martes, 14 de septiembre de 2021

MÁS ALLÁ DE UNA AVENTURA - CAPÍTULO I - EL MARROQUÍ

 


Bella estaba dando las últimas indicaciones a sus alumnos de prekinder cuando sonó la campana que anunciaba que era la hora de salida. A sus treinta y nueve años tenía varios años trabajando como maestra. Adoraba a los niños y su pasión era trabajar con ellos. Los niños también la querían mucho. Era una mujer muy sencilla y cariñosa y se le facilitaba enormemente enseñar a los chiquillos. Todos los niños se formaban para despedirse de su maestra dándole un beso en la mejilla. Cuando por fin quedó sola, fue a ordenar su escritorio y antes de apagar el ordenador, buscó un video de música árabe que le gustaba mucho. No entendía una sola palabra en ese idioma, pero un día lo encontró en una página de internet y le gustó mucho la música, la voz del artista, y sobre todo, le gustó mucho el artista. Le encantaba ver ese video y se recreaba la pupila viendo a ese hombre tan guapo cantando con mucho sentimiento. Bella suspiraba a pesar de que no tenía idea de qué se trataba la canción, pero estaba segura de que era una de amor, lo podía percibir.


Más tarde iba conduciendo hacia la escuela de sus hijos. Tenía tres hijos, dos varoncitos y una mujercita que eran su adoración. Una vez que los recogió, se dirigieron a su casa. Ahí, Bella se convertía en ama de casa. Cocinaba y limpiaba la cocina. Era muy rápida y organizada en sus labores domésticas. Cuando Adolfo llegaba del trabajo encontraba todo listo para comer en familia. La hora de la comida era la favorita de Bella, porque mientras comían, todos platicaban lo que les había sucedido durante el día. Sus hijos eran muy desenvueltos y siempre tenían algo interesante que platicar. Adolfo también platicaba mucho. Eran una familia muy unida en la que siempre reinaba el amor y el respeto entre todos ellos. Se habían conocido en una fiesta. Los había presentado una amiga en común. A partir de ese día, comenzaron a salir hasta hacerse novios y después de un año, se casaron. Tenían varios años de casados y su matrimonio era lo más cercano a lo perfecto. Tenían problemas y discusiones como cualquier matrimonio, pero siempre los arreglaban de buena manera.


Por la noche, él estaba acostado leyendo el periódico mientras Bella se sentaba frente al ordenador que ambos tenían en su dormitorio.
-¿Vas a ver de nuevo ese video?- le preguntó, sin despegar la vista del periódico.
-Ya sabes que si no lo veo, no me duermo a gusto- respondió soltando la carcajada. -No sé porqué, pero este hombre me hace suspirar- dijo ella mientras abría el video.
-¿No te has puesto a pensar que puede ser una canción con majaderías en árabe?- le dijo él mientras ponía el periódico en el buró. -Cabe la posibilidad.
-¡Por supuesto que no!- exclamó ella. -Fíjate en el sentimiento que pone este hombre al cantar. Lo escucho y luego voy contigo.
Adolfo sonrió mientras escuchaban la canción. Le gustaba mucho ver la cara de Bella, embelesada viendo a ese artista árabe. En realidad, a él también le gustaba la canción. «Cuando menos la música es bonita» pensó.
Cuando terminó el video, Bella apagó la computadora y se fue a acostar junto a Adolfo. Él la abrazó y besó.
-Creo que estoy celoso- le dijo.
-No tienes porqué. Él me gusta solamente. En cambio tú, me gustas y además te quiero- le dijo viéndolo a los ojos.
-¿Sabes que me encantan tus ojos? Ese color verde me vuelve loco- dijo Adolfo mientras le acariciaba el cabello besándola en la boca.


