martes, 14 de septiembre de 2021

MÁS ALLÁ DE UNA AVENTURA - CAPÍTULO VII - SIEMPRE JUNTOS

 


Mientras los nenes caminaban de un lado a otro en la sala de llegadas del aeropuerto, Bella le acomodaba el cabello a la niña.
-No vayan a pelear enfrente de Yassine, por favor- les pidió a los tres.
-Nunca peleamos, mami- dijo uno de ellos.
-Ya lo sé, mi amor. Fue una forma de pedirles que se porten bien.
-¿Nos va a llevar a comer a un restaurante?- preguntó la nena.
-Sí, mi vida. Ahí vamos a platicar mucho con él.
Pronto, la sala se empezó a llenar de gente que venía llegando. Entonces, Bella lo alcanzó a ver. Le pareció más guapo que nunca.
-Ya viene, hijos- les dijo tomando aire.
Yassine se acercó a ellos y besó a Bella en la mejilla.
-¡Hola!- dijo a todos, sonriendo. -Tú debes de ser Silvia- le dijo a la nena, poniéndose en cuclillas, mientras le ofrecía su mano.
-Sí- respondió muy sonriente, mientras lo besaba en la mejilla.
-Tu mami me dijo que eras muy bonita, y es verdad.
-Y tú- se dirigió al mayor de los varones. -Tú eres Eduardo; y tú, Jorge- señaló al pequeño.
-¿Cómo sabes?-preguntó Jorge sorprendido.
-Su mami me habla tanto de ustedes que los he reconocido de inmediato.
-Creí que eras negro- dijo Eduardo.
-¿Por qué?- preguntó levantando una ceja.
-Creí que la gente de África era negra.
-No toda. Los que somos del norte de África somos blancos.
-Bueno, vamos a comer y ahí seguimos platicando- intervino Bella.
La comida se desarrolló dentro de un ambiente muy alegre. Los niños le hacían toda clase de preguntas a Yassine y él las contestaba animadamente. También él les preguntaba sobre la escuela, sus gustos, su deporte favorito.
Bella no podía disimular su alegría. Estaba feliz porque sus hijos se entendieran muy bien con Yassine.
Más tarde fueron al hotel que Yassine había reservado para dejar su equipaje y esperar a que se diera un buen baño. Bella y los niños esperaron en el lobby. Cuando él regresó, fueron a un parque. Ahí los niños jugaron mientras ellos dos platicaban.
-Extrañé tanto estos lindos ojos- dijo viéndola amorosamente.
-Yo también te extrañé a ti.
-¿Cuándo vamos a decirle a los niños que somos novios?- preguntó Yassine.
-En dos días, ¿te parece bien?
-Perfecto.
-¿Sería posible que pasaras la noche conmigo, mi luna?- la miró suplicante.
-No lo creo, corazón. Ten paciencia, por favor.
-Claro, mi alma. Pero con solo verte, me hierve la sangre.
Bella se sonrojó.
-Yo siento lo mismo, pero debemos ser prudentes.
-Esto es un martirio para mí. Tenerte tan cerca y no poder ni siquiera tomarte de la mano.
-Ven. Vamos a jugar con los niños, para distraernos- dijo Bella riendo mientras corría hacia donde estaban sus hijos.
En la noche, después de dejar a Yassine en el hotel, los niños y Bella iban platicando a su casa.
-Me cayó muy bien Yassine, mami- dijo Jorge.
-Me da gusto, mi amor. Les dije que era una buena persona.
Los tres coincidieron en que les había agradado conocerlo. Bella sonreía escuchando a sus hijos. Estaba realmente emocionada. Había pasado un día muy contenta.


Estaba acostada viendo las noticias cuando sonó su celular. Era Yassine.
-Te extraño- le dijo él.
-¿Tan pronto?- preguntó ella con voz melosa.
-Me haces mucha falta, mi alma.
-Es mejor que te duermas. Mañana vamos a ir muy temprano por ti.
-¿Estás acostada?
-Sí, corazón. Quiero dormirme temprano.
-Dime, mi luna, ¿qué ropa traes puesta?
-Esa pregunta me la hiciste cuando recien nos conocimos, ¿recuerdas?- dijo riendo.
-Responde, mi bella- dijo suplicante.
-Mejor duerme, corazón y sueña conmigo, como yo lo haré contigo.
-Te amo- dijo con voz ronca.
Bella se despidió, pero tardó mucho en dormirse. Ella también deseaba estar con Yassine. También lo necesitaba y no dejaba de imaginar las cosas que estarían haciendo si estuvieran juntos en ese momento.


