jueves, 29 de julio de 2021

UN RARO ESPÉCIMEN


          Jirafas y otros animales se amontonaban frente a una gran ventana de grueso cristal. Todos lanzaban exclamaciones de sorpresa y murmuraban extrañados. Un changuito, sin poder controlar su curiosidad, trepó sobre varios de ellos hasta que logró montarse sobre el cuello del animal más alto.

          Un extraño ruido salió de la garganta del monito haciendo que se llevara las manos a la boca. Luego, se talló los ojos varias veces y volvió a mirar a través del cristal. Se quedó paralizado, con la boca abierta y los ojos casi se le salían.

          Todos en ese zoológico estaban acostumbrados a ver a gente con sus teléfonos móviles fotografiándolos o tomándose selfies con ellos al fondo, pero esto era una cosa excepcional.

          El changuito golpeó ligeramente el cristal, pero al ser ignorado, golpeó con fuerza y empezó a emitir gritos escandalosos. Por fin, logró llamar la atención de aquél que tenía a todos los animales sorprendidos.

          El joven hombre volteó hacia el cristal e hizo un gesto de extrañeza. Era raro ver a todos los animales juntos mirando por la ventana. Sin embargo siguió en lo suyo.

          -Vaya, vaya... -dijo entonces un león. -Parece que estamos frente a un animal en peligro de extinción. Se trata de una clase de lector que por muchos años habitó en todo el planeta, pero que por la invención de teléfonos inteligentes se ha ido extinguiendo. 

          Una vez que supieron de qué se trataba, todos se alejaron de la ventana y volvieron a sus lugares favoritos. El joven se percató de que los animales se habían retirado y volvió a sonreír mientras volvía a su interesante lectura.



miércoles, 28 de julio de 2021

UN BUEN DÍA POR PERÚ



          Interrogación en los ojos verdes fue lo que recibió por respuesta cuando le habló en francés a la mujer. Era evidente que hablaba otro idioma y por eso lo miraba descontrolada, sin responder.

          Sonrió y con una ligera inclinación de cabeza, se alejó de ella. Sus vacaciones se le estaban complicando pues no encontraba a nadie en Perú que hablara su idioma. Estaba empezando a creer que había sido un error irse a un país latinoamericano solo, sin hablar ni una pizca de español. Pasó los días comunicándose a señas para medio lograr hacerse entender.

          El último día de sus vacaciones se encontró a la mujer de ojos verdes tocando la guitarra en una esquina. La estuvo observando y en un momento que tomó para descansar, la abordó. Al ver que no se entendían, ella cogió su teléfono y abrió una aplicación que hacía traducciones orales. De esa manera, lograron tener una conversación. Ella hablaba en español y el aparato lo traducía al francés y viceversa.

          Fue el mejor día que él pasó en ese país. Cuando ella le preguntó si sabía tocar la guitarra, el contestó ser malísimo para eso, pero que en cambio, tenía una voz muy afinada. Entonces decidieron dar juntos un espectáculo callejero. Siempre recordaría a la mujer de ojos verdes con quien se decidió, en plena calle llena de desconocidos, a cantar.


lunes, 26 de julio de 2021

SANADO POR UN ÁNGEL

       


          Los dos niños corrían por el verde valle que se extendía entre dos cadenas montañosas. Se detuvieron al llegar al lago y entre risas se metieron al agua que estaba muy fría, pues la nieve de las montañas que se derretía con el sol, bajaba hasta dicha masa de agua cristalina.

          Cuando se cansaron de nadar, se tumbaron en la hierba a reposar y mientras identificaban animales en las nubes del cielo, se quedaron dormidos. Uno de ellos, Paco, despertó al sentir un fuerte dolor en la pierna y gritó angustiado cuando vio que ésta sangraba. Miró para todos lados y vio a una serpiente alejarse despacio, ondulando su cuerpo dorado con manchas negras, entre el césped. Supo que ese animal lo había mordido. Con sus gritos despertó a su amigo Melo, quien rápidamente fue a ayudarlo.

          Como Paco no soportaba el dolor y se le dificultaba caminar, Melo lo abrazó por la cintura, poniendo su brazo sobre su propio hombro para ayudarlo. Caminaban muy despacio y cuando alcanzaron a ver humo, supieron que estaban cerca de alguna casa. Luego de algunos minutos la vieron. Se trataba de una cabaña vieja de madera. Si de la chimenea salía humo era porque había alguien allí dentro. Cuando llegaron, tocaron a la puerta, pero nadie salió.