El matrimonio de Adolfo y Bella iba por muy buen camino. Estaban mejor que en un principio. Los dos estaban muy enamorados todavía. Bella decía que no necesitaba nada más. Su esposo era muy cariñoso con ella y con los niños. Era muy hogareño. Los llevaba a pasear y siempre los hacía reír. Trabajaba mucho para darles todo, aunque a veces él tenía que salir de la ciudad por una o dos semanas.


Una tarde no tuvo tiempo de ver el video de su artista árabe, porque tenía muchas cosas qué hacer. Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Adolfo salía para Fort Worth, en Texas y Bella lo llevaría al aeropuerto.
-¿Estás seguro que no quieres llevarte más ropa?- le preguntó, mientras ordenaba la maleta.

-Con eso está bien, amor. Sólo voy a estar cinco días allá- respondió abrazándola por detrás y besándole el cuello.
-Todavía no me acostumbro a estas salidas tuyas.
-Yo lo sé, amor. Pero regreso pronto. Yo también te extraño mucho.


Muy temprano, en la terminal aérea, se despedían entre arrumacos.
-Te portas bien, mi amor- le decía Bella mientras lo abrazaba y besaba en el aeropuerto.

-Claro, cariño. Vas a estar en mi mente todos estos días. Voy a tener tus ojos siempre en mi memoria. Cuida mucho a los niños, por favor.
Cómo era sábado y muy de mañana, los niños se quedaron en casa al cuidado de Irene, la niñera que los cuidaba cuando la necesitaban. Cuando por fin Adolfo se fue hacia la sala de abordar, ella se retiró pensativa. Estaba abriendo la puerta de su coche, cuando notó que alguien se acercaba.


-Hola, ¿conoces dónde pueda ser a comer allá cerca?
-¿Cómo?- respondió sonriendo.
-Bien. ¿Tú decir a mí un lugar yo ser comer?- insistió el muchacho.
-¿Buscas un lugar en dónde comer? ¿Un restaurante?
-¡Sí! Perdón, pero mío español no muy bueno- dijo el muchacho avergonzado.
-No te preocupes. Sí, conozco un lugar, pero está un poco retirado. Tienes que seguir esta calle hasta llegar al primer semáforo y...- Bella notó que el muchacho no entendía y comenzó a darle las indicaciones en inglés.
-No conozco inglés- dijo él. -Hablar un poco mejor el español.
Bella sonrió y comenzó a decirle otra vez cómo llegar a un restaurante. Esta vez lo hizo muy despacio en español, para que él pudiera comprenderla. El sólo movía la cabeza negativamente y sonreía con un gesto de frustación en su cara.
-¡Ay! me da pena no poder ayudarte. ¿Qué idioma hablas?
-Árabe. Pero creo yo sí haber una forma en tú me ayudar.
-Dime, entonces- lo animó ella.
-¿Puedes tú ir delante nosotros? Él y yo seguir tu coche a llegar a restaurante.
-¿Vienes con un amigo?- volteó ella hacia todos lados.
-Es primo de mí. Es en ese carro negro. ¿Ves lo?
Bella lo alcanzó a ver, y asintió. Poniendo las manos sobre su cintura, bajó la cabeza pensativa y suspiró. Iba a negarse cuando, al verlo a la cara, el muchacho le guiñó un ojo y a modo de súplica le dijo:
-¡Por favor! Mucha hambre y no conocer nadie allá.
Bella soltó la carcajada. Le causaba mucha gracia la forma en que él hablaba.
-Está bien. Los guiaré hasta allá.


Se orilló al legar al restaurante y ellos hicieron lo mismo detrás de ella. Descendieron del vehículo y fueron hacia ella.
-Bueno, aquí es un lugar bonito y no muy caro- les dijo sonriendo, al bajar la ventanilla.
-Pero, ¿cómo? ¿No seas con nosotros a comer?
-No, gracias. Tengo que irme.
-Por favor, acompáñanos. Tenemos nosotros que pagarte el favor.
-¡Oh! no, por favor. No es nada- respondió sn dejar de reir.
-Si tú no comer con nosotros, nosotros estar con pena. Por favor.
Bella tomó aire, se retiró unos cabellos de la cara mientras pensaba: «¿Porqué no? Tengo hambre y este muchacho está muy guapo. No pasa nada por darme un gustito inocente.»