Después de desayunar juntos, fueron a la playa. Hacía calor y el día era perfecto para ir a nadar a la playa. Yassine jugaba con los niños a ser tiburón. Ellos escapaban nadando mientras él fingía no alcanzarlos. De pronto, alcanzó a Silvia y la levantó en brazos, dándole varias vueltas en el aire, para después lanzarla suavemente al agua otra vez. Todos gritaban y reían felices.
Después de un par de horas, la nena quiso ir a la arena a juntar conchitas con su mamá. Desde el agua, Yassine miraba de vez en cuando a Bella. Tenía un cuerpo muy bonito. Y con ese traje de baño de dos piezas, se veía muy sexy. El bañador era blanco, con rayas diagonales de color lila. Nada extravagante, pero Bella era tan atractiva, que cualquier cosa le iba bien.
Pronto las alcanzaron él y los niños.
-Vamos a hacer un castillo de arena- dijo Yassine.
-¿Sabes hacerlos?- preguntó Bella.
-Voy a intentarlo. En realidad, es un pretexto para estar cerca de ti- dijo sin más.
-¿Te gusta mi mami?- preguntó Silvia.
-Me gusta mucho- respondió rápidamente.
-¿Ya son novios?- preguntó Eduardo.
Bella y Yassine soltaron la carcajada sin saber qué responder. El volteó a verla interrogante.
-Yo creo que sí- dijo Jorge.
-Hijos…- dijo Bella sonriendo nerviosamente. -Yassine y yo somos novios, pero queremos saber si ustedes están de acuerdo.
-¡Sí!- respondieron al mismo tiempo.
Todos rieron y siguieron haciendo el castillo, sin comentar nada más. Yassine miraba a Bella y le guiñaba el ojo de vez en cuando.


Al atardecer, decidieron irse a cenar. Pero antes, Yassine les ofreció bañarse en su cuarto de hotel. Todos estuvieron de acuerdo.
-¿Porqué no vas a dormir a nuestra casa?- preguntó la nena.
-Prefiero dormir en el hotel.
-Yo quiero que conozcas mi casa. Es muy linda. Tenemos un jardín muy grande, con columpios. Ahí puedes jugar con nosotros.
-Tengo una idea- dijo Bella. -Mañana, al terminar nuestras labores, iremos por ti y pasaremos la tarde en nuestra casa. Ahí comeremos comida que yo misma cocinaré.
-¿Estás segura?- preguntó él.
-Claro que sí. Además todos están de acuerdo, ¿verdad?- se dirigió a sus hijos.
-Sí. Te invitamos a comer a nuestra casa- dijo uno de los nenes.


En su hora de descanso, Bella almorzaba y hablaba por teléfono con Yassine. Reía mucho con las cosas que él le decía. Cuando se despidieron, Sonia fue a sentarse con ella. La había estado observando mientras hablaba con él.
-¿Cómo estás?- preguntó Bella.
-Bien. Y parece que tú estás muy bien, ¿verdad?- dijo Sonia intrigada.
-Estoy feliz- dijo riendo.
-Me da gusto. ¿Se puede saber a qué se debe tanta felicidad?
-Yassine está aquí.
-¿En serio?
-¡Sí!- respondió emocionada. Llegó el sábado. Todos hemos pasado un fin de semana precioso.
-¿Todos?- preguntó sin comprender.
-Mis hijos, él y yo.
-¿Tus hijos lo han conocido? ¿Cuándo?
-El mismo sábado. Me acompañaron a recibirlo al aeropuerto. No tienes idea de lo bien que se llevan- dijo alegremente.
-¡Vaya! Ustedes sí que son modernos.
Esta ocasión fue Bella quien se levantó y con una mano le hizo un ademán de despedida. Sonia se quedó descontrolada, mirando cómo se alejaba con una sonrisa de oreja a oreja.


