viernes, 20 de agosto de 2021

LAS HIJASTRAS BUENAS

 






          Los tonos amarillo y naranja adornaban bellamente el cielo cuando empezaba a atardecer. El escándalo de los pájaros que empezaban a llegar a los árboles se escuchaba en toda la colonia. Solo era cuestión de que el sol se metiera para que oscureciera por completo. Miguel, quien miraba por la ventana de su casa, empezó a ponerse nervioso. Por alguna razón, la noche le provocaba ansiedad. Fue a la cocina y buscó en el gabinete donde guardaba las medicinas. Al no encontrar las pastillas que lo tranquilizaban, buscó en los demás gabinetes y cajones. La angustia empezó a invadirlo. Volvió al primer lugar donde buscó. Con las manos temblorosas por el nerviosismo, comenzó a tirar los demás medicamentos. Fue al baño y buscó en el botiquín. Tampoco estaban ahí. Al cerrarlo, vió en el espejo que detrás de él estaba una de las hijas de su esposa sosteniendo el bote ansiado. Rápidamente volteó y se le fue encima tratando de arrebatárselo. La chiquilla lo arañó con todas sus fuerzas y Miguel le dio un puñetazo haciendo que dejara caer el bote. Cuando estaba a punto de recogerlo sintió un golpe muy fuerte en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.

 

          Cuando despertó se dio cuenta que tenía las manos y los pies atados y la boca llena de trapos que le impedían hablar. Entonces vio a la pequeña y a su hermana, quien ya era adolescente, y que llevaba una pala en la mano. Terriblemente espantado, Miguel solo atinaba a abrir los ojos desmesuradamente, entre gemidos casi imperceptibles. La jovencita, sin decir absolutamente nada, se puso a la tarea de escarbar. A pesar de tener una figura muy delgada, su cuerpo era atlético; tenía los brazos y las piernas muy fuertes. La hermanita miraba la escena en silencio, con una tranquilidad que verdaderamente causaba miedo. Una vez que la fosa tuvo el espacio necesario, entre las dos arrastraron al hombre y lo lanzaron dentro de él. La mayor fue adentro por todas sus pertenencias y también las lanzó al hoyo, sin importarle la desesperación de su padrastro. Luego empezar a echar la tierra de regreso.

-El maldito y todos sus objetos quedarán bien cubiertos y todo el mundo creerá que se largó para siempre -dijo mientras paleaba.

 

          Habían comprado varias orquídeas para justificar la tierra removida con su mamá, cuando ésta llegara de su trabajo al amanecer, pero una idea loca se les ocurrió antes de sembrarlas. Invitaron a varios de sus amigos a bailar un rato y lo hicieron sobre la tumba, zapateando muy fuerte. Una de las invitadas, quien era una chica pelirroja muy guapa, pero algo despistada, se dedicó a dar vueltas y vueltas alrededor del jardín hasta caer muy mareada. Ya en el suelo, se encontró unos pantalones de hombre y cuando pudo levantarse regresó a donde todos bailaban, con ellos en la mano. La niña pequeña la alcanzó a ver antes que todos y en un segundo, sin que nadie se diera cuenta, la llevó entre jalones hasta un árbol frondoso.

-¿Con quién tuviste sexo? -Preguntó la pequeña.

-Con nadie -respondió la pelirroja.

-¡Claro que sí! -Insistió. -Por eso traes esos pantalones de hombre. ¿Lo dejaste desnudo?

-No seas tonta. Me los encontré..

-¡Tú no te has encontrado nada! -le dijo enérgicamente mientras le daba un jetazo. -¿Te quedó claro?

-La pelirroja asintió con la sorpresa y el miedo reflejados en el rostro.

Las dos regresaron a dónde estaban los demás, después de haber dejado los pantalones en el cesto de la ropa sucia.

 

          Las hermanas decidieron que era tiempo de despedir a sus amigos y cuando todos se fueron, plantaron las flores y luego se fueron a dormir tranquilamente. Por la mañana, cuando su madre llegó le mostraron las plantas y desayunaron las tres juntas. Cuando ella les preguntó por su esposo, dijeron que estaba durmiendo y siguieron conversando muy dulces y lindas con su madre.



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