martes, 14 de septiembre de 2021

MÁS ALLÁ DE UNA AVENTURA - CAPÍTULO VI - LA SORPRESA

 



Llegaron a un restaurante muy bonito, muy lujoso. Toda la gente iba vestida con trajes árabes tradicionales. Bella sentía como si estuviera en un cuento de hadas.
-¡Me encanta todo esto!- dijo emocionada, mientras tomaban asiento en una de las mesitas que se encontraban enfrente de un escenario.
-Me da gusto, mi alma- respondió tomando sus manos entre las de él. -Ahora me pareces la mujer más hermosa de Miami y Marruecos. Eres bella, mi luna.
Bella sonrió y volvió la mirada hacia el escenario.
-¿Hay música viva, aquí?- preguntó al ver que había muchas sillas e instrumentos al lado de ellas, en el estrado.
-Sí, mi alma. Ya verás qué buena música tocan aquí.


Pidieron unas bebidas y al poco rato, las luces se fueron apagando. Sólo el escenario estaba ligeramente iluminado. Un maestro de ceremonias apareció y dirigió algunas palabras al público.
-¿Qué dice?- le preguntó en voz baja a Yassine.
-Está presentando a una cantante.
La muchacha, muy bonita, cantó varias canciones que a Bella le gustaron y se fue. Volvió a aparecer el maestro de ceremonias y algo dijo. Volteó a ver interrogante a Yassine, pero él le hizo una seña con la mano, indicándole que aguardara.
De pronto, la gente aplaudió entusiasmada y las mujeres gritaban alegres. Bella pensó que habían presentado a alguna orquesta.
Las luces del escenario se apagaron y empezaron a prenderse muchas lucecitas blancas, cual si fueran estrellas en el cielo oscuro. Los músicos de la orquesta aparecieron y empezaron a tocar. De pronto un hombre apareció en escena; la luz de un reflector lo iluminaba. Bella veía cómo el público le aplaudía entusiasmado. Cuando empezó a cantar lo reconoció inmediatamente.
-¡Ay, no! ¡Me voy a morir!- dijo sorprendida. -¿Es Kathem, verdad?
-Así es mi bella. Ésta es la sorpresa que te tenía.
-¡Gracias!- le dijo mientras lo abrazaba y besaba.
No sabía ni una palabra en árabe, pero tarareó en voz alta las canciones. Al ver que varias mujeres se emocionaban y se paraban para cantar, ella hizo lo mismo. Notó que bailaban suavemente, mientras tronaban los dedos con las manos levantadas, al ritmo de las canciones, y ella hizo lo mismo. Se acopló perfectamente al ambiente.
-¿Porqué gritan así?- le preguntó a Yassine, al ver que gritaban y al mismo tiempo se llevaban la mano a la boca, al estilo indio.
-Es una tradición árabe- le dijo. -Con ello, las mujeres demuestran su alegría. Siempre lo hacen en las bodas, fiestas o conciertos de este tipo. Pero solo las mujeres lo hacen.
Bella decidió hacer lo mismo.  Disfrutó mucho de ese concierto. Cantó, bailó y gritó mucho.  Cuando Kathem acabó de cantar, siguió la cena.
-No sabes lo feliz que me has hecho, al traerme aquí- le dijo tomándolo de las manos.
-Lo sé. Por eso te pedí que vinieras en estas fechas.
-Gracias, corazón.


Bella salió del baño en ropa interior. El la esperaba en la cama. La forma en que recorrió su cuerpo con la mirada, la hizo estremecer de pies a cabeza. Fue hacia él y se inclinó para besarlo.
-He pasado unos días muy bonitos, pero esta noche, fue lo máximo.
Yassine la enlazó por la cintura y la subió en él. Deslizó las manos por su espalda y luego con una de ellas, movió el cabello de Bella hacia un lado, para besarle el cuello.
-Te veías hermosa esta noche. Tus ojos brillaban muy bonito.
La besó en los ojos y luego en la boca. Bella suspiraba.
-Te quiero… no debo, pero te quiero- dijo Bella mientras la penetraba.


