 

          Con la esperanza de que algún coche pasará y la auxiliaran, se apoyó en una roca gigante que encontró y con mucho esfuerzo se fue levantando. Estaba extremadamente cansada y muy dolorida del pie lastimado. No tardó mucho en ver las luces de un auto aproximándose. Como pudo se acomodó de tal forma que el conductor la pudiera ver e hizo señas con las manos. Se sentó llorando sobre la piedra cuando el chofer se orilló a su lado. Estaba dando gracias a Dios cuando se dio cuenta de que el hombre que había llegado era el mismo del que estaba huyendo. Incapaz de moverse por el terror que la invadía, vió cómo éste sacaba una pala del maletero, siendo unos golpes en la cabeza, los últimos dolores que sintió en su vida.


lunes, 16 de agosto de 2021

LA DAMA DE LAS ORQUÍDEAS

 



          Con el pelo bien peinado y la carita muy limpia, yacía una hermosa niña en un pequeño y elegante ataúd blanco. Los sollozos de su madre provenían de los asientos frontales de la funeraria, que estaba completamente llena de dolientes silenciosos. Cuando el servicio fúnebre terminó, todos se dirigieron al panteón donde descansaría eternamente la pequeña. Sus padres, abrazados entre ellos, lloraban inconsolables ante la pérdida de su única hija.

 

          Karina estuvo muchos días en cama. La tristeza que llevaba en su alma pesaba mucho, impidiéndole levantarse. Su marido trataba de consolarla y reconfortarla sin éxito. Finalmente, con todo el dolor de su corazón, él tuvo que volver a sus labores cotidianas, no sin mucha preocupación por su mujer.

-Debes ser fuerte -le dijo antes de retirarse. -Yo también estoy sufriendo pero debemos seguir adelante. Estoy seguro que la nena estará feliz si nos ve salir adelante.

 

          Poco a poco, Karina fue recuperando fuerzas físicas, aunque anímicamente se sentía muy mal. Sentía haber perdido las ganas de vivir. Pasaba horas enteras en la habitación de su hija, mirando fotos, acomodando su ropita y juguetes. Abrazaba sus colchas llevándoselas a la nariz para olerlas mientras rompía en llanto. Cuando se sentaban a la mesa, le era inevitable llorar al ver la tercera silla vacía. Muchas noches renegó mirando el cielo.

-¿Por qué? -Preguntaba llena de rabia mirando al cielo. -¿Dices que amas a tus hijos por igual y me has causado el peor dolor que una madre puede tener. ¿Será porque eres un Dios injusto y perverso? -gritó entre lágrimas abundantes.

 

          Los meses pasaban y Karina no encontraba alivio para su pena. Ni siquiera conversaba con su esposo; solo hablaba con él para lo más elemental. Entonces una noche cálida que no podía conciliar el sueño, se levantó de la cama y fue a abrir la ventana. Se recargó en el marco escuchando los sonidos de la noche  disfrutando el suave viento que acariciaba su cara y pecho. Percibió un delicado aroma que no supo identificar pero que llamó poderosamente su atención. La atraía de tal forma, que fue a ponerse su bata y salió de la casa. Caminó entre las plantas del jardín y llegó a los límites de su propiedad. El olor era más intenso y cruzó la calle para internarse en el terreno donde varios voluntarios de la colonia sembraban diferentes tipos de hierbas y plantas. Caminó muy atenta, tratando de localizar lo que producía esa fragancia.

 

          Por fin lo encontró. Era una planta con flores bellísimas. Se acercó a ellas y aspiró profundamente. ¡Era el olor de su pequeña! ¡Las flores despedían el olor de su pequeñita! Desde entonces, se unió a los voluntarios de la comunidad, pidiéndoles que la dejaran hacerse cargo de esas flores. Todos los días les dedicaba varias horas y platicaba con ellas amorosamente. Y todas las noches, iba un rato a olerlas y luego miraba al cielo, dedicándole una sonrisa. Volvió a encontrar un motivo para ser feliz y la relación con su esposo mejoró muchísimo. Era tanto su amor y cuidado para con las flores, que pronto la llamaron La Dama de las Orquídeas.



