viernes, 17 de diciembre de 2021

EL SECRETO

 




 

          



Mientras don Ernesto saboreaba una fría cerveza, los recuerdos

llegaban a su mente como una cascada de aguas bravas, golpeando

sin piedad su pensamiento, que por muchos años se mantuvo

protegido detrás de las oscuras paredes del olvido. Sus memorias

escondidas salieron a la luz gracias a la foto que su padre tomó del

pueblo donde ambos nacieron y que colgaba de aquella pared como

esperando pacientemente ser descubierta. Dejó el tarro de su bebida

sobre la mesa y fue hasta el retrato con pasos lentos.



Sin quitar la vista de aquella imagen, recordó a un par de flamenco

en el lago del pueblo y en seguida, sumente se tiñó de rojo. Sacudió

con fuerza la cabeza, tratando así de alejar tal imagen. Lejos de

lograrlo, miró un hacha escurriendo sangre. Cerró los ojos con fuerza

y se vio jugando en el patio de la casa de sus padres con la misma

hacha. Debido a la escasez de recursos económicos, no tenía un palo

para jugar golf, así que el hacha le servía para jugar.



Sonrió al recordar aquello, pero rápidamente su rostro se tensó

cuando un niño pequeñito, de dos años cuando mucho, llegó hasta su

cabeza. Recordó sentir rabia y odio contra el pequeño, porque

gozaba de todo. Su madre le compraba ropa linda y nueva y muhos

juguetes. Ernesto, a pesar de tener varios años más, no lograba

entender la diferencia entre el bebé y él. Mientras recordaba todas

esas sensaciones, su cuerpo se estremeció del tal foma, que le

provocó pegar un brinco... Sangre, mucha sangre apareció frente a

sus recuerdos. En un acto de rabia, descargó varios golpes con el

hacha sobre la cabeza del niño. Luego, con toda la sangre fría, llevó

el cuerpecito hasta un campo de amapolas y ahí lo enterró.



Don Ernesto suspiró hondamente, regresó a la mesa por su cerveza,

se la bebió de un jalón y se alejó de aquella casa y de aquel pueblo,

tratando de volver a olvidar nuevamente su secreto, siguiendo con la

vida de un hombre decente con la conciencia tranquila.

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