-¿Hay algún lugar en dónde pueda comprar una tarjeta telefónica para hablarle a mis hijos?- le preguntó a Dahara, mientras cocinaban.
-Puedes usar el teléfono de la casa.
-Por supuesto que no- contestó Bella. -No quiero causarles más molestias. Son muy caras las llamadas.
-Dile entonces a Yassine que te deje usar su celular. El te llama de ahí.
Más tarde, Bella tenía el celular de Yassine en sus manos. Fue hacia el campo y se sentó debajo de un árbol. Iba a llamar a Adolfo, pero decidió no hacerlo. No era buena idea que Yassine tuviera su número. Decidió llamar primero a Sonia.
-¡Vaya, mujer!- le dijo Sonia. -¡Estaba preocupada! ¿Estás bien?
-Muy bien- contestó alegre. -Dime, ¿Hay alguna novedad por allá? Quise llamarte primero a ti para saber si ha habido algo nuevo.
-Nada. Ni siquiera Adolfo se ha comunicado.
Después les llamó a sus hijos. Ellos estaban felices en el campamento. Le contaron brevemente algunas de las actividades que habían tenido en esos días.
-Los extraño mucho- les dijo emocionada.
Terminó de hablar con ellos y se quedó pensativa por un rato. Estuvo pensando en Adolfo. El que no quisiera llamarlo, por temor a que Yassine tuviera su número, era una mera excusa. En realidad no deseaba hablar con él. No tenía ganas de escuchar su voz. Pero se sintió culpable por ello y decidió llamarlo a la oficina. Si Yassine le preguntaba qué número era ése, le diría que era el de la compañía en que trabajaba el esposo de Sonia. Que le había hablado a él, porque no localizaba a sus hijos y pensó en llamarlos a ellos, para saber algo de sus nenes.
Instantes después estaba pidiendo que la comunicaran a la oficina de Adolfo.
-¿Si?- lo escuchó a través del teléfono.
-Hola. ¿Cómo estás?- le preguntó nerviosa.
-Bien. Con mucho trabajo.
-No me has llamado- le reprochó.
-He tenido mucho trabajo, cariño.
-¡Oh!- guardó silencio.
-¿Todo bien por allá?- preguntó.
-Sí. Todo bien.
-Me da gusto. Ahora discúlpame, por favor. Tengo unos clientes esperando.
-No hay problema, cuídate- se despidió.
Bella quedó con un hueco en el estómago. Notó raro a Adolfo; muy raro, muy frío.
«¿Sospechará algo?» pensó, mientras se levantaba nerviosa del suelo. «No creo. Me parece que sus problemas no se han resuelto».


Entró al patio de la casa y vio a Yassine jugando con sus sobrinos. Todos reían y gritaban. Yassine cargaba a la nena y todos corrían detrás de ellos, mientras él los empujaba con el cuerpo de la niña. De pronto, a uno de los chiquillos se le ocurrió aventar a otro de ellos adentro de la fuente, y todo se convirtió en un caos. Todos, incluso Yassine, terminaron dentro de ella, mojándose y gritando.
-¿Hablaste con tus hijos?- le preguntó Hayat, que había llegado mientras ella estaba en el campo.
-Sí. Están bien, gracias a Dios- respondió. -Están tan felices en el campamento de la iglesia, que creo que no me extrañan nadita.
-Claro que te han de extrañar- dijo Hayat mientras le pasaba un brazo por los hombros. -Dime, ¿has pensado en que tus hijos y Yassine se conozcan algún día?
-Sí, claro que sí- dijo nerviosa. -Tengo que planear bien eso.
-No quiero que pienses que me meto en tu vida, pero quiero mucho a Yassine y…- hizo una breve pausa para tomar aire. -No me gustaría que mi hermano sufriera. Está muy ilusionado contigo.
-Estoy enamorada de él. Más de lo que pensé. Pero también quiero que me entiendan a mí. Tengo que ser cuidadosa con mis hijos. Ellos son lo más importante en mi vida y debo  cuidar su integridad. Es decir, no quiero causarles problemas emocionales. Debo ir con cuidado… hablarles poco a poco de Yassine, hasta que ellos mismos deseen conocerlo.
Hayat sonrió satisfecha. Bella le parecía una buena mujer, y terminó aceptando que sus miedos eran infundados.
-Mi hermano tenía razón- dijo volviendo la mirada hacia él y los niños que seguían gritando dentro de la fuente.
-¿Con respecto a qué?- preguntó Bella.
-Me dijo que tú y yo seríamos buenas amigas.
-Muchas gracias, Hayat- le dijo abrazándola, mientras las dos reían al ver la escena en la fuente.