-Tienes una casa muy bonita- dijo Yassine mientras entraban.
-Vamos a los columpios- lo invitó Silvia.
-Vayan. Mientras tanto, cocino- lo alentó Bella.
En el refrigerador tenía pollo que había cocido la noche anterior, así que decidió hacer mole verde y arroz. Mientras cocinaba, veía por la ventana a Yassine meciendo a la nena en los columpios con las manos, mientras con una pierna, pateaba el balón que los niños le lanzaban. Igual que siempre, todos reían mucho.
Bella suspiró. Estaba feliz. Todo parecía indicar que sus hijos y Yassine se entendían muy bien. Cuando la comida estuvo lista, los llamó.
-¡A lavarse las manos!- anunció. -La comida está lista.
Cuando todos estuvieron sentados, Bella comenzó a servir la comida.
-Esto huele delicioso- dijo Yassine. -Pero, ¿qué es esa pasta verde?
-Se llama mole verde. Pruébalo. Te gustará.
-Delicioso- dijo saboreando la comida. -Sabe exquisito.
Bella sonrió satisfecha.
Cuando terminaron de comer, los niños fueron a hacer sus tareas, y Yassine la ayudó a lavar los platos y a limpliar la cocina. En una oportunidad que tuvo, la tomó de la cintura atrayéndola hacia él y la besó apasionadamente en la boca.
-Me moría por hacer esto- dijo cuando separó sus labios de los de ella.
Fueron a la sala y se sentaron a platicar.
-Me gustaría que el viernes fuéramos a cenar solos, mi alma. ¿Será posible?
-Sí, corazón.


El viernes llegó. Bella se arregló con mucho esmero. Escogió un vestido negro. Le quedaba ligeramente entallado y sus rodillas asomaban descaradamente. Su figura lucía muy bien con ese vestido. Optó por recogerse el cabello en una coleta, de la cual sus rizos caían alborotados. Parecía más joven de lo que realmente era.
-Mi bella luna- le dijo Yassine después de cenar. -Quiero que hoy formalicemos nuestro compromiso- dijo mientras ponía una cajita sobre la mesa.
Bella veía emocionada como él abría la caja y de ella sacaba un anillo hermoso, con una reluciente piedra.
-Me honrarás enormemente, mi alma, casándote conmigo- dijo mientras le colocaba el anillo en el dedo.
Ella tuvo que hacer esfuerzos por que las lágrimas no salieran de sus ojos.
-Deseo tanto ser tu esposa, corazón.
Se dieron un beso.
-Quiero que este fin de semana, que son los últimos días que estarás aquí, te quedes en mi casa.
-Pero… ¿Y los niños? ¿Qué van a decir?- preguntó Yassine.
-No van a decir nada. Ellos también quieren que estés con nosotros.
Fueron por sus cosas al hotel y de ahí fueron a su casa. Irene los miró extrañada cuando llegaron.
-Te presento a mi novio- dijo Bella con toda naturaleza.
-Mucho gusto- dijo él.
-Igualmente- contestó Irene. -Los niños ya están dormidos- Y sin más, se despidió.
Al cerrar la puerta, Yassine le impidió moverse. La repegó en la puerta y la besó largamente en la boca. Con la lengua recorrió sus labios, le dio pequeñas mordidas en ellos. Besó su cuello y luego volvió a besarla en la boca. Poco a poco, Bella sintió crecer la virilidad de Yassine, mientras él balanceaba sus caderas hacia las de ella.
-Te deseo tanto, mi alma.
-Vamos a mi recámara.
Pronto estaban ahí. Siguieron besándose mientras él le bajaba el cierre del vestido. Acarició su espalda suavemente, y por fin, le soltó el vestido de los hombros. Fue así como cayó completamente al suelo, quedando solamente en ropa interior.
-Eres hermosa, mi luna- dijo mientras la levantaba en sus brazos, para depositarla en la cama.
Se desvistió tan rápido como pudo y comenzó a besarle los dedos de los pies. Los besó y los chupó. Luego hizo lo mismo con los pies, las piernas, las rodillas. Así fue subiendo hasta llegar a su entrepierna. Hizo a un lado la tanguita y jugó un rato ahí, haciéndola estremecer. Después le quitó la tanguita, la jaló de las piernas y las colocó en sus hombros. Poco a poco la fue penetrando, mientras le chupaba los dedos de los pies, y con una mano acariciaba sus pechos, apretando sus pezones. Bella gritaba de placer.
-Eres tan hermosa, mi bella- le decía él.
Cuando por fin llegaron al clímax, se acostaron abrazados.
-Te quiero, mi luna- le dijo antes de dormir.


-¡Te quedaste a dormir!- dijo Silvia cuando, al entrar a la recámara de Bella, los vió abrazados.
Bella se enderezó sobresaltada buscando con las manos su pijama, mientras la nena se sentaba a un lado de la cama.
-¿Se van a casar?- preguntó sonriendo.
-¿Te gustaría?- le preguntó Yassine, mientras acomodaba la almohada para recargarse sobre ella.
-¡Sí!- gritó Silvia.