          Melo empujó la puerta y ésta se abrió. Entraron con desconfianza, explorando el lugar. En una habitación, sobre una mesa, encontraron una bola de cristal. La miraron llenos de curiosidad y se vieron dentro de ella. Vieron que Paco caía al suelo revolcándose de dolor y que su boca se llenaba de espuma. Tenían el corazón acelerado por la impresionante escena que vieron en la bola y entonces una pluma blanca cayó suavemente sobre la mesa. Voltearon hacia arriba y vieron a un hermoso ángel descendiendo. Con una sonrisa levantó en brazos a Paco y lo llevó a un catre, puso sus manos sobre la herida y rápidamente dejó de sangrar.

          Por la tarde, los dos amigos regresaron a su aldea. Iban corriendo y jugando, como si nada malo hubiera sucedido y con los corazones llenos de felicidad por estar sanos y salvos.


LA ENCRUCIJADA

 


          Gaseosa en una mano y sándwich en la otra, Fidel descansaba en una mesa del comedor del lugar donde trabajaba. Había sido una mañana muy pesada y no tenía ganas de comer. Apenas había dado un mordisco a su comida, pero lo masticaba con desgano. Sus compañeros almorzaban entre bromas y risas, pero él estaba absorto en sus pensamientos.

          No miraba ni escuchaba nada de lo que sucedía a su alrededor. Su mente se había transportado a los días en que con mucha ilusión estudiaba derecho y dependía completamente de su padre, en su país natal. Cuando al fin se tituló de abogado no pudo conseguir trabajo más que de mensajero en un despacho de abogados que, aunque era uno de mucho prestigio, le pagaban muy poco.

          Con la esperanza de ser contratado como abogado en algún sitio, esperó en vano. Su novia quería casarse, y él también, pero no se sentía preparado con un trabajo tan mal pagado. Sus primos, quienes vivían en el país vecino, lo animaron a irse a trabajar para allá. Le pintaron muy bonito el panorama. En pocas palabras, le dijeron que los dólares se ganaban muy fácil y así fue como Fidel se fue de mojado a un país desconocido para hacer dinero.

          No se imaginó lo que les esperaba allá. Si quería ganar dinero sin tener los papeles legales necesarios, tendría que trabajar en las áreas más pesadas. Y así fue como terminó trabajando en aquel lugar, donde se cansaba demasiado. Además, vivía en un apartamento de 3 habitaciones donde vivían otros 15 jóvenes, compartiendo gastos para poder ahorrar un poco más de dinero.

          Extrañaba muchísimo a su familia y amigos, deseaba volver a su país, pero allá no había oportunidades. Estaba en una situación muy difícil. No sabía si regresarse o seguir allí y mandar traer a la novia.

          En eso estaba pensando, cuando su amigo lo regresó a la realidad. Le dijo que debía comer porque pronto se acabaría el descanso. Apenas dio otro mordisco al sándwich y bebió un sorbo de su refresco cuando sonó el tiembre anunciando que debían volver a trabajar. Y así transcurría su vida, entre tardes de estar acostado en su casa y mañanas de mucho cansancio en la fábrica.


domingo, 25 de julio de 2021

EL TRATO

   


       Leyendo un libro, Diego  se encontraba en el salón absorto en su lectura. El silencio solo era roto por el tic-tac de los muchos relojes que coleccionaba y el pasar de las hojas del libro. 

          Era un hombre muy introvertido. No tenía a amistades y a los vecinos solo los saludaba, sin conversar con ellos. Cada semana se le veía llegar con alguna mujer, con quien se suponía, pasaba una o varias noches.

          Los relojes eran sus compañeros. Eran muchos y de todo tipo. Estaban perfectamente sincronizados y las manecillas de todos ellos caminaban al unísono, al igual que los péndulos. Todos tocaban una diferente melodía al mismo tiempo, al llegar la media noche. 

          Un día llegó a casa con un reloj nuevo. Era uno antiguo de color café con forma de media luna. Lo sincronizó con los otros, quitándoles la música que sonaba cada hora, dejándolo igual que los demás. Por la tardecita salió muy elegante. 

          Estaba oscuro cuando regresó con una mujer. Se dice que a las 12 de la noche, cuando comenzaron a sonar los relojes, una vecina vio, a través de la ventana, las siluetas de una pareja luchando. Luego vio cómo él la dominaba y la estrangulaba hasta que ella ya no se movió más. La vecina, asustada, prefirió no hablar con nadie del asunto y se obligó a olvidarlo.

          Dos o tres veces por semana ocurría esto, en el mismo orden. El hombre compraba un reloj y más tarde llevaba a una mujer, hasta que una noche, después de enterrar a la última asesinada, que por cierto, lo hacía en el jardín trasero, terminó llorando y se juró acabar con ello. No volvería a matar a ninguna otra mujer. El cielo comenzó a tronar como si estuviera furioso y Diego se puso de pie y gritó: -¡Se acabó! ¡Hasta aquí llegué! -Un rayo partió en dos uno de los árboles del jardín y entre sombras alcanzó a ver dos ojos rojos y escuchó una voz gruesa que lo hizo estremecer. -Diego, Diego... ¿Recuerdas nuestro trato? Tu vida por dos o tres mujeres a la semana para mí.