-Te ruego, Padre, que me ayudes. Se que estoy pecando grandemente, pero no puedo evitarlo- rezaba Bella en la mezquita. -Ayúdame, Señor, me he enamorado perdidamente de Yassine, y no quiero perder a mis hijos.
Habían ido todos a rezar a la mezquita. La gente hacía oración y reverencia a Dios. Bella no entendía nada, y optó por orar, como ella sabía hacerlo.
Yassine le acarició las manos, al ver que varias lágrimas rodaban por sus mejillas.
Cuando salieron de ahí, toda la familia de Yassine se regresó a casa, mientras él y Bella fueron a Sefrou, una ciudad pequeña, pero rica en tradiciones; muy antigua. La ciudad se encontraba rodeada de una gran muralla con nueve entradas enormes.
-¿Porqué está cercada esta ciudad con esta muralla?- preguntó Bella.
-Era una forma de protección para el pueblo. Antes, en la antigüedad, cuando venían extranjeros a atacar al pueblo, estas entradas tenían puertas de madera y las cerraban, impidiendo el paso a los invasores y así protegían a la gente- le explicó Yassine.
-¿Como en las películas de los vikingos?- preguntó sorprendida.
-Algo así- respondió soltando la carcajada.
Pasearon largo rato; visitaron los tenderetes, los cuales estaban repletos de ropa, comida, frutas; Bella disfrutó de la vista de la ciudad. Todas las casas eran blancas, muy antiguas. La gente parecía muy amable. Después fueron a comer a un pequeño restaurante. Había mucha gente y música ambientando. Ahí platicaron con algunas personas. Algunos hablaban español. Bella estaba contenta. Estaba pasando un rato muy agradable.
Por último fueron a caminar por los puentes que atravesaban el río que cruzaba la vieja medina. Allí se detuvieron por unos momentos.
-Dime, mi alma. ¿Porqué llorabas en la mezquita?- preguntó él, mientras la abrazaba, recargándola en el pasamanos del puente.
-Extraño a mis hijos. Es la primera vez que me separo tanto tiempo de ellos.
-Me gustaría mucho conocerlos.
-Dame tiempo, mi amor. Yo también quiero que se conozcan.


Esa noche estaban abrazados, después de hacer el amor. Bella estaba de espaldas a Yassine, quien dormía profundamente. Ella no podía hacer lo mismo. Pensaba mucho en su situación. Se había enamorado como  una tonta de Yassine y ahora se encontraba en un callejón sin salida.
«Tantas mentiras aquí y allá» pensaba. «¿Qué voy a hacer?».
Por un lado, estaba segura de no querer más a Adolfo, pero temía perder a sus hijos. Por otro lado, se negaba a terminar la relación con Yassine. En definitiva, no sabía qué hacer. Y además su regreso a Miami se acercaba. En dos días más partiría de regreso y eso la hacía sufrir. Ya no quería separarse de él. Después de pensar durante mucho rato sobre ello, se quedó dormida.
Estaba durmiendo, cuando sintió una sensación muy agradable. No sabía si estaba soñando o ya estaba despierta, pero la sensación se hacía cada vez más intensa. De pronto, sin poder evitarlo, un gritito escapó de ella, y aún con los ojos cerrados levantó las caderas.  Con sus manos buscó en la entrepierna y se encontró con la cabeza de Yassine. Él no se retiró de ahí hasta que Bella se humedeció. Entonces ella lo jaló hacia su boca y lo besó apasionadamente.
-¡Qué agradable despertar!- le dijo mientras enlazaba las piernas en su cintura.
-Dormida te ves muy sexy, mi alma. No pude resistirme.
Volvió a besarla mordiéndole los labios suavemente mientras se movían al mismo ritmo. Llegaron juntos al clímax.


