viernes, 15 de octubre de 2021

LA MUERTE DE LA CONDESA

  



 

          La noche siguiente se celebraría la fiesta del duque Adrien en su gran palacio. La condesa Marion Laurent había pasado el día escogiendo el vestido y el peinado que luciría en dicha ocasión. Estaba muerta de cansancio pero feliz, porque gracias a lo que había hecho meses antes, podría ir sola a dicha celebración.

          ¿Y qué era eso que había hecho tiempo atrás? Durante semanas, con mucha paciencia, estuvo suministrándole veneno en el café a su esposo, quien luego de unas semanas cayó en cama muy enfermo hasta que falleció por causas desconocidas, entre dolores terribles. Gracias a eso, y después de dos meses de luto, por primera vez, desde que se casó, iría sola a un evento. El duque Adrien era muy guapo y soñando con él, se quedó dormida.

          Por la madrugada, mientras una fuerte tormenta que traía muchísima agua, truenos y relámpagos, azotaba a la región, Marion despertó agitada y sudorosa por una horrible pesadilla que había tenido, pues soñó su muerte en la mascarada. Cuando logró controlar su respiración, bebió un poco del agua que tenía en la mesita de noche, logrando tranquilizarse y volver a dormirse.

          La noche de la fiesta, una mujer muy guapa se paseaba por el salón sosteniendo con una mano el antifaz y disfrutando de las miradas de admiración que provocaba. Nadie se había dado cuenta de que se trataba de la condesa Marion. De pronto, un hombre la jaló de un brazo llevándola hasta un pasillo solitario. La recargó en la pared y la besó lujuriosamente.

     -¿Quién eres? -Le preguntó.

Sin responderle, el hombre volvió a besarla.

     -Eres Adrien, ¿cierto?

Sin decir una sola palabra, le dio la media vuelta, poniéndola contra la pared y besó su nuca y cuello. Marion soltó un gemido de gozo, el último de su vida, pues ya sentía el frío filo de un cuchillo recorrer su garganta, igual a como había sentido en su pesadilla de la noche anterior.

          En el salón, el duque Adrien bailaba con todas las mujeres, mientras el asesino se mezclaba entre los invitados, dejándola en el suelo, ahogándose en su propia sangre.

 


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