Mientras desayunaban, platicaban animadamente. A pesar de que no dominaban el español, casi todo lo entendían. Y hacían grandes esfuerzos por darse a entender.
-Me llamo Yassine, y él es mi primo Salim- dijo el muchacho.
-Yo soy Bella.
-Bella- repitió él. -Bella es nombre hermoso- dijo él, y un poco entre dientes: -Igual que tú.
Ella fingió no escucharlo.
-¿Son árabes?- preguntó intrigada.
-Marroquíes ¿Molestar tú?
-¿Por qué ha de molestarme? No soy racista- sonrió. -¿Viven en Marruecos?
-Así es. Hemos venido de vacaciones.
-¡Qué bien! ¿Ya habían venido antes?
-No a Miami. Hemos ido a Denver y a Los Ángeles. Ésta es la tercera vez que venimos.
-¿Les gusta viajar?
-A mí me encanta conocer lugares nuevos- dijo Yassine.
Bella no dejaba de mirarlo, aunque discretamente. Lo encontraba muy joven y muy conversador. Él era muy alto, delgado, de tez morena y ojos y cabello muy negros. Le gustaba su cabello; era abundante y muy cortito. Se veía muy varonil.
-Tienes unos ojos hermosos- le soltó él, de repente. -¿Lo sabías?
-Gracias- respondió bajando la cabeza.
-¡Oh! No debes avergonzarte por eso. Solo digo la verdad. Es un verde precioso el de tus ojos.
-Eso dicen- respondió ella.
-¿Eres casada?
-Divorciada- Se sorprendió ella misma por su propia respuesta.
-¿Tienes hijos?
-Tres- respondió orgullosa.


-Me da gusto haberlos podido ayudar pero ahora tengo que irme- les dijo después de conversar un largo rato. No quería despedirse de él.
-No me hagas esto, mi Bella- dijo Yassine, mientras la miraba a los ojos. Ella sentía que el negro de sus ojos la envolvía por completo y sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo.
-Tengo que irme. Mis hijos me esperan en casa.
-¿No hay forma de que te comuniques con ellos?
-Sí, pero no puedo quedarme más tiempo. En serio. Además... creí que no sabías hablar español- le dijo mirándolo frunciendo el ceño.
-Bueno, si he de ser sincero, sí lo hablo bien. Pero tenía que ingeniármelas para logar que almorzaras conmigo. ¡Con nosotros!- corrigió sonriendo.


De regreso a casa, sonó su celular. Era Adolfo. Le avisaba que ya había llegado a Fort Worth. Bella le dijo que apenas iba de regreso, pues le había dado mucha hambre y decidió ir a almorzar algo. Cuando terminaron de hablar, se lamentó haberle dicho esa mentira.
«Debí haberle dicho la verdad. O mejor aún, no debí haber aceptado almorzar con estos muchachos. Y sobre todo, no debí darle mi número telefónico. He cometido error tras error» pensó mientras se aferraba al volante del auto.


