lunes, 23 de agosto de 2021

JUSTICIA DIVINA

 



          la joven se le fue la respiración cuando, después de cabalgar por varias horas, se encontró frente al puente de carrizo colgante. Si no quería que la alcanzara la pandilla de bandidos que la iba persiguiendo, debía cruzar el puente. Éste atravesaba un río que además de ser muy caudaloso era muy peligroso por las piedras filosas que contenía. Espoleó a su caballo pero éste solo emitió un sonido de desconfianza. Volvió a espolearlo y lejos de avanzar, dio unos pasos hacia atrás. Sin desmontar, acercó la cabeza a la oreja del animal y le habló suave, con mucha calma. Le pidió que por favor avanzara mientras le daba palmaditas en el cuerpo. Poco a poco y no sin miedo, el caballo empezó a caminar. Lo hacía muy despacio y cada vez que el puente se mecía, escapaba de su hocico un ruido nervioso.

 

          Mientras tanto, no muy lejos de ahí, cinco jinetes avanzaban en dirección al río. Solo con verlos se adivinaba que eran maleantes. El gesto hosco, la apariencia sucia y los revólveres, los delataban. Los caballos corrían lo más rápido que podían. Los hombres los azotaban con los fuetes para que aceleraran el paso. Llevaban meses planeando asesinar a la familia Wallace para quedarse con el rancho que estaba asentado sobre tierras ricas en petróleo.  Si no fueran por la hija de los dueños, todo habría salido a la perfección, pero se había escapado y ahora iban tras ella para acabar con el problema. No les convenía dejar cabos sueltos.

 

          Por su parte, el caballo de la joven avanzaba muy despacio. Apenas habían recorrido la mitad del trayecto entre una orilla y otra, cuando la chica volteó hacia atrás. Vio que una polvareda se levantaba no muy lejos de allí. Supo que se trataba de sus perseguidores. Volvió a hablarle bonito al animal. -Vamos - le dijo bajito. -Un poco más, hermoso, tú puedes. El caballo negro, muy tenso, siguió avanzando lentamente. Los truenos, que desde hacía rato se escuchaban, cada vez eran más fuertes y el cielo empezó a cubrirse de nubes de lluvia. El viento empezó a soplar fuerte y el puente se mecía cada vez más peligrosamente. La muchacha, quien ya empezaba ponerse mucho más nerviosa, respiró profundamente y continuó hablándole al animal con mucha calma y cariño, tratando de no transmitirle su nerviosismo. El cuadrúpedo siguió hacía adelante y cuando por fin llegaron a tierra firme, ella escuchó los gritos de los maleantes que ya se encontraban a punto se atravesar el puente.


         -¿Creíste que escaparías, niña tonta? -gritó el que parecía el jefe de la banda, al tiempo en que comenzó a llover y fuertes ráfagas azotaban al puente. -¡Vamos! -ordenó a sus compinches. Obligaron a los animales a subir por el puente que se movía muy fuerte de un lado a otro. Los caballos relinchaban de miedo y se paraban en dos patas tratando de no continuar avanzando, pero los malvados hombres los espoleaban con fuerza exagerada. La joven, aterrada, quedó paralizada, mirándolos incapaz de moverse. Los hombres gritaban y el viento rugía entre la furia de la lluvia que ya caía fuertemente. El puente parecía un columpio con el movimiento causado por el aironazo. Entonces, sin que nadie se lo esperara, y ante la mirada atónita de la muchacha, las amarras del puente se rompieron haciendo caer a jinetes y caballos.

 

          Cómo por arte de magia, pasó la tempestad. La muchacha Wallace, se acercó a la orilla del río y vio cómo los cinco jinetes con sus caballos eran arrastrados por la corriente. Respiró aliviada, pues nadie podría sobrevivir a una caída en un río rocoso. Acarició a su caballo y siguió su camino para buscar ayuda y dar aviso a las autoridades sobre lo que les habían hecho a sus padres, pero con una imagen fija en su cabeza... la de los malhechores cayendo del río como si cada uno de ellos fuera una pluma.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario