El 4 de julio es día feriado en Estados Unidos. Es la celebración de nuestra independencia. En Plainview, Texas, pueblo donde he vivido desde el día en que nací, llevamos varios años de sequía, siendo los dos últimos extremadamente secos, por lo cual, se han suspendido dos veces los espectáculos nocturnos de los juegos pirotécnicos, para evitar que se incendiaran nuestros campos que estaban extremadamente secos. Gracias a Dios, este año comenzó a llover antes de tiempo y muchísimo. Hemos tenido tormenta tras tormenta desde marzo. Los campos y los jardines reverdecieron a una velocidad increíble, nuestros estanques y lagunas se llenaron otra vez de agua, trayéndonos felicidad a los habitantes y a los animales locales. Los patos por fin se refrescaban con aguas naturales y en los jardines caseros se escuchaba el canto alegre de los pájaros.
Todos esperábamos la el festejo del 4 de julio de este año. Teníamos muchas ganas de reunirnos todos en el parque más grande del pueblo para celebrar y cuando el día llegó, mi familia y yo nos fuimos temprano para ganar un buen lugar debajo de un árbol con buena sombra. Llevamos nuestras sillas y una mesa plegables, y colocamos un toldo para protegernos aún más del sol. Allí comeríamos y nos divertiríamos con los niños que pasearían en los juegos mecánicos, hasta el anochecer para disfrutar de la pirotecnia. Había muchos puestos de comida y juguetes para los pequeños. Las taquillas donde se ordenaba lo que deseábamos comprar estaban llenísimas, al igual que las de los juegos. Por alguna razón, hubo un corte de luz y los juegos dejaron de trabajar. Muchos niños empezaron a llorar mientras esperaban sobre el carrusel o las sillas voladoras, pues estaban impacientes porque éstos funcionaran. Más éste fue el primero de los problemas del día. Mientras los encargados, revisaban las conexiones de la luz, varias tuercas comenzaron a caerse de las sillas voladoras, poniendo en riesgo a los ocupantes. Rápidamente bajaron a los nenes, prometiendo solucionar todo lo más rapido posible.
Mi familia y yo decidimos regresar a nuestra carpa para comer y mientras saboreábamos unas deliciosas hamburguesas, llegó hasta nosotros un antiguo amigo. Le pedimos que nos acompañara y nos contó que se había mudado a Las Vegas. Allá tocaba con un conjunto de jazz en un centro nocturno y él era el trompetista. A veces tocaba en un conjunto de música tropical, pero lo que más disfrutaba, era el jazz.
Mientras conversábamos, unos policías se nos acercaron, diciéndonos que los juegos mecánicos no funcionarían más porque habían encontrado muchos de ellos sin tornillos y queriendo evitar una tragedia, lo mejor era no usarlos. Pronto, todos nos olvidamos de eso y los nenes jugaban con globos, luces de bengala y pelotas con luces, hasta que oscureció por completo, dando inicio a los juegos pirotécnicos. Todos gritábamos emocionados con cada uno de ellos. Las luces de colores en el cielo eran maravillosas. Las figuras que se formaban nos tenían a grandes y chicos abortos mirando el cielo que se iluminaba bellamente con todos esos resplandores. No se escuchaba nada. Solo los estallidos de los petardos y los gritos del público. Cuando todo acabó, nos quedamos sentados en nuestras sillas esperando a que todos se fueran, para evitar el tráfico. Cada vez iba aminorando el escándalo y fue cuando escuchamos a una mujer gritando desesperada. Decía que alguien había disparado a su esposo y éste estaba enmedio de un gran charco rojo. La policía llegó con ella y más no supimos. Pero lo cierto es que fue un festejo con muchas cosas extrañas.
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