Una noche antes de regresar a Miami, fueron a cenar a un restaurante muy bonito. Bella no podía evitar sentirse triste.
-Te voy a extrañar mucho, corazón- dijo suspirando tristemente.
Yassine dio un sorbo al vino de su copa; tomó las manos de ella entre las suyas y las besó.
-Bella, ¿recuerdas que aquella vez, en el aeropuerto de Miami, te dije que tenía planes contigo y tus hijos?- le dijo acariciándole las manos.
-Quedamos en que ese tema lo dejaríamos pendiente- replicó débilmente.
-No, mi luna. Necesito hablar contigo. No puedes irte sin saber lo que siento por ti.
Bella abrió la boca en un intento por hacerlo callar, pero él puso el dedo índice en su boca, impidiéndole así que pudiera hablar.
-Mi alma, estoy locamente enamorado de ti. Esto que siento es algo que nunca antes había sentido. No imagino mi vida ya más sin ti- besaba sus manos una y otra vez. -Dame la oportunidad de convivir con tus hijos. Sería el hombre más feliz del mundo si tú y tus hijos me permitieran ser parte de su familia.
Bella lo veía sorprendida. Sus ojos verdes brillaban.
-Yassine, yo también me he enamorado de ti. Solo te pido tiempo para asimilar todo esto. Debo ordenar algunas cosas de mi vida; pero te prometo hacer todo lo posible porque estemos juntos.
-Tu sola presencia es un honor para mí, pero más me honrarías si aceptaras casarte conmigo- dijo emocionado.
De los ojos verdes de Bella brotaron lágrimas incontenibles. Lloraba de emoción y de tristeza al mismo tiempo. La hacía feliz el que Yassine le declarara su amor. Pero la llenaba de tristeza el sentirse atrapada en sus propias mentiras. ¿Cómo iba a resolver todo esto? De ninguna manera le podría confesar a Yassine la verdad; él era un hombre honesto, recto, y jamás le perdonaría el engaño. Aún así, deseaba con toda su alma vivir con él por el resto de sus días.
-¿Qué pasa, mi bella?- preguntó Yassine al verla llorando, con el rostro bajo. -¿Es que tu amor por mí no es suficiente, como para casarte conmigo?
-No es eso, mi amor. Te amo como no tienes idea. Es solo que me emociona tanto oírte hablándome de amor.
Yassine secó sus lágrimas y luego besó esos ojos verdes que tanto le gustaban.


Durante el trayecto de Marruecos hacia Miami, Bella no hacía otra cosa más que pensar en lo que haría respecto a su vida. Le daba vueltas al asunto y no sabía qué hacer. De lo que sí estaba completamente segura, era de no querer más a Adolfo.  El tiempo que duró el viaje lo pasó mal. Se sentía mareada y le dolía mucho la cabeza.
Cuando por fin llegó a Miami, tuvo que esperar a Sonia. Ella llegaría de Idaho ese mismo día, pero una hora más tarde.
-¡Mira nada más cómo vienes!- dijo Sonia al verla.
-Me siento mal. Creo que algo me hizo daño- respondió bajando la mirada.
Sonia solamente sonrió, pero no dijo nada al respecto.
-¿Qué tal te fue?- cambió el tema.
-Muy bien. Te platico después, ¿te parece?- dijo con los ojos llenos de lágrimas.
-Bien. Pero Bella, debes controlarte. Adolfo se va a dar cuenta.
Antes de salir del aeropuerto, Bella fue al baño a vomitar. Hizo ejercicios de respiración y se humedeció la cara con agua fría. Una vez que se tranquilizó se fueron hacia su casa. Mientras Sonia conducía, le daba consejos.
-Piensa en tus hijos, Bella. Ellos deben ser lo más importante en tu vida.
-No necesitas recordármelo a cada rato. Lo se perfectamente- dijo mientras se reclinaba sobre el asiento del coche y cerraba los ojos.
-¡Ah!, casi olvidaba regresártelo- dijo Sonia, mientras le entregaba su celular. -Tuviste algunas llamadas, que por supuesto no contesté; pero ninguna de Adolfo.
Más tarde, Bella estaba tomando un baño de agua caliente en su casa. Deseaba tanto ver a sus hijos, pero no quería ver a Adolfo.
«¿Qué va a pasar, Dios mío?»- se preguntaba una y otra vez.