-Por favor -suplicó Diego, sollozando. -He cumplido por un año; es suficiente.

-¡El trato fue por toda tu vida! -gritó aquella voz haciéndolo sobresaltar. -Si no cumples, te dejaré morir.

          Decidido, Diego dejó de ir por mujeres y siguió con su vida. Pasó un mes y a pesar de que no le pasaba nada malo, no dejaba de preocuparse. Temía tener un trágico accidente que acabara con su vida.

          Una noche mientras leía, los relojes comenzaron a sonar a las 12. Extrañado fue a ver qué sucedía, pues desde el último asesinato, les quitó la música. Cuando entró al salón, los relojes perdieron el control, cada uno marcaba diferentes horas y los minuteros no sonaban al unísono. Diego se llevó las manos a los oídos, no soportaba aquel ruido.

-Llévame de una vez por todas -musitó. -Prefiero escapar de esto a donde sea. No soporto más vivir teniendo que matar a inocentes.

          Después de varios días, los vecinos alertaron a las autoridades por el mal olor que provenía de una casa vecina. La policía encontró a Diego muerto, con sangre en los oídos y los ojos desorbitados. Los investigadores se sorprendieron al ver la enorme colección de relojes trabajando en completa armonía. Solo ellos sabían lo que había sucedido.


jueves, 22 de julio de 2021

LA BROMA

 


          El coche avanzaba lentamente por la carretera solitaria. La ventisca impedía la visibilidad y la nieve ya se acumulaba en grandes cantidades. Sara se consideraba muy buena conductora pero en un camino con muchas curvas atravesando un bosque y con dichas condiciones climáticas, prefería ir despacio.

          Al parecer todo el mundo, menos ella, se enteró de que una tormenta invernal llegaría, porque en la hora y media que llevaba de trayecto, no se había cruzado con ningún otro coche. Encendió el radio para hacerse más ameno el viaje pero no encontró más que interferencia. Buscó en uno de los compartimientos un disco y al volver la vista al camino, vio a una anciana en medio de la carretera. Para evitar atropellarla, se salió del camino y se estrelló contra un pino.

          Fuera de un raspón, no tenía ninguna herida grave. Rápidamente se bajó del coche y vio a la mujer acercarse. Le dijo que estaba buscando a su gato porque no quería que pasara frío. Sara, comenzó a preocuparse al ver que su carro no quiso trabajar más y la nevada arreciaba, así como la temperatura bajaba cada vez más. Quiso llamar a su novio que la esperaba, desde su móvil sin conseguirlo, pues no había señal. La viejita se ofreció a llevarla a su casa, que estaba a 5 minutos caminando para que usara su teléfono. 

          Se sorprendió al ver que la casa era una mansión. Entraron y la temperatura tibia le cayó de maravilla. Fue hasta el teléfono para darse cuenta de que estaba muerto. Supusieron que se habría averiado  con la nieve o el viento. Con una sonrisa, la mujer le ofreció un café bien caliente con canela y la invitó a pasar la noche allí. Le dijo que vivía sola y podrían conversar hasta que el sueño las venciera. "Hay habitaciones de sobra", dijo soltando una risita suave. 

          Sara regresaba de dejar su chamarra en la habitación que había escogido, cuando escuchó a la mujer hablar. Se detuvo antes de entrar al salón y aunque escuchaba su voz, no entendía lo que decía. Cuando se decidió a entrar, la miró dormitando en un sillón, a un lado de la chimenea. El miedo comenzó a invadirla pues no sabía qué estaba sucediendo. Cogió el teléfono y seguía muerto. Golpes en la puerta la hicieron dar un brinco. La ancianita despertó y fue a atender la puerta. Recibió a un hombre alto y fornido que cubría su rostro con un pasamontañas. Fue directamente hasta Sara y sin decir una sola palabra, la sujetó con unas cuerdas. La llevó a rastras hasta un camión y le dio un sobre a la anciana, quien se miraba satisfecha. Entonces perdió el conocimiento.

          Más tarde despertó amarrada sobre una plancha fría en un cuarto lleno de cadenas, ganchos y cuchillos. Cuando quiso gritar pidiendo auxilio, se percató de que tenía una cinta en la boca. La desesperación y angustia la tenían histérica. Entonces entró el hombre con una pistola y sin más empezó a disparar a diestra y siniestra. Sara se revolcaba aterrada y cuando el hombre le apuntó a la cabeza, su corazón no resistió tanto terror, muriendo de un ataque.