Por la tarde salió con sus hijos a caminar por un rato. Fueron a Kidsville, un parque en el cual había una réplica de un fuerte. Ahí podían jugar, brincar, correr y gritar. Bella era muy activa y corría con sus hijos. Se subía a todo lo que podía, se lanzaba de todos lados. Pasaron una tarde muy bonita. Una vez que empezaba a oscurecer, fueron a comprar helados y volvieron a casa.
-¿Qué estás haciendo, amor?- le preguntó Adolfo más tarde, del otro lado de la línea.
-Ya voy a acostarme. Los niños ya duermen. Jugamos mucho toda la tarde, y creo que estamos cansados los cuatro- soltó la carcajada. -¿Qué tal te fue a ti?
-Bien, gracias. Empezamos bien. A ver cómo transcurren estos días.
Después de un rato se despidieron. Bella fue al ordenador y puso su video favorito. Mientras lo veía, nuevamente sonó su celular. Como no reconoció el número, no contestó. Instantes después volvió a sonar.
«¿Quién puede ser? ¡Oh no! ¿Será este muchacho?» recordó a Yassine. Rápidamente contestó, antes de que se perdiera la llamada.
-¿Bueno?- la voz le temblaba.
-Hola, mi Bella.
-Hola, ¿cómo estás?
-Pensando en ti.
Bella sólo rió. No podía hablar muy bien. Sentía que le faltaba el aire.
-¿Qué haces?- preguntó él.
-Nada. Ya me iba a acostar. Tengo un poco de sueño. ¿Y tú?- Se sentía ridícula. No encontraba un tema de conversación.
-Estoy viendo la luna. ¿Sabes que la luna es lo que más me gusta del cielo?
-Qué bien.
-¿Ya la viste?
-No.
-Asómate por tu ventana. Véla. Está preciosa.
Bella fue hacia su ventana y la vió. Sí, estaba preciosa. Era luna llena. Nunca le había puesto atención. «De verdad que es hermosa» pensó.
-¿La ves?- insistió él.
-Sí, es preciosa. La luz que emana de ella transmite mucha paz.
-Después de hoy, ya no me parece lo más bello de esta tierra- dijo Yassine.
-¡Oh!- Bella se quedó sin respiración.
-¿Sabes por qué?
-No.
-Porque ahora tú eres lo más hermoso que mis ojos han visto.
Bella no podía creer lo que estaba escuchando. Empezó a ponerse muy nerviosa y optó por terminar con aquéllo.
-Yassine, me da mucho gusto que estés bien. Pero ahora tengo que ir a dormir.
-Lo entiendo, mi Bella. Que tengas dulces sueños.


Después de dejar a sus hijos en la escuela, Bella iba conduciendo hacia la escuela en la que trabajaba. Iba pensando en Yassine. Toda la noche había pensado en él. Nunca le habían gustado los hombres menores que ella, pero él era diferente. Todo en él era diferente. No sabía su edad, pero sí sabía que era menor que ella. A pesar de eso, desde que lo vió se sintió atraída por él. Era muy alto, tal y como a ella siempre le gustaron los hombres. Tenía un cuerpo delgado, bien formado; su espalda era ancha. También le gustaba el corte de cabello que llevaba. Muy corto, muy varonil. Y el negro de sus ojos era tan profundo, que la hacía sentirse en medio de su mirada.
«Por favor, deja de pensar en él» se dijo, mientras se soplaba un mechón de cabello que caía sobre su ojo derecho. «¿Qué edad tendrá? Es muy atractivo y me gusta su conversación».
En eso sonó su celular y descubrió que era el mismo número de la noche anterior.
-Hola- respondió sumamente nerviosa. -Creo que te llamé con el pensamiento- dijo soltando una ligera carcajada.
-Hola, mi Bella- respondió él. -¿Pensabas en mí?
-Bueno, me estaba acordando de tí. Es decir, de cómo fingías hablar mal el español- corrigió rápidamente.
-Por lo menos me estabas dedicando un pensamiento, mi Bella. Yo también he pensado en tí, pero no sólo ahorita, sino toda la noche.
-¡Oh!- solo atinó a decir.
-¿Cuándo volveré a ver esos hermosos ojos verdes?- le preguntó con un dejo de ruego.
-No sé. Tengo mucho trabajo, y...
-No me digas eso, mi Bella- la interrumpió él. -¿Qué te parece si desayunamos juntos hoy? Por favor- suplicó él.
-No me es posible. Justamente estoy llegando a mi trabajo.
-¿Qué tal si comemos? Te lo ruego. Necesito verte.
Bella sentía su corazón latir agitadamete. Un muchacho joven y guapo le estaba rogando salir con él. Ella también estaba deseando volver a verlo, pero le daba miedo. No podía permitirse un juego absurdo que la podría comprometer en una situación peligrosa. Demasiado peligrosa, debido a la fuerte atracción entre ellos dos.
-No sé- dudó ella.
-¿A qué hora sales de tu trabajo? Te doy hasta entonces para que lo pienses. Y te vuelvo a llamar, ¿te parece?
-Está bien. Llámame a las cuatro de la tarde.


