domingo, 1 de agosto de 2021

EL BRILLO DE SUS OJOS

           



          El pueblo era muy bonito y pintoresco. Se caracterizaba por que todas las casas tenían techos de teja roja y macetas con flores coloridas a un lado de las puertas. Llovía mucho y por las noches serenaba demasiado, así que por ende, era un pueblo muy verde. Había un río precioso de aguas azules y cristalinas y la gente era muy amable, aunque tenía costumbres muy arraigadas y muchas creencias.

          Un día llegó un joven matrimonio a vivir al pueblo. Pronto se hicieron de amistades y al enterarse de que existía un río cerca, quisieron organizarse con varios amigos para ir a un día de campo por allá. Todos les dijeron que nadie iba, explicándoles que era un lugar abandonado porque muchos años atrás, una niña fue arrastrada por un remolino, ahogándola sin que nadie llegara a tiempo para rescatarla. Desde entonces, siempre que había gente dentro del agua, alguien era atrapado por fuerzas extrañas hasta ser ahogado y si alguien intentaba ayudarlo, unas manos cadavéricas lo arrastraban entre las aguas hasta llevarlo a la muerte. De ahí surgió la leyenda de que era la niña que venía a cobrar venganza por haberla dejado morir. Sin poder contenerse, la pareja soltó una carcajada y les dijeron que no creían en cuentos ni leyendas y que entonces irían solos. Algunos de los amigos les rogaron que no fueran, pero ellos hicieron caso omiso.

          Al día siguiente, muy temprano, el matrimonio emprendió el viaje hacia aquel lugar misterioso. Apenas llegaron, se deshicieron de sus ropas y desnudos, al fin que nunca iba nadie, se metieron al agua. Por mucho rato estuvieron nadando y jugando, hasta que de pronto, la muchacha fue sumergida violentamente. Su esposo se introdujo debajo de las aguas para intentar ayudarla, y entonces algo, que no supo identificar la arrastró con fuerza entre las aguas que se habían arremolinado. Ella manoteaba y gritaba pidiendo auxilio hasta que desapareció y las aguas volvieron a estar en calma. El joven, angustiado, la buscaba por todos lados, llamándola a gritos por su nombre. Luego de unos diez minutos la vio resurgir a lo lejos.

          Una vez que logró llevarla a la orilla, la acostó sobre la hierba y le dio respiración de boca a boca y presionó su tórax hasta que logró que escupiera el agua que había tragado. La abrazó feliz de saberla viva y ella, con toda la calma, le dijo que estaba bien. Regresaron al pueblo y les contaron lo sucedido a sus amigos, diciéndoles que había sido un accidente, una casualidad. Alegaron que si hubiera sido la niña, entonces habría muerto.

          A partir de ese día, poco a poco la gente empezó a ir al río nuevamente y al ver que nadie moría, regresó la confianza a los lugareños y el lugar volvió a cobrar vida, seguros de que todos los casos habían sido accidentes y que, paralizados por el miedo no habían podido salvar a ninguno de los que se habían ahogado.

          Por su parte, la joven que había sufrido el último percance, había tenido algunos cambios. De pronto olvidaba cosas, como si no supiera de ellas y a veces sus ojos brillaban de manera escalofriante. Su esposo lo atribuía a la falta de oxígeno por haber estado mucho tiempo sin aire. Pero cuando ella se miraba al espejo, sonreía de manera perversa.

                           

No hay comentarios.:

Publicar un comentario