Mientras desayunaban, los niños no dejaban de hablar del partido de béisbol que iban a tener esa tarde. Estaban muy emocionados porque Yassine iba a ir con ellos.
-Mi mami se va a casar con Yassine- dijo de pronto Silvia.
¿De verdad?- preguntó Jorge.
-Sí, hijos. ¿No les agrada la idea?- dijo Bella muy sonriente, mientras levantaba la mano izquierda, mostrándoles el anillo que Yassine le diera la noche anterior.
-¡Qué bonito!- gritó Silvia emocionada.
Jorge y Eduardo guardaron silencio. Yassine les agradaba mucho, pero era extraño escuchar que su mamá volvería a casarse. Silvia estaba feliz con la idea, pero los niños parecieron descontrolados. Jorge los veía sonriendo, pero no dijo nada. En cambio Eduardo estaba serio. Quizás por ser mayor que sus hermanos no veía las cosas tan simples. No protestó, pero tampoco dijo nada.
-¿Qué pasa Eduardo?- preguntó Yassine buscando su mirada. -Dime lo que piensas, amigo. Es importante para nosotros saber lo que ustedes tres piensan.
Eduardo sonrió y se acomodó en su asiento, sin decir una sola palabra.
-Hijo, si esto te molesta, dímelo. Ustedes son mi vida y yo no pienso hacer nada que les afecte a ustedes.
-¿Acaso no soy de tu agrado?- preguntó Yassine.
-No es eso- dijo tristemente.
-¿Entonces? ¿Qué es lo que pasa?- preguntó Bella.
-Si ustedes se casan, ¿Vamos a vivir en Marruecos?- preguntó tristemente.
-Claro que no- dijo Bella riendo.
Yassine volteó a mirarla extrañado. El siempre pensó que Bella y sus hijos irían a vivir con él a su país.
Bella notó su desconcierto.
-Vamos a vivir acá, ¿verdad, corazón?- dijo sonriendo, pero con cierta duda en su voz.
-Bella, yo no puedo vivir en Estados Unidos. Mi trabajo está en Marruecos y…
-Y mi trabajo está acá- lo interrumpió.
-Yo no quiero vivir en otro país- dijo Eduardo.
-Yo tampoco- dijo Jorge. -No conocemos a nadie allá- recalcó.
Bella y Yassine guardaron silencio. De pronto, todo había cambiado. Ya no sonreían. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos.


Los niños fueron a la calle a pasear en bicicleta y ellos aprovecharon para platicar. Bella estaba sentada en un sillón.
-Mi bella, quiero vivir toda mi vida a tu lado- dijo mientras se sentaba a su lado y la abrazaba.
-Yo también, corazón. Pero… ¿en dónde vamos a vivir?- preguntó seria.
-Pensé que ibas a querer vivir conmigo en Marruecos. Creí que te había gustado.
-Claro que me gustó mucho, pero no para vivir- dijo tajante.
-¿Porqué no? Has comprobado que allá hay de todo; lo mismo que acá.
-No es una buena idea, Yassine- dijo con tono muy serio. -Mis hijos no se adaptarían a vivir allá. ¿Cómo seguirían con sus estudios? Hay muchas cosas que les afectaría a ellos- dijo soltándose de su abrazo y levantándose del sillón.
-¿A qué cosas te refieres?- preguntó molesto.
-El idioma, la cultura, las amistades. Una cosa es ir de paseo, y otra muy diferente es ir a vivir allá. Estoy enamorada de ti- dijo suspirando- pero quiero que entiendas que mis hijos son lo más importante y no voy a imponerles vivir en un lugar en el que no hay las mismas oportunidades que en Estados Unidos.
-Yo no puedo trabajar en este país- dijo levantándose él también. -Pero podríamos vivir en España.
-¿En España?- dijo molesta. -No pienso irme a otro país.
-¿Es tu última palabra?- preguntó muy serio.
-Sí- respondió Bella sin verlo a la cara.