El día transcurrió como cualquier otro. Ella era feliz trabajando con niños. Le causaba gran satisfacción enseñar a los chiquillos a escribir, a leer, a colorear. También le gustaba mucho hacerlos pensar, razonar... defender sus ideas. A pesar de que estuvo muy ocupada con sus clases, no dejaba de pensar en Yassine. De pronto, decidió en aceptar su invitación a comer. Después de todo, no hacía ningún mal a nadie. Dejaría a sus hijos al cuidado de Irene. Le pediría que los recogiera de la escuela y los llevara a casa. Ahí estaría ella hasta que Bella regresara. Le diría que tenía una junta de profesores.


Mientras más se acercaba la hora en que Yassine le hablaría, Bella sentía un cosquilleo en la boca del estómago debido a los nervios que tenía. Se sentía como una adolescente, en espera de la llamada de su primer novio.
-Hola, mi Bella. ¿Qué has decidido?- escuchó del otro lado de la línea.
-¿Dónde nos vemos?- sólo atinó a responder eso.
Mientras él le daba la dirección del restaurante en el que la esperaría, ella podía imaginar sus ojos negros viéndola fijamente. Una vez que colgó el teléfono, terminó de organizar su salón para retirarse de allí. Antes de dejar la escuela, pasó al baño a acomodarse el cabello. Ya no su coche, mientras se dirigía al lugar de la cita, llamó a Irene para estar segura de que no había olvidado ir por los niños.
-No te preocupes- le dijo. -Van a estar bien. Atiende tus asuntos con calma.