-¿Qué tal descansaste?- le preguntó Adolfo, mientras la besaba en la mejilla.
-Mucho. Pero extrañé mucho por acá.
-Me imagino. ¿Van a regresar hoy los niños?
-Hasta mañana. Por eso llegué hoy, para estar lista e ir a recogerlos- respondió mientras caminaba de un lado a otro por la sala.
-Disculpa, Bella, pero tengo muchos pendientes. Más tarde platicamos- se despidió.
Bella fue a la cocina. Buscaría comida para guisar.


Al día siguiente, toda la famila estaba reunida nuevamente. A la hora de la comida, los niños no dejaban de platicar todo lo que había sucedido durante el campamento. Pero ahora, algo había cambiado. Solamente ellos platicaban. Ni Adolfo ni Bella platicaban nada. Se limitaban a preguntar a los nenes sobre sus actividades, pero no decían nada sobre ellos dos.
-¿Pasa algo que yo no se?- le preguntó Bella por la noche, mientras se acostaba.
-¿Porqué lo preguntas?
-No has hablado mucho desde ayer.
-Entonces, quizás yo deba preguntarte lo mismo.
-¿Cómo?- se sorprendió Bella.
-Tú tampoco has hablado mucho desde ayer- dijo mientras se acostaba dándole la espalda.
Bella no pudo dormir esa noche. Algo no estaba bien, pero no lograba descifrar qué era. Empezaba a dudar que fueran problemas en los negocios de Adolfo. Habían pasado varias semanas desde la primera vez que lo notó raro. Nunca habían durado tanto tiempo los problemas. Entonces… ¿qué estaba pasando? Empezó a sentir miedo de que tal vez él sospechara que lo estaba engañando.  El miedo no era por perderlo a él, sino a sus hijos. Siguió pensando sobre ello, y desechó ese pensamiento. Eso era absurdo. Conocía perfectamente a Adolfo. Él no reaccionaría así si tuviera la más mínima sospecha sobre un engaño de parte de ella. Él era de los hombres que afrontaban inmediatamente todo tipo de situaciones. No. Definitivamente eso no estaba pasando.
«Deben ser problemas muy serios» pensó alarmada. «¿Qué estará pasando?».


Un par de días después, Sonia y sus hijos llegaron a su casa. Habían planeado pasar la tarde juntas. Decidieron ordenar pizzas para comer ahí. Bella no se sentía con muchos ánimos para salir. Cuando los niños salieron a jugar al jardín, ellas aprovecharon para platicar.
-No puedo creer que Adolfo no te haya notado rara- dijo Sonia. -Estás muy ojerosa y has perdido peso.
-No he dormido bien. Pero no creas que es solo por que extraño a Yassine.
-¿Entonces?
-Ya no quiero a Adolfo. Y lo digo totalmente en serio. No siento nada por él. Incluso…- tomó aire -no hemos tenido relaciones sexuales desde antes de irme a Marruecos.
-No te lo creo- respondió Sonia alarmada.
-Te lo juro. Y no es solo porque yo no quiero. Adolfo ha estado muy raro últimamente. Él tampoco me busca. Cuando nos acostamos, ya ni siquiera platicamos. Cada quien se acuesta en su respectivo espacio y a dormir.
-¿Han discutido?
-No. Nada de eso. Con todo este asunto mío, no le puse mucha atención al desapego que Adolfo ha tenido para conmigo. Pero ahora es diferente.
-¿Porqué lo dices?- preguntó Sonia mirándola fijamente.
-Ahora que me he dado cuenta de que ya no lo quiero, he estado pensando en muchas cosas; he puesto más atención a mi alrededor. Y sí… Adolfo ha cambiado mucho.
-Bella, habla con él. Quizás sólamente se trate de falta de comunicación. Tal vez se trate de un distanciamiento normal. Suele pasar en todos los matrimonios.
-No, Sonia. Por mi parte estoy completamente segura de no quererlo más. Me he enamorado como una tonta de Yassine y es con él con quien quiero estar.
-¿Te has vuelto loca?- se levantó molesta de su asiento.
-No. Créeme. Ya no quiero vivir con Adolfo, y no se cómo voy a resolver este asunto.
-Bella, necesitas pensar bien las cosas. Habla con Adolfo. No tires todo esto por la borda.
-Claro que voy a hablar con él, pero no como tu quieres que lo haga.
Cuando Sonia se fue para su casa, iba muy preocupada. Estaba segurísima de que su amiga había perdido la razón.