El partido de béisbol transcurría lleno de euforia por parte de la gente que estaba sentada en las gradas. Los asistentes gritaban, dando ánimos a los jugadores.
Silvia estaba sentada enmedio de Yassine y Bella. Él platicaba y jugaba con la niña. Bella estaba un poco seria. Entre ellos dos se había levantado una barrera.
-Es una pena que no nos hayamos puesto de acuerdo, Bella.
-Todo sería tan fácil si vinieras a vivir acá- dijo tristemente.
-¿Fácil para quién?- preguntó buscando su mirada.
-Para todos. Acá hay muchas oportunidades; mucho trabajo.
-¿También para los extranjeros que no tienen permiso para trabajar acá?- preguntó muy serio.
-Yassine… yo podría ayudarte a arreglar tu ciudadanía.
-Yo también puedo conseguirles a ti y a los niños la ciudadanía marroquí o española.
-¿La española?- preguntó sorprendida.
-Yo nací en España- dijo sonriendo. -Soy español por nacimiento y marroquí por mis padres.
-No puedo vivir en otro país. Mejor ven tú acá. Por favor, corazón- dijo tomándolo de una mano.
Yassine agachó la cabeza y la movió negativamente sin decir nada más.


Bella salió de bañarse. Se puso una pijama y salió de su recámara. Comprobó que sus hijos ya estaban durmiendo y fue hacia la sala a buscar a Yassine.
Lo encontró dormido en uno de los sillones. Se arrodilló junto a él y lo estuvo viendo por unos minutos. Era tan guapo; le gustaba mucho. No pudo resistirse y lo besó suavemente en la boca. El abrió los ojos y correspondió al beso.
-Vamos a la recámara, corazón- le dijo mientras acariciaba su cabello.
-No, mi luna- aquí voy a dormir- dijo enderezándose.
-¿Por qué?- se sorprendió. -Te necesito conmigo, mi amor.
-Mi bella- dijo suavemente, acariciando una de sus mejillas. -No tiene ningún caso.
Bella lo miró tristemente. Se levantó de donde estaba y se sentó junto a él.
-Estás enojado conmigo?- preguntó temerosa.
-Claro que no. Pero si no pudimos ponernos de acuerdo, no tiene caso seguir con esto.
-¿Tan difícil te resulta venir a vivir acá, en donde vivimos mis hijos y yo?- dijo sin poder evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos.
-Bella… necesito que entiendas mi posición- dijo al tiempo que le secaba las lágrimas. -Yo no podría tener un buen trabajo acá, haciendo lo que me gusta, sin saber inglés, sin tener mis papeles en regla. En cambio….- hizo una pausa para tomar aire. -Tanto en España como en Marruecos, puedo trabajar y ganar muy buen dinero, para darles una buena vida a ti y a tus hijos. Tú podrías ser maestra allá, igual que aquí. Allá es muy fácil que yo les consiga la ciudadanía.
-No- dijo Bella sollozando. -No puedo.
-¿Por qué no, mi luna?- dijo abrazándola.
-No quiero irme a otro país. Lo siento- dijo levantándose de allí para irse a su recámara.


Cuando se levantó por la mañana y se vió al espejo, notó que tenía los ojos un poco hinchados de tanto llorar, además de estar ojerosa por no haber dormido casi nada. Pasó la noche pensando en que todo se había ido por la borda. No dejó de pensar en que Yassine se iría esa mañana y quizás no lo volvería a ver más.
-¿Podemos ir contigo al aeropuerto?- preguntó Jorge mientras se alistaban para ir a la escuela.
-No, mi amor. Tienen que ir a la escuela.
-¿Cuándo vas a volver?- intervino Eduardo.
-Todavía no lo sabe, mi amor- respondió Bella.


-Gracias por todo, mi alma- dijo Yassine antes de ir a la sala de abordar.
-¿Por qué tienes que ser siempre tan amable?- preguntó molesta.
-No tengo por qué ser de otra forma contigo, mi bella- dijo sonriendo, mientas le acomodaba un mechón que caía sobre su frente.
-¿Vas a volver?- preguntó casi con miedo de escuchar una respuesta negativa.
-No pienso seguir con algo que no va a llegar a concretarse, mi luna.
Bella lo abrazó llorando. No podía contenerse. Yassine la abrazó también acariciando su cabello. Él también sufría.
-No me hagas esto, Yassine. Te amo- dijo entre sollozos.
-Yo también te amo. Pero a veces el amor es así, mi bella. Nunca voy a olvidar estos ojos tan hermosos.
Le dió un beso en la mejila y se fue cabizbajo, sin voltear. Bella estuvo por un rato ahí llorando, hasta que ya no pudo verlo más.