Cuando Yassine vio que Bella iba acercándose hacia su mesa, no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. La encontraba simplemente hermosa con ese vestido blanco, con flores rosas estampadas, holgado y de suaves líneas. Con un ligero escote y los brazos al descubierto lucía muy sexy. El cinturón marcaba su cintura dejando adivinar unas caderas bien formadas. Bajó la mirada y admiró las piernas bien torneadas; una de ellas adornada con una pulsera dorada en el tobillo. Por último, vió las uñas de los pies pintadas de color rosa que salían de las sandalias de piel. Una vez que ella estuvo frente a él, le extendió la mano a modo de saludo.
-¿Llego tarde?- preguntó todavía nerviosa.
-Llegas puntual, mi Bella- respondió llevándose la mano de ella a la boca y besándola suavemente. -No creí que pudieras ser más bella de lo que te recordaba.
-Eres muy amable. ¿Y tu primo?- fue lo primero que se le ocurrió decir, para cambiar el tema.
-Fue a pasear con unas amistades.
Después de ordenar la comida, siguieron hablando. Bella descubrió que estaba pasando un rato muy agradable con él. Hablaba de cualquier tema con facilidad, y sobre todo, nunca dejaba de adularla, sin caer en el hostigamiento. Yassine tenía buenos modales y era un hombre educado.
-Me vas a perdonar, mi Bella, pero no puedo evitar hacerte esta pregunta. ¿Cómo es posible que no tengas esposo o novio? ¿Acaso están ciegos los hombres de Miami?- le dijo mientras la veía como él solía hacerlo; directamente a los ojos.
-Bueno... así es la vida. Pero prefiero hablar de otras cosas- respondió bajando la mirada.
-Platícame de tus hijos, entonces. ¿Qué edades tienen? ¿Se parecen a tí? ¿Qué les gusta hacer?
Bella le dijo toda la verdad sobre sus hijos. No mintió en decir que eran su adoración y que eran unos niños muy inteligentes. Le platicó que los dos varones estaban en un equipo de béisbol y la nena en uno de baloncesto.
-Se nota que estás orgullosa de ellos.
-Por supuesto. Pero dime tú- continuó ella tratando de verlo a los ojos, aunqu era tanta la fuerza que los ojos de ese hombre transmitían, que ella desviaba la mirada. -¿Eres casado? ¿Tienes hijos? ¿A qué te dedicas?- preguntó sonriéndole.
-Solamente porque me has sonreído de esa forma, voy a responder a todas tus preguntas- dijo sonriendo él también, y acomodándose en el respaldo de la silla, continuó. -Soy soltero, no tengo hijos, y soy ingeniero civil- No dejaba de verla entrecerrando un poco los ojos. -Cuéntame más de ti, por favor. Necesito saber todo de ti, mi Bella.
-¿Vives con tu primo?- insistió ella en que la conversación girara en torno a él.
-No, mi alma. Vivo con un hermano y una hermana. Casados los dos.
-¿Vives con tus hermanos casados?- preguntó ella sorprendida.
-Así es, mi Bella. La casa era de mis padres ya fallecidos y nos la heredaron a mí y a mis tres hermanos. Cuando Hayat, la menor de todos se casó, se fue a vivir con su esposo. Mohamed, el mayor, trajo a su esposa a vivir a nuestra casa. En cuanto a Fátima, ella sólo tiene un año de casada y trajo a su esposo también, a vivir donde nosotros.
Bella debía tener una cara de sorpresa, porque Yassine sonrió hasta llegar a soltar una pequeña carcajada.
-¿Te sorprende que a mi edad viva con mis hermanos? La casa es grande y los cuartos son separados. Para ir a un cuarto tienes que salir a un patio. Nuestras casas no son como las de acá. Y lo más importante, es que la familia está unida.
-En eso tienes mucha razón- aceptó Bella. -Acá hay mucha soledad debido a que las familias siempre están separadas- dijo suspirando. -En mi caso estamos separados físicamente; pero muy unidos espiritualmente.
-Eso es lo importante- dijo él. -¿Qué te parece si vamos a caminar un rato a la playa?
-Oh, no. Creo que ya debo irme- respondió ella, mirando su reloj.
-Vamos, no es tan tarde. Una hora de caminata, ¿te parece? No es mucho lo que te pido.
-Está bien. Sólo una hora- No sabía por qué, pero le era muy difícil separarse de él.


Con las sandalias en una mano, Bella disfrutaba sintiendo la tibieza de la arena en sus pies. Yassine también llevaba los zapatos en una de sus manos y se había arremangado los pantalones para no ensuciarlos de arena. Era tan agradable sentir la brisa del mar sobre su cara. Él no dejaba de verla mientras caminaban. Le gustaba ver cómo su cabello se movía con el viento que soplaba. También le gustaba cómo sonreía. Tenía los dientes muy parejos y muy blancos. Su boca era pequeña pero bien delineada. Era una mujer bella, sin duda.
-Quiero verte todos los días que me quedan por acá, mi alma. ¿Será posible?- preguntó mientras se detenían un momento.
-No sé. Siempre estoy ocupada. Sinceramente, hoy dejé de hacer cosas para poder verte- respondió mirando hacia el infinito del mar.
-¿Y no podrías dejar de hacer cosas, para poder verme otra vez?- le dijo tomándola de la mano que tenía vacía.
Ella volteó a verlo y regresó la mirada hacia el mar. Respiró profundamente, con la sensación de estarse ahogando con mucho aire.
-Esta ocasión dejé de hacerlas, porque así lo quise, pero...
-¿No vas a quererlo nuevamente?- la interrumpió él.
-Sí, sí quiero verte otra vez- respondió sin dejar de ver el mar. -Siempre me ha gustado ver cómo se juntan el cielo y el mar- soltó sin más, mientras suspiraba profundamente otra vez.
-¿Has estado en la playa de noche?
-Nunca.
-Quedémonos hasta que anochezca. Te va a encantar ver esto de noche- le dijo mientras apretaba su mano que aún no había soltado.
-Imposible. Tengo que ir a casa. Mis hijos me esperan.
-Está bien, mi Bella.


