miércoles, 5 de enero de 2022

UN PASEO MUY EXTRAÑO




          El ruido inconfundible de la máquina de escribir se escuchaba al final del pasillo. Las teclas golpeando el papel llevaban un ritmo impresionante, a veces interrumpido por segundos. El hombre que escribía estaba inspirado y las ideas le llegaban de golpe, lo cual estaba aprovechando aquella madrugada.

La idea que desarrollaba estaba basada en un paseo extraño que acababa de tener. Una amiga lo invitó a conocer una ciudad antigua que no estaba muy lejos. Recorrieron las solitarias calles, cruzándose con un zorro que atento los miraba y no les despegó la vista hasta que doblaron en una esquina. Ahí se encontraron con una calle que tenía como techo una gran cantidad de sombrillas coloridas y el suelo estaba tapizada por piedras de colores.

Las sombrillas eran ángeles y las piedras, excepto las blancas, eran pecados. Había que caminar con mucho cuidado porque según las piedras que se pisaran, eran los pecados que se cometerían durante el día. Se decía que de una u otra forma, se cumplían dichos pecados y los ángeles, buenos o malos, intervendrían.

Cuidadosamente caminaron y entonces el coyote apareció nuevamente, aullando detrás de ellos y haciéndolos dar un gran brinco. El hombre pisó la piedra naranja, la de la gula. Luego, tratando de dar un salto para pisar la blanca, cayó en la amarilla, la ira. Y por último, pisó la roja, de la lujuria.

Horas más tarde fueron a comer a un bonito restaurante. Comieron, saciaron su hambre, pero él, aunque estaba lleno, siguió comiendo pues la comida era deliciosa, no se detuvo hasta que un ángel bueno descendió hasta él y lo hizo recobrar la razón. El pobre hombre se sentía muy mal del estómago, a punto de vomitar y el ángel bondadoso le sopló en la cara haciéndolo sentir mucho mejor y aliviándolo rápidamente.

Luego, mientras descansaban en un banco de un parque, comenzó a ver a su amiga de manera diferente. No podía despegar la mirada de sus senos que se abultaban bajo la blusa. Una inquietante sensación lo invadió dando paso a la lujuria. La tomó entre sus brazos y comenzó a besarla con obscenidad. Ella trataba de apartarlo sin lograrlo hasta que otro ángel descendió y le habló al oído, haciéndole ver que estaba cometiendo un error.

Luego de que se hubo disculpado con su amiga, emprendieron el regreso y cuando llegaron hasta su coche se encontraron con que un muchacho estaba pintando figuras en las ventanas de su vehículo. La furia se apoderó de él y comenzó a golpearlo con todas sus fuerzas. Un ángel malvado descendió y lo animó a seguir con el cruel castigo hasta que lo mató a golpes.

Más tarde se percató de que había llevado el cadáver del chico hasta el bosque y una vez ahí le prendió fuego. Cuando solo quedaron cenizas, recogió un poco de ellas y las depositó en una pequeña maceta donde tenía un bonsai.

Mientras escribía su relato, trataba de recordar de dónde había sacado el arbolito y aunque no lograba recordar, seguía dando forma a su historia en la vieja máquina de escribir.

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