          El hombre corrió hacia ella, abrazándola y llorando. Se descubrió la cara pidiéndole que no lo abandonara. Entre sollozos le decía ser su novio haciéndole una broma con la ayuda de su abuela, cosa de la que Sara nunca se enteró.


miércoles, 21 de julio de 2021

LA INVASIÓN


          Faro muy antiguo en una isla completamente abandonada, se levantaba orgulloso e intimidante, como advirtiendo ser el dueño de tal pedazo de tierra. Y sí, existía una leyenda sobre este lugar.

          Se dice que hace cientos de años, cuando los colonizadores europeos invadieron América, esta isla estaba habitada por aborígenes desde hacía más de dos milenios. Eran muy organizados, muy trabajadores, comían muy sano y contaban con excelente salud.  Llevaban una vida muy tranquila y feliz.

          Un día, fueron invadidos por seres que jamás habían visto; seres diabólicos cuya parte superior del cuerpo era humana y la parte inferior era animal con cuatro patas. Los vecinos corrían despavoridos y muchas mujeres fueron levantadas en vilo por aquellos demonios, quienes después de violarlas, las abandonaron. La gente del pueblo, escondida en donde pudo, observó cómo dichos animales se partían en dos, (luego se enterarían que eran hombres montando a caballo), y aún temerosos se fueron acercando a ellos. La historia se encargó de contar todo lo que sufrieron los lugareños con tal invasión.

          Los nuevos habitantes, maravillados con los recursos del lugar, se quedaron allí y comenzaron a "civilizar" a los originarios del lugar. Construyeron casas y el gran faro que hoy cuida la isla. Éste lo hicieron con el propósito de guiar a los barcos que traían a más extranjeros a vivir en la isla.

           Cansados de la dominación europea, los indios planearon asesinar a toda persona ajena a su tierra. Los hombres extrajeron veneno de plantas y animales y las mujeres los mezclaron en los alimentos que cocinaban para los invasores.

          Muchos comenzaron a morir. Pensaban que era una plaga la que causaba esto, hasta que alguien descubrió que estaban siendo envenenados. Tras alertar a la gente se inició una guerra sangrienta y desigual, pues los forasteros contaban con armas más sofosticadas para aquella época. Sin embargo, los originarios de la isla se defendieron estoicamente logrando, aún moribundos, acabar con la vida de todos los extraños. En gran silencio quedó el lugar. Ni siquiera se escuchaba el ruido de ningún animal. Y cuando se acercaban barcos con más extranjeros, éstos se estrellaban con rocas y todos morían ahogados sin alcanzar a pisar tierra. 

          Se cuenta que del faro sale mucha neblina impidiendo que alguien llegue. Es por eso que hoy la isla está abandonada y adornada con una hermosa vegetación que nadie puede disfrutar, tal como nutritivos vegetales y deliciosas frutas. 



          

martes, 20 de julio de 2021

LUNA DE MIEL


 

          Vacaciones inolvidables fueron las que pasé en mi luna de miel. A pesar de haberme divorciado al año de casada, siempre, todos los días, recordaré esas dos semanas que planeé con todo el amor de mi corazón.

          Viviendo en una ciudad cosmopolita y trabajando en una comisaría de policía, en la que todos los días había mucha gente que atender con mil problemas, además de lidiar con delincuentes de todo tipo, escogí una playa casi virgen para las vacaciones tan deseadas.

          Llegamos con mucha ilusión y al ser temporada baja, estaba casi vacía. Éramos los únicos turistas que estábamos en el conjunto de cabañas en el que nos habíamos instalado. Los demás eran empleados. Para mí era lo ideal... estar alejados de la civilización.

          Después de medianoche, nos despertaron unos toquidos en la puerta. Mi esposo fue a ver de qué se trataba. El gerente del conjunto vacacional le dijo que él, junto con los empleados, nos esperaban en playa, que se trataba de darnos la bienvenida y que ésta era una tradición que acostumbraban hacer cuando había pocos fuereños.

          Un tanto emocionados, fuimos al lugar donde nos esperaban. Allí nos informaron que se trataba de un juego de cacería y nosotros éramos a quienes cazarían. Soltamos una carcajada que rápidamente se desvaneció dando paso al terror, al ver que la gente comenzaba a tomar piedras y cuchillos, entre otras armas. Echamos a correr tomados de la mano y pronto sentimos caer, muy cerca de nosotros, varias piedras. Después de uno o dos minutos, comenzaron a perseguirnos entre gritos.

          Llegamos a un bosquecito y nos internamos en él. Vimos un árbol espeso y nos subimos para escondernos entre las hojas de las ramas. Nos quedamos quietos y en silencio, secándonos el sudor para que éste no goteara y nos descubrieran. Entonces escuchamos un disparo al aire y una voz que nos decía que hiciéramos lo que hiciéramos, nos iban a encontrar. Luego los vimos alejarse.

