viernes, 7 de enero de 2022

LA ATREVIDA




          Todas las noches invocaba a los malos espíritus en un cuarto oscuro, iluminado únicamente por la luz de las velas negras y rojas que formaban un triángulo en medio del lugar. Mientras rociaba el suelo con sal negra, murmuraba rezos satánicos. Luego, con un cuchillo, cortaba el cuello de algún ave, ya fuera gallina o pájaro y con la sangre bañaba una calavera que estaba en el centro de la figura formada con las velas. Con esto, el sitio se llenaba de sombras que acariciaban lascivamente su cuerpo y se escuchaban voces tenebrosas que mencionaban su nombre. 

Una noche, mientras hacía su ritual diario, invocó directamente a Luzbel.
     
     -¡Luzbel, es a ti a quien deseo esta noche!

La habitación permaneció en calma y en silencio igual que al principio.

     -¡Luzbel! ¿Acaso soy mucha mujer para ti?- Siguió sin obtener respuesta alguna. Entonces se desnudó y acariciándose insistió.  -¿A qué le temes, maldito Luzbel? ¡Cobarde!

Una fuerte corriente de aire helado entró por la ventana apagando las velas. El cielo comenzó a tronar y a relampaguear. La mujer se quedó quieta por unos minutos, tratando de descubrir al demonio en la oscuridad. De pronto, las velas volvieron a encenderse por sí mismas, mostrándole que solo estaba ella.

     -¡Te he perdido el respeto, Luzbel! ¡No eres más que una mentira!- Gritó furiosa.

Terriblemente molesta se dirigió a sus aposentos y se acostó. Más tarde escuchó pasos dentro de la recámara.  Se enderezó y lo vio. Los cuernos retorcidos que adornaban su cabeza le parecieron hermosos y con una sonrisa sensual lo esperó impaciente. Cuando estuvo sobre ella, la cuestionó.

     -¿Quién te crees que eres para llamarme cobarde?- Le dijo mientras enredaba su cola alrededor del cuello femenino. -¿Crees que por llamarme para complacerte, he de venir?

Desesperada, la mujer trataba de zafarse de aquella cola que la asfixiaba poco a poco.

     -¡Te excediste en tu atrevimiento!- Dijo mordiéndole la lengua mientras la jalaba con fuerza hacia afuera de su boca.

Los ojos de la atrevida se abrían desmesuradamente, pareciendo que en cualquier momento se saldrían de su lugar, hasta que empezaron a sangrar. Toda la noche sufrió castigos horribles e inimaginables hasta morir en brazos de Luzbel.

Por la mañana fue hallada muerta en su cama misteriosamente. El rostro mostraba terror, pero solo Dios y Luzbel sabían lo que verdaderamente pasó.





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