sábado, 18 de septiembre de 2021

ENTRE VAMPIROS

 


          Nuestras miradas se cruzaron y nos miramos fijamente. No estaba segura que se trataba de él, así que no sonreí, pero él sí me sonrió y se me acercó. Mi corazón latía a mil por hora, no podía dejar de mirarlo, ni podía sonreír, ni moverme.

     -¡Pero qué guapa, por Dios! -Me dijo mientras me abrazaba efusivamente. -De verdad que estos años te has puesto mucho más guapa, Ojitos. - Me dijo mientras me tomaba de una mano haciéndome girar.

Cuando me llamó Ojitos, comprobé que era él, mi novio del bachillerato. Por fin pude sonreír y nos volvimos a abrazar. Esa tarde la pasamos juntos. Fuimos a comer, a caminar y luego a mi apartamento, donde él me presumió sus dotes de chef. Tiempo nos faltó para decirnos todo lo que habíamos hecho en los ocho años que llevábamos sin vernos. Él no se cansaba de decirme que me encontraba guapísima y yo no pude evitar preguntarle si estaba enfermo.

-No lo estoy. -Respondió sonriendo. Se que te llama la atención mi piel pálida, pero como te dije anteriormente, todos estos años trabajé de noche y dormí de día, por eso no tengo color y estoy tan desacostumbrado al sol que debo usar gafas oscuras.

Esa noche no dormimos. Estuvimos bebiendo y conversando mientras escuchábamos la música de nuestra época. Me dijo que había vuelto para quedarse y no regresaría más a Europa.

Pronto reanudamos nuestro noviazgo y los dos estábamos muy entusiasmados. Lo único que me preocupaba era que él lucía muy joven. Temía envejecer más pronto que él, pero con mucho cariño, me hizo ver que eso no pasaría y si así sucediera, él iba a seguir amándome. Llegó el día que decidimos vivir juntos y todo iba muy bien, aunque empecé a notar que tenía ciertas manías, como preferir estar en la oscuridad y la aversión al ajo. Pero igual yo tenía las mías, como la intolerancia a los gatos, por ejemplo. Y siempre llevaba el pelo muy cortito, no permitía que le creciera.

Por fin decidió presentarme a sus padres. Los invitamos a cenar y preparamos un delicioso menú. Fueron muy amables conmigo y muy conservadores. Noté que la piel de ambos era pálida como la de mi novio. Cuando me dijeron que ellos trabajaban en la  misma compañía donde su hijo y en el mismo turno, comprendí. Les dije que pronto se acostumbrarían al sol y recuperarían el color. Ellos sonrieron y seguimos hablando de otras cosas. Llegó la hora del postre y fui por el pan que había horneado. Tomé un cuchillo para partirlo en rebanadas. De pronto, de la forma más tonta, me hice un corte en el dedo índice y empecé a sangrar. La madre de mi novio comenzó a inquietarse mientras yo me limpiaba la sangre. Como ésta no se detenía, me metí el dedo a la boca para chupar mi sangre y un gemido extraño salió de la garganta de la mujer, quien se levantó y fue al balcón, seguida por su esposo.

     -No soporta la sangre. -Dijo mi novio. -Se marea y le dan ganas de desmayarse.  -Continuó. -Por eso mi padre salió con ella, para cuidarla.

Cuando limpié y curé mi herida fui por ellos al balcón.

     -Ahora entiendo por qué su hijo se pone nervioso cuando ve sangre. -Les dije. -Salió a usted.

     -Cambiemos de tema, por favor. -Dijo la señora.

Después de saborear el pan, nos fuimos a la sala y ahí, me senté junto a ella. La mujer me miraba atenta y empecé a notar que a veces acercaba su cara a la mía. Incluso sentía que me estaba oliendo. Me cambié de sillón y al verla noté en su mirada un extraño brillo. Su respiración era agitada.

     -Me parece que es hora de que nos retiremos. -Dijo el señor.

     -Aún no. -Dijo ella. Estamos teniendo una reunión muy agradable.

Después de un par de horas, decidieron irse. Cuando nos despedimos, ella me dio un abrazo y sentí su boca en mi cuello. Rápidamente me separé de ella, llevándome la mano al cuello. Con el movimiento brusco se me cayó la gasa que cubría mi dedo y la sangre volvió a brotar. Un horrible ruido salió de la garganta de la mujer y se abalanzó sobre mí, buscando chupar mi dedo. Mi novio sujetó a su madre fuertemente, mientras su padre sacaba un frasquito y una jeringa del bolso de su mujer. Lo preparó y se lo inyectó en la vena. Poco a poco, la mujer se fue tranquilizando.

     -¿Qué ha sido todo eso? - Le pregunté a mi novio cuando sus padres ya se habían ido.

Me dijo que, estando en Europa, un vampiro los atacó, convirtiéndolos a los tres en vampiros pero que habían encontrado un doctor que les suministraba una medicina para mantenerlos controlados. Yo estaba muriéndome del miedo, pero él me explicó todo y me convenció de que no volvería a suceder, pues ya habían contactado a un doctor aquí, quien les seguiría suministrando el mismo medicamento. Ellos no eran los únicos con ese problema. Había muchísimos más, miles de casos más que estaban siendo controlados con medicina.

Hoy, después de treinta y cinco años, sigo con mi novio. Yo he envejecido y él no, pero nuestro amor es tan grande que seguimos siendo felices.



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