-Necesito que hagan un dibujo, el que ustedes quieran. Cuando terminen de iluminarlo, quiero que lo vean con mucha atención y piensen en una historia sobre ese dibujo- les dijo Bella a sus alumnos.
-¿Puedo dibujar un carro?- preguntó uno de los niños.
-Claro que sí- dijo sonriendo. -Lo que ustedes deseen- insistió.
Todos estaban en silencio, haciendo su trabajo, cuando Sonia llegó al salón.
-No te ví a la hora del almuerzo- le dijo a manera de saludo.
-Me quedé ordenando unas cosas aquí.
-Ayer no viniste ¿verdad? ¿Estabas enferma?
-Pedí el día. Fuí a llevar a Yassine al aeropuerto.
-¡Ah! ¿Y cómo vas con él?- preguntó bajando la voz.
-Bien.
-Ese “bien” se oyó muy triste- dijo viéndola fijamente.
-Se acabó- dijo tratando de disimular su tristeza.
-¿Terminaron?
-Te invito a mi casa esta tarde. Ahí te platico todo- dijo impaciente. -Ahora necesito atender a mis alumnos.
Durante el tiempo que quedaba para acabar la jornada escolar del día, Bella escuchó todas las historias de sus alumnos. De ese modo pudo olvidarse de Yassine por un rato.


Sonia escuchaba atenta lo que Bella le platicaba. La veía demacrada y muy triste, con la cabeza agachada. Ella siempre estuvo segura de que esa relación no iba a durar mucho, pero en verdad le dolía ver a su amiga sufriendo.
-Bella, haz lo que te dije un día- dijo suspirando. -Dale la vuelta a esta página y olvídate de él. Sigue con tu vida.
-Es muy fácil decirlo… Lo quiero con toda mi alma- dijo llorando una vez más.
-Piensa en tus hijos. Te van a ver llorar.
Bella lloraba en silencio.
-Te dije que tuvieras cuidado, Bella. Y mira ahora cómo estás. Hasta te divorciaste de Adolfo, y ¿todo para qué?
-No me salgas con eso, por favor- dijo molesta, mientras se secaba las lágrimas con una servilleta. -Aunque no hubiera conocido a Yassine, me hubiera divorciado de Adolfo al darme cuenta de su traición. El divorcio no me ha afectado para nada. Estoy sufriendo porque quiero a Yassine y ya no voy a saber más de él.
Sonia tomó aire y se recargó en el sillón. No sabía qué decir.


Los días pasaron muy lentamente para Bella. Yassine no le llamó para hacerle saber que había llegado bien. Estaba claro que ya no volvería a buscarla más. No había día en que no pensara en él, ni noche en que no durmiera con él en su pensamiento. Cuando sus hijos le preguntaban por él, ella les respondía que estaba bien, pero que todavía no sabían cuándo iba a regresar. Por las mañanas, cuando despertaba, deseaba verlo a su lado, durmiendo. Pero no era así. Estaba sola.
Una tarde habían ido al parque. Después de jugar un rato con sus hijos, se fue a sentar a una banca. Ahí, veía a algunas parejas platicando, otras besándose y otras jugando con sus hijos. Eso la ponía más triste porque se imaginaba que así podría estar ella con Yassine.
-Extrañas mucho a Yassine, ¿verdad?- le dijo Eduardo, que había ido a sentarse junto a ella.
-Sí, hijo. Mucho- dijo tratando de contener las lágrimas.
-¿Va a venir a vivir acá?- preguntó inocentemente.
-No, hijo. Él no puede trabajar acá.
-¿Cómo se van a casar, entonces?- se sorprendió. -Él allá y tú acá.
-Ya no vamos a casarnos- lo abrazó.
-¿Porqué no?- preguntó triste.
-Él quiere que nosotros nos vayamos a vivir a España con él- le explicó la historia.
Eduardo la escuchó en silencio y no dijo nada.


Bella estaba viendo las noticias en el televisor, como lo hacía todas las noches antes de dormir. Le gustaba verlas recostada en la cama. De pronto escuchó sonar su celular. Lo tomó del buró, en donde estaba y vio que era Adolfo quien la llamaba.
«¿Qué querrá a esta hora?» pensó.
Decidida a no contestarle, puso el celular debajo de su almohada. Unos momentos después sonó el timbre que anunciaba que tenía un mensaje de voz. Fastidiada tomó el teléfono nuevamente y escuchó el mensaje.
“Hola, Bella. Necesito hablar contigo. Es importante. Me gustaría que me llamaras lo más pronto posible”.
Bella se sobresaltó. Se sentó, recargándose en la cabecera, pensativa. Temió que fuera algo grave, pero rápido desechó la idea. Recordó el tono de voz de Adolfo; no se escuchaba alarmado o preocupado. Por fin, después de pensarlo un poco, decidió llamarlo.
-¿Hola?- lo escuchó.
-Acabo de escuchar tu mensaje. ¿Qué sucede?- preguntó tratando de que su voz sonara tranquila.
-Ayer estuve platicando con los niños. Dicen que estás triste.
-Estoy bien. No hay porqué preocuparse- respondió a la defensiva.
-¿Aceptarías ir a comer conmigo mañana? Por favor- dijo con un tono de súplica.
-No creo que sea buena idea.
-Por favor, Bella. Necesito hablar contigo.
-Hazlo ahora.
-Acepta mi invitación.
Bella guardó silencio. No lograba entender qué era lo que Adolfo buscaba.
-¿Sigues allí?- lo escuchó del otro lado de la línea.
-Aquí estoy.
-¿Aceptas, entonces?- insistió.
-Está bien- respondió desanimada.