UNA VIDA TRISTE

 


         Dicen que lo único que tenemos garantizado en esta vida, es la muerte, y debe ser cierto, ya que desde que nacemos empieza la cuenta regresiva de nuestro reloj. Supongo que hay muchas historias dignas de conocerse, pero la que hoy relataré es una que he conocido de cerca, por tratarse de una amiga cercana de mi mamá, a quien quisimos mucho.

 

          Tía Nini, como yo la llamaba, nació en un pueblo de El Salvador. Ella fue procreada cuando un terrateniente violó a su madre, habiéndola raptado en el campo  mientras trabajaba. Nos contaba que cuando ella tenía unos siete años de edad, andando de compras en el mercado, su madre señaló a un hombre y le dijo al oído que él era su padre. Nos dijo que lo miró como miraba a cualquier desconocido, pues no sentía ningún tipo de sentimiento hacia él. Creció con muchas carencias y cuando acababa de cumplir catorce años, un hombre la violó, dejándola embarazada de Quique. Cuando la guerra se puso muy fea en aquel país, cogió a su hijo y se fue a vivir a México con unos tíos, quienes al día siguiente de recibirlos, la mandaron a buscar trabajo, diciéndole que debía buscar alojamiento con su primer sueldo, pues ellos no podían tenerla muchos días en su casa. Tuvo la suerte de encontrar ese mismo día un trabajo como mesera en una fonda y el dueño del comercio le ofreció un cuartito atrás sin cobrarle nada de alquiler. Después de avisar a sus tíos, esa misma noche se fueron a vivir junto a la fonda.

 

          Al poco tiempo su patrón cambió su forma de ser. El hombre amable que conoció se había convertido en uno morboso, quien no desaprovechaba la oportunidad de rozarla y repegársele, hasta que una noche entró al cuartito y, con la amenaza de botarla del trabajo, la obligó a tener relaciones sexuales con él. Como tía Nini no conocía a nadie y no tenía estudios ni sus papeles en regla en México, accedió a darle gusto al desalmado, y un día atendiendo a los comensales, conoció a un guapo militar quien había ido con sus compañeros a comer. Desde el primer momento surgió la atracción entre ellos, hasta que Alberto la invitó a salir. Pronto se enamoraron y él le confesó tener novia formal pero que iba a terminar su compromiso pues quería casarse con tía Nini y cuidarla junto con Quique. Los padres de Alberto se molestaron mucho y nunca aceptaron ni a tía Nini ni a su hijo, cosa que no les importó.

 

          Cuando se casaron, Quique tenía tres añitos y rápido, Alberto mostró su verdadera cara. El nene, como cualquier otro niño, hacía travesuras molestando terriblemente a Alberto, quien tuvo la perversa idea de tejer una especie de fuete con varias tiras de cuero blanco, a la cual llamó La Blanquita, y cada vez que el pequeñito hacía algo que no le pareciera al señor, éste golpeaba la espaldita desnuda del niño, quien gritaba y lloraba revolcàndose de dolor. Tía Nini, al tratar de protegerlo, recibía varios golpes en cuerpo y cara. Desgraciadamente, nunca tuvo el valor de separarse de su malvado esposo. Así vivieron once años, hasta que Alberto murió en una misión militar.

 

          Después de algunos años viviendo sola con su hijo y cuando él ya era un joven, lo asaltaron y mataron, dejando a tía Nini loca de dolor. Definitivamente su viaje por la vida había sido muy difícil, desgastando su salud y enfermando de todo, hasta que en medio de dolores terribles, murió de cáncer. Mi madre decía que la pobre tía sufrió desde que fue concebida.



domingo, 15 de agosto de 2021

EL PUEBLO DE LOS LAMENTOS

    


       Hubo un tiempo en que todos los días llovía, llegando así, a ser un hermoso pueblo de increíble vegetación. Durante el verano se llenaba de turistas por sus grandes cascadas de agua color esmeralda. Había ocasiones en que no cabía la gente en las lagunas. Fueron muchos años de esplendor para la pequeña comunidad, a pesar de que siempre había reportes de niños extraviados que nunca eran encontrados. Con el tiempo, una gran sequía comenzó a golpear al pueblo y a todos los de alrededor. Aún así, llegaban fuereños tratando de pasar una agradables vacaciones, hasta que las cascadas se acabaron y las lagunas desaparecieron. La vegetación comenzó a secarse al grado de que las hojas de los árboles se quemaron y cayeron, dejándolos pelones. El aspecto era terriblemente desolador; solo había troncos secos sobre el césped amarillo que crujía bajo las pisadas de quien pasaba por ahí. El pasto desapareció quedando únicamente tierra seca y poco después la tierra comenzó a agrietarse. Los lugareños se mostraban muy preocupados. Las temperaturas eran muy altas y hasta los mantos acuíferos se secaron, dejando a los habitantes sin agua para sus necesidades básicas.