          Rápidamente, mi esposo bajó a recolectar ramas gruesas y dos piedras. Volvió conmigo y desde arriba, comenzamos a afilar las ramas con las piedras, haciendo nuestras propias armas para defendernos. Casi amanecía cuando bajamos con nuestras rústicas armas y cautelosamente nos dirigimos de regreso a la cabaña. Una vez ahí, hablamos a la policía del pueblo cercano pidiendo auxilio y en cuestión de media hora, llegaron a rescatarnos.

          Se que se preguntarán cómo fue tan fácil llegar a la habitación. Bueno, no lo fue. En el trayecto de regreso, nos topamos con varios de ellos, recibimos muchas pedradas y un navajazo, pero logramos sobrevivir gracias a que logramos deshacernos de ellos pues no esperaban que estuviéramos armados. Fue así que, tomándolos por sorpresa, los dejamos heridos con nuestras flechas.
         

lunes, 19 de julio de 2021

EL EXCURSIONISTA



          Excursionista apasionado desde que era un niño, disfrutaba los paseos entre sierras y bosques acompañado de su padre. Le encantaba caminar descubriendo animales nuevos y piedras extrañas y amaba dormir a la intemperie admirando las estrellas mientras su papá le contaba historias. Cuando se hizo mayor, siguió con la costumbre del excursionismo y a su propio hijo le inculcó el amor por las caminatas en medio de la nada. Pasados algunos años, el hijo hizo lo mismo con sus hijos.


          Hoy cuando ya es abuelo, su salud ha mermado y la demencia senil lo ha hecho su presa, vive en casa de su hijo. Insiste en seguir con las excursiones e incluso quiere hacerlas  a diario, de lo contrario se pone agresivo. La mujer de su hijo le sugirió a éste una idea, con todo el amor del mundo, con la que estuvo de acuerdo con tal de hacer feliz a su padre durante sus últimos días.


          Acondicionaron la parte trasera del jardín con montañitas de plástico para niños, sembraron árboles ya crecidos e hicieron caminos con piedras de colores. Colocaron estratégicamente un equipo de sonido que reproducía los sonidos de pájaros, grillos y demás animales de dicho ambiente.


          El hombre es feliz haciendo excursiones sin darse cuenta que no ha salido. Y en ocasiones, su nuera lo descubre comiendo algo o contando las piedras recolectadas adentro de la casa, en algún pasillo.



miércoles, 14 de julio de 2021

EL SECRETO

           Candado de hierro y muy pesado protegía la habitación de quien fuera el Duque Diego. Desde la fatídica noche en que murió, su cuerpo fue trasladado a la iglesia que se encontraba en sus tierras y después al cementerio familiar. Sus aposentos fueron cerrados para cualquier persona, excepto la duquesa. Camareras y sirvientes, e incluso familiares, sentían cierta curiosidad por saber qué se escondía allí. No creían que se le puso candado solo por haber muerto. Pero a pesar de las ganas infinitas por descubrir la verdad, nadie se atrevía a cuestionar la orden dada por la viuda. 

          En la cocina, mientras los criados comían, hablaban del asunto en voz baja. Unos comentaban haber escuchado ruidos extraños la noche trágica. Decían que escucharon gritos y golpes. Algunos decían que quizás la duquesa tenía un amante y éste lo asesinó. Dos de las sirvientas, las más osadas, urdieron un plan para descubrir la verdad que encerraba tal habitación. En la bebida nocturna de la viuda, vertieron una pócima para dormirla profundamente y así fue como obtuvieron la llave del celador de hierro de la puerta. Cautelosas, la abrieron y rápidamente entraron. ¡Sus dudas crecieron aún más!  En la habitación no había ni un solo mueble, sin embargo surgieron más preguntas, pues llena de sangre seca, colgaba de la pared, una espada.




domingo, 11 de julio de 2021

MUERTOS EN EL DESIERTO

      


          El cielo azul adornado con nubes blancas se miraba precioso desde arriba. A través de la ventanilla del avión admiraba la hermosa vista. Siempre me inquietó mucho la sensación de estar suspendida en el cielo, como si el avión se hubiera detenido, así que miraba fijamente alguna nube para ver cómo ésta, lentamente se quedaba atrás, demostrándome que sí avanzábamos. Entrar en las nubes me parecía espectacular, pese a las vibraciones, algunas fuertes, que esto provocaba en la aeronave. El viaje sería muy largo, 17 horas para ser exactos. Me acomodé en el asiento y cerré los ojos para dormir un poco.