Bella despertó al escuchar a sus hijos gritando mientras jugaban en el jardín.  Adolfo ya se había ido. Vio el reloj; eran  las diez de la mañana. Siguió acostada por varios minutos más. Era sábado, día de descanso. Estiró la mano hacia el buró y tomó su celular. Lo encendió y se dio cuenta de que tenía un correo de voz. Era de Yassine. Después de escuchar las palabras de amor que él le dedicaba, borró el mensaje.
-Lo amo- dijo suspirando profundamente.
Hacía cuatro meses que estuvo en Marruecos, y Yassine seguía insistiendo en que se casara con él.
Después de desayunar con los niños, y mientras limpiaba la cocina, decidió escribirle un correo electrónico a Yassine, el cual decía:
“Corazón, necesito hablar contigo. Llámame antes de las siete de la tarde, horario de Miami. Te quiero. Bella.”
Toda la mañana estuvo inquieta. A todas horas revisaba su celular, imaginando que tal vez ya la había llamado, y no lo escuchó.
Por fin la llamó.
-Hola, mi luna bella- lo escuchó.
-Hola, corazón- dijo con voz baja, sentada en la sala y mirando por la ventana a sus hijos. -Tengo que decirte algo.
-Dime, mi luna. ¿De qué se trata?
-Te quiero. Quiero estar contigo toda la vida. No puedo estar más sin ti- dijo sin más.
-¿Eso quiere decir que has aceptado casarte conmigo, mi bella?
-Corazón… hay muchas cosas que no se cómo las vamos a resolver.
-¿Como cuáles, mi alma?- preguntó pacientemente.
-¿Dónde vamos a vivir?
-Pero si todavía no te he escuchado darme el sí- dijo soltando la carcajada.
-Yassine…- no pudo seguir.
-Dime, Bella.
-No te he dicho toda la verdad.
-Dímela ahora- le pidió él, con tono serio.
-Te vas a enojar mucho.
-Prometo no enojarme- respondió todavía más serio. -Dime todo lo que tenga que saber, por favor. No quiero mentiras.
Bella tomó aire. La voz se le quebraba; estaba temblando de miedo. Pero lo mejor era decirle la verdad, aunque a medias, como lo había planeado esa mañana.
-Yassine… en realidad no estoy divorciada legalmente.
-¿Qué significa eso?- preguntó calmado.
-Sólo estoy separada del papá de mis hijos, pero no hemos firmado ningún papel de divorcio.
Hubo un silencio que a Bella le pareció eterno.
-¿El vive aún en tu casa?
-No, claro que no. El vive en su casa. Pero viene seguido acá a ver a los niños.
-¿Todavía te acuestas con él?- preguntó muy quedo.
-Por supuesto que no- contestó angustiada. -Te estoy diciendo que estamos separados. Entre nosotros ya no hay nada. Lo único que tenemos en común es a los nenes.
-Bella- dijo suspirando. -Estoy enamorado de ti y lo único que quiero es hacerte feliz. No veo ningún problema en lo que me has dicho. Lo único que tienes que hacer es empezar el trámite de divorcio, para así poder casarnos.
-Entonces, ¿no estás enojado conmigo?- preguntó temerosa.
-Claro que no, mi alma. No me gustó mucho enterarme hasta ahora de tu situación, pero no estoy enojado. Sólo te pido que siempre me hables con la verdad, ¿de acuerdo?
Bella estaba feliz. Ahora sólo tendría que plantearle a Adolfo su decisión y en unos meses estaría divorciada para unirse a Yassine. También tenía que hablar con él sobre temas como el de dónde vivirían.


