domingo, 16 de febrero de 2025

CHARLIE


1962. Plainview, Texas, USA.

Los niños reían y gritaban mientras jugaban en la piscina pública a la que iban a nadar todos los fines de semana durante el verano. En ese entonces, debido a que Plainview era un pueblo pequeño y muy seguro donde todos se conocían, era común que los chiquillos fueran solos a nadar, contando únicamente con la protección de los jóvenes que trabajaban como salvavidas. El lugar, ubicado en el barrio mexicano de Plainview, era muy concurrido hasta que las autoridades tuvieron que clausurarlo debido a dos muertes por ahogamiento. El jefe del departamento de policía anunció que las muertes habían sucedido en menos de un mes debido a que el establecimiento no cumplía con los estándares de seguridad. La gente creyó que el lugar reabriría sus puertas el próximo año con las remodelaciones pertinentes, pero no fue así. Los dueños anunciaron que ¨La alberca¨, como se le conocía, había cerrado definitivamente.

 

50 años después.

Año 2012. Escuela Zonas Creativas.

Rosa, la maestra de prescolar, estaba sentada en el suelo con todos sus alumnos, mientras todos cantaban una canción. Los niños estaban muy atentos imitando los movimientos de Rosa al ritmo de la canción. De pronto, Ernesto se levantó y se acercó a la puerta, mirando fijamente por la ventanita de ésta. El niño poniéndose de puntitas y levantando la cabeza, miraba algo atentamente. La maestra se puso de pie y fue por él. Ernesto se rehusaba a regresar con ella y Rosa tuvo que llevarlo en sus brazos y sentarlo en su regazo mientras seguía con sus actividades con el resto de los alumnos. Se hizo una costumbre que Ernesto, sin importar la hora del día, interrumpiera la clase para ir hacia la puerta y mirar a través de la ventanita. Rosa se lo comentó a la madre, quien se mostró sorprendida, pues dijo que el niño tenía costumbres diferentes debido a su condición de niño autista, pero que nunca hacía eso en su casa. Las dos, madre y maestra, llegaron al acuerdo de que sería una nueva costumbre que Ernesto estaría adoptando en la escuela. Pronto, Rosa dejó de sprestarle atención, permitiendo que el niño fuera hacia la puerta por un rato. Un día, los compañeritos de Ernesto le avisaron a la maestra que el niño estaba hablando solo. Rosa fue hasta él y Ernesto no dejó de hablar solo, mirando por la ventanita de la puerta. La maestra le preguntó que con quién hablaba pero él la ignoró y siguió hablando a su manera, pues él no sabía hablar. Lo volvió a comentar con la madre y ésta dijo que se lo comentaría al doctor en la próxima visita. Una mañana, antes de comenzar las clases, Ernesto volteó desde su pupitre hacia la puerta y sonriendo y señalando dijo: Charlie. Rosa fue hacia él y le preguntó qué había dicho. Ernesto repitió: Charlie. Los demás compañeritos lo miraron extrañados y la maestra volvió con ellos para seguir con la clase.

 

Una ocasión, Rosa y Juanis, otra de las maestras se quedaron hasta muy tarde trabajando con los planes de clases. Eran aproximadamente las 7 de la tarde y ya no había nadie en la escuela más que ellas dos. Estaban en silencio, sumidas en su trabajo cuando de pronto escucharon pasos en el pasillo.

- ¿Hay alguien más aparte de nosotras? -Preguntó Juanita a Rosa, quien sin contestar mantuvo la vista fija en la puerta del aula, esperando ver a alguien llegar. Luego de unos instantes volvieron a trabajar hasta que fueron interrumpidas por lo que parecían risas de niños. Ambas fueron hasta donde provenían las risas y llegaron hasta el salón de juegos. Se sorprendieron al ver que no había nadie pero había juguetes en desorden y una pelota rodaba lentamente hacia ellas como si algo o alguien la hubiera lanzado. Desconcertadas, decidieron dejar el trabajo para el día siguiente y se fueron a sus casas.

 

Al día siguiente, Ernesto volvió con lo mismo, de ir hacia la ventanita de la puerta y empezó a platicar con quien él llamaba Charlie. Rosa llamó a Juanita y le pidió que observara al niño. Luego, ambas discutieron la actitud del niño y lo que les había sucedido la noche anterior. Aunque les parecía no tener sentido, relacionaron ambos sucesos y tomaron la decisión de seguir observando a Ernesto y su comportamiento, y poner atención a cualquier evento extraño que sucediera dentro de la escuelita. No pasó mucho tiempo cuando la directora de la escuela estaba trabajando sola. Todos se habían marchado y de pronto escuhó pasos en el pasillo. Preguntó en voz alta si había alguien y al no obtener respuesta se levantó de su asiento y fue hacia el pasillo. No vio a nadie mas siguió escuchando pasos dentro de un salón. Un poco temerosa fue hasta allá y al entrar en el salón, la imagen de un niño la hizo dar tremendo salto. Fue una visión de unos segundos que rápidamente se desvaneció. Armándose de valor entró y revisó entre los pupitres y los casilleros. Después de confirmar que no había nadie, regresó a su oficina, pero mientras se alejaba volvió a escuchar pasos en el salón. Regresó y todo volvió a estar en silencio y vacío.

 

Un día, por fin, Rosa y Juanita decidieron comentarle a la directora lo que estaba sucediendo con Ernesto y la experiencia que tuvieron la noche que se quedaron a trabajar tarde. La directora les dijo entonces lo que ella había vivido días atrás. Aunque les parecía una locura, las tres decidieron investigar si algo había sucedido antes en aquel lugar. Buscaron en internet y en la biblioteca local del pueblo sin encontrar absolutamente nada. A Juanita se le ocurrió preguntarle a los vecinos de la escuela si sabían algo sobre la escuelita en el pasado. Todos le dijeron que la escuela tenía poco menos de 20 años de haberse construido. Cuando se estaba dando por venida, una mujer le dijo que, en efecto, la escuela tenía no muchos años, pero que hacía muchos años atrás, ahí había habido una piscina pública.

- ¿Una piscina pública? -Preguntó sorprendida, Juanita.

-Así es -dijo la mujer lanzando un suspiro. -Todos íbamos a nadar durante el verano hasta que sucedió que Juan se lanzó de clavado y se golpeó la cabeza en el fondo de la pisicina, muriendo instantáneamente. Después, la muerte de Charlie fue más trágica, porque él murió ahogado. Manoteaba y gritaba pidiendo ayuda y ninguno de nosotros nos atrevimos a ayudarlo. Lo miramos cómo se sumergía en el agua moviendo agitamente su cuerpo. Cuando el salvavidas se lanzó al agua, fue demasiado tarde. Charlia ya había muerto.

- ¿Charlie se llamaba? -Preguntó Juanita con la voz temblorosa.

-Ese era su nombre – respondió la mujer.

 

Juanita les platicó aquello a la directora y a Rosa, quienes acordaron poner una veladora en el pasillo todas las tardes, cuando ya no había niños, para que el alma de Charlie encontrara su camino y descansara en paz. Nunca más volvieron a escuchar ni pasos ni risas en el pasillo o salones de la escuela, y Ernesto dejó de ir hacia la ventanita de la puerta, olvidándose de Charlie.


 

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