          Desperté al sentir que me golpeaban ligeramente el brazo. Las azafatas caminaban apresuradas hacia la cabina del capitán. Miré por la ventanilla descubriendo que el cielo azul había sido suplantado por un manto rojizo. Volteé la vista hacia los otros pasajeros, quienes ya empezaban a mostrarse inquietos. Las azafatas volvieron con nosotros y la voz del capitán se escuchó en el altavoz informándonos que estábamos perdiendo mucha gasolina y que íbamos a aterrizar en un desierto para corregir la falla.

          Nerviosos, nos preparamos para el aterrizaje, el cual fue perfecto. Las azafatas nos autorizaron a desabrocharnos el cinturón de seguridad. De pronto se escuchó un grito horrible. Una de las aeromozas descubrió al capitán y al copiloto muertos. La angustia se apoderó de la mayoría de los pasajeros. Una de las azafatas intentó comunicarse por radio pero fue imposible. Dos hombres exigieron que se abriera la puerta de descenso y bajaron. Exploraron el lugar y al regresar nos dijeron que además de algunos cactus y un par de troncos secos, no había nada.

          Permanecimos algunas horas dentro de la nave, rezando por ayuda, hasta que un hombre perdió la calma y salió corriendo, seguido por un matrimonio. No volvieron más. Alguien decidió ir a buscarlos, pero tampoco volvió. El desorden y la histeria empezaba a reinar entre los pasajeros. Yo me limitaba a escuchar y cuando me cansaba, me levantaba a caminar por el pasillo. En tres días, fueron muchos los que salieron y no regresaron más.

          La desesperación me estaba queriendo desestabilizar. Quería salir y saber qué estaba pasando, pero el miedo me hacía permanecer dentro, a pesar de que solo quedábamos seis personas, con mucha hambre, sed y ansiedad. En un momento dado, no pude controlarme más y golpeé furiosa la ventanilla y los brazos de mi asiento. Luego, tomé aire por la nariz, volví a sentarme y a ponerme el cinturón de seguridad. Una vez más miré por la ventanilla. Mis ojos recorrieron el paisaje rojizo; lo hacían desde las alturas. Entonces sentí que flotaba y entré en el avión. Todos, tripulación y pasajeros estaban muertos... yo entre ellos. Me sorprendí enormemente al descubrir que estaba muerta y un gran grito que no se escuchó, salió de mi garganta.

ENTRE SURCOS DE ALGODÓN

           El sol del medio día quemaba con fuerza. Mirando a lo lejos, parecía que las calles estaban mojadas, efecto producido por el intenso calor. Pensé en mi mamá. Seguramente estaría acalorada en el campo, donde trabajaba limpiando el algodón con un azadón. Tomé varias botellas de agua, las metí en una hielera para mantenerlas frías y me dirigí hasta donde ella se encontraba.


          Luego de caminar una media hora, llegué hasta allí. El campo estaba hermoso. Largos surcos eran adornados por las motas blancas del algodón. Busqué con la mirada a mi madre hasta que por fin, a lo lejos alcancé  a verla. Me acerqué a ella y la vi como nunca antes. Inclinada, cogiendo con fuerza el azadón y golpeando las hierbas que le hacían daño a las plantas. Sus brazos fuertes y morenos brillaban por el sudor. Su linda cara estaba vestida por gotas cristalinas que resbalaban hasta el cuello, que ya estaba muy mojado. La ropa húmeda se pegaba a su cuerpo. 




          Permanecí unos minutos observándola con el corazón encogido. A mis nueve años descubrí el gran sacrificio que hacía por mí. Entonces la llamé con un grito. Volteó y a pesar del gran cansancio que estoy segura, debía tener, me sonrió como siempre lo hizo. Sus dientes blancos contrastaron con su piel morena. Dejó el azadón en el suelo y vino hasta mí, limpiándose el sudor con un trapo que llevaba colgado al cuello.

          Le di una botella de agua y me dijo que había llegado justo a tiempo para su hora de comida. Nos acercamos a un tractor y a la sombra de éste, nos sentamos a comer unos burritos de frijoles que ella había preparado en la madrugada para llevarlos de comida. Le pregunté si estaba cansada, a lo que me dijo que no con su hermosa sonrisa. Le prometí estudiar mucho para poder sacarla de trabajar.

          Con el tiempo, cumplí mi promesa. Desgraciadamente, Dios quiso llevársela pronto y no logré consentirla por mucho tiempo.




lunes, 5 de julio de 2021

ESPERANDO LA TORMENTA

          -"Depresión atmosférica se aproxima a nuestra área" -escuchamos decir al locutor en la radio. -Resguárdense en un lugar seguro y aléjense de las ventanas por que se esperan vientos fuertes con ráfagas de fuerza destructiva."

