domingo, 25 de julio de 2021

EL TRATO

   


       Leyendo un libro, Diego  se encontraba en el salón absorto en su lectura. El silencio solo era roto por el tic-tac de los muchos relojes que coleccionaba y el pasar de las hojas del libro. 

          Era un hombre muy introvertido. No tenía a amistades y a los vecinos solo los saludaba, sin conversar con ellos. Cada semana se le veía llegar con alguna mujer, con quien se suponía, pasaba una o varias noches.

          Los relojes eran sus compañeros. Eran muchos y de todo tipo. Estaban perfectamente sincronizados y las manecillas de todos ellos caminaban al unísono, al igual que los péndulos. Todos tocaban una diferente melodía al mismo tiempo, al llegar la media noche. 

          Un día llegó a casa con un reloj nuevo. Era uno antiguo de color café con forma de media luna. Lo sincronizó con los otros, quitándoles la música que sonaba cada hora, dejándolo igual que los demás. Por la tardecita salió muy elegante. 

          Estaba oscuro cuando regresó con una mujer. Se dice que a las 12 de la noche, cuando comenzaron a sonar los relojes, una vecina vio, a través de la ventana, las siluetas de una pareja luchando. Luego vio cómo él la dominaba y la estrangulaba hasta que ella ya no se movió más. La vecina, asustada, prefirió no hablar con nadie del asunto y se obligó a olvidarlo.

          Dos o tres veces por semana ocurría esto, en el mismo orden. El hombre compraba un reloj y más tarde llevaba a una mujer, hasta que una noche, después de enterrar a la última asesinada, que por cierto, lo hacía en el jardín trasero, terminó llorando y se juró acabar con ello. No volvería a matar a ninguna otra mujer. El cielo comenzó a tronar como si estuviera furioso y Diego se puso de pie y gritó: -¡Se acabó! ¡Hasta aquí llegué! -Un rayo partió en dos uno de los árboles del jardín y entre sombras alcanzó a ver dos ojos rojos y escuchó una voz gruesa que lo hizo estremecer. -Diego, Diego... ¿Recuerdas nuestro trato? Tu vida por dos o tres mujeres a la semana para mí.

-Por favor -suplicó Diego, sollozando. -He cumplido por un año; es suficiente.

-¡El trato fue por toda tu vida! -gritó aquella voz haciéndolo sobresaltar. -Si no cumples, te dejaré morir.

          Decidido, Diego dejó de ir por mujeres y siguió con su vida. Pasó un mes y a pesar de que no le pasaba nada malo, no dejaba de preocuparse. Temía tener un trágico accidente que acabara con su vida.

          Una noche mientras leía, los relojes comenzaron a sonar a las 12. Extrañado fue a ver qué sucedía, pues desde el último asesinato, les quitó la música. Cuando entró al salón, los relojes perdieron el control, cada uno marcaba diferentes horas y los minuteros no sonaban al unísono. Diego se llevó las manos a los oídos, no soportaba aquel ruido.

-Llévame de una vez por todas -musitó. -Prefiero escapar de esto a donde sea. No soporto más vivir teniendo que matar a inocentes.

          Después de varios días, los vecinos alertaron a las autoridades por el mal olor que provenía de una casa vecina. La policía encontró a Diego muerto, con sangre en los oídos y los ojos desorbitados. Los investigadores se sorprendieron al ver la enorme colección de relojes trabajando en completa armonía. Solo ellos sabían lo que había sucedido.


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