-¿Has perdido el juicio?- preguntó Sonia muy enojada.
-Lo tengo bien decidido. Entre Adolfo y yo todo se ha acabado. Casi no nos hablamos; siempre está muy serio conmigo; no tenemos intimidad.
-¿Has pensado en tus hijos?
-Claro. Pero no creo que les afecte mucho. Ellos también han notado cambiado a su padre. Me han dicho que ya casi nunca está en casa con nosotros. Lo han notado muy serio, pensativo.
-No quiero molestarte, pero… ¿has pensado en la diferencia de edades?
-Sí, amiga. He pensado mucho en eso. Pero estoy segura de que eso no va a ser ningún problema.
Sonia sonrió forzadamente. Se levantó a tirar la basura de su almuerzo y regresó a sentarse con Bella. La miraba fijamente a los ojos, esperando a que dijera algo.
-Entonces estás enamorada.
-Sonia, no tienes idea de la clase de persona que es Yassine. El es un hombre bueno, noble. Estoy completamente segura de que me va a ir bien con él.
-¿Ya le confesaste la verdad?- preguntó molesta. -¿Sabe que lo engañaste?
-Bueno… le he dicho que no estoy divorciada. Que solamente estoy separada.
Bella le contó la historia.
-De verdad que te desconozco. El amor te ha hecho muy hábil en cuanto a mentiras se refiere- dijo levantándose de su asiento.
-Es casi la verdad- replicó Bella.
-¿Casi la verdad?- dijo burlona.
-Sonia, te he dicho que Adolfo ya no es el mismo. Incluso sábados y domingos se sale de la casa, con el pretexto de tener mucho trabajo. No solo yo he cambiado. También él.
Con una mano, Sonia le hizo una seña de despedida y se fue con algunos de sus alumnos. Bella siguió sentada, pensativa.
«Esto es lo que siempre pasa cuando un matrimonio se acaba» pensó. «Hasta las amistades se retiran de uno».


Esa tarde comieron sin Adolfo, como lo hacían últimamente. Bella decidió ir a buscarlo, para hablar con él. Sería mejor hacerlo en la compañía. Si se alteraba, por lo menos los niños no escucharían nada. Así que llamó a Irene para que fuera a cuidarlos.
Durante el trayecto de su casa hacia la oficina de Adolfo, iba pensando en la forma en que le plantearía el divorcio. Estaba sumamente nerviosa, pero confiaba en que, aunque fuera por dignidad, no se lo negaría. Iba a tomar como pretexto el alejamiento de él, su indiferencia hacia ella.
Las puertas del elevador se abrieron, y lo primero que vio fue el escritorio de Karina, la secretaria de Adolfo. Avanzó despacio, buscándola con la mirada. No la vio por ningún lado, pero tampoco vio a nadie más. Decidió entonces ir directamente hacia la oficina de Adolfo, después de todo, era su esposa y no necesitaba que la anunciaran.
Abrió la puerta y lo que vio la dejó de una sola pieza. Adolfo estaba sentado en el sofá que tenía en un lado de su escritorio y Karina estaba sentada en sus piernas, con la blusa desabrochada. Se estaban besando.
-¡Bella!- dijo Adolfo tratando de ponerse de pie.
Ella no pudo decir nada. Solamente veía la escena. Karina se levantó y, arreglándose la blusa, salió rápidamente de ahí con la cabeza agachada y cerró la puerta tras de ella.
-Así que esto era- dijo tranquila.
Adolfo fue hacia la ventana y guardó silencio. Se sentía mal con ella, no sabía qué decir.
-Bella…- guardó silencio.
-Sabía que algo no estaba bien, pero no sabía de qué se trataba. Por eso he venido hoy.
-No tiene caso que tratemos de arreglar las cosas, Bella. Yo iba…
-No vine a tratar de arreglar nada- lo interrumpió. -Vine a pedirte el divorcio.
El volteó a verla sorprendido. Nunca se imaginó que Bella fuera capaz de pedírselo algún día. Sin embargo se alegró. Tenía más de un año saliendo con Karina y no sabía cómo terminar con Bella, sin lastimarla.
-¿Estás segura?- preguntó todavía dudoso.
-Cien por ciento segura.
Afuera, Karina estaba muy nerviosa. No los oía gritar, ni escuchaba ruidos de objetos volando. No sabía que estaría pasando adentro. Casi una hora después escuchó la puerta abrirse. Vio a Bella salir muy erguida, muy digna, sin voltear a verla. Una vez que entró al elevador, ella entró nuevamente a la oficina.
-¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?- lo interrogó con las palabras atropelladas por el nerviosismo.
-Vino a pedirme el divorcio- dijo muy serio, sin voltear a verla.
-Entonces, ¿ya sabía algo?
-Sospechaba nada más, pero al entrar, lo comprobó.
Karina no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción.