Después de recoger a sus hijos de la escuela, los llevó a su casa. Irene los esperaba ya. Bella la había llamado para que los cuidara mientras ella iba a reunirse con Adolfo. Una vez de camino hacia donde habían quedado de verse, iba pensativa. No tenía ganas de escuchar palabras con matiz de lástima, así que iba planeando cómo reaccionar ante la supuesta preocupación de Adolfo.
-Estás muy delgada- le dijo él, en cuanto la vio.
-¿Sabe Karina que hemos venido a comer?- preguntó sonriendo.
-Por supuesto que lo sabe.
-Bien. Ahora dime… -tomó aire. -¿Qué es lo que necesitas decirme?
-Los niños me han dicho que estás triste porque has terminado con tu novio.
-¿Oh, si?- se removió nerviosa en su asiento.
-Eduardo me ha dicho que no quieres ir a vivir a otro país.
-Por lo que veo, te han dicho todo- se acomodó algunos cabellos detrás de las orejas.
-¿Lo quieres?- la vio a los ojos.
Ella se agachó, fingiendo que arreglaba algo de su falda.
-Sé sincera, Bella- y poniendo su mano encima de la de ella, siguió. -Se que no me creerás, pero te aprecio. Eres la madre de mis hijos. Te conozco perfectamente. Eres una buena mujer y mereces ser feliz. Si en verdad amas a ese muchacho, búscalo y ve a donde él. Por lo que los niños me han platicado, parece un buen hombre.
Bella lo miró con los ojos llenos de lágrimas. No podía creer que Adolfo le estuviera diciendo aquello.
-¿A ti qué te importa lo que yo haga?- le preguntó muy seria.
-Me importa mucho. Quiero que seas feliz. Al serlo tú, lo serán mis hijos también- Después de un breve silencio, volvió a insistir. -¿Estás enamorada de él?
-Sí- dijo agachando la cabeza.
-Búscalo, entonces- la animó. -Los niños están dispuestos a vivir en donde sea, con tal de verte feliz.
-¿Te lo han dicho?
-Claro que sí. Búscalo, Bella.
Platicaron largo y tendido mientras comían.
-Gracias- le agradeció Bella cuando se despidieron.
Adolfo se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.


Esa noche no tenía sueño. Estuvo pensando mucho en lo que Adolfo le dijo. Pensó en sus hijos y en Yassine. Luego se imaginó lo que sería vivir con él en España. Después de todo, allá se hablaba español. De pronto, ya no le parecía imposible vivir en otro país.


Yassine dormía profundamente. Últimamente trabajaba demasiado. Esa era la forma en que lograba sacar a Bella de su pensamiento por el día. Aunque por las noches era todo lo contrario. Pensaba en ella hasta quedarse dormido.
Despertó sobresaltado por el timbre de su celular. El identificador de llamadas no reconocía el número.
Bella lo escuchó decir algo en árabe. Por el tono de voz, le pareció que estaba enojado.
-¿Yassine?- dijo nerviosa.
-¿Bella?- se enderezó rápido en su cama al reconocer la voz de Bella.
-Perdón por llamarte a estas horas- eran las tres de la mañana en Marruecos.
-No te preocupes- su voz se escuchaba ahora, amable. -¿Cómo estás?- le preguntó.
-Yassine, tengo que hablar contigo- la voz le temblaba mucho por el nerviosismo.
-¿Están bien los niños?
-Sí, ellos están bien. Pero yo no.
-¿Qué tienes?- preguntó preocupado.
-Te extraño mucho.
Él guardó silencio. Se pasó una mano por la cara. No sabía qué decir.
-Bella…- dijo por fin.
-Estoy dispuesta a vivir en España. No puedo vivir sin ti.. Te quiero.
-Yo también te quiero, mi alma- dijo emocionado. -No sabes lo que he sufrido este tiempo imaginando mi vida sin volver a verte.
Él le pidió cortar la comunicación, para hablarle él a ella y de este modo evitarle un gasto enorme a Bella. Platicaron por largo rato. Entre plática y plática se mandaban besos. No dejaban de decirse lo mucho que se amaban. Parecían dos adolescentes enamorados.