 

         Una tarde, cuando estaba por oscurcer, algunas personas, no todas, escucharon sollozos de niños, provenientes de las calles. Quienes los escucharon, salieron a ver qué estaba sucediendo, pero aunque se los sollozos continuaron, no vieron nada. Entonces corrió el rumor de que la tierra lloraba por la falta de agua. Muchas familias decidieron abandonar el lugar, pues ya no había futuro en él, quedando así muy pocos habitantes.

 

          Una madrugada mientras una pareja de novios gozaban de su amor lejos de sus casas, escucharon los sollozos, los cuales pronto se hicieron lamentos. Pusieron atención tratando de descubrir de dónde procedían aquellos ruidos extraños hasta que llegaron a un tronco enorme. El joven trepó ante el nerviosismo de su novia y al llegar hasta arriba, miró por el ancho hueco. Horrorizado vió muchos esqueletos de niños. Aunque nadie fue a investigar, se supuso que eran los huesos de los niños extraviados, llegando a la conclusión de que ellos habían provocado la sequía, castigando al pueblo por no haberlos buscado eficientemente. Con esto, las familias que quedaban, también abandonaron el pueblo, por temor a que sus hijos desaparecieran, dejando el lugar como un pueblo fantasma, al que llamaron: El Pueblo De Los Lamentos.


sábado, 14 de agosto de 2021

UN AMOR SIN IGUAL




          En un lugar abismalmente lejano sobre la orilla extrema de nuestro tiempo existió un guapo caballero llamado Ricardo, quien por las noches buscaba diversión entre las hadas aladas de bella voz, pues con su canto hacían llover el polvo plateado de las estrellas. 

          Todas las muchachas del pueblo estaban enamoradas del apuesto joven y soñaban con casarse con él. Desconocían que éste estaba perdido de amor por una ninfa que había nacido del polvo estelar que caía con el canto nocturno de las hadas. Estaba completamente enamorado de ella, pero su amor era imposible, pues al llegar el día, Pólvica se desmoronaba sobre el suelo y ahí quedaba hasta que por la noche los seres mágicos volvían a entonar sus dulces voces, haciéndola recobrar su forma.

          Durante el día, Ricardo dormía unas horas y al despertar le escribía hermosas cartas de amor a su amada Pólvica, las cuales ella leía emocionada, hasta que una noche, sin poder resistirse más, se entregaron a la pasión a la orilla del río que corría en calma. Esto desató la ira del cielo, quien furioso los observaba. Los celos lo carcomían y comenzó a tronar estrepitosamente, haciendo que todo en la Tierra se estremeciera. Deseaba causarles daño.

          El amor entre Ricardo y Pólvica crecía noche tras noche. A él no le importaba que ella se deshiciera durante los días, con tal de amarla por las noches y una de ellas, se enteró de que iba a ser padre. Pólvica le comunicó llena de ilusión que estaba embarazada. El cielo, quien atento los escuchaba, se oscureció, cubriendo a la luna y las estrellas. Luego mandó un rayo muy cerca de ellos, jurando que estropearía su felicidad. 

          Pronto, durante una noche lluviosa, nació la hija de los enamorados. Cuando la vieron por primera vez, no pudieron disimular su sorpresa. Era una araña negra y peluda de largas patas. Aunque la recibieron con mucho amor, no pudieron evitar llorar al verla. Pólvica levantó el rostro hacia el cielo, preguntándole por la razón que lo había hecho mandarle una hija así.  Éste, terriblemente enfadado, le contestó: -Es tu castigo por haberte enamorado de un mortal. Claramente te dije que no podías enamorarte de nadie, mucho menos darle un hijo. ¡Y esto no acaba aquí! -siguió con voz fuerte. -Ella crecerá desmesuradamente y un día,  cuando estés desmoronada, lanzará sus telarañas sobre tus polvos, impidiéndote así, volver a recuperar tu forma. Ricardo sufrirá por no volver a verte nunca más.

