martes, 24 de agosto de 2021

LA MONTAÑA DEL LAGO DE CRISTAL




           Mientras más nos acercábamos a nuestro destino, más hermoso era el paisaje. La montaña se miraba imponente frente a nosotros, con la cima blanca por la nieve y grandes ríos descendiendo hasta llegar al lago. Era la primera vez íbamos a pasar unos días en un bosque y por lo que estábamos viendo a nuestro alrededor, habíamos acertado al decidir hacerlo en La Montaña del Lago de Cristal. Buscamos un buen sitio para estacionar nuestra casa móvil, debajo de unos árboles grandes y cerca del lago. Fuimos a caminar un rato para familiarizarnos un poco con el lugar y cuando nos dio hambre, regresamos par preparar una buena comida. Mientras iba atardeciendo, los ruidos del lugar eran más fuertes. El agua que bajaba de la montaña se escuchaba armoniosamente y el lago se movía suavemente.

 

          Por la noche, mientras mirábamos el cielo y conversábamos, llegó una camioneta con la música muy alta y un gran escándalo, rompiendo la paz del lugar. Se estacionaron cerca y bajaron tres hombres y una mujer. Entre todos bajaron dos casa de campaña y en un dos por tres, las armaron y sujetaron muy bien al terreno. Acomodaron unas sillas desplegables y uno de ellos bajó una hielera con cervezas. Comenzaron a beber y gritar mientras conversaban, soltando fuertes carcajadas y muchas malas palabras.

 

        Nos levantamos y cuando llevábamos nuestras sillas a la orilla de nuestra casa móvil, uno de ellos nos gritó:

-¿Acaso les molesta nuestra alegría?

-Por supuesto que no - respondió mi esposo. -Que tengan una bonita velada. Buenas noches.

-Sí que les ha molestado -gritó la mujer. -Si no les parece, ¡lárguense!

Sin hacerles caso, nos metimos y cerramos bien la puerta. Estábamos seguros que pronto caerían dormidos por la borrachera que llevaban encima.

 

          De pronto escuchamos unos golpes Sobre la lámina del vehículo y éste empezó a moverse. Mi marido se asomó por una de las ventanas y vió que eran eLos, los cuatro, golpeando con unos bates de béisbol. Luego de un rato dejaron de golpear y todo estaba en silencio, pero a los pocos minutos escuchamos que una ventana se rompía. La estaban rompiendo a batazos y entonces, por ahí se metieron dos de ellos gritando maldiciones. Sujetaron a mi marido a una silla y les abrieron la puerta a los otros dos. Cuando entraron, ella pasó a mi lado, empujándome muy fuerte, llegó al refrigerador y al no encontrar cervezas, se acercó a mí amenazante y gritándome improperios. Uno de los hombres comenzó a golpear a mi esposo mientras los demás reían. Lo hacía por el placer de hacerlo y pronto, los demás se unieron a la golpiza olvidándose de mí. Cuidadosamente, tratando de no hacer ruido, me acerqué a dónde estaba mi bolso y cogí la pistola que llevaba en él.

 

          Disparé al aire, logrando así que dejaran de golpear a mi marido, quien ya sangraba mucho de la cara. Les apunté a los cuatro, obligándolos a permanecer contra la pared, con las manos en la cabeza y muy juntos entre ellos. Cuando consideré que tenía controlada la situación, cogí mi teléfono, sin dejar de apuntarles, y marqué al 911 pidiendo ayuda. Dejé la llamada corriendo y fui a soltar a mi esposo. Aunque estaba muy golpeado, tuvo fuerzas para levantarse e ir a traer el hacha que teníamos en la cocinita. Armados los dos, nos sentamos sin dejar yo de apuntarles y atentos a sus movimientos hasta que llegaron los policías.

 

          Teníamos planeado pasar una semana allí, pero con esto qué sucedió la primera noche, preferí regresar a la tranquilidad de nuestro hogar y pasar ahí nuestra semana de descanso.



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