-"Depresión atmosférica se aproxima a nuestra área" -escuchamos decir al locutor en la radio. -Resguárdense en un lugar seguro y aléjense de las ventanas por que se esperan vientos fuertes con ráfagas de fuerza destructiva."
Nos encontrábamos en medio del campo donde mis hijos y yo pasamos un lindo día jugando al fútbol y comiendo emparedados y sandía. Nunca imaginé que pudiéramos estar en peligro en algún momento. Rápidamente y en contra de la voluntad de los nenes, recogimos todo, lo metimos en el baúl del coche y nos montamos en él, para dirigirnos a casa. Por ningún motivo logré encenderlo. Me bajé y abrí el cofre, lo miré y nada más. Desgraciadamante, yo soy de las mujeres que a parte de conducir y llenar el tanque de gasolina, no se hacer otra cosa, en cuanto a coches se refiere. Angustiada, al ver que el cielo se llenaba de nubes grises y negras, tomé el celular para llamar a alguien que pudiera venir a auxiliarnos. No conseguí que alguien atendiera mi llamada.
Volteé hacia todos lados buscando algo para protegernos. A veces había tractores, maquinarias agrícolas enormes... hoy no había absolutamente nada. ¿Cómo fui tan tonta de elegir un lugar tan solitario? Ni siquiera había una finca a donde pudiéramos ir a pedir auxilio. Vi la preocupación en las caritas de mis hijos y tomé aire profundamente tratando de tranquilizarme.
-Vamos a jugar a que el coche es un barco enorme y estamos zarpando hacia un país mágico -les dije. -Cuando empiece a llover será porque una tormenta nos ha tomado por sorpresa y unos monstruos marinos nos quieren devorar. Pero llegará un unicornio de colores y nos rescatará -terminé. Los niños asintieron emocionados, dispuestos a seguir divirtiéndose mientras yo, con una sonrisa en la cara y el corazón acelerado por la angustia, esperaba todo, menos divertirme, mirando cómo grandes gotas de lluvia golpeaban el parabrisas.
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