miércoles, 22 de septiembre de 2021

MÚSICA EN EL SÓTANO




          Muy despacio y tratando de no hacer ruido, el niño bajó uno a uno, los escalones que conducían al sótano. Cada vez se escuchaba más claro el sonido de un piano. Cuando llegó hasta allá, pegó la oreja a la puerta y escuchó la música. Sí, era un piano, pero, ¿quién podría estar tocándolo?, pensó y sobre todo, ¿había un piano en el sótano?

          La curiosidad era algo que a él se le dificultaba mucho controlar, así que abrió la puerta y automáticamente cesó la música. Después de un rato en el que permaneció en la entrada, sin moverse y tratando de ver en la oscuridad, avanzó hasta el centro del cuarto llevando una silla, se subió a ésta y jaló la vieja cadena que colgaba del foco en el techo, logrando así alumbrar el lugar.

          Sí, había un piano café, un poco maltratado y parecía muy antiguo. Fue hasta él y lo observó detenidamente. Era el piano de Doña Violeta, la abuela de su tatarabuelo. Lo supo al recordar la foto que una vez su madre le enseñó. Esa mujer fue ama de casa toda su vida y amaba tocar el piano todos los días, llenando la casa con los bellos acordes que tocaba. Muchas veces, su mamá le contó la historia y también le dijo que después de ella, nadie volvió a tocar el instrumento, pues nunca nadie estuvo interesado en la música.

          Pasó uno de sus dedos por la parte superior del piano y éste se llenó de polvo. Lo sacudió y luego lo pasó por las teclas, que sonaron una a una al sentir el tacto del dedo. Entonces sintió un airecito por su nuca. Instintivamente se llevó las manos a la nuca, tratando de alejar a lo que fuera que le estaba produciendo esa molestia. Salió del cuarto dejando la luz encendida y cerrando tras de él la puerta y cuando iba a mitad de la escalera, hacía arriba, volvió a escuchar la música. Volvió a bajar cuidadosamente. Abrió lentamente la puerta y vio un animalito alado posándose suave y rítmicamente sobre las teclas del piano que desprendía el sonido de una hermosa melodía.

          Absorto quedó niño mirando la escena. A pesar de que el insecto no pesaba nada, tenía el poder de mover las teclas haciéndolas sonar bellamente. Debía ser la abuela Doña Violeta, reencarnada en una mariposa color violeta y disfrutando lo que siempre le gustó: tocar el piano.



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