El llanto ha tatuado la angustia
en la cara de un alma buena
que se ha enamorado con fuerza
de aquel que bebió de su fruta.
Por siglos soportó la burla
que su conciencia traicionera
dejara en su rostro las huellas
de tal infamia sin excusa.
Vagando sin rumbo y sin rumba
se llevó una sorpresa inmensa,
al ver una imagen grotesca
con olor a mentira astuta.
Aquel que de nubes oscuras
adornó su vida maltrecha,
sufría la condena eterna
de la soledad y la culpa.
El tormento lleno de bruma
desapareció de la escena,
comenzando, por fin, la entrega
de estos que hoy, el amor disfrutan.
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