martes, 20 de julio de 2021

LUNA DE MIEL


 

          Vacaciones inolvidables fueron las que pasé en mi luna de miel. A pesar de haberme divorciado al año de casada, siempre, todos los días, recordaré esas dos semanas que planeé con todo el amor de mi corazón.

          Viviendo en una ciudad cosmopolita y trabajando en una comisaría de policía, en la que todos los días había mucha gente que atender con mil problemas, además de lidiar con delincuentes de todo tipo, escogí una playa casi virgen para las vacaciones tan deseadas.

          Llegamos con mucha ilusión y al ser temporada baja, estaba casi vacía. Éramos los únicos turistas que estábamos en el conjunto de cabañas en el que nos habíamos instalado. Los demás eran empleados. Para mí era lo ideal... estar alejados de la civilización.

          Después de medianoche, nos despertaron unos toquidos en la puerta. Mi esposo fue a ver de qué se trataba. El gerente del conjunto vacacional le dijo que él, junto con los empleados, nos esperaban en playa, que se trataba de darnos la bienvenida y que ésta era una tradición que acostumbraban hacer cuando había pocos fuereños.

          Un tanto emocionados, fuimos al lugar donde nos esperaban. Allí nos informaron que se trataba de un juego de cacería y nosotros éramos a quienes cazarían. Soltamos una carcajada que rápidamente se desvaneció dando paso al terror, al ver que la gente comenzaba a tomar piedras y cuchillos, entre otras armas. Echamos a correr tomados de la mano y pronto sentimos caer, muy cerca de nosotros, varias piedras. Después de uno o dos minutos, comenzaron a perseguirnos entre gritos.

          Llegamos a un bosquecito y nos internamos en él. Vimos un árbol espeso y nos subimos para escondernos entre las hojas de las ramas. Nos quedamos quietos y en silencio, secándonos el sudor para que éste no goteara y nos descubrieran. Entonces escuchamos un disparo al aire y una voz que nos decía que hiciéramos lo que hiciéramos, nos iban a encontrar. Luego los vimos alejarse.

          Rápidamente, mi esposo bajó a recolectar ramas gruesas y dos piedras. Volvió conmigo y desde arriba, comenzamos a afilar las ramas con las piedras, haciendo nuestras propias armas para defendernos. Casi amanecía cuando bajamos con nuestras rústicas armas y cautelosamente nos dirigimos de regreso a la cabaña. Una vez ahí, hablamos a la policía del pueblo cercano pidiendo auxilio y en cuestión de media hora, llegaron a rescatarnos.

          Se que se preguntarán cómo fue tan fácil llegar a la habitación. Bueno, no lo fue. En el trayecto de regreso, nos topamos con varios de ellos, recibimos muchas pedradas y un navajazo, pero logramos sobrevivir gracias a que logramos deshacernos de ellos pues no esperaban que estuviéramos armados. Fue así que, tomándolos por sorpresa, los dejamos heridos con nuestras flechas.
         

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