Más tarde, en su casa, después de haber platicado un rato con sus hijos y acostarlos, Bella tomaba un baño caliente. No podía dejar de pensar en Yassine. Se preguntaba qué edad tendría. Definitivamente era más joven que ella; pero ¿qué tanto? Después de todo, para la amistad no importaba la edad. Era un muchacho muy agradable y muy centrado. Al menos así lo parecía. «¿Qué más da? El sábado se va y nunca más voy a saber de él. Así que mejor aprovecho estos dos días que quedan» pensaba. Al salir del baño se percató de que tenía una llamada perdida de Adolfo. «¡Dios! Hoy no hemos hablado» se dijo, mientras lo llamaba.
-Hola, mi amor. Ya estaba enojada contigo- fingió reprocharle.
-¿Porqué, mi vida?
-No me llamaste en todo el día. Y yo no quise llamarte, porque pensé que podría interrumpirte.
-Estuve muy ocupado. Pero gracias a Dios, todo va de maravilla. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día? ¿Cómo están los niños?
-Ellos están muy bien. Irene tuvo que cuidarlos hoy, porque tuvimos una reunión con los jefes del distrito escolar. Ya sabes cómo es eso- le dijo, mientras se mordía el labio inferior del lado izquierdo.
-Está bien, mi vida. Extraño tus ojos. Te extraño toda.
-Yo también, mi amor- le dijo sintiéndose muy mal por haber salido con Yassine.


Después de hablar largo rato con él, se quedó profundamente dormida. De pronto escuchó entre sueños que su celular sonaba. Creyó que era un sueño y solo se volteó en la cama. Al poco rato volvió a escucharlo. Entonces estiró la mano y lo levantó del buró.
-Hola- dijo somnolienta.
-Hola, mi Bella- escuchó la voz que tanto la hacía estremecerse. Se enderezó rápidamente y vio el reloj. Eran las tres de la mañana.
-¿Yassine?- preguntó sorprendida.
-Así es, mi Bella. Siento mucho despertarte a estas horas. Pero no me resistí a invitarte a que vieras la luna. ¿Ya la viste?
Bella se levantó y fue hacia su ventana. Abrió las persianas y se quedó mirándola. Sí, hermosa como la noche anterior. El tenía razón. La luna era lo más bello del cielo. Suspiró y volvió a su cama.
-¿No te has dormido o despertaste de repente?- le preguntó intrigada.
-No he dormido. Es culpa tuya.
-¿Mía? ¿Por qué?
-Te tengo en mi pensamiento. Por eso no puedo dormir.
-¡Oh!- No sabía qué decir. -Yassine.... es tarde y...
-Te entiendo, mi Bella. Disculpa que te haya despertado.
-No te preocupes. En realidad, me ha gustado. Hasta mañana.


