miércoles, 4 de agosto de 2021

EL CASTIGO


 

        Desde que era un niño muy pequeñito, cuando apenas comenzaba a hablar, dio señales de ser mentiroso. Inventaba situaciones en las que él aparecía como víctima, tal como sucedió una ocasión en que, estando jugando con su primito, él mismo se dejó caer y con la mano señaló a su compañero de juegos mientras lloraba. Muchas veces logró engañar a sus padres y tíos, pero muchas otras, lo sorprendieron en la mentira. La criatura así creció, haciendo maldades y culpando a otros por ellas, pero mientras más crecía, más serias era  las maldades.

          Cuando era adolescente, mientras juntaba varios fuegos artificiales para hacerlos explotar cuando su amigo pasara en patines cerca de ellos, cometió un error y éstos explotaron mientras él estaba ahí. Fue a parar al hospital con quemaduras muy serias. Además de perder la mano derecha, su rostro quedó desfigurado. Sus ojos quedarons sin párpados, y la nariz se le achicó extremadamente. Cuando la policía habló con él, investigando el caso, no dudó en culpar a su amigo, diciéndole a las autoridades que él lo mandó al lugar donde estaban los juegos pirotécnicos y los hizo explotar porque quería matarlo.

          Los investigadores no dejaban de hacer preguntas y él no dejaba de decir más mentiras en contra de aquel joven inocente. De pronto, la mano que había conservado se le fue a la boca, en un intento por hacerlo callar. Con muchos esfuerzos y meneando bruscamente la cabeza, se zafó de ella y continuó declarando mentiras. Entonces la mano fue hasta su cuello y lo apretó tan fuerte, que ni los policías lograron quitarla, hasta que el muchacho dejó de moverse. Su mano izquierda lo mató para que no siguiera mintiendo y causando tanto daño.



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