En ocasiones, cuando las tardes se tornan grises y el cielo lanza algunas lágrimas, me siento sobre el verde y ajado regazo de mi buen amigo y escojo al azar una carta. Las leo despacio y en voz alta, disfrutando de cada una de las letras que hay escritas en ella. La emoción me hace su presa y la voz se me quiebra con cada palabra de mi amor valiente. En una carta me describía su ansiedad porque aquella guerra terminara pronto para poder volver a mis brazos. Me decía que yo era el motivo por el que luchaba por mantenerse vivo y que rezaba todas las noches por volver pronto. Mis ojos se anegaron de llanto al leer aquello y no pude más que acurrucarme en mi sillón, que como siempre me confortó como solo él sabía hacerlo.
Han pasado muchos años desde que el hombre de mi vida volvió en silencio... Años en los que yo he sufrido por ese regreso en silencio que fue su partida definitiva y a través de los cuales siempre me he preguntado por qué la vida me lo arrebató.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario