martes, 3 de agosto de 2021

EL GRAN INVENTO

 


          Pedro llevaba varios años trabajando en sus estudios y análisis científicos. Se había dejado crecer el pelo, el cual llevaba recogido en una cola de caballo, y la barba. Solo dejaba de trabajar unos momentos para alimentarse y volvía a encerrarse. Aseguraba que en la Luna habitaban seres muy inteligentes que habían inventado la fórmula para no contraer enfermedades de ningún tipo. Decía que allá la gente era muy sana y solo moría por vejez o a causa de algún accidente.

          ¿Pero cómo había llegado a tal conclusión? Una vez comentó, tal y como lo decía en varias notas que había en sus cuadernos, que una noche, mientras miraba el cielo sentado en su mecedora, vio una pequeña luz roja, la cual, en cuestión de segundos se detuvo en su jardín expandiéndose en forma de un gran platillo volador. Se puso de pie al ver a varios seres tremendamente extraños encaminarse hasta él. En una de las notas explicaba que eran muy pequeñitos y flaquitos con cabeza como la de un alfiler y, aunque no tenían cara, hablaban perfectamente.

          -Sabemos que eres científico y hemos venido a proponerte un trato -le dijo uno de ellos y comenzó a explicarle el motivo de su visita. Le ofrecieron compartir la fórmula antienfermedades para ayudar a los terrícolas, pero con una condición. Pedro tendría que inventar un medio cibernético por el cual los selenitas enviarían toda la información. No podría ser por correo electrónico, pues esa herramienta no funcionaba en la Luna. Y así como llegaron, se fueron. Pedro quedó sorprendido y se preguntaba cómo era posible que seres con una cabeza diminuta pudieran ser tan inteligentes al grado de lograr erradicar las enfermedades.

          Se puso a la tarea de investigar y hacer varias pruebas y experimentos. Se imaginaba recibiendo el reconocimiento mundial y varios premios en los países más importantes por su gran logro y compromiso en pro de la salud. El computador estaba lleno de información y la memoria saturada con tantos datos, que a veces se ponía muy lento. Hasta que un día lo logró. 

          El Servicio de Envíos Tierra-Luna, SETL por sus siglas en español, había nacido y fue por medio de éste que los selenitas enviaron toda la información de la famosa fórmula. Se trataba de una pequeña máquina conectada al ordenador que lograba hacer contacto con las máquinas de la Luna. No diré cómo era que funcionaba dicha maquinita porque me llevaría horas hacerlo para que ustedes, mis queridos lectores, lo pudieran entender.

          Una vez que Pedro tuvo toda la información consiguió un contrato con una compañía farmacéutica y cuando lograron los permisos del gobierno, luego de una exhaustiva investigación, la bendita formula antienfermedades salió exitosamente a la venta.

          En un par de años toda la población del planeta estaba sana. Por fin se habían acabado los enfermos y los hospitales solo se ocupaban para tratar a accidentados. Pero con esto vino el caos. Al no haber enfermos, casi nadie moría y el mundo se sobrepobló. No había comida suficiente y las personas se habían vuelto muy agresivas y peligrosas, buscando conseguir un pedazo de pan. Todo se había salido de control.

          Las autoridades se mostraron muy preocupadas ante tal situación y le exigieron a Pedro que inventara algo que volviera a los humanos a la normalidad de antes. Éste, con el tiempo encima, se puso en contacto con los selenitas. Mayúscula fue su sorpresa al leer lo que el portavoz de nuestro satélite le contestó:

          "No hay nada que podamos hacer por ustedes. Ahora los terrícolas deberán dedicarse a lidiar con este problema global y por fin nos dejarán a nosotros en paz. Dígale a sus gobernantes que no inviertan más en sus viajes a nuestro territorio, que mejor arreglen las cosas en el suyo. Adiós".

          ¡Qué difícil iba a ser solucionar el caos en la Tierra, donde sus habitantes eran casi zombis!




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