          Nos encontrábamos en medio del campo donde mis hijos y yo pasamos un lindo día jugando al fútbol y comiendo emparedados y sandía. Nunca imaginé que pudiéramos estar en peligro en algún momento. Rápidamente y en contra de la voluntad de los nenes, recogimos todo, lo metimos en el baúl del coche y nos montamos en él, para dirigirnos a casa. Por ningún motivo logré encenderlo. Me bajé y abrí el cofre, lo miré y nada más. Desgraciadamante, yo soy de las mujeres que a parte de conducir y llenar el tanque de gasolina, no se hacer otra cosa, en cuanto a coches se refiere. Angustiada, al ver que el cielo se llenaba de nubes grises y negras, tomé el celular para llamar a alguien que pudiera venir a auxiliarnos. No conseguí que alguien atendiera mi llamada.

          Volteé hacia todos lados buscando algo para protegernos. A veces había tractores, maquinarias agrícolas enormes... hoy no había absolutamente nada. ¿Cómo fui tan tonta de elegir un lugar tan solitario? Ni siquiera había una finca a donde pudiéramos ir a pedir auxilio. Vi la preocupación en las caritas de mis hijos y tomé aire profundamente tratando de tranquilizarme. 


          -Vamos a jugar a que el coche es un barco enorme y estamos zarpando hacia un país mágico -les dije. -Cuando empiece a llover será porque una tormenta nos ha tomado por sorpresa y unos monstruos marinos nos quieren devorar. Pero llegará un unicornio de colores y nos rescatará -terminé. Los niños asintieron emocionados, dispuestos a seguir divirtiéndose mientras yo, con una sonrisa en la cara y el corazón acelerado por la angustia, esperaba todo, menos divertirme, mirando cómo grandes gotas de lluvia golpeaban el parabrisas.



domingo, 4 de julio de 2021

UNA CONVERSACIÓN COMÚN


          Mi novio y yo disfrutábamos de una cálida y agradable noche en el porche de su casa. Comentábamos lo intimidante que podía llegar a ser la oscuridad de la noche, cuando de pronto una enorme mancha verde llegó al jardín. Se trataba de una miríada de luciérnagas. Mi cachorro, que reposaba entre nosotros comenzó a ladrar con fuerza y saltó, queriendo llegar hasta ellas, cosa que no consiguió porque lo habíamos atado con un cinturón al barandal del porche.

          Chico, como se llamaba mi perrito, tiró una y otra vez buscando zafarse, hasta mover la mesa y derramar la cerveza que estaba sobre ella. Esto fue motivo suficiente para que se le soltara pues no queríamos que hiciera destrozos y dañara el compresor de aire que estaba por ahí cerca.

          Mientras Chico jugueteaba entre brincos y ladridos tratando de atacar a las luciérnagas, mi novio me habló de su antiguo profesor de historia, un hombre muy culto a quien admiraba mucho desde que era un adolescente. Me dijo que era un hombre muy culto y preparado y que sus clases, lejos de ser aburridas, eran muy amenas y siempre creaba ambientes interesantes de aprendizaje. Mientras con el pie empujaba a un caracol hacia el césped, me dijo que siempre usaba un gorro parecido a los de la época medieval y que todos sospechaban que era calvo, cosa que nunca pudieron comprobar porque jamás lo vieron sin él. Y luego, suspirando con un dejo de nostalgia, que había muerto en un entreliño de sus tierras, siendo aún joven.

          Dejamos de hablar del tema cuando las luciérnagas se alejaron y Chico corría detrás de ellas, pues tuvimos que llamarlo a gritos para que regresara.



PERDIDA EN EL TIEMPO



          Llevaba más de diez horas conduciendo y la noche se acercaba. El cansancio se estaba apoderando de mí, mas no quise detenerme a descansar. Dos horas más de camino y estaría en mi destino. Tenía muchísimas ganas de reunirme con mis dos mejores amigas a quienes veía una vez al año.


          Comencé a cantar una canción que sonaba en el radio para mantenerme despierta y cuando entré en la zona blanca, llamada así porque no había señal de ningún tipo, la canción fue interrumpida por sonidos de interferencia, así que apagué el radio. El termostato del coche comenzó a marcar una temperatura muy baja, cinco grados centígrados, para ser exactos, cosa tremendamente extraña, pues me dirigía al sur donde las temperaturas eran calientes, además de que estábamos en la temporada de verano. Volví la vista hacia la brújula y noté que se había descompuesto. La manecilla giraba sin ton ni son.  Seguí sin detenerme cuando miré una gran sombra negra en el cielo que se acercaba. Cientos de cuervos llegaron hasta mí y me sacaron de la carretera, dando varias vueltas y quedando con las llantas para arriba en medio de la oscuridad que ya había suplantado al día. 