          El tiempo pasó, comprobando que Acarita crecía mucho más de lo normal. Pólvica sufría cada noche cuando se acercaba el amanecer, pues temía que se cumpliera la amenaza del cielo. Ricardo no se conformó con estar a la espera de que el vaticinio se cumpliera y acudió a pedir ayuda al hada de la justicia. Ésta, después de escuchar la historia, prometió ayudarlos. Sobre el abdomen de Acarita untó unos polvos mágicos, dándole un suave masaje. Estos polvos le secaron para siempre las glándulas de hilado y la seda, evitando así que le hiciera daño a su madre.

          Por fin pudieron ser felices y los tres vivieron juntos en el bosque.

viernes, 13 de agosto de 2021

LA BODA DEL SIGLO


          Muy ocupado se encontraba el naire con un gran y majestuoso elefante. La boda del príncipe se aproximaba y debía tener completamente adiestrado al animal para el evento. Además, debía pintarle la cara y las uñas de colores llamativos. Mientras trabajaba con el adiestramiento, un coche se detuvo cerca. Un hombre muy elegante bajó y fue hasta él. Se trataba de un enviado del príncipe que iba a cerciorarse de que todo fuera a buen ritmo para la fiesta. Luego de darle indicaciones regresó al mercedes que brillaba de limpio, pese a la tierra del lugar.

          Cuando el vehículo desapareció de su vista, el trabajador pensó en las injusticias de la vida. Mientras a la mayoría de la gente en la India no les alcanzaba el dinero ni para comer, la realeza, lejos de ayudar al pueblo, gastaban excesivamente el dinero en una boda, y tenían coches de lujo, mansiones preciosas, ropa elegante y comida en abundancia. En cambio él, que se mataba trabajando con los elefantes no tenían ni lo básico. Para no sentarse en el suelo, recogía los neumáticos que los ricos deshechaban para usarlos como asientos y así, se las tenían que ingeniar con todo. Meneó la cabeza y siguió trabajando.

          El gran día llegó. Mientras el adiestrador terminaba de alistar al elefante, llegó una mujer acompañada de tres personas. Llevaban telas finas de colores vivos, un trono de oro precioso y listones elegantes. Con una habilidad impresionante, la decoradora adornó los colmillos y el cuello del enorme animal. Sus ayudantes colocaron las telas sobre su lomo y luego montaron y sujetaron el trono. En eso, la música comenzó.  Era la señal para dar inicio a la celebración. Rápidamente, la mujer colocó un nenúfar exótico sobre la cabeza del paquidermo. Las flores iban arriba y las planta bajaba entre los ojos.

          Pronto el elefante, correctamente engalanado para la ocasión llegó al palacio del príncipe. Éste subió, sentándose en el trono y se encaminó hacia otro de los palacios de la familia real, donde se celebraría la boda. En cierto punto se encontró con la novia, quien también era princesa de otra región y por supuesto, también iba sobre un elefante igualmente decorado. Desde ahí recorrieron el trayecto juntos, cada uno sobre su animal, seguidos por una gran cantidad de gente. Muchos los observaba desde los techos de sus humildes casitas.

          Cuando llegaron al lugar de la fiesta, varios sirvientes los ayudaron a descender y de la mano, entraron al palacio. Más tarde, cuando el ritual religioso terminó, el novio lucía muy feliz, en cambio ella, parecía que llevaba una máscara, pues su sonrisa claramente era fingida. Y no era para menos, pues se trataba de una boda acordada entre los padres de ambos. Se decía que ella suplicó a su padre para que no la casara con él, pero éste no la escuchó pues la decisión estaba tomada y era lo que mejor convenía a todos.

          En cuanto las autoridades religiosas y legales se retiraron, la electricidad fue desconectada para iluminar el gran salón con muchas velas, dando un toque mágico al evento. El baile comenzó y todos,  excepto los reyes del pueblo zulú de África, bailaron. No parecían muy a gusto con las costumbres hindúes.

          La boda del siglo se estaba celebrando en medio de un gran derroche de dinero y comida, mientras afuera, los habitantes de aquella región hindú, como en la gran mayoría de ese país, sufría de pobreza y hambre.