-¿Quién de ustedes me quiere contar una historia de su familia?- preguntó Bella a sus alumnos. Todos los niños, al igual que Bella, estaban sentados en el suelo, en el centro del salón, formando un círculo. Muchos de ellos, levantaron la mano para contar sus historias. Bella los motivaba para que se expresaran tal y como ellos querían hacerlo. Después de escuchar varias historias, llegó la hora del almuerzo.
Bella almorzaba siempre con Sonia, también maestra de la misma escuela. Eran buenas amigas desde que estudiaron en el colegio.
-Gracias a Dios solo queda un mes de clases. Me muero por disfrutar mis vacaciones. Aunque este año no vamos a salir, pero tengo ganas de levantarme tarde y descansar de todo esto. ¿Y tú?- le preguntó a Bella. -¿Van a salir?
-No, tampoco. Adolfo tiene mucho trabajo y no vamos a tener tiempo para salir- respondió mientras revisaba su celular. Ya lo había hecho un par de veces antes.
-¿Estás esperando que te llame?
-¿Quién?- respondió, sin dejar de ver su celular.
-¿Cómo quién? ¡Tu marido! Ya me tienes nerviosa con tanta revisada de tus llamadas- dijo riendo.
-¡Oh, sí! Quedó de llamarme temprano y no lo ha hecho.
-No te preocupes, ha de estar ocupado. Más tarde te llamará. ¿Van a jugar tus niños durante el verano?- le preguntó para distraerla.
-Todavía no se. Pero me imagino que sí. El año pasado...- ya no siguió, porque sonó su celular.
-Hola- dijo tratando de controlar su nerviosismo. -¿A las cinco te parece bien?- Se levantó de su asiento para ir a tirar la basura. De regreso iba muy sonriente y solo le hizo una seña a Sonia, despidiéndose. Ella la siguió con la mirada hasta que la perdió de vista.
«No... no creo» pensó Sonia.


A la hora de la salida, Bella les daba un beso a cada uno de sus alumnos, que esperaban formados para despedirse de ella como todas las tardes. Cuando todos se hubieron ido, corrió a poner orden en su salón.
-Hola, ¿me invitas a ver tu video preferido?- le dijo Sonia mientras entraba al salón.

-Será mañana, porque tengo prisa- respondió sin levantar la vista de los papeles que guardaba en el escritorio.
-Vamos, amiga, solo son unos cuantos minutos. Vamos a verlo.
-De verdad, no puedo. Busca en Youtube....
-¿Quién es?- la interrumpió tratando de que su voz no sonara agresiva.
Bella volteó a verla sorprendida. -¿Perdón?
-¿Con quién te vas a ver a las cinco? ¿Lo conozco?
-No es de aquí- dijo avergonzada, bajando la cabeza. -Y no es lo que tú crees, es solo un amigo.
-¿Solo un amigo?- preguntó Sonia llevándose las manos a la cabeza. -Por Dios, Bella, ví tu cara cuando hablabas con él. Era su llamada la que esperabas y no la de Adolfo.
-No es lo que tú piensas. Lo conocí el día que se fue Adolfo; y solo lo voy a ver hoy y mañana. El sábado sale para Marruecos; allá vive.
-No puedo creer lo que estoy escuchando- dijo Sonia caminando de un lado a otro. -¿Me estás diciendo que se trata de alguien que no conoces y que vive del otro lado del mundo?- Regresó hacia Bella y la tomó de los brazos. -¿Lo conociste por internet? -casi gritó.
-¿Cómo crees?- respondió. -Siéntate. Voy a platicarte cómo sucedieron las cosas. Te lo voy a decir tal y cómo pasó.
Bella suspiró profundamente mientras también se sentaba. Le contó cómo lo había conocido y cómo había llegado hasta este punto. Le dijo que solo se trataba de pasar un buen rato, platicando de cosas triviales y sintiéndose al mismo tiempo halagada. Eso era todo. Sonia la veía y sonreía mientras ella le daba todos los detalles. Cuando Bella terminó su relato, Sonia se recargó en el asiento de su silla, se llevó las manos a la cara y movió las piernas pataleando mientras gritaba emocionada.
-No te lo creo. Esto es tan... ¿romántico?
-No lo sé. Pero estos dos días los he pasado de maravilla. Es algo diferente que me ha sacado de la rutina diaria- dijo suspirando. -Es más, hacía tanto tiempo que no suspiraba tan profundamente- dijo mientras sonreía.
-Ten cuidado, amiga. ¿Estás segura de que solo se va a tratar de platicar, sin llegar siquiera a un beso? Por lo que me dices, te gusta el muchacho.
-No va a pasar nada- dijo mientras se acomodaba sus rizos atrás de las orejas.

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