          Abrí los ojos y casi no distinguía nada, pues tenía la vista borrosa. Los entrecerré, esforzándome para ver mejor. Pronto todo comenzó a tomar forma. Miré las paredes blancas, una de ellas adornada con el retrato en blanco y negro de varias enfermeras frente a un edificio antiguo. Volteé a ver al lado de la cama, que más bien era un catre, y vi un vaso de cristal y una jarra de agua sobre una mesita de lámina. Quise levantarme y entonces me di cuenta de que mis piernas estaban vendadas y amarradas a unos cinturones que colgaban de unos fierros. La desesperación me invadió y comencé a gritar con fuerzas. Entraron un médico y dos enfermeras. Él me pidió que me calmara. Me dijo que estaba en buenas manos. Que allí, en el hospital, me iban a cuidar. Me explicó que unas personas me habían encontrado herida a un lado de la carretera y me llevaron hasta allí. Le pedí que bajara mis piernas, pues quería ir al baño. Las enfermeras me ayudaron y me llevaron en una silla de ruedas muy antigua. Cuando regresamos al cuarto, les pedí mi celular para comunicarme con mis amigas. Ninguna de las dos supo que era un celular. Sorprendida, les dije que quería llamar a mis amigas por teléfono a lo que me respondieron que no contaban con uno. Entonces les dije que por eso les pedía el mío. Me miraron extrañadas y una de ellas fue por el doctor.

          Al llegar, me revisó minuciosamente y con paciencia, comenzó a conversar conmigo. Cada vez me desesperaba más pues parecía que nadie entendía mi lenguaje. Entonces los tres se alejaron un poco de mí y alcancé a escuchar al doctor decirles que, al parecer, el golpe que recibí en la cabeza me había hecho perder la razón y me provocaba inventar cosas y situaciones.

          Cuando les pregunté qué día era y me respondieron, pasé de la desesperación al miedo. Su respuesta fue "3 de agosto de 1931". ¡No podía ser cierto! Yo había nacido en 1985. Comencé a gritar nuevamente. Me pusieron algo en la nariz y volví a perder el conocimiento. Más tarde, cuando desperté, opté por mostrarme tranquila y fingir que entendía perfectamente lo que sucedía. Necesitaba tiempo y debía ganarme la confianza de las personas en ese viejo hospital para resolver el misterio que me estaba matando de angustia. 



viernes, 2 de julio de 2021

EL ESPANTO

 Bastó que unas cuantas personas tuvieran miedo para que el mito corriera de boca en boca.


          Por fin, después de varios años, la casa abandonada se había vendido y los nuevos dueños llegaron a habitarla un fin de semana. Los nuevos vecinos eran un matrimonio con varios hijos, siendo Evelia, de 17 años la hija mayor. Ella era muy guapa, de ojos grandes y mirada alegre; tenía el cabello negro y largo y una boca de tentación.

          Como eran vacaciones de verano, los niños y no iban a la escuela, solo el padre salía a trabajar. La madre y los hijos se dedicaban a los quehaceres de la casa. Fidel, el hijo de los vecinos, miraba a través de la ventana de su casa. Inmediatamente le gustó la muchacha mayor de los vecinos, quien no se había percatado de ser observada. Luego de lavar varias sábanas blancas, lo cual hacía todos los días,  las colgó en un tendedero en el patio trasero para que se secaran al sol y se retiró a descansar.





          Por la noche, sintiéndose acalorada, Evelia salió al porche trasero y vio a Fidel comiendo un mango en el porche vecino. Él, al sentir su mirada, la saludó sonriente y ella le dijo que si le daba una probada del mango. Fidel fue hasta ella y le ofreció la fruta, que ella chupó y mordió con coquetería. Al ver que él quedó paralizado ante su osadía, lo tomó de la mano y lo llevó hasta donde estaban colgadas las sábanas. Ahí se colgó de su cuello y lo besó. Ni tardo ni perezoso, el muchacho reaccionó besándola apasionado, haciéndose costumbre el reunirse noche tras noche.

          El viento soplaba y las sábanas se movían dejando entrever una sombra maligna. Algunos vecinos se percataron de ello y unos alcanzaron a escuchar murmullos escalofriantes. Como esto comenzó a suceder a raíz de que se había habitado la casa abandonada y pasaba todas las noches, el rumor corrió por el pueblo. Decían que un espanto había llegado a aquella casa. Que hacía muchos años ahí había habitado un cura inmoral que había cometido actos de lujuria y lascivia en esa casa y que ahora, que había gente en ella, estaba enojado y su espíritu rondaba por allí queriendo correr a los nuevos dueños.

          La gente del pueblo se persignaba al pasar frente a la casa, pero los nuevos habitantes ignoraban los chismes. Fidel y Evelia, se reían de las habladurías y seguían viéndose todas las noches, sin importarles el alboroto y miedo que habían ocasionado.