jueves, 7 de octubre de 2021

EL BOTÍN PROTEGIDO


 

       




          Decididos, varios piratas planearon llegar a la isla donde un anciano corsario, antes de morir, les dijo haber enterrado cientos de cofres llenos de joyas y monedas de oro. Ignoraron que les dijo que la isla estaba protegida por un dragón gigante muy agresivo que impedía que alguien siquiera se acercara un poco a tierra.

          Navegaron varios días, atravesando grandes tormentas en las cuales estuvieron a punto de naufragar en más de una vez. Los días eran endemoniadamente calientes, haciéndoles muy pesada la travesía. Por las noches el frío era tan intenso que pensaban que el mar se congelaría, llevándolos a morir a todos congelados. El deseo por conseguir tan grande tesoro los mantenía enfocados en seguir adelante hasta llegar a él.

          Una noche, cuando muy cansados dormían, los despertó un hermoso canto. Mientras se levantaban, vieron llenos de alegría que un grupo de bellas sirenas los llamaban con su canto, prometiéndoles momentos placenteros. Uno de los piratas fue al timón del barco para desviarse del camino y llegar hasta ellas. Algunos de los hombres reaccionaron a tiempo.

-¡No las escuchen! -gritaron alertandoa a sus compañeros. -¡Tápense los oídos! ¡No las escuchen! -Insistieron, mientras otros sujetaban los que querían desviar el barco.

          Cuando lograron alejarse de ellas y pasó el encantamiento en el que había caído la mayoría de los hombres, dieron gracias a Dios por haberlos alejado de una muerte horrible y segura.

          Entonces llegó la calma en la madrugada fría. El mar estaba en completa calma y la neblina comenzó a caer muy densa, tanto que la visibilidad era casi nula. Todos los piratas iban muy atentos, pues sabían que estaban cerca de la isla a la que buscaban llegar. Con las horas comenzó a amanecer y la neblina desapareció dejándolos ver a lo lejos, en el horizonte, una sombra gris.

-¡Tierra a la vista! -Gritó uno de ellos.

          Gritos de júbilo y risas de emoción reinaron en la embarcación. No había un solo rostro que no mostrara felicidad. Cuando se abrazaban emocionados, las aguas comenzaron a moverse bruscamente. El mar se volvió salvajemente agresivo y las olas se levantaron varios metros, dejando salir de entre ellas al dragón que el corsario moribundo les mencionó.

          De tamaño gigantesco y fiereza sin igual, revolcó el barco varias veces, cual sin fuera uno de papel. Destrozó la embarcación a golpes y luego lazó fuego, incendiándola. Los hombres, en un intento por sobrevivir, se lanzaron al agua, pero el monstruo agitó el mar de tal manera que entre las olas turbulentas todos murieron ahogados.

          De pronto, cuando todo acabó, la calma volvió a las aguas, llevando olas muy tranquilas a la playa de la isla que seguía intacta, sin ser saqueada.


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