jueves, 4 de julio de 2019

EN EL SILLÓN




Este sillón es mi cómplice. Sí, este sillón antiguo, forrado en terciopelo verde, con botones dorados y patas de madera cafés es quien sabe mi historia completa. Muchas veces se humedeció con mis lágrimas y ahora, aún después de mucho tiempo, en silencio escucha mis lecturas. Todos los días, en su compañía, leo las cartas que mi difunto esposo me envió por varios meses, mientras estuvo en la guerra, ésa maldita guerra que acabó con todas mis ilusiones y me llenó de inquietud e inseguridad. Las cartas, junto con algunas forots son todo lo que me queda de él y es por eso que las guardo en unas lindas cajas, como mi más grande tesoro.

En ocasiones, cuando las tardes se tornan grises y el cielo lanza algunas lágrimas, me siento sobre el verde y ajado regazo de mi buen amigo y escojo al azar una carta. Las leo despacio y en voz alta, disfrutando de cada una de las letras que hay escritas en ella. La emoción me hace su presa y la voz se me quiebra con cada palabra de mi amor valiente. En una carta me describía su ansiedad porque aquella guerra terminara pronto para poder volver a mis brazos. Me decía que yo era el motivo por el que luchaba por mantenerse vivo y que rezaba todas las noches por volver pronto. Mis ojos se anegaron de llanto al leer aquello y no pude más que acurrucarme en mi sillón, que como siempre me confortó como solo él sabía hacerlo.

Han pasado muchos años desde que el hombre de mi vida volvió en silencio... Años en los que yo he sufrido por ese regreso en silencio que fue su partida definitiva y a través de los cuales siempre me he preguntado por qué la vida me lo arrebató.





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