jueves, 9 de septiembre de 2021

¿EN DÓNDE ESTÁ FAUSTO?

 


          Conectado a una máquina para poder respirar se encontraba Fausto. Mientras arreglaba el techo de su casa cayó al suelo, lastimándose seriamente. Ahora, en el hospital, dormía y aparte de los ruidos de los aparatos propios de un sanatorio, se escuchaba su respiración. Afuera, en la sala de espera, estaban Sara, su esposa y su hijo David. Sara vestía un vestido holgado de verano y unas sandalias de tacón. Su maquillaje era ligero y su pelo lo había recogido en una perfecta cola de caballo, sin un solo pelo suelto. Desde que llegó, estaba hablando por su teléfono celular y David, un joven  vestido a la moda, estaba ensimismado leyendo un libro. El doctor llegó hasta ellos para darles informes sobre Fausto, los que escucharon con cierta impaciencia para seguir haciendo lo mismo cuando el doctor se retiró.

-Pueden pasar a verlo -escucharon a una enfermera.

Sara le hizo una seña con la mano, indicando que le diera un momento y siguió conversando por el móvil. David se levantó cerrando el libro y con calma casi intolerante, estiró el cuerpo. Cuando Sara por fin terminó de hablar, siguieron a la enfermera al cuarto donde ya los esperaba el doctor.


          Fausto lloraba desesperado. En su mirada se apreciaba la angustia. El doctor le decía que debía ser fuerte y que harían todo lo humanamente posible por aliviarlo.

-¿Qué tienes? -preguntó Sara.

-¡Mátenme, por favor! -gritó Fausto. -¡Se los suplico! Tírenme por la ventana.

-Tienen que ser fuertes -les dijo el doctor a Sara y a su hijo, mientras los alejaba lo más posible de Fausto. -Como les informé antes, Fausto ha quedado cuadrapléjico debido a las lesiones que recibió en la columna vertebral. No podrá mover más que los ojos y la boca y, necesitará estar conectado a una máquina como la que está usando ahora, para poder respirar, ya que no puede hacerlo por él mismo.

-Supongo que seguirá usando ésta -dijo Sara.

-Por ahora, sí -respondió el doctor- Pero una vez que lo lleven a casa, necesitará una.

-¿Perdón?- casi gritó la mujer. -¿No se quedará aquí? Yo no tengo tiempo para cuidarlo y atenderlo.

-Lo lamento. Deberá buscar ayuda.

-¡Quiero morir! -gritó Fausto. -¡No quiero estar así!

El doctor salió y detrás de él, Sara y David, sin dirigirle ni una sola palabra al hombre que tenía el rostro bañado en lágrimas.


          Por la noche se desató una fuerte tormenta. Los relámpagos rasgaban el cielo, iluminando a ratos la ciudad. Aún enmedio de la lluvia, recibieron la visita inesperada del detective Prieto.

-Lamento informarles que el señor Fausto ha desaparecido del hospital. El personal trató de comunicarse con ustedes dos, sin conseguirlo. Es por eso que he venido hasta acá.

Sara rompió en llanto y no podía hablar por la angustia aparente que sentía. Por su parte, David golpeó la pared furioso.

-¿Cómo es posible que no hayan cuidado a mi padre? -preguntó Iracundo.

El detective los miraba en silencio. Luego procedió a hacer las preguntas necesarias para la investigación.

-¿Por qué no acompañaron a Fausto durante el día? -preguntó.

-Teníamos unos compromisos que debíamos cumplir -dijo David.

-Yo iba a regresar mañana para dedicarle todo el día -respondió Sara. -¡Mi pobre esposo! -dijo entre sollozos.

Luego de una hora aproximadamente, Prieto salió de la casa con el ceño fruncido.


          Al día siguiente, Prieto se dirigió a la comisaría para obtener información de los policías que revisaron el cuarto del hospital. Luego fue personalmente hasta el lugar de los hechos y revisó atentamente el cuarto. No había rastros de violencia. Fue a la ventana, y mirando el paisaje desde el segundo piso, trataba de resolver el misterio. No había forma de que Fausto hubiera escapado por sí mismo, pues le era imposible hacerlo. Mientras cavilaba en el asunto, vio un carro estacionarse y de él bajó Sara. Hablaba por el  móvil mostrando una sonrisa fresca y feliz, cosa que le llamó muchísimo la atención. Salió del cuarto para alcanzarla en la recepción y en el camino descubrió a David hablando sospechosamente con el doctor que atendía al hombre desaparecido. Se detuvo sin que lo vieran y los estuvo observando. El doctor señalaba hacia un pasillo mientras algo le decía y David sonrió satisfecho, entregándole un sobre amarillo, el cual, el doctor abrió y después de mirar en su interior, lo llevo a sus labios besándolo.


          Prieto encontró a Sara preguntando por el doctor y en cuanto ella lo vio acercarse, empezó a llorar.

-¿Lo han encontrado? -preguntó con voz temblorosa.

-Aún no -respondió él. -Dígame Sara... ¿su esposo tiene seguro de vida?

-No que yo sepa -respondió secándose las lágrimas. -¿Acaso sospecha de mí? -preguntó molesta.

-Simplemente se trata de una pregunta de rutina -contestó el detective.

Despidiéndose de ella fue a las oficinas directivas del lugar y solicitó una copia de los mapas del edificio. En su oficina estuvo analizando las posibles rutas de escape desde el cuarto de Fausto. Identificó una que llevaba hasta el pasillo que el doctor le indicó a David, el día que los sorprendió hablando. Revisó todos los cuartos de tal corredor sin encontrar nada hasta que llegó a un cuarto frío. Entró y descubrió varios cuerpos. El lugar se llenó de policías después de que Prieto avisara a su jefe. Luego de las investigaciones y pruebas de ADN, confirmaron que la versión del director del sanatorio era cierta; se trataba de cadáveres de personas no identificadas y esperaban allí ser reclamados o ser enterrados en una fosa común, después del tiempo de espera requerido.

“¿En dónde está Fausto?”, se preguntaba el detective una y otra vez.


          Pasó un año en el que las averiguaciones no cesaron y a pesar de ello, nunca se encontró a Fausto o a su cuerpo, ni a ningún responsable de su desaparición. El doctor renunció a su trabajo y se fue a vivir a Cancún donde vivía muy bien. Sara y David se casaron, pues él era hijastro de Fausto, por parte de su primer matrimonio y se les veía muy felices. Por su parte, Fausto seguía investigando, seguro de que esas tres personas tenían algo que ver en el asunto, pero no encontraba pruebas contra ellos.


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