Bella se despedía de cada uno de sus alumnos. Los besaba y abrazaba emocionada. Era el último día de clases. Besaba a la última niña cuando Sonia llegó a su salón. Una vez que quedaron solas, fueron a sentarse al escritorio.
-Te ves muy contenta- sonrió Sonia.
-¡Estoy feliz!- respondió. -Y mis hijos también.
-¿Cuándo llega Yassine?
-La primera semana de Julio.
-¿Y cuándo se van?
-A finales del mes. Queremos que los niños se adapten un poco, antes de entrar a la escuela.
-¿Él tiene casa en España?
-No. Pero ya consiguió una para rentar. Ahí viviremos hasta comprar alguna. También ha conseguido trabajo.
-Seguro que les va a ir muy bien- le deseó Sonia.


El día que Yassine llegó a Miami, fueron a comer a un restaurante de comida china. Estaban esperando su comida, cuando se acercaron Sonia y su familia a saludarlos. Bella hizo las presentaciones.
-¿En qué mesa están?- preguntó Yassine.
-Acabamos de llegar. Él nos va a llevar a nuestra mesa- dijo Javier, volteando a ver al mesero que los esperaba pacientemente.
-Hagan el favor de acompañarnos- los invitó Yassine.
Pronto, entre dos meseros juntaron otra mesa a la de ellos. Comieron en completa armonía. Platicaron mucho, mientras todos los niños platicaban entre ellos.
-¿Cuándo se casan?- preguntó Sonia.
-La próxima semana- respondió Yassine.
-No vamos a hacer ningún tipo de fiesta, pero si gustan, pueden acompañarnos a la corte- dijo Bella sonriendo. -Eres mi mejor amiga, y sinceramente, me gustaría mucho que ahí estuvieras.
-Por supuesto que los acompañaremos- respondió Sonia emocionada.


Cuando salieron de la corte se veían felices. De ahí fueron a la casa de Sonia. Ella les había preparado una comida.
-Amiga, en verdad que tu marroquí es muy guapo, además de ser todo un caballero- dijo suspirando.
-Te lo dije, ¿recuerdas?
-Pensé que exagerabas debido a la emoción.
Pasaron toda la tarde platicando. Incluso, bailaron un poco y antes del anochecer se despidieron. Sonia y Bella prometieron estar en contacto vía internet, mientras hacían esfuerzos por no llorar.


-¿Estás contenta?- preguntó Yassine.
-¡Feliz!- dijo Bella.
Tenían tres meses en España. Los niños ya tenían varios amigos y les gustaba vivir allá. Bella estaba haciendo las gestiones pertinentes para poder seguir con su carrera y Yassine trabajaba para una buena compañía. En pocas palabras, les estaba yendo muy bien. Incluso, Bella se veía  renovada más joven.
-Me encanta besarte el ombligo- dijo Yassine con la voz ronca.
-No dejes de hacerlo, entonces.
Del ombligo, siguió camino arriba con la lengua, desviándose hasta uno de sus pezones. Lo chupó, lo besó y lo mordió suavemente, para después hacer lo mismo con el otro. Bella acariciaba su espalda mientras enlazaba las piernas alrededor de su cintura.
Cuando él se acercó a ella, Bella gimió, entrecerrando los ojos.
-Déjame ver tus lindos ojos, mi luna- le pidió él.
Ella los abrió y Yassine empezó a penetrarla poco a poco, deteniéndose por breves segundos, para luego empujar otro poquito.
-Quiero sentirte completamente dentro de mí- dijo Bella con la voz entrecortada por la pasión.
Pero a Yassine le gustaba tomarse su tiempo. Cuando por fin estuvo totalmente dentro de ella, empezaron a moverse rítmicamente, mientras se veían a los ojos. A él le gustaba mucho ver la forma en que sus ojos brillaban mientras hacían el amor.
-Te quiero- dijeron los dos al mismo tiempo, mientras llegaban a la cima del placer.


FIN

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