sábado, 18 de septiembre de 2021

EN UN PUEBLO NEVADO


          Montado en un trineo motorizado, el hombre avanzaba a gran velocidad entre el bosque nevado. Disfrutaba al sentir el aire frío golpeando sus mejillas mientras pasaba entre los pinos que parecían espolvorear azúcar cada vez que la nieve caía de sus ramas. Era muy feliz viviendo en Noruega, a pesar de que el invierno era muy crudo con temperaturas extremadamente bajas, con dos días cortos y las noches muy largas bajo un cielo negro.


          Antes de que anocheciera, el hombre, quien era un pescador viudo, armó una casa de campaña e hizo una pequeña fogata. Se acostó sobre la nieve y observó el manto negro, esperando disfrutar del espectáculo que tanto le gustaba. De pronto aparecieron las hermosas auroras boreales danzando en la pista celeste. Luego de un rato el aire comenzó a soplar muy fuerte, apagando la hoguera. Rápidamente regresó adentro para protegerse del frío y se acostó. Cuando estaba a punto de dormirse escuchó un ruido. Se sentó en la cama y volvió a escuchar lo que parecían pisadas en la nieve.


          <¡Un oso!> pensó. Se levantó y cogió su rifle, permaneciendo quieto, en silencio, tratando de no hacer ruido ni con su propia respiración. Entonces escuchó el martillo de una pistola. Con mucho cuidado se acercó a la entrada de la tienda y salió encontrándose con un hombre con el rostro cubierto que estaba a punto de dispararle. El pescador actuó velozmente disparando y matando al intruso. Le descubrió el rostro y vio que era el joven con quien conversó la mañana del día anterior en un restarante del pueblo y quien le dijo que su esposa lo había abandonado.


          Al amanecer subió el cuerpo al trineo sujetándolo con una cuerda, regresó al pueblo y fue hasta las autoridades. Les explicó lo sucedido y les entregó el cuerpo. Les mostró su preocupación, pues no sabía por qué motivo habría querido matarlo. Los policías, al ver de quién se trataba, le explicaron que era un chico que estaba transtornado, que siempre aseguraba que iban a llegar invasores al pueblo, pero que él estaba alerta y se iba a deshacer de cualquier enemigo del pueblo.


          Era refrescante saberse seguro y libre de toda culpa en tan terrible asunto, así que al pasar por la pequeña mezquita, sintió ganas de entrar. Estuvo allí por largo rato meditando en todo lo sucedido, en sus vacaciones en ese pueblo y en toda su vida. Cuando salió de ahí se dirigió a un comercio para surtirse de todo lo necesario para volver a la carpa que había dejado en aquel lugar nevado y solitario. Era un paseo indeclinable que hacía cada año y estaba dispuesto a seguir pasándolo bien.



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