-¿Se trata de una más de tus mentiras, para salir bien airada de todo esto?- preguntó Sonia incrédula.
-Es la verdad. Así como te lo estoy platicando- dijo suspirando agachada.
-¿Estás triste o me lo estoy imaginando?
-No te niego que me dolió un poco. Imagínate… yo sufriendo por todas las mentiras que dije. Atormentada pensando en que Adolfo no se merecía lo que yo le estaba haciendo. Noches de largos insomnios pensando en cómo iba a resolver este problema, y mira lo que descubro.
-Quizás él estaba pasando por lo mismo- lo defendió Sonia.
-Tal vez.
-¿Le dijiste lo de Yassine?
-No. ¿Para qué?- se sobó las manos. -Sólo le dije que notaba algo raro, y que después de haber visto lo que ví, prefería el divorcio. Nos pusimos de acuerdo y… asunto arreglado.
-¿Así de fácil?- levantó una ceja.
-¿Qué caso tiene poner trabas, si los dos deseamos la separación?
-¿Todavía duerme contigo?
-No, claro queno. Duerme en la biblioteca.
-Es raro- dijo extrañada.
-¿Qué te parece raro?
-Oír que una pareja decide divorciarse tan civilizadamente- soltó la carcajada.
Bella también se rió. Por fin arreglaría su situación.


El fin de semana los dos hablaron con los nenes. Adolfo fue quien inició la plática. No era fácil decirle a sus hijos que su madre y él iban a divorciarse. Se sentía fatal con ellos. Caminaba de un lado para otro y los niños lo seguían con la mirada, en silencio.
-Hijos- comenzó. -Primero que nada, quiero que sepan que tanto su mami como yo los queremos con toda el alma. Ustedes son lo más importante en nuestras vidas.
Ellos solo lo miraban atentos, sentados en la sala.
-Tenemos que decirles algo muy importante- intervino Bella. -Es algo que no les va a gustar mucho, pero que es lo mejor para todos- volteó a ver a Adolfo.
-Su madre y yo no podemos seguir juntos. No nos entendemos muy bien y, para que ustedes no nos vean siempre enojados, hemos decidido divorciarnos.
La niña empezó a llorar. Los nenes solo agacharon la cabeza. Bella cargó a su hija y la sentó en sus piernas, acariciando sus cabellos y besando sus mejillas.
-Tu papá los vendrá a ver seguido, ¿verdad Adolfo?
-Claro. Los amo con toda mi alma, y nunca me voy a olvidar de ustedes.
-Pero si ya nunca estás en la casa- dijo la niña llorando.
-Es por eso que hemos decidido divorciarnos. Ahora, con las cosas claras, podré verlos siempre que queramos- dijo Adolfo.
-Y además nos van a ver más contentos- dijo Bella.
Adolfo abrazó a los muchachitos y los besó.


El tiempo siguió su curso y llegó el día en que Bella y Adolfo por fin se divorciaron. Él visitaba seguido a los niños; los llevaba a pasear.  Adolfo hizo pública su relación con Karina y los niños convivían con ella también.  En conclusión, mantenían una buena relación entre todos ellos.
Bella ya les había hablado a sus hijos de Yassine.
-Es un muchacho muy buena gente- les dijo un día. -Es musulmán y vive en Marruecos.
-¿En dónde está Marruecos?- preguntó uno de los niños.
-En África.
Les platicó cómo lo había conocido y que mantenían contacto vía internet y por teléfono. Les dijo que él tenía muchas ganas de conocerlos, porque ella siempre le hablaba mucho de ellos.
-A finales del mes va a venir- les dijo entusiasmada.

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