domingo, 4 de julio de 2021

UNA CONVERSACIÓN COMÚN


          Mi novio y yo disfrutábamos de una cálida y agradable noche en el porche de su casa. Comentábamos lo intimidante que podía llegar a ser la oscuridad de la noche, cuando de pronto una enorme mancha verde llegó al jardín. Se trataba de una miríada de luciérnagas. Mi cachorro, que reposaba entre nosotros comenzó a ladrar con fuerza y saltó, queriendo llegar hasta ellas, cosa que no consiguió porque lo habíamos atado con un cinturón al barandal del porche.

          Chico, como se llamaba mi perrito, tiró una y otra vez buscando zafarse, hasta mover la mesa y derramar la cerveza que estaba sobre ella. Esto fue motivo suficiente para que se le soltara pues no queríamos que hiciera destrozos y dañara el compresor de aire que estaba por ahí cerca.

          Mientras Chico jugueteaba entre brincos y ladridos tratando de atacar a las luciérnagas, mi novio me habló de su antiguo profesor de historia, un hombre muy culto a quien admiraba mucho desde que era un adolescente. Me dijo que era un hombre muy culto y preparado y que sus clases, lejos de ser aburridas, eran muy amenas y siempre creaba ambientes interesantes de aprendizaje. Mientras con el pie empujaba a un caracol hacia el césped, me dijo que siempre usaba un gorro parecido a los de la época medieval y que todos sospechaban que era calvo, cosa que nunca pudieron comprobar porque jamás lo vieron sin él. Y luego, suspirando con un dejo de nostalgia, que había muerto en un entreliño de sus tierras, siendo aún joven.

          Dejamos de hablar del tema cuando las luciérnagas se alejaron y Chico corría detrás de ellas, pues tuvimos que llamarlo a gritos para que regresara.



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