sábado, 4 de septiembre de 2021

AUGUSTO, EL MELÓMANO CASI INMORTAL




          Era la melomanía el único motivo por el que permanecía en el reino de los místicos e inmortales músicos llamados Los Placenteros. Augusto fue procreado por Eolo y Fabiola, una campesina que tocaba hermosamente el violín. Eolo se enamoró de ella y la poseyó mientras ésta lo tocaba en el campo. Por ser Fabiola una campesina, Augusto había nacido siendo un mortal, pero su padre, le daba permiso de estar en el mundo de los inmortales, habiendo escogido el reino musical.

          En ocasiones le daban ganas de visitar el mundo de los mortales, pero temía no ser aceptado nuevamente en el lugar donde estaba y no creía sobrevivir sin la música que tanto amaba. Los Placenteros eran el salvavidas que lo mantenían viviendo felizmente, pues todos los días y a todas horas podía escuchar las hermosas melodías que interpretaban.

          Muchas veces se sorprendió conversando con el sol sobre lo maravilloso que era tener el privilegio de vivir haciendo lo que le gustaba, que era escuchar música y tocar todos los instrumentos musicales, pues gracias a Los Placenteros, había aprendido a dominarlos todos. Mientras platicaba podía ver cómo el gran astro le enviaba sonrisas a través de las cuales le hacía saber que lo escuchaba.

          Entonces llegó el día en que la suma de sus conocimientos y gustos musicales pasaron a segundo término. Mirando hacia la Tierra, mientras tocaba la lira, una pareja de enamorados llamó su atención. Vio la forma en que ambos se miraban mientras se acariciaban las manos. El brillo de los ojos de la mujer al mirar a su amado le hizo desear que una mujer lo mirara de esa forma. Y cuando el hombre besó los labios de su enamorada, Augusto tuvo que hacer una pausa en su interpretación musical, haciendo que Los Placenteros se molestaran muchísimo.

          La idea de conocer a una chica de la que se enamorara e igualmente ella lo amara, comenzó a rondar en su cabeza. Ni comiendo la sopa que las bellas cocineras preparaban y que a él le encantaba, podía olvidarse del asunto. Y es que había un detalle que le iba a causar problemas. Si iba a la Tierra y conseguía una novia, ya no podría volver al reino inmortal en el que vivía y tendría que vivir con los mortales, haciendo cosas de mortales sin poder disfrutar de su afición en todo momento.

          Los Placenteros le comentaron a Eolo que su hijo estaba fallando mucho, que desafinaba y perdía el ritmo constantemente, además de no tocar entregado por completo. Muy molesto, su padre lo amenazó con echarlo de ahí si no se corregía. Preocupado, Augusto fue a una montaña a practicar su toque de lira cuando se llevó una sorpresa muy agradable. Encontró a una dulce mujer tocando la flauta y cuando ella notó su presencia dejó de hacerlo. Él le pidió que siguiera y entonces la acompañó con su lira, dando vida a una preciosa melodía. Ella lo miraba con ojos de amor y admiración, tal y  como deseaba ser mirado. Para su fortuna, ella era Euterpe, quien desde entonces lo acompañó por los caminos de la música.


                    

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