sábado, 14 de octubre de 2023

LA VENGANZA DE LOS CUERVOS

 






Con el corazón acelerado y bañada en sudor, desperté sobresaltada quedando sentada en la cama. Con las manos aferradas a las colchas, miré a mi alrededor. En medio de la oscuridad, solo podía ver muchos puntos brillantes, que por supuesto, no eran estrellas. Paralizada por el miedo, no atinaba a nada más que a ver aquellos destellos que poco a poco empezaron a emitir un ruido rasposo, algo parecido al leve movimiento de plumas rozando un cuerpo.

–¿Serán pájaros? –Pensé mientras intentaba levantarme de la cama. Al poner un pie en el suelo, oí el graznido de un cuervo al mismo tiempo que sentí sus plumas bajo mi piel, haciéndome dar un grito y provocando con ello que todos los puntos brillantes, que no eran más que los ojos de las aves, se movieran escándalosamente por la habitación entre graznidos y aleteos, hasta quedarse nuevamente en paz.

–¿Qué hacen aquí? –Pregunté en un susurro. –¿Cómo entraron? –Insistí temerosa. Solo el silencio me respondió. El silencio se había apoderado nuevamente del ambiente, consiguiendo que mis oídos casi explotaran con el tamborileo de mi corazón. Fue entonces que descubrí, en medio del escandaloso silencio, que los pares de ojos iban en aumento, no dejando espacio entre ellos. Un sudor frío me invadió y cuando quise tomar mi movil para alumbrar con él, recibí un fuerte picotazo en la mano.

–¿Por qué me está pasando esto? –Dije sollozando. Y la respuesta vino a mi mente. Como si estuviera viendo una película, varias escenas del pasado empezaron a pasar por mi memoria. Una niña yacía llena de sangre debajo de un árbol. Era la hija de un novio que tuve hace tiempo. Yo no la quería porque se parecía mucho a su mamá y aunque la nena hizo muchos intentos por agradarme, nunca lo logró. Mi novio nunca sospecho que yo no soportaba a su hija y creyendo que yo la quería, me la encargaba con toda la confianza del mundo. Sin embargo, la niña murió atacada por una parvada de cuervos mientras jugaba en el jardín y cuando yo me di cuenta, ya era demasiado tarde para ayudarla. Mientras eso recordaba, otra escena apareció ante mí: Un vivero, uno muy grande y dentro de él estábamos la niña y yo; ella jugando y yo liberando a muchos cuervos de unas jaulas donde yo los torturaba incansablemente. Salí del lugar cerrando la puerta con candado y provocando a los animales para que se desquitaran con la criatura. Ésa fue la verdadera razón por la que la niña murió. Luego vino otra escena en donde yo lloraba destrozada por su muerte, abrazada a su padre, pero escuché perfectamente lo que estaba pensando en ese momento: “Pobrecito, pero por fin serás solamente para mí y ya no tendrás que ver a esta chamaca que siempre te recordaba a su madre”.

Inquieta me revolví en mi lugar. Los ojos no parpadeaban y todos me miraban. Los cuervos comenzaron a graznar quedito, pero de una forma aterrante. 
–¡Por favor! –Dije sollozando. –Estoy arrepentida de aquello que hice.
Los cuervos aumentaron el sonido de sus graznidos. Yo no los veía, solo sus ojos, pero sabía que eran cuervos y ahora, después de recordar aquel acto malvado que cometí, supe que venían a cobrar venganza. Además de sus graznidos, escuché el ruido de sus cuerpos moviéndose nerviosos.
–¡No! –Solo alcancé a decir eso. Los cuervos se abalanzaron sobre mí, picoteándome con toda la saña posible por todo el cuerpo. Yo ni siquiera era capaz de gritar y aunque manoteaba con todas mis fuerzas, eran muchísimos cuervos contra mí sola.

Cuando por fin desaparecieron de mi habitación, yo estaba en el suelo bañada en sangre y agonizando, pero aún podía pensar. Estaba muriendo y lejos de ir al cielo iba a ir al infierno a pagar por mi pecado. Entonces supe que solo mi esperanza era la muerte y mi castigo era la eternidad.


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