domingo, 15 de octubre de 2023

LA BELCEBÚ

 



Un libro de hechicería, los bigotes y uñas de un gato negro, y la sangre de un ratón vertida en un recipiente de metal, eran alumbrados por las velas negras y moradas que Inés había colocado estratégicamente alrededor del salón donde ejercía la práctica de la magia negra. Sí, Inés era la mujer más perversa de la comarca. A todo el mundo envidiaba y odiaba que se superaran. Esa era la razón por la que a todos los lugareños los embrujaba causándoles algún mal. La Belcebú, como el pueblo la apodaba, vivía sola y sin una amistad debido a que ella misma comentaba a quien la escuchara, que hechizaría malignamente a alguien.

Un día quiso conseguir la gloria de las sombras robando a dos niños para obtener toda la sangre de los dos cuerpecitos y ofrendarla a su dios oscuro. Estaba convencida de que con ello dominaría por completo a todo habitante del lugar. Después de dormir a los inocentes con una de sus pócimas comenzó a rezar mientras se retorcía como poseída por el diablo. La Belcebú tomó un cuchillo largo y grueso, perfectamente afilado y cuando se disponía a degollar al primer niño, una de las velas cayó incendiando inmediatemente las cortinas, las cuales ardieron fácilmente, haciendo que el incendio se propagara con una rapidez infinita. La bruja intentó apagar el fuego pero tropezó con una silla que estaba atravesando, cayendo encima de la mesa que ya ardía. Sus ropas se enredaron con el mantel incendiando, haciéndola arder a ella también. Con el alboroto, los niños despertaron y al ver la situación, el instinto de supervivencia los hizo actuar rápidamente, saliendo a gatas del lugar. Una vez afuera, corrieron hasta su casa mientras los terribles alaridos de la bruja ya se escuchaban.

Así fue como La Belcebú, en busca de la gloria, acabó.


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