 

miércoles, 11 de agosto de 2021

CLARA Y SISA

 


          Hace muchos, muchos años, en medio del mar, en un diminuto pedazo de tierra, el malvado Conde de Prados, mandó construir un castillo para vivir ahí cuando se casara. La única forma de llegar era en barco y no se podía salir del castillo, pues el terreno apenas había alcanzado para el edificio sin poder hacer algún jardín. El primer piso estaba muy oscuro, iluminado solamente por las velas de los candelabros. No había ventanas para evitar que las olas las rompieran y se inundara cuando el mar estuviera picado. Muy al contrario, el segundo piso y las altas torres contaban con mucha luz natural, pues éstas sí tenían ventanas. Desde ahí se podía admirar la belleza del agua azul del mar y del cielo con sus nubes, cosa que siempre hacía la condesa desde que llegó a vivir a ese lugar.

          Clara, la hija de los condes creció en ese encierro no logrando acostumbrarse a él. No tenía amigos pues, aunque la servidumbre tenía niños, su padre no le permitía hablar con ellos. Una tarde, mientras lloraba triste por tanto aburrimiento, vio a una serpiente azul de ojos rojos acercársele. Aunque le causó temor, no se movió y el reptil, mirándola fijamente, se movió suavemente levantando la cabeza y el cuerpo. Cuando casi estaba todo levantada, sacudió la cabeza fuertemente, haciéndose de otras cuatro cabezas. La niña abrió los ojos muy asustada y el animal le dijo con voz delicada: -No temas, Clara. He venido a hacerte compañía. Desde hoy seremos amigas inseparables.

          Con el tiempo la niña creció y la serpiente también. Clara se convirtió en una hermosa joven a quien su padre tenía planeado casar con un príncipe anciano que gustaba de golpear a las mujeres. Cuando se enteró de las intenciones de su padre, la joven estaba horrorizada imaginando la vida que le esperaba con ese hombre. Llena de espanto pasaba días y noches, sufriendo por adelantado los maltratos del príncipe. Sisa, su amiga serpiente, le dijo que había una forma para impedirlo, pero era muy peligroso. La joven estuvo de acuerdo en hacer todo lo que se le dijo.

          Se trataba de hacer una pócima con los ingredientes de un árbol que existía bajo las aguas que rodeaban el castillo. El brebaje hacía que quien lo bebiera perdiera la memoria, así que debería hacer que su padre lo bebiera para que se olvidara de sus planes. La persona interesada tenía que ir hasta el árbol y pedirle los ingredientes. La serpiente se ofreció a llevarla montada en ella y así, una mañana se lanzaron al mar desde una ventana y se sumergieron hasta el fondo del mar. Cuando estuvieron frente al árbol, Clara acarició el tronco pidiéndole que la ayudara a que su padre no la casara. De pronto, del tronco salieron dos ojos blancos y una boca amarilla. -Tienes que arrancarme varios pedazos de corteza, los que te quepan en el puño. Luego corta la misma cantidad de mis hojas y tres de mis ramas. Toma una de las piedras que están junto a mi tronco. Haz una infusión con todo esto y se lo das de beber a tu padre. Se lo sirves con la piedra en el vaso, haciéndole creer que ésta le robará el dolor de cabeza, pero lo que verdaderamente le robará es la memoria. Cuando se lo haya terminado lanzas la piedra al otro lado del castillo -y la cara despareció del tronco.

          De regreso, luego de reunir lo necesario y al llegar a la superficie, a Sisa le salieron alas y volando llegaron hasta su habitación y justo cuando Clara se había cambiado la ropa por otra seca, entró su madre, pidiéndole que bajara al salón pues su padre la necesitaba. Al llegar, encontró a un hombre joven, muy guapo, hablando con el conde. Su padre le dijo que era el hijo del príncipe con quien se iba a casar y que había ido a notificarles que su padre había muerto. Clara casi no podía disimular su felicidad, sobre todo cuando el joven apuesto continuó: -No deseo que los planes se deshagan. Me gustaría hacer cumplir la palabra de mi padre, desposando a su hija.

          Clara no tuvo necesidad de hacer la pócima, pues tenía referencias de que el joven y también príncipe, era una buena persona. Habló con él sobre su amiga Sisa y él aceptó que se fuera a vivir con ellos. Luego de casarse, se fueron a su nuevo castillo sobre Sisa, quien feliz los llevó volando a su nuevo hogar.