martes, 24 de agosto de 2021

EL REENCUENTRO




          Esta historia trata del rencuentro de dos árboles gracias a sus raíces.

 

          En una finca muy grande y bonita había dos árboles pequeños frente a la fachada principal de la casa. A pesar de ser muy jóvenes, ya contaban con abundante follaje y el verde de sus hojas era muy brillante. A la dueña no le agradaba mucho tenerlos a los dos juntos, pues decía que cuando crecieran iban a obstruir la vista de su hogar. Como los dos le gustaban mucho, no quiso deshacerse de ninguno y pidió al jardinero que moviera uno de ellos hacia la parte trasera del jardín. Con la ayuda de algunos trabajadores y con mucho cuidado, sacaron uno de los árboles y rápidamente lo plantaron donde la patrona indicó.

 

          Pronto, la mujer se dio cuenta de que el árbol que movieron empezó a entristecerse. Las hojas de las ramas estaban palideciendo. Supuso que no resistió que lo sacarán de la tierra y luego volvieran a plantarlo en otro lugar, pero cambió de idea cuando vió que el otro arbolito, el que habían dejado en su lugar, también estaba triste. Con mucho esmero, la dueña del lugar los regó, les puso tierra nueva y fertilizante, más todo fue en vano. Una mañana, en pleno verano, los dos amanecieron casi pelones, con muy poquitas hojas que ya estaban casi secas y aunque cada primavera reverdecían un poco y seguían creciendo, nunca se pusieron tan bonitos como cuando estaban juntos.

 

          Una ocasión, el jardinero les comunicó a sus patrones que algunas partes de las raíces de los árboles en cuestión se estaban extendiendo al ras del suelo y que ambas estaban por llegar a la casa, lo cual podría causar daño al inmueble. El patrón le pidió que los cortará de tajo, de una vez por todas, antes de que dañaran la casa, más la mujer le pidió que esperara; que primero analizaran en qué dirección iban y que actuaran en base a ello. La decisión de la señora fue acertada, pues las raíces solo pasaron a un lado de la casa y no había ninguna probabilidad de que se desviaran. Con el tiempo, las fuertes y gruesas raíces se encontraron en medio del camino, se enlazaron y ahí suspendieron su recorrido.

 

          Cuando la primavera llegó, ambos árboles empezaron a reverdecer magníficamente. Las hojas eran de un verde precioso y estaban fuertemente afianzadas a las ramas. La sombra que daban era muy grande y fresca y a partir de entonces, siempre crecieron hermosos y muy sanos. Mientras la mujer los miraba de lejos complacida, vió que su esposo iba caminando hacia ella, mirando a los árboles y luego volteó a verla levantando ambos pulgares, con